Día de justicia

Cita en Sundown es uno de los títulos míticos del Sr. Boetticher, en simbiosis con Randolph Scott (también participaba en la producción). Se trata por lo tanto de un entretenido producto artesanal bien resuelto con una puesta en escena, duración y actores que nos recuerda a lo que en los 60 serán los productos telefílmicos clásicos (Bonanza por ejemplo).
La película cuenta con una estimable banda sonora con una instrumentación casi camerística, no deja de ser normal dado que estamos hablando de un producto de serie B.
Dentro de lo púramente argumental, es de destacar el componente "pirandeliano", en efecto los protagonistas del film viven atrapados en su propia interpretación, viven recreando un determinado personaje con el que darse sentido, y por ello, entrarán en colisión no solo entre ellos sino consigo mismo.
El cacique no deja de ser un cobarde pero tiene la obligación de retarse a duelo para mantener su credibilidad, Allison (Scott) hace de su venganza su razón de vivir, el Juez de Paz, interpreta a un hombre sobrio y respetable pero esconde avergonzado su condición de alcohólico, etc...
En resumen, de visión recomendable.

Un curioso western con unos curiosos personajes, lo que le hace más atractivo de lo normal.
Un bueno (Scott), cuya idea de base estaba equivocada, un malo que no lo es tanto, unos atractivos personajes secundarios y un final más bien triste (en esta peli no gana nadie, todos pierden algo.....).
En definitiva una película sumamente atractiva, a la vez que, en cierto modo, triste, que he tardado demasiado tiempo en descubrir.
Altamente recomendable.

Lo bueno de este western de Boetticher es que, como en otros que llevan su firma, los personajes protagonistas esconden una información que no se desvela hasta que no pasan esos minutos esenciales para que la intriga aumente. Y como suelen ser pocos minutos los de sus películas, como aquí, todos salimos ganando. No hay pesadez sino emoción, no hay indiferencia sino alicientes. Randolph Scott llega a un pueblo típico del oeste y no sabemos si es bueno o malo, aunque evidentemente intuimos que ha de ser bueno. No sabemos nada de su venganza, de sus planes, ni de su pasado ni de su relación con ese colega que le acompaña. Todos esos interrogantes Boetticher se encarga de afilarlos bien.

Lo mejor de todo es que nada es lo que parece. El bueno no lleva consigo mismo la verdad absoluta y lo que es más sorprendente, diría incluso que es lo más admirable de la película: el malo resulta no ser tan malo como creíamos. Es un western atípico porque las etiquetas que les corresponden a nuestros personajes acaban desdibujadas. Esa insólita desviación de lo ortodoxo a mí me convence. No le negaré su gran línea argumental clásica; la violencia, los tiros, los borrachos y hasta el barbero pertenecen al mundo que describe el western. Pero ese toque distinto que nos hace descubrir una gran diferencia entre lo que es y lo que parece a mí me ha acabado convenciendo.

Ha sido al final, cuando uno se va del pueblo de una manera no esperada y el otro se queda en el bar bebiendo sin celebrar nada para acabar yéndose solo. Nada es como pensábamos y lo agradezco, de otra manera hubiera sido sí un western típico de serie B normalito.

Personalmente prefiero los westerns de Boetticher que se desarrollan completamente en exteriores, le dan como una cierta madurez al género.

Ésta que nos ocupa es una historia de venganza ofuscada, que el espectador siente que es demasiado par ello, aunque Tate Kambroul sea un hijo de puta. Pero esta vez es el personaje protagonista quien no sabe realmente la verdad.

De los 7 westerns que hicieron estos dos es la más floja junto a "Buchanan cabalga de nuevo", desde mi opinión. Pero aún así es bastante interesante.

Modesta película, con una más que aceptable interpretación de Randolph Scott. Budd Boetticher demuestra que se podian fabricar entretenidos films con no demasiado dinero.