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La bahía de los contrabandistas

Aventuras En la Inglaterra del siglo XVIII, los fuertes impuestos exigidos por los terratenientes obligaron a los pescadores honestos a hacer contrabando. Siguiendo la tradición de sus ancestros franceses, estos pescadores lucharon por sobrevivir y no hicieron daño a nadie. Pero hubo otros que iban a la mar para atraer a los barcos a sus dominios, matar a los supervivientes y robar su carga...
(FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
26 de julio de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La bahía de los contrabandistas es una película de aventuras más aburrida que un discurso de Rajoy, en el caso de que ese cretino fuera capaz de hilvanar más de tres palabras seguidas. En las inhóspitas costas de Cornualles, un pueblo sobrebive honradamente a base de saquear los restos de los naufragios, pero un grupo particularmente malvado va más lejos y provoca naufragios a propósito. Y eso porque el cabecilla, Black John, chantajea a la autoridad local porque conoce un secreto espantoso de éste (total, tuvo un desliz, pobre hombre). El hijo bastardo del magistrado, con la ayuda de una hermosa morena y un salteador de caminos en el más puro estilo Dick Turpin (aunque sin antifaz), acabará con los malos, cuando la paciencia del espectador ya se está agotando.
El reparto es curiosito. Tres intérpertes dieron un salto cualitativo poco después. Bernard Lee (Black John) compone un personaje de lo más repulsivo y seboso. Al año siguiente sería el "M" de la saga Bond. Peter Cushing, que no se toma muy en serio la película y pone cara de circunstancias en todo momento, era ya un estajanovista de Hammer cuando rodó esto, y en los 60 se apalancó todavía más. Y Michèle Mercier (lo siento, caballeros, tapada hasta el cuello), encarnaría por primera vez, tres años después, a la deliciosa Angélica, de cuya serie no se vio ni una entrega en este desdichado país. John Fraser, un galán desaprovechado al estilo Peter O'Toole, pero con menos calidad actoral y sin un Lawrence de Arabia que le encumbrara, fue el rey Alfonso en El Cid ese mismo año, y después se precipitó en los abismos de la mediocridad y el olvido.
Pero lo que más me molesta de la película es la incompetencia con la que está rodada. La fotografía es nefasta, por el empeño de rodar con noche americana las escenas nocturnas, lo cual es bastante irritante. Gilling nunca fue gran cosa, aunque se emperró en ello, pero aquí demuestra escaso talento para el arte cinematográfico. Una pena, porque en manos más capaces la película habría podido ser, al menos, más entretenida.
Eduardo
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1 de septiembre de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida película de aventuras, dirigida sin demasiada imaginación por John Gilling, que siempre se esforzaba por parecerse a grandes directores británicos de, por ejemplo, la inolvidable productora Hammer, sin conseguirlo. Pero al menos lo intentaba y lograba, al menos, dotarlas de agilidad con lo que conseguía que fueran vistosas, aunque olvidables.
En esta ocasión ocurre lo mismo, que resulta amena pues hay diversidad de situaciones, traiciones, amores, luchas, melodrama...en fin, que argumentalmente tiene de todo.
Se sigue bien y no molesta, aunque tampoco tenga escenas que resulten inolvidables.
Todo transcurre de forma que interese cómo finalizará la historia, pero sin mucha emoción que digamos.
En definitiva, que hace pasar el rato y si no se le pide más, pues se acepta y queda digna.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es/
Constancio
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