Yo soy Sartana

Entre la parodia deliberada y el olor de la pólvora de los tiroteos, esta denostada película juega a la caricatura sin disimulos y presenta su historia sin complejos ni falsas expectativas.
G. Garko desempeña su papel con absoluto dominio de la cámara frente a quienes le dan la réplica en la aventura, que también rayan a buena altura, entre ellos el inefable K. Kinski.
La trama se desarrolla con soltura, ofrece contraluces hermosos, situaciones de tensión y las figuras del héroe y del antagonista emergen como arquetipos trazados con grueso pincel.
Entretenida.

Un lío de argumento. El banco mejor guardado del Noroeste lo asalta una cuadrilla de bandidos vestidos igual que los guardias que lo custodian. 300.000 dólares levantan los tíos. Aunque luego se matan entre ellos, de momento le cargan el muerto a Sartana. No falla, el jefe de los ladrones va vestido también con traje negro.
Como piden por él 10.000 dólares de recompensa "dead or alive", de la noche a la mañana Sartana (Garko) se ve acosado por docenas de pistoleros que andan tras el premio y, claro, tiene que buscar a los verdaderos culpables.
Cuenta para ello con un simpático truhan, Buddy Ben (Wolff), "Si quieres coger un ladrón, solo puedes hacerlo con otro ladrón". Entre los que buscan el dinero del banco y los de la recompensa se arma un follón con tanto personaje que no hay quien se entienda.
Típico western mediterráneo de saga, con guion confuso y dirección mareante de tanto giro y movimiento de cámara. Personajes tópicos con frases solemnes y achuladas: "Bonito cuadro el de la mujer desnuda, ¿es su madre? -No, mi mujer. Se fugó con el pintor y los maté a los dos". Temperamentos rudos que no dejan en este caso espacio a la mujer, "¿Le importa si me pongo a su lado? -Sí".
Interpretaciones correctas, música con mucha guitarra y órgano eléctrico como corresponde a la época, y algún rasgueo de guitarra española.
Lo más llamativo de la cinta la continua presencia del juego. De hecho estamos en Poker Fall. Buena parte de la trama se desarrolla en salones con toda clase de maquinitas de monedas, ruletas, crupiers y mesas de poker con su verde tapete. De hecho, sin que lo entendamos bien, en un momento dado se sobreponen en la imagen al modo publicitario los nombres de un montón de casinos. Incluso hay desafíos y duelos por las apuestas que se cruzan los jugadores. Ahora, ninguno como Hot Dead (Kinski), el pobre nunca gana.
Todo lo contrario que Sartana que hasta en el juego tiene suerte. Un mago con la baraja en la mano. ¡Que manera de mover las cartas! Cartomagia pura.
Resumiendo, película que no pasa de regular pero que gustará a sartanos y ludópatas.

Penosa segunda entrega de la serie, que no solo no mejora la primera, sino que la hace descender algún peldaño. La planificación y la puesta en escena son tan insípidas como horteras, como si quien la rodó se hubiera empeñado deliberadamente en parecer cinematográficamente analfabeto hasta el punto de que el montaje, los planos y la iluminación llegan a veces a herir la vista.

Y no hay tampoco nada en la historia que se salve: atropellada, liosa, estúpida y sin apenas gracia, aunque pretenda tenerla. Y aunque gente como Frank Wolf o Kinski, cuya cara de estreñido es la antiítesis de la comedia, hagan lo posible por lidiar con el paupérrimo material que tienen entre manos. Y aunque aparezca en alguna secuencia, al principio y al final, un muy desaprovechado (como casi todo en la cinta, dicho sea de paso) Gordon Mitchel.

Y admito, eso sí, que el personaje de Sartana (Gianni Garko), tenía un gran potencial, y más cuando en esta segunda entrega parece querer emanciparse de la estela del "Hombre sin nombre" y de Clint Eastwood, de quien en la primera era un calco.

Pero aunque Garko no lo hace mal, su labor tampoco basta para rescatar algo tan infame. No solo por lo mal rodada que está la peli, sino porque no cuenta con un mínimo guión digno de tal nombre. Ni hay desarrollo de personajes ni se aprovechan los ambientes que se quiere retratar para crear algún tipo de atmósfera.

Y, total, para eso, mucho mejor una de Pajares y Esteso.

Hay planos que son simplemente horribles y un insulto a la sensibilidad de las cucarachas.
Una película donde lo único que se salva es la actuación de Gianni Garko. Realmente tiene mérito una actuación medianamente seria el contexto de esta producción infame, con actuaciones, coreografías y efectos especiales a los que calificar de deleznables sería echar un piropo.
Además de Garko, la banda sonora también algún que otro segundo de gracia, siempre intentando copiar la identidad de las de Ennio Morricone, pero sin fallar demasiado.
En fin, no merece una palabra más.