Ni a un niño le haría gracia el final. A mi menos, claro. Los niños son muy listos y se darían cuenta rápidamente que el viejo portero al recibir el volante de oro no se pondría contento. Lloraría de pena. En realidad parece que le ha dado un ataque de locura y por eso se ríe y se pone a jugar con el volante como si conduciera, pero un niño sabe (y cualquiera) que eso es una "paponá" y que no tiene salida, lo que quiere el viejo es dinero, money, tela, pasta, quiere cobrar, martín martín, y no líos raros. Dale 50 euros a un niño o un volante de oro robado, a ver que coge...
Que te quiten a ti miles y miles de euros, los ahorros de toda una vida y que te den a cambio un volante de oro… Sabiendo que el FBI va detrás de todos los bienes del millonario para requisarlos, ¿dónde van todos con el coche de oro a trocitos? ¿A una tienda de esas de Compro Oro?
-¿Qué me da por este volante?
-Pues no sé, no sé... vaya usted a Desguaces La Torre a ver qué le dan ahí.
-Oiga, que es de oro...
-¿Y qué hago, me lo pongo en mi flamante Ford Fiesta modelo del 84?
-¡Mecagüen! ¡Mejor te lo pones en el culo a ver si así te da vueltas, cabrón!
Menuda chorrada inmensa de final. Al final el millonario se irá a su casa a bañarse de noche en su piscina del ático y a jugar por internet al ajedrez, y los demás al paro. Eso es lo que me dice a mi el final.
Muy flojita película. La doy algo por Alan Alda.