La princesa Mononoke

Una obra de arte. Es el único calificativo que merece esta película, que atrapa de principio a fin por su brillante argumento, sus maravillosos diseños, su indescriptible banda sonora y los impagables momentos de acción y romance.
La película es magnífica, pero si tenemos en cuenta que fue creada en 1997, un 10 se nos queda corto para evaluarla. Los paisajes armoniosos e idílicos contrastan a las mil maravillas con la historia (bellísima, y que nos hace reflexionar sobre la naturaleza humana). Todo ello junto a su banda sonora, solo podían formar una obra de arte como ésta.
El argumento trata sobre la ambición de los humanos, que extienden su poder sobre la naturaleza, provocando una guerra contra los animales. El protagonista, infectado de forma que morirá en un breve tiempo, intentará detener la guerra a toda costa. Otros personajes entrarán en juego (todos ellos importantes en la historia). Unos se unirán al protagonista en su intento de detener la inminente batalla, y otros lucharán en un bando u otro. El resultado final de la guerra solo puede ser una catástrofe.
Por todo ello, otorgo un 10 a la película (y porque no hay nota más alta...), consciente de que es la mínima calificación que merece.

Magna obra del genio japonés, con la que se daría definitivamente a conocer en todo el mundo, antes de su consagración con la multipremiada "El viaje de Chihiro". El director nipón demuestra que es el único capaz de situar a la animación un peldaño por encima hasta el punto de hacer que el espectador se olvide de que está viendo una película en la que los personajes son siluetas trazadas sobre el papel y no actores de carne y hueso.

Miyazaki nos regala una cinta que tiene tanto de relato épico de lucha por la supervivencia como de alegato ecologista y crítica a la sociedad machista e industrializada (temas estos últimos recurrentes en el autor), tanto de reflejo de la codicia y vanidad humanas como de historia de amor imposible, tanto de optimismo y vitalidad como de melancolía y resignación.

Ninguna otra película de animación y muchas de las que no nacen del rotulador y las láminas consigue transmitir tantas sensaciones y emociones como lo hacen las del patrón del estudio Ghibli, y La Princesa Mononoke es buena prueba de ello: sus personajes son profundos y sus diálogos elaborados, momentos de acción trepidante se combinan con instantes cargados de romanticismo y la ambientación es tan extraordinaria que se convierte en un personaje más de la película. Por si fuera poco, Joe Hisaishi compone una banda sonora que se funde perfectamente con la historia y que, una vez escuchada, uno no consigue borrar de su memoria por mucho tiempo que pase.

Con media hora menos de duración estaríamos hablando de una obra maestra de la historia del cine (animado o no).

Parece que nos cuesta relacionar las películas de animación con la grandeza y sin embargo pocas películas épicas "normales" pueden aspirar a obtener la grandeza que derrocha esta obra maestra de Hayao Miyazaki.

La animación, como de costumbre en este director, es artesanal, con un cuidado admirable en lo que se refiere a color, línea, forma y movimiento, pero si esto fuera todo, no sería nada. Lo que hace grande a "La princesa Mononoke" es su ambición narrativa, su ambición poética, su ambición épica: y por encima de eso, su belleza crepuscular. "La princesa Mononoke" es, ante todo, la historia de un ciclo que llega a su fin. O vista de otra manera, es la historia de un mundo agotado que tira la toalla. Su espíritu lo resume en una frase uno de sus personajes: “La vida es sufrimiento y dificultades pero aún así insistimos en vivir.”

Ha pasado más de una década desde que Miyazaki hizo esta película: y no sólo no ha perdido vigencia, sino que se anticipa al futuro que nos espera. Ahora, cuando estamos viendo que todo se convulsiona y la naturaleza se rebela ante la imparable maquinaria del hombre, es cuando cada uno de sus instantes cobra sentido y se convierte en algo cada vez más grande.

Realmente vine a ver esta película algo tarde, puesto a que tengo algunos amigos con los cuales no coincido mucho en valoraciones de cine, que me la estaban recomendando desde hace tiempo.

Me vi desbordado cuando la vi, me pareció magnífica, una auténtica genialidad, una obra de arte muy lograda, un cuento precioso que me estaba perdiendo, y que a Dios gracias ya he podido disfrutar.

Como he dicho en alguna ocasión, venero de alguna manera el cine que hace este director. Hayao, me parece de o mejorcito que hay en el cine de animación, y una vez más lo certifica con esta obra de arte. Como ya es clásico, su tono y ritmo es algo lento, sin que por ello sea tedioso, ni mucho menos pesado o empalagoso.

En esta película veo dos grandes bloques, que me gustaría compartir, a saber:

1- El relacionado con el aspecto del cuidado medioambiental. Un aspecto que se denota en este director es la presentación de grandes espacios abiertos, de un verde precioso, que contrasta con lugares semi-tecnificados, pero que no impiden que la naturaleza siga su curso. El respeto a esta, y a los animales que en ella moran son aspectos que ha intentado salvaguardar, y que quedan más patentes si cabe en esta cinta.

2- La organización matriarcal que se ve en la película es todo un grito a que otra sociedad puede ser posible, y más si contamos que él vive en un lugar de orden social prominentemente patriarcal. Por ello, no sé si a modo reivindicativo, el que una sociedad sean precisamente las mujeres las que lleven por una vez los pantalones resulta cuanto menos curioso.

En otro orden de cosas, decir que la película me encantó, y que la recomiendo a tod@s l@s que hacen del anime una pasión. Imprescindible.

La vi porque me encantó "El viaje de Chihiro" y pensé que siendo del mismo director no podían variar mucho en calidad... no me equivoqué. "La princesa Mononoke" es una tremenda historia épica y de amor (entre humanos y hacia el mundo que nos rodea), que se narra sola con la delicadeza típica de Miyazaki.

Puede pecar de ser un poco lenta, pero recordemos que en Japón las cosas no son como aquí. Allí, sentarte a observar un jardín zen no es perder dos horas de tu tiempo, sino meditar para ver con mayor claridad. Nuestras culturas son muy diferentes por eso parece tan lenta a veces, pero es justo esa narración tranquila la que transmite la paz de la naturaleza que Miyazaki quiere meternos en el coco.

Me encantan esos muñequitos de los bosques. No son adorables?