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Los bajos fondos

Drama Basada en la novela homónima de Maxim Gorki. Un barón arruinado después de haber dilapidado su fortuna en el juego y las mujeres congenia con Pepel, un ladrón profesional del que están enamoradas dos hermanas. El marido de una de ellas regenta una sórdida posada en la que se instalarán el barón y Pepel. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
19 de septiembre de 2009
26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia se inicia en un salón de Juegos de la burguesía francesa, en donde El Barón (Louis Jouvet) en juego de cartas lo pierde todo, abandonando el lugar con mucha calma, ese mismo día conocerá a Wasska Pepel (Jean Gabin, un ladrón de mala muerte, al cual le regalará objetos de su antigua casa, prefiriendo que se lo lleve él que algún acreedor, esto llevara a una confusión con la policía que es resuelta por El Barón, al ver Pepel que su nuevo amigo no tiene a donde ir le ofrece un acomodarlo en el lugar que está ocupando, ya que tiene mucha influencia con la dueña de la pensión.

En la pensión estarán alojados diversos personajes, que vivirán en la miseria, además del matrimonio que alquila los cuartos conformada por Vasilisa Kostyleva y Kostilev, y Nastia la hermana de Vasilisa, en el que se realizara un enredo amoroso entre Vasilisa, Pepel y Nastia, ya que si bien Vaisilisa está casada, tiene un romance con Pepel, del cual está completamente enamorada, pero este está enamorado de Nastia, a lo cual ella no lo rechaza del todo, siendo algo que percibe muy bien Pepel.

Ya habíamos mencionado sobre el cine Renoir, que el humor es un elemento recurrente en sus películas, aunque las historias toquen temas sobre la miseria, dolor y muerte, como la presente película, conjugando todos los elementos para imponer el ritmo, describiendo perfectamente a los personajes en unas cuantos pinceladas, El barón es ser cínico, aunque culto de bajos instintos capaz de hacer las peores maldades, con el simple afán de divertirse; Pepel, si bien es un ladrón, es una persona de buen corazón, aunque no lo quiera aceptar, siendo una de las razones del porque Nastia se siente atraída por él; Vasilisa es una mujer insatisfecha, que se caso simplemente por el dinero, busca el amor pero este le es esquivo, por lo que deja a relucir su amargura y envidia; Nastia es una muchacha noble, pero rebelde e inteligente, que gracias a su astucia sale bien librada de los contratiempos.

El film constituye en un gran trabajo de Renoir, en todos los aspectos como en el narrativo, de dirección, y los actores, juega muy bien los tiempos, con el ritmo que se imprime a la narración, diálogos ingeniosos, cabe destacar además la escena final que un claro homenaje a otro grande Charles Chaplin, de una de sus obras maestras Tiempos modernos, Renoir es un director referente para los viejos o nuevos directores, ahí la importancia de su cine.
dylan thomas
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2 de marzo de 2010
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra magnífica obra del maestro del cine francés, en esta ocasión adaptando la novela de Gorky, que le sirve para realizar un retrato variado y profundo de las clases bajas.

Si algo distingue el cine de Renoir, aparte de su elegancia formal, es el profundo sentimiento humanista con el que este autor se acerca a las actitudes humanas, así como el afán por comprender la realidad social en que aquéllas se enmarcan. Así, la variopinta pandilla de personajes que aparecen en este filme responde a la necesidad de retratar en profundidad un mundo marcado por las carencias, tanto materiales como afectivas, y por la sordidez, que es introducida por el carácter egoísta e hipócrita de algunos personajes. Sin embargo, el optimismo vital de Renoir siempre deja un resquicio para la esperanza, el amor y la amistad, que no conocen barreras sociales y que constituyen un camino de liberación, la única "gran ilusión" que les resta a los que nada tienen.

A todo ello cabe sumar el buen hacer que caracteriza a la realización, con secuencias que sin buscar la espectacularidad, resultan siempre bellas y necesarias para la narración. Destacan los travellings empleados en las conversaciones, mostrando el entorno y las distintas perspectivas, y sobre todo, uno larguísimo y maravilloso que recorre un restaurante al aire libre, mostrando multitud de personajes que comen, juegan, se divierten y flirtean. Además, y como es característico en Renoir, hay un serio interés por sugerir perspectivas, profundidad de campo, si bien habrá que esperar unos pocos años, hasta "La regla del juego", para que esta técnica cuaje plenamente. El guión es ágil, irónico y con altas dosis de humor, especialmente en las conversaciones que mantienen Gabin y Jouvet quienes realizan soberbias actuaciones, especialmente el último, encarnando a un magnífico barón venido a menos por su afición al juego. Igualmente destacable es la labor de los secundarios, desde el actor alcoholizado al viejo propietario del albergue.

Por tanto, una película enormemente recomendable, con una visión propia de la humanidad que es, además, esperanzadora y necesaria, pues al fin y al cabo, si la vida jamás tuviera finales a lo Chaplin, no merecería ser vivida.
Quatermain80
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7 de julio de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre “Una partida de campo” y “La gran ilusión” rodó Jean Renoir “Los bajos fondos”, el primer y tormentoso verano de “El frente popular” en Francia, es decir, tres meses después de la victoria electoral de la izquierda en Francia, que contaba con su apoyo más activo. Los nombres, el vestuario y algún que otro detalle suelto recuerdan de vez en cuando a Máximo Gorki y a la Rusia zarista que el escritor ruso describe en su célebre obra “Los bajos fondos”, pero al llevarla al cine Renoir sitúa la trama claramente en Francia, en la Francia de 1936, como un nuevo capítulo de la historia en tiempo presente, que intenta reflejar el director francés con un fondo muy negro y un final inspirado por los “Tiempos modernos” que Chaplin estrenaba el año anterior.

En “Los bajos fondos” del título lleva la voz cantante un ladrón de poca monta, Jean Gabin, que hace buenas migas con su víctima, Louis Jouvet, un Barón venido a menos, por no decir venido a nada. El duelo interpretativo entre Gabin, 32 años, y Jouvet, 49 años, el único a lo largo de sus carreras, es una de las alegrías de la película. La obra, brillante globalmente, distinguida en 1936 como mejor película francesa del año, es una película intensa, llena de vigor, una película notable digna de la obra originaria.

Akira Kurosawa volvió a llevar al cine este mismo “Bajos fondos” de Gorki en 1957. Se admiten comparaciones.
Juan Marey
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29 de agosto de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la amarga obra de Gorki, donde los personajes no solo tienen perentorias necesidades sino también una amargura que vuelven los unos contra los otros, Renoir añade unos cuantos azucarillos de humor meridional y un bonito y esperanzador final chapliniano. Es difícil creerse que estamos en Rusia, pese a que los personajes se llamen Natacha o Vassilissa y se hable todo el rato de rublos y kopeks. Pero el albergue miserable y los desastrados personajes de Gorki están todos ahí: el poeta delirante, el acordeonista alcohólico, la soñadora y lectora incesante, el anciano doctorado por la mucha experiencia, la tuberculosa que tose y tose y no levanta en los demás más que ganas de que se muera y deje libre la cama, el ruín dueño del albergue, su aún más ruín esposa, que tienta sin éxito la gran jugada de hacer que su amante mate a su esposo y así uno vaya a la cárcel y otro a la tumba, la inocente y hermosa hermana de la dueña, víctima inevitable de los juegos de poder, y desde luego el galán proletario encarnado por Jean Gabin, ladrón porque sus padres no le enseñaron otra cosa, pero de buen fondo. Solo se ha agrandado el papel del aristócrata arruinado que aquí encarna con mucha gracia Louis Jouvet, de quien se nos muestra toda su caída a través de una incorregible ludopatía. Renoir, en definitiva, consigue una gran obra, reivindicativa pero optimista, turbia pero con rayitos de sol, aunque falsifique en cierta medida la intensidad gorkiniana.
Capitan Ahab
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23 de abril de 2024
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Es el primer título que Máximo Gorki dio a su drama teatral, "Sin sol", como la "Calle" de nuestro Rafael Gil (1948). Cambió luego sucesivamente a "El asilo nocturno", "El fondo" y por fin "El fondo de la vida". Inesperadamente en el momento del estreno (1902) quedó como "Los bajo fondos".
Pese a compartir el término "fondos", nada que ver con el sentido filosófico y analítico de las anteriores denominaciones. El mensaje había cambiado.
De nada le sirvió. La censura zarista apenas permitió representarla en el Teatro del Arte y eso porque estaba convencida de su fracaso. Hasta 1905 estuvo extraoficialmente prohibida, mientras se traducía a numerosos idiomas y se representaba con éxito por todo el mundo.
De la mano de Renoir y de Kurosawa, nada menos, pasó pronto al cine este drama de Gorki.
El francés nos ofrece una obra maestra. Con la delicadeza que le caracteriza, midiendo al milímetro cada plano, encuadre, iluminación, sombras, puesta en escena, rostros, decorados ... Extraordinaria fotografía.
Lo mismo hace con los personajes. Una masa coral, un grupo de perdedores, cada uno con su propia personalidad que lo diferencia de los demás. En estos casos suele descuidarse la descripción del individuo en beneficio del grupo. No ocurre eso aquí, donde cada uno de ellos queda perfectamente retratado con hábiles brochazos.
También nos ha llamado la atención el prolongado travelling a lo largo de los veladores de la casa de comidas, o los diferentes planos que se ofrecen en muchos encuadres que incluyen varias escenas de la hospedería hasta llegar al patio exterior.
Se dice que Gorki se inspiró para su obra en fotografías de los bajos fondos que a veces ilustraban los programas en las representaciones teatrales. La titulada "Noche agitada en algún bar de Moscú", recuerda la cena final de Viridiana que siempre se ha considerado un trasunto de la Última cena del Señor con sus discípulos cuando instituyó la Eucaristía. Es posible que también inspirase a Buñuel.
Pese a la sordidez del tema y de los desgraciados que retrata, Renoir, como Chaplin, muestra a menudo su faceta más tierna y delicada, incluso consigue en el caso de Pepel (Gabin) su rehabilitación por el amor. Todo un canto a la esperanza.
Una obra maestra con un profundo sentido de la realidad que Renoir pone al servicio de un auténtico naturalismo poético.
Imprescindible.
Lafuente Estefanía
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