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El último Elvis

Drama Carlos Gutiérrez, "Elvis", es un cantante separado que vive en un olvidado barrio de Buenos Aires y que tiene una pequeña hija llamada Lisa Marie, a la que no ve muy seguido. Siempre vivió su vida como si fuese la reencarnación de Elvis Presley, negándose a aceptar su realidad. Pero está a punto de cumplir los años que su ídolo tenía al morir y su futuro se muestra vacío. Una situación inesperada lo obliga a hacerse cargo de su hija. En ... [+]
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
31 de julio de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta clase de películas, donde no hay adornos ni florituras que escondan la posible escasez del guión y la historia, lo importante es el personaje y lo que va a contarte -pues no hay más- y donde la clave para formarte una opinión es fundamentada en una sólo figura, el protagonista; por tanto, que te llene, te atrape o te parezca absolutamente aburrido va a depender únicamente de ese factor. Para está ocasión, tenemos a un verdadero seguidor -hasta las últimas consecuencias- de Elvis, que sin hacer mucho ruido, consigue retener y alcanzar tu curiosidad hasta el final del relato; qué pasará con esta triste representación del más grande de todos los tiempos, la pasión con que vive su propia realidad al margen de los demás, su encantadora enajenación mental, su afligido deambular por la vida, un espectro que se mantiene en pie para respirar por el Rey muerto..., todo ello realizado con una sencillez, humildad y carencia de recursos que lo glorifican aún más. Y como complemento, el final dramático y poético que, por desgracia, la propia sipnosis de la película ya te adelanta, evitando que la sorpresa y melancolía final sea mayor de lo que en realidad será -hablan demasiado, de más y muy de antemano-. Por tanto, tu opinión y mi recomendación es clara: la película tiene un sólo personaje, su propia realidad y se centra exclusivamente en él; si no consigue encantarte, te vas a cansar de verle desfilar; si consigue lo contrario, vas a estar atento a todos sus movimientos. Sencillo.
lourdes lulu lou
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26 de diciembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que tener mucha paciencia para verla. El planteamiento es muy interesante. La idea de ver la vida de un hombre que está (casi) convencido de que es Elvis resultó un buen gancho.
Las actuaciones son muy buenas, desde el propio Elvis hasta la niña que hace de su hija. Música y fotografía son sin duda lo mejor de este filme, con un estilo que recuerda constantemente a películas de la década del 70 de los Estados Unidos pero en pleno Buenos Aires.
El problema para mi estuvo en lo largo y predecible que resulta cada una de las escenas. La historia en ningún momento explota, en ningún momento pensás en quedarte para ver qué pasa. La trama como la vida de éste personaje siempre es chata y lineal.
caro666uy
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16 de julio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nombre de Armando Bo es un nombre que suena en Latinoamérica. No sólo aparece ligado como actor y productor de una de las películas más reverenciadas del cine argentino, “Pelota de Trapo” de Leopoldo Torres Ríos, gran exponente del neorrealismo en el continente; sino que también es un nombre de carácter mítico para los seguidores del cine erótico-popular, del cual fue pionero en América Latina. Es por ello que cuando vemos los primeros pasos en el cine de Armando Bo (nieto), no podemos dejar de pensar que sobre él recae la bendición y maldición de una herencia cinéfila más que importante, herencia que puede jugar en contra o a favor según la personalidad de aquél a quien recae. Afortunadamente, el joven Bo es de aquellos que paran la presión de taquito y definen al ángulo, pues con su ópera prima logra crear una obra tan personal y novedosa, como deudora de las influencias de su mítico abuelo. Su participación con relativo éxito en festivales de la talla de Sundance y San Sebastián, atestiguan el logro de este novato cineasta.

Hablar de El Último Elvis es hablar de muchas cosas. Como su abuelo lo hacía, Bo baja al inframundo bonaerense y habla de las familias a las que la realidad no las favorece, a los que la cotidianeidad les escupe en la cara. Un sitio donde no hay lugar para los sueños, para las ilusiones, donde la gente pequeña debe conformarse con una existencia pequeña y donde solo los locos se atreven a pensar una vida más grande que la que les toca. Así, la historia recae en un loco muy particular, Carlos Gutierrez, un imitador de Elvis, como tantos en Bs As que realizan shows baratos para rapiñar unos pesos que le permitan llegar a fin de mes; y que en algún momento de su vida empezó a creer que realmente era Elvis.

Para este personaje tan particular, Bo había pensado en un momento en Ricardo Darín, cuya popularidad y talento podría darle a la cinta el salto de calidad y la propulsión que pretendía para ella. Incluso durante un tiempo el mismo Darín pensaba que ésta sería la película en la que participaría. Entonces, casi de casualidad, apareció el músico John McInerny, adorador de Elvis al que dedicaba homenajes con su banda por puro placer, y Bo no lo dudó: ese era su Carlos Gutierrez. Porque a pesar de renunciar al talento actoral de uno de los actores más importantes de la Argentina, Bo había encontrado a un hombre que transpiraba Elvis, que no necesitaba actuar para ser el personaje de su película. Y al final, John McInerny no sólo desparramó talento musical en la pantalla, sino que se reveló como un grandísimo actor.

El Último Elvis desparrama emociones. No es una historia que pretenda mostrar el proceso de autodestrucción mental de una persona, como han hecho otras películas en el pasado. Su enfoque es mucho más mínimo. El protagonista vive en su mente una lucha esencial por la felicidad, que en la realidad se presenta y se traduce como un sueño enfermizo creado por una realidad que lo enferma, lo aplasta y reprime. Por eso y, pese a que su estructura narrativa es similar a las películas sobre hombres que luchan por un sueño y acaban dejándote una sonrisa en la cara, la sensación que deja la lucha del protagonista no está ni cerca de ser felicidad. Bo toma el mensaje positivo de luchar por un sueño y lo convierte en algo atemorizante, desilusionante, mostrando el carácter totalmente desolador que puede tomar en determinadas realidades. Y por ello es que pese a su minimalismo, la historia llega a ser tan trágica como una tragedia griega, tan deprimente como un libro de Kierkegaard, tan dolorosa como una patada en ciertos lugares.

Para el aplauso es un guión cuidado hasta el detalle, pues cada frase de nuestro protagonista nos va desvelando un poco más sobre su estado mental, nos va acercando más hacia el inevitable final, cuya previsibilidad, lejos de quitarle brillo, aumenta la sensación de impotencia que avanza con la película.

Párrafo aparte merece el trabajo de John McInerny, cuyo tabajo como imitador de Elvis es brillante regalando momentos inolvidables como esa Unchained Melody acompañada del piano que acompaña uno de los momentos más dramáticos de la historia y que, incluido un servidor al cual ni Elvis ni el Rock le movieron nunca un pelo, eriza la piel.

En un panorama del cine argentino como el actual en que las producciones deambulan entre un cine independiente, hecho más para festivales que para salas comerciales (lo cual no es malo y, de hecho, en general es muy bueno el nivel), y un cúmulo de producciones caza-óscar que no son sino burdas imitaciones de la fórmula de El Secreto de sus Ojos; una obra genuina como la ópera prima de Armando Bo se agradece y se recibe con entusiasmo. El Último Elvis es una película que nadie que guste de la música, que venere al Rey del Rock o simplemente guste del buen cine debería dejar pasar.
el_emi
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18 de julio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Criticar negativamente esta película seria un error de miopía. Situada en un contexto de opera prima y con un tono desenfado, Armando Bo, tiene claro su objetivo. Hablar de micros. Microrelato. Micromundo. Microdrama. Y lo consigue. Co-producida por Alejandro González Iñárritu, la estética recuerda las películas del mejicano.

Miradas bovinas y silencios entre personajes, dejan que el espectador rellene un guión, medido y ligero, que se construye principalmente con actos y entreactos. Con algún que otro momento cómico, por absurda seriedad, se consigue aligerar el drama. En definitiva, el conjunto funciona de maravilla.

Su ex mujer funciona a modo de "Deus ex machina" para el relato en general. Junto con la hija Lisa Marie, las dos actúan como contrapunto a la ficción de tupé del protagonista. Son, en definitiva, la voz del público. Le recuerdan a Elvis que su nombre es Carlos.

Mención especial al buen trabajo de casting por la colección de dobles/imitadores que aparecen en una escena/fiesta de viejas glorias mundiales. La versión argentina de Iggy Pop te hace saltar de la butaca.

En fin, queda esta película como testimonio de que en Argentina no todos los niños se creen Diego, algunos se ponen a cantar con peluca, se rompen las caderas y entonan un 'Love me tender'.

Lo mejor: la escena donde se olvida de la hija al salir de una actuación, ella dice; “¿donde estabas? pensaba que te habías ido". Él, responde.

Lo peor: la banalidad del conjunto.

Por último, permítanme, un aplauso tímido al equipo de peluquería. Cierto magnetismo.

…y ya sabéis,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rodolfo Lasparri
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20 de julio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién no conoce a Elvis Presley? Hace ya casi cuarenta años que murió y aún está muy presente en el imaginario colectivo y no sólo de los estadounidenses. Aunque más bien habría que preguntarse quién no le ha visto dando un paseo por ahí. Ya que todavía hoy en día siguen clamando verle aquí o allá. Sea como fuere, marcó un antes y un después en la música. Con esos movimientos de cadera y esa vestimenta tan característica suya. Pero por encima de todo la diferencia la marcó con esa voz negra tan profunda y llena de energía que le ha llevado a ser considerado el “Rey del rock & roll”.

El argentino Armando Bo se estrena como director con la espléndida y desgarradora El último Elvis. Un drama basado en la obsesión de Carlos, interpretado por un espectacular John McInerny, que es un trabajador de clase baja que vive por y para la música de su mito, obsesionado con él desde pequeño. Y ello le ha llevado a dedicar toda su vida a rendirle tributo. Producto de su obsesión, hace que tanto su vida, trabajo y familia quede prácticamente en segundo plano. Como bien dice en un momento de la película “Dios me dio un don y yo lo acepté”. Y para aprovecharlo se dedica a cantar imitando a su ídolo siempre que tiene oportunidad, da igual que sea en la residencia de ancianos de su madre, en una boda o en cualquier clase de bolo que pueda conseguir. Por cierto, las diferentes interpretaciones que realiza a lo largo de la película McInerny no tienen nada que envidiar al mejor imitador de Elvis. No pierdan detalle.

Nuestro particular Elvis está separado de su mujer e hija producto de su fijación con el cantante. Nuestra Priscilla particular, Griselda Siciliani, que está cansada de él desea que no vea más a su hija porque cree que no es una buena influencia para ella. Su hija, Margarita López, tampoco le ve con buenos ojos, cree que es un bicho raro aunque no llega al punto de hartazgo de su madre. Pero en un determinado momento los acontecimientos le llevarán a tener que asumir su papel como padre. Es esta fase de la película, con la relación padre-hija, la que mayor fuerza e intimismo posee, en la que Armando Bo consigue hacernos sentir esa sensación de hastío y ofuscación, si bien nunca aceptada por Carlos, sí implícitamente interiorizada.

Pero no sólo trata sobre la obsesión con Elvis la película. De forma paralela y de una manera muy presente su director nos muestra la Argentina marginal, de suburbio y pobreza, a la que tristemente estamos tan acostumbrados a ver desde hace ya demasiado tiempo. Y es que a la vez que disfrutamos con las sentidas interpretaciones de Carlos, nos deprimiremos con ese ambiente tan desolador de Buenos Aires. Nos hace darnos cuenta de su triste vida cuya única forma de escape es la obcecación de tratar de ser el mejor Elvis posible. Ello le conduce a estar en pleno proceso de huída hacia adelante, que en su afán de ser el “Rey del rock” le llevará a compartir la única y verdadera similitud con aquél a quien tanto venera. Su final.
Zaer
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