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La última aventura

Western Después de la Guerra de Secesión (1861-1865), George Custer se incorpora al Séptimo de Caballería y tiene una destacada participación en las Guerras Indias. Tras atacar por sorpresa un poblado en plena noche, sus hombres llevan a cabo una matanza. Reclamado en Washington para testificar, acusa de corrupción al Presidente Grant y, a pesar de su popularidad, es relevado de su cargo. Gracias al apoyo del general Sheridan regresa al Oeste, ... [+]
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
21 de febrero de 2007
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalmente prefiero esta versión a la rodada en 1941 y protagonizada Por Errol Flynn. A mi juicio Robert Shaw consigue mejor interpretación de Custer. Su fisionomía encaja a la perfección con las connotaciones que se pretendían resaltar del carácter del polémico General. El actor consigue brillantemente el darlas a conocer al espectador. Esta versión es más equilibrada a la hora de vendernos al polémico personaje, mostrándonos más facetas negativas que en la edulcorada versión en B/N. Se nos muestra un Custer cruel por su directísima sinceridad, estrictamente disciplinario, abstenio en cuanto a la bebida, y a la vez, se nos muestra sus dotes de genio militar que se auto-traiciona por su desmedida ansia por conseguir la gloria y el triunfo.
En cuanto a la percepción que tenemos del personaje a lo largo de la película, yo la dividiría en 2 partes: En la primera parte se nos muestra su lado cruel y estricto. En la segunda parte se nos muestra al "ogro" convertido en víctima de unos políticos corruptos y ambiciosos a los que descubre con su "cruel sinceridad".
Lo que más destacaría de esta película, aparte de la genial interpretación de Robert Shaw, es unos buenos actores secundarios y una banda sonora, que aunque tiene algunos defectos en cuanto a la transición de las diferentes partituras de unas escenas a otras (en algunos momentos la música no va en sintonía con lo que se nos muestra), posee unas partes geniales con las que se consigue transmitir y "preparar" al espectador para el final trágico con que se culmina. La banda sonora, por momentos resulta emotiva, y en otros se enfatiza un tono épico que a la misma vez deja translucir y percibir el trágico e inevitable final. Yo creo que el compositor de la banda sonora supo transmitir a la perfección esas sensaciones en forma de música, y eso es lo que hizo que cuando vi esta película por primera vez, se me quedara marcada.
En cuanto a la fotografía y el montaje de imagen, no destaca especialmente. Las escenas de acción y el combate final si no son espectacularmente épicos, son al menos aceptables. A mi juicio esos pequeños fallos los suple los geniales momentos con que nos obsequia la banda sonora. Aunque es larga, unos 140 minutos, no resulta pesada en ningún momento.
En cuanto al rigor histórico, hay opiniones para todos los gustos. Pero no es eso lo que he entrado a valorar en esta opinión.
Nomenclatus
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28 de septiembre de 2008
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica adaptación cinematográfica sobre las últimas andadas del General Custer, desde su regreso hacia el oeste hasta su derrota en el Little Bog Horn a mano de los indios.

Esta versión es mucho más entretenida y realista que la versión de 1941. Robert Shaw resulta mucho más convincente encarnando al duro de Custer que cuando lo interpretó Errol Flynn. Mary Ure realiza una actuación más bien mediocre como la esposa de Custer, y Ty Hardin no se esfuerza lo más mínimo en actuar. El gran Robert Ryan tiene una breve aparición como un soldado desertor, que finalmente cae en las garras de un Custer enfurecido. Shaw y Ryan hicieron muy buenas improvisaciones mientras actuaban.

La fotografía de Cecilio Paniagua es terriblemente mala.

El filme contiene muy buenas escenas de acción (en especial la escena final) acompañadas de la excelente banda sonora de Bernardo Segal.

Muy buenos paisajes, decorados y efectos especiales para la época en que se realizó.

Robert Shaw nos demostró, como ya hiciera en "Battle of the Bulge", que es capaz de meterse con facilidad en personajes que no pertenecen a su misma nacionalidad.

Un buen western.

Una película muy bonita (independientemente del tema) y entretenida.
cartagenero_humilde
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14 de mayo de 2008
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que para valorar esta película en su justa medida se hace necesario, en primer lugar, diferenciar dos apartados y valorarlos de forma independiente.

En lo referente a lo que es la propia calidad cinematográfica del film, decir que estamos ante un buen western, con un buen guión, unas interpretaciones más que correctas (Robert Shaw parece haber nacido para meterse en la piel del general Custer), una estimulante banda sonora y un Siodmak que continúa dando muestras de su gran capacidad expresiva, confeccionando algunas secuencias de indudable interés. Aún así el metraje se hace excesivo y, pese a que el ritmo en general es bueno, en la segunda mitad el nivel baja cuando la historia abandona momentáneamente los cauces del western para ahondar en los dilemas morales del protagonista, situación que termina corrigiéndose por si misma con la vuelta del relato a los dominios del lejano oeste.

En cuanto a la manipulación histórica en cuestión conviene aclarar que el auténtico general Custer era, efectivamente, un bravo guerrero y brillante estratega, pero también un despiadado genocida sin escrúpulos, a quien no le temblaba el pulso a la hora de liderar desenfrenadas masacres de poblados enteros (ancianos, mujeres y niños incluidos), aunque ello conllevara una innecesaria escabechina en sus propias tropas, a las cuales comandaba con absoluta intransigencia mientras él desobedecía sistemáticamente a sus superiores. Pero bueno, la verdad es que no resulta demasiado complicado desvincular al ficticio protagonista de la peli del personaje histórico original, ya que durante el proceso de doblaje al castellano nadie reparó en que la pronunciación de su nombre no es “custer” tal cual se lee, sino “caster”.

De todos modos, y aunque la pretendida deformación histórica lleve aparejada una indisimulada glorificación del arte de la guerra, todo ello no pasa de la categoría de mal menor teniendo en cuenta que la lectura política de la colonización yankee es la adecuada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tsugumo
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23 de febrero de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tuve la gran suerte de ver esta película de reestreno en un cine durante los ochenta. Incomparable la calidad de imagen, con la del DVD, por muy remasterizada que esté. Aun así, se sigue disfrutando de esta épica del Oeste, con una soberbia interpretación de Robert Shaw.

Dos curiosidades: la película se rodó en España (seguramente, en el desierto de Almería), y el matrimonio de Custer y su mujer está interpretado por Robert Shaw y Mary Ure, esposos en la vida real (ella falleció de sobredosis de barbitúricos y alcohol nueve años después).

Gustará a todos los amantes del Western clásico, independientemente de notorios errores o manipulaciones históricas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
billythekid
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12 de marzo de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No había vuelto a ver "La gran aventura" ("Custer of the West") desde mi niñez, justo cuando se estrenó en España, pero conservaba un grato recuerdo de ella. Tras revisarla de nuevo, tengo que decir que no me ha defraudado, a pesar de los muchos años transcurridos y también a pesar de sus limitaciones, ya comentadas por otros críticos y aficionados en otros foros.
La película se ve con interés, desde el principio hasta el trágico y previsible final, y eso dice mucho a su favor. A ello contribuye muy especialmente el brillante trabajo de Robert Shaw, cuya atractiva y poderosa presencia llena indiscutiblemente la pantalla. El personaje de George Armstrong Custer queda aquí definido de una manera mucho más acertada y, seguramente más próxima a la realidad, que el encarnado por Errol Flynn en "Murieron con las botas puestas", una versión edulcorada y pseudo-histórica de los hechos narrados que resulta muy poco creíble. En "La gran aventura" se aprecia una dualidad interesante en el personaje de Custer: por un lado, su espíritu guerrero y aventurado, propio de un gran militar, deseoso siempre de entrar en acción, y por otro lado su acertada percepción de la triste realidad de los indios, un pueblo amenazado de forma inexorable por el progreso de los blancos, con su avanzada tecnología, su ferrocarril, la ambición desmedida ante los recién descubiertos yacimientos auríferos, y su imparable expansión hacia el Oeste. En este último sentido, en la película que comentamos, Custer parece dar crédito también a otra voz especialmente crítica con el papel de los blancos (que violan todos los pactos) y firme defensora de los indígenas: el joven capitán Benteen, encarnado por Jeffrey Hunter (el Jesús de Nazareth de "Rey de Reyes").
En fin, la película se añade a la larga filmografía norteamericana del género western que aborda un tema recurrente, el del desigual conflicto armado entre la joven nación norteamericana y las tribus indias del Oeste profundo, que se saldó de forma desastrosa en contra de éstas últimas, como bien se sabe. La batalla de Litttle Big Horn constituye un episodio muy singular en todo este proceso, precisamente porque contra todo pronóstico un destacamento militar moderno, bien entrenado y equipado, fue aniquilado por una fuerza indígena en teoría mucho más atrasada, aunque también es cierto que muy superior en número. Algo parecido sucedería casualmente apenas 3 años después, en 1879, muy lejos de aquel hermoso escenario del norte de los EE.UU.: me refiero a la batalla de Isadhlwana, en Sudáfrica, en la que una numerosa fuerza nativa zulú aplastó a un importante contingente del ejército imperial británico (hecho también llevado al cine). Quizás por las similares circunstancias, ambos episodios han llegado hasta nuestros días con un cierto aura de romanticismo.
Termino ya. Esta película me ha servido de algún modo para reencontrarme conmigo mismo, con aquel chico de 13 o 14 años que asistía embelesado a una sesión de Cinerama en la sala Albéniz, de Madrid, en aquellos lejanos años sesenta, y también para reflexionar de nuevo sobre un tema viejo que nunca pasa de moda: el eterno conflicto entre la naturaleza (en este caso, un pueblo indígena que vivía en armonía con el medio) y el progreso humano, un progreso ciertamente del que pocas veces puede uno sentirse orgulloso.
Fernando
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