Espejito espejito

No es porque no hayan respetado el cuento. Al ver la última película de Caperucita Roja (protagonizada por Amanda Seyfreid) ya me esperaba algo parecido, que de Blancanieves sólo tuviera el nombre; sin embargo, la podrían haber hecho espectacular, genial, podrían haber hecho algo muy redondo, como la película antes mencionada -que si bien no merece un 10, pero un 7 si, a mi ver-. Pero no, tenían que fumarse un par de cigarrillos de marihuana y cagarla. Si bien el argumento es salvable, hay errores de novato; no estudio cine, pero errores de cámara y demás fallos de películas de tercera me parece que son un poco inadmisibles en este tipo de superproducciones.
La única que salva un poco la película es Julia Roberts, magnífica madrastra, y el príncipe es una alegría para la vista -aunque no es que sobresalga mucho por su interpretación; y cómo se nota que la protagonista está ahí por ser la hija de Phill Collins...
Como catalana y de Barcelona me siento halagada ante la alusión a esta ciudad que han hecho en la película (la claraboya del Palau de la Música, las columnas de la Pedrera, etc...), pero ¿tanto costaba no hacerlo tan evidente? Además, un poco más de imaginación en cuanto a escenarios y decorados, que la plaza del pueblo -la única que se ve- parece el escenario de un teatro...
En definitiva, la película podría haberse llevado un 7 o un 8, pero los fallos de novato tipo: la nieve sobre el caballo negro desaparecida en una milésima de segundo, el cambio de posiciones entre el príncipe y su acompañante, y muchas, pero muchas otras cosas, hacen que pierda 2 puntos. La canción del final, que yo pensé que me había teletransportado a otra sala por error y estaba en Bollywood, le hace perder 3 puntos -me dio hasta grima...-.
Podrían haber hecho algo espectacular pero se quedaron en el "podrían", ni siquiera en el intento.

Vergüenza ajena es lo que se siente cuando uno ve "pseudofilmes" así. A los 15 minutos de metraje una empieza a lamentarse de los euros gastados en la entrada. Que un cuento se reinvente, muy bien; que se le de una estética un tanto exagerada, muy bien; que se quiera hacer en un tono humorístico, muy bien. Pero ¿ésto? ¿ésto qué es? Una mezcla insulsa y desvergonzada, un "ahí lleváis eso y lo tragáis como podáis" del director.
Sinceramente, una pérdida de tiempo y dinero. ¿Y ese final? Me quedo sin palabras para seguir criticando, y eso no es fácil.

Yo creo que la gente - la del mundo del cine y la otra - es libre de invertir su dinero en aquello que piense que le puede reportar beneficios, aunque eso implique ir a lo fácil y buscar más lo práctico que lo artístico, olvidarse de innovar y reutilizar viejas fórmulas conocidas y seguras. Luego ya está el público, que a la hora de pagar una entrada no es tan tonto como se piensan algunos, para decidir si hay honestidad en el intento o es una simple tomadura de pelo para sacarle los cuartos. El público… y los críticos aficionados como yo, claro, que argumentamos por escrito si la película está hecha pensando en aportar algo, en recaudar dinero a cambio de entretenimiento o en recaudar dando gato por liebre.

Esta enésima revisión de Blancanieves - a la que nos referiremos a partir de ahora como “Mirror, mirror”- entra en la categoría de las versiones facilonas sacamantecas. No hay una pretensión de ofrecer algo nuevo en el plano artístico o narrativo, simplemente se quiere recortar gastos en materia de guion y apostar por algo que siempre suele funcionar, introduciendo elementos diferenciadores en factores secundarios como el uso del color, el atrezzo, el vestuario, el arte conceptual y la perspectiva de género. En la parte postiva, la escenografía es minimalista y elegante, muy de revista del corazón tipo “Hola” y el uso del color tiene clase, jugando con un acertado contraste entre el gris del pueblo miserable, el blanco de las nieves eternas y el dorado de los ricos. También la introducción es bastante buena, cuenta una historia complicada, sin fisuras, en el poco tiempo que se le dedica

En la parte negativa, todo lo demás. La innovación en elementos de quinta fila conduce a situaciones ridículas como que los siete enanitos no son mineros sino gadgetoenanos con conciencia social y la adecuada diversidad racial. Mi favorito es el enano cowboy (?). El Príncipe viene de Valencia (¿de la tierra de las flores de la luz y del amor?) y como se trata de una versión inclusiva, no rescata a Blancanieves, sino que Blancanieves es una muchacha empoderada que se salva ella solita con su ingenio y tiene muchas más luces que el príncipe más simplón que recuerdo. Pero sobre todo tiene el problema de que es una película hueca, donde todo sucede por la rutina de seguir los pasos que todos conocemos y el único papel trabajado es el de la Madrastra, por aquello de que otra “innovación revolucionaria” es que la historia está narrada desde su perspectiva. Ah, que no se me olvide, en el proceso de diseño alguien debió pensar que un elemento común de estas películas es el humor, por lo que se fuerzan algunos gags pésimos y anticlimáticos.

Os la podéis ahorrar, de verdad. Sabedora de que su única baza es la puesta en escena, ahonda en el error de acumular elementos y más elementos de atrezzo y escenas de supuesta comedia pero, a medida que avanza la película, la patochada degenera en bochorno y el bochorno en ridiculez. Y en vergüenza ajena. Nivel de truño: envoltorio de Ferrero Rocher, pero por dentro es un truño.

Si algo ha quedado claro en la historia de la ficción, ya sea escrita o puesta en imágenes, es que no hay versión sacrosanta ni canónica de ninguna historia. Sin ir más lejos, el cuento de Blancanieves (sí, ese que se hizo inmortal gracias a la obra maestra de Walt Disney, y en cuyo original la "dulce" Blancanieves condena a la Reina al final a morir horriblemente torturada por zapatos de hierro al rojo vivo...) ha tenido o tendrá hasta tres versiones distintas en este 2012. Pues el azar y la casualidad (o quizás la premeditación pura y dura?) han hecho coincidir en televisión la serie Once Upon a Time, y en cine las películas de Rupert Sanders y Tarsem Singh. Y mientras que la de Sanders parece que ofrecerá una Blancanieves guerrera y un tono más gótico y adulto (o no, teniendo a Kirsten Stewart de protagonista...), la de Tarsem Singh es, simple y llanamente, una algarabía de película. Y una algarabía consciente, además.
Sin duda, los más fervientes admiradores del director indio se llevarán las manos a la cabeza al ver que éste se ha "vendido" al cine más puramente comercial, y que esta vez su realización no es la principal protagonista de su película. Es cierto. Esta vez, la paleta visual de Singh es menos intensa y apabullante que de costumbre. Por supuesto, ahí sigue esa fotografía tan característica, colorista a más no poder, que da un acertado aire de cuento al relato, y también se deja ver la singular habilidad del realizador en algunos planos de excepcional belleza, como el de la Reina entrando por el espejo. Pero sin duda, quienes deseen ver las maravillas (algunos dirían excesos, sin duda) visuales del Singh de La celda, The Fall o Immortals, saldrán decepcionados.
Lo que se den cuenta de que estamos hablando de Blancanieves y le perdonen al indio haberse pasado al cine comercial, van a encontrarse con una auténtica gozada. Y con muchas sorpresas. Una gozada, porque es maravilloso deleitarse en el trabajo póstumo de vestuario de Eiko Ishioka , en los fondos digitales, la ya mencionada fotografía colorista o el excelente trabajo de decoración. La historia, además, entretiene a raudales y da bastante más de lo que cabría esperar en un principio. Pero sobre todo, Blancanieves (Mirror mirror), y ahí viene la sorpresa... es una comedia. Y una de las mejores que quien firma ha tenido ocasión de ver en mucho tiempo. Desmitificando muchas de las idas más románticas del cuento original, la película es una carcajada constante que sin duda hará llevarse las manos a la cabeza a los puristas, pero que es un absoluto disfrute para espectadores desprejuiciados. Es una parodia que sabe que lo es, y es consciente de sus limitaciones. No se toma en serio en ningún momento y se agradece, pero sí se preocupa por homenajear el original y respetar sus bases.

Vaya sorpresa tan agradable que me he llevado al ver esta versión libre y desenfadada del clásico de los hermanos Grimm! Se olvida de clichés conocidos, le da un toque de humor muy acertado y el resultado es una adaptación madura de la bella entre las bellas, donde Blancanieves ya no es la dulce princesita paseante(seguro que al sector femenino le encantará su nuevo rol revolucionario) Como en todas las pelis de Tarsem Singh,los detalles están muy cuidados; la fotografía y los paisajes acertados y no excesivos. Aplaudo este tipo de adaptaciones de cuentos infantiles y no las que son más barrocas como Alicia en el País de las Maravillas del siempre diferente Tim Burton.