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Una árida estación blanca

Drama Sudáfrica, años setenta. El prestigioso profesor blanco Ben du Toit ha vivido toda su vida al margen de los horrores e injusticias del apartheid sudafricano. Nunca quiso tomar partido. Cuando el hijo de su jardinero negro es arrestado en Soweto durante una manifestación de protesta, Ben piensa que la policía tiene sus razones. Pero cuando el chico es detenido otra vez por la policía, y no regresa a casa, le promete a su jardinero ... [+]
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
26 de julio de 2009
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue Sudáfrica, no hace mucho, un país como tantos otros han sido. Un país donde una facción minoritaria pero poderosa (los afrikáners o bóers) impuso su ideología racista durante muchos años, donde hasta los blancos menos segregacionistas se escudaban en el "algo habrán hecho" para no hacer frente a sus remordimientos, para apartar la mirada de los acontecimientos que estaban llegando a conocimiento de todo el mundo. El país del «apartheid».

Esta película, cuyo rodaje se inició en el año 89 cuando aún existían todas las leyes que respaldaban esa segregación (unos meses antes del estreno tuvo lugar el golpe de De Klerk, que supuso el inicio del fin de las mismas), tuvo que rodarse entre Inglaterra y Zimbabwe, y surgió como un grito más que quería unirse a la enorme presión internacional que reclamaba el fin de las discriminaciones en el país. Contó inmediatamente con el apoyo de actores muy comprometidos con la causa, entre ellos Donald Sutherland, Susan Sarandon y Marlon Brando, quien, aun con todos los defectos que pudieran achacársele como persona, siempre estuvo dispuesto a echar una mano en estas labores, dando lo máximo de su descomunal talento aunque sus 160 kilos le permitieran poco menos que arrastrarse por los platós.

Adapta la novela homónima de André Brink, un reputado profesor que decidió enfrentarse al gobierno sudafricano con muchas de sus novelas. La historia toma como punto de partida el levantamiento estudiantil en el gueto de Soweto de 1976, en el que una manifestación en contra de la sustitución del inglés por el afrikáans en las escuelas fue reprimida con una fuerza desmedida que acabó con las vidas de 23 personas, para centrarse luego en el caso de un profesor blanco que comienza a abrir los ojos e intenta hacer algo para ayudar a la familia de su jardinero, cuyos hijos desaparecieron en esa masacre sin ninguna explicación por parte del gobierno.

Con este tipo de películas suelen olvidárseme los aspectos técnicos. Es cierto que aquí el director no puede alardear de haber establecido un punto de inflexión en la historia de la narración cinematográfica, pero ¿es eso un problema? Los recursos empleados se limitan a un par de flashbacks, a un par de juegos con el zoom para reforzar el clímax… Nada demasiado elegante ni sofisticado, pero suficiente. Sinceramente, creo que en este caso no ha sido mala opción dejarse llevar por los actores. Yo, por lo menos, no me aburrí ni un instante.

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Tras el juicio.
Ben: Hemos perdido.
Makhaya: ¿Usted cree? Esto es como un baile, sabe. Unas veces se retrocede, otras se avanza. Lento, lento, rápido, lento. Pero siempre hay que seguir bailando.
jastarloa
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15 de julio de 2007
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Otro film de denuncia más? sí, no cabe duda, pero no uno cualquiera, solo hace falta echar un vistazo a su reparto para darnos cuenta que no estamos ante una película del montón o una obra prefabricada para acaparar nominaciones en alguna ceremonia fastuosa...
Sutherland, Brando o Sarandon son algunos de los nombres que ponen su talento al servicio de contar una historia dura de opresión e hipocresía que lamentablemente se repite como una cinta de moebius todos los días en multitud de lugares del planeta...
Si tuviera que quedarme con alguno de los detalles que jalonan éste filme (y créanme los hay para dar y tomar) me quedaría con el retrato de la ignorancia auto impuesta por la población, de la corrupción y la mentira cara al público y, muy especialmente, con una conversación que mantiene el personaje de Sutherland con su esposa durante el último tercio de la película que define perfectamente dos formas completamente radicales de asumir la realidad que los rodea.
Una pieza de orfebrería perfectamente ensamblada que no decae en ningún momento, sin permitir respiro alguno y que deparará alguna sorpresa agradable a más de uno al descubrirla, joyitas como ésta se hacen pocas...
lovekraft
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8 de marzo de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que absorbe al espectador de principio a fin, por el drama socio-político que plantea; La trama nos lleva a identificarla con los hechos que hemos tenido que vivir en muchos países latinoamericanos, particularmente en Colombia, con el surgimiento de las bandas paramilitares patrocinadas por los políticos regionales, los órganos de "inteligencia" estatal, el poder ejecutivo regional y nacional.
La película la recomiendo para los docentes de humanidades en todos los niveles de la enseñanza para que sirva como punto de partida para pensar la sociedad en que vivimos.
Fernando Gomez
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16 de septiembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendo film de denuncia social que nos ilustra sobre uno de los capítulos más estremecedores de la Historia reciente, el apartheid de Sudáfrica.
Aunque no nos muestran la situación general que se vivía entonces, ( la trama se centra más en un caso particular), me ha parecido muy interesante porque hace hincapié en la transformación que sufre un ciudadano medio integrante de la poderosa y acomodada minoría blanca y su toma de conciencia al despertar a la realidad paralela en la que vivía la comunidad negra.
Donald Sutherland, es un profesor en una escuela para blancos. Vive feliz, con su esposa y sus hijos en una preciosa casa y se relaciona en un entorno totalmente blanco. Amigos blancos, compañeros de trabajo blancos, coche para blancos, periódico para blancos, comida para blancos...Vámos, que a pesar de vivir en un país donde la mayoría de la población es negra, estaba tan alejado de ellos como un esquimal de un neozelandés, es lo que tiene crear un sistema tan controlado y estructurado como el apartheid, por lo tanto no era diferente ese hombre de nosotros que igualmente cerramos los ojos a lo que pasa a nuestro lado.
Pero un buen día se entera de que el hijo de su jardinero ha desaparecido en la revuelta estudiantil de Sowetto.
Aprecia a su jardinero, aunque no sea más que porque le cuida muy bien el jardín y con cierta condescendencia, accede a hacer alguna indagación. Una cosa llevará a la otra y de repente, se verá sumergido en la otra realidad, algo que no sospechaba que existía lo que cambiará su conciencia que le exigirá la verdad.
Esto hará que su entorno tan feliz se trastoque para siempre y, la búsqueda de la verdad le hará pagar un alto precio en sus afectos y en su vida.
Sí es posible que se eche de menos un poco más de ilustración acerca del sistema político, las leyes que lo regían y todo eso. Aquí nos hablan sobre todo de la brutalidad policial y el terrorismo de Estado que se practicaba en las celdas. Pero lo que a mí me ha parecido más interesante es cómo el conocimiento de la verdad pone patas arriba a una familia y las dos formas de entender la misma realidad. Tiene conversaciones muy interesantes de las diferentes visiones.
Susan Sarandon y Marlon Brando, colaboraron en el proyecto en pequeños papeles, aunque lo hacen muy bien.
El conjunto resulta una película que mueve a reflexiones acerca de, no ya un periodo histórico, sino de nuestra convivencia con diferentes pueblos.
Izeta
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12 de abril de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los años ochenta el cine social y comprometido no fue abundante. A finales de la década se estrenó Una árida estación blanca basada en una novela homónima de André Brink. La película narraba los sangrientos sucesos acaecidos a mediados de los setenta con las sangrientas represiones de la policía sudafricana blanca contra la población negra. Concretamente con la muerte a tiros de varias personas inocentes que se manifestaban pacíficamente contra los abusos de la brigada especial. Un respetable profesor, encarnado por Donald Sutherland, irá tomando conciencia del ambiente represivo en el que vive la población de color, cuando su jardinero es asesinado brutalmente mientras investigaba la desaparición de su hijo. Poco a poco el profesor ayudará a esclarecer los hechos con la ayuda de un brillante abogado, interpretado por un orondo Marlon Brando en su vuelta al cine después de una década en el dique seco gracias a la cual obtuvo su enésima nominación al oscar con un trabajo breve y cargado de ironía. Y la ayuda de una decidida periodista, interpretada por Susan Sarandon aunque su papel no está muy aprovechado. Sutherland verá como, a medida que la investigación avanza, acaba metiendo las narices en asuntos turbios que cuestionan el trabajo de la policía y la justicia racista de su país por lo que su familia en especial su mujer y su hija, no así su hijo que le apoya todo el tiempo, le abandonan. Su comunidad le considera un traidor y le dan de lado, le expulsan de su trabajo y pronto llegan las amenazas y los atentados contra su vida.

La película es un grito que denuncia el infame comportamiento del aparheid. Un homenaje a un hombre que estuvo dispuesto a sacrificarse para que saliera a la luz el comportamiento intolerable de una sociedad vergonzosa. Un hombre íntegro al que la muerte de un amigo que trabaja para él acaba abriéndole los ojos y se da cuenta de la miseria moral que le rodea. Harto de mirar para otro lado tomará partido por una causa justa y luchará hasta el final por llevar a los responsables de la matanza ante la justicia. No es una gran obra pero resulta interesante porque habla de unos temas que a finales de los ochenta estaban muy candentes.

La presencia en el reparto de Brando, después de tantos años alejado de la interpretación, supuso un plus para garantizar la distribución comercial de la película. Aceptó el papel por una cantidad simbólica y aunque su interpretación no sea excesivamente brillante, la Academia decidió nominarle celebrando que uno de los mejores actores de todos los tiempos volvía al celuloide por la puerta grande.

Afortunadamente poco después del estreno del filme el aparheid sucumbió.
Harold Angel
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