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Esquilache

Drama Madrid, Domingo de Ramos de 1766. Cuando el Marqués de Esquilache (Fernán-Gómez) llega a su residencia, la Casa de las Siete Chimeneas, todavía se oyen por las calles los gritos de ¡Muera Esquilache!. Tras comprobar horrorizado los efectos del saqueo a que ha sido sometida su casa, el ministro italiano de Carlos III (1759-1788), acompañado de Fernanda (Ángela Molina) se dirige al Palacio Real al tiempo que evoca sus entrevistas con el ... [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
18 de diciembre de 2007
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es una de las mejores muestras de cine histórico realizadas tanto en España como en la historia del cine.
Con una cuidada ambientación, sin ser excesivamente amanerada y con un toque necesariamente austero Josefina Molina nos brinda una esmerada y acertada reconstrucción del "Motin de Esquilache ".
A todo esto ayuda un elaborado guión, un verismo de gran calidad y unas acertadas interpretaciones en especial la de un Fernan-Gómez inmejorable en su composición de Esquilache.
Hay que destacar también como mérito de este film la equidistancia y neutralidad que en él se reflejan muy alejado ( menos mal ) de tentativas más efectistas pero menos efectivas tipo la reciente " Juana la loca ".
En fin una película muy acertada en su género, en absoluto estereotipada y muy necesaria tanto por su rigor como por acercarnos un episodio importante y curioso en la historia de España.
Un saludo, Efelson.
efelson
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22 de marzo de 2014
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Esquilache” es una reconstrucción histórica que toma como base la obra dramática de Antonio Buero Vallejo “Un soñador para un pueblo” centrado en los sucesos del famoso “Motín de Esquilache” durante el reinado de Carlos III, allá por el año 1766. Una producción ambiciosa en lo artístico, tomada como pretexto para una reflexión cuya vigencia temporal podría trasladarse a la coyuntura política actual en España, desde el punto de vista en el que un político honesto, debe tomar medidas impopulares, aunque en la comparación con la actualidad, haya que salvar las distancias y motivos diferentes, en el fondo, en mi opinión, se trata del eterno dilema: el político serio y responsable, frente al dirigente populachero y sin rigor que dice lo que el pueblo quiere oír. Aunque en este caso, no existe ese político cobarde, sí que existe un Rey, Carlos III, que pasó a la historia como el gran reformador que construyó un nuevo Madrid, mientras que su ministro de Hacienda, Esquilache sufrió la ira del pueblo por esas reformas.

La narración, construida en forma de un extenso “flash-back” en cuyo interior el derrotado y ya anciano Leopoldo de Gregorio “Marqués de Esquilache” rememora los acontecimientos, la antipatía que generó en la corte y entre los nobles, por rechazar el nepotismo y no prestarse a la corrupción generalizada que era norma habitual. Otra de las causas de su desprestigio fue la prohibición de las capas largas y el sombrero gacho, sus disputas conyugales y su relación con una criada. El resultado final de esta compleja operación es un nítido exponente de las dificultades y servidumbres de este tipo de obras. Se juega audazmente con el historicismo literario, impregnado desde lo más profundo del texto del dramaturgo con unos diálogos soberbios conjugados con el lenguaje cinematográfico.

En consecuencia, el relato se acerca más en lo personal que en los acontecimientos sociales, sin duda más complejos, y en el que la directora, Josefina Molina, tampoco pretende profundizar ni moralizar. La formula desemboca, como no podía ser de otra manera, en una puesta en escena que pivota sobre el trabajo interpretativo de los actores donde, eso sí, la película juega sus mejores bazas. La profundización interior de un magistral Fernando Fernán Gómez (Esquilache), la autenticidad de Angela Molina (Fernanda, la criada), la sobria contención de Adolfo Marsillach (Carlos III) y la convicción de Amparo Rivelles (Isabel de Farnesio, madre del rey), le dan a la narración un lustre de gran calado.

Dentro de las coordenadas elegidas, es preciso reconocer que la película alcanza con eficacia el “look” buscado, en cuya elaboración juegan un papel importante tanto la planificación austera y sobria, muy contenida, así como un excelente trabajo fotográfico de Juan Amorós. Ambos factores contribuyes a que “Esquilache”, en mi opinión, una película muy interesante y digna para estar producida en España con un discreto presupuesto.
Antonio Morales
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21 de febrero de 2009
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante y bien contada película, en la que se nos narra de forma fiel, los acontecimientos que dieron lugar al famoso y muy racial motín de Esquilache, que como es sabido fue resultado del intento del afrancesado italiano Esquilache, por civilizar a los duros embozados madrileños de la época. La producción resulta bastante digna y las interpretaciones rayan a gran altura.
Recomendable.
tiznao
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30 de noviembre de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como artefacto fílmico "Esquilache" funciona. No es una gran película (la producción por ejemplo es pobre y la dirección a veces poco cuidada) pero Josefina Molina consigue al menos que se vea con interés y que nos olvidemos de su origen teatral. Gran mérito en este logro está en las excelentes interpretaciones de casi todo el elenco (dejaremos fuera a Ángela Molina, que no llega a la altura de sus compañeros Closas, Fernán-Gómez, Rivelles, López Vázquez o Concha Velasco). Lo que me interesa destacar, sin embargo, de este título es su intencionalidad política. Su factura es de 1988, año de una huelga general que tuvo un seguimiento abrumador contra las políticas económicas y laborales del PSOE, presidido por Felipe González. Josefina Molina y el productor José Sámano trazan un paralelismo con la España de finales de los años 80, intentando comparar las reformas de Carlos III y Esquilache con las Felipe González y sus ministros (Boyer, Solchaga...), el motín contra el ministro italiano con la oposición sindical a las políticas del gobierno "sociaista" y las intrigas del Marqués de la Ensenada con la ambigua posición ante la huelga de la Alianza Popular de Manuel Fraga; estrategia ésta de los paralelismos entre el pasado y el presente nada nueva en el cine (véase Espartaco, por ejemplo, de Kubrick). Más allá de las distancias que pueda haber entre ambas coyunturas, lo que me parece censurable en la obra de Molina (que, en realidad está ya presente, aunque en mucha menor medida en la de Buero Vallejo), es la superficialidad con que se aborda el hecho histórico del famoso motín; pero sobre todo la interminable ristra de insultos y menosprecios con que se propina, por parte del señor ministro y de su gracioso monarca, al pueblo amotinado, actitud no muy distinta de la que tenían el señor González, sus ministros y sus seguidores políticos hacia los trabajadores huelguistas de aquel lejano ya 14 de diciembre de 1988. Probablemente Molina y Sámano también compartían un visión superficial de la situación de este inolvidable año.
jokinr
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2 de abril de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esquilache es un muy correcto drama histórico que resuelve con suma dignidad el espinoso problema de instruir deleitando. Una vez más, cuando alguien intenta desasnar al pueblo español, el populacho arremete en su contra, como sucedió en el caso del desdichado hombre de confianza de Carlos III, cuando intentó modernizar el país y liberarlo del yugo del clero. Se encontró con la oposición de casi toda la nobleza y, por supuesto, de la iglesia, siempre celosa de sus prerrogativas. Su reforma de la vestimenta bastó para que la masa cerril e inculta se alzara contra sus medidas. Josefina Molina cuenta todo esto con suficiente rigor histórico y un gran acabado estético en el reflejo de una época, que abarca desde la vestimenta a la elección de exteriores. La película nos informa sobre los acontecimientos y los conflictos personales del personaje principal, sin caer en ningún momento en la soflama o el panfleto, de forma que cada espectador pueda extraer sus propias conclusiones. El guión es excelente, así como los diálogos, aunque hay quien pueda considerarlos excesivamente literarios. La cámara de Juan Amorós mima cada trecho de la cinta y aporta una paleta de colores acorde con los cuadros de la época. José Nieto nos regala otra de sus bandas sonoras preciosistas, y el elenco actoral se muestra a la altura de las circunstancias, en especial Ángela Molina, Adolfo Marsillach y Amparo Rivelles en su breve intervención. Un ejemplo de bien pensar y mejor hacer.
Eduardo
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