Yo soy el padre y la madre

Carla Naples es una reconocida actriz que está a punto de protagonizar la película “La virgen blanca del Nilo”, pero resulta que está embarazada y además casada con un torero mexicano… sólo que no recuerda donde se casó con él. Pero, debiendo cuidar su imagen, Carla se vé abocada a desembarazarse de su niña… su niña… y su niña ¡trillizas! Y el único en quien piensa es en el hombre que la motivó para que fuera actriz y el mismo que la llevó a participar en el Festival de la Leche (¡!) donde fue coronada como miss Mantequilla. Clayton Poole fue, además, el hombre que la amó en su infancia y es un buenazo en quien se puede confiar sin restricción alguna.

Así se inicia esta entretenida comedia de paternidad responsable y de maternidad denegada para guardar las apariencias. Rodada en Vistavisión, en unos decorados bastante coloridos cual si se tratara de un cuento de hadas, la película tiene algunos divertidos momentos y un tinte de calidez donde el sentimiento ocupa su lugar para reivindicar una condición social que viene de capa caída, y que se convierte en una de las principales causas de los desajustes de toda índole que venimos padeciendo.

Jerry Lewis vuelve a mostrarse inconforme con la sociedad que le ha tocado compartir, y consciente de la importancia de ser buenos padres, se afana por ejemplificar la predisposición al sacrificio y la entrega incondicional que asume un padre de Verdad… y también un abuelo tutto cuore.

Otro blanco de las punzadas de Lewis, será la televisión como medio manipulador de masas, y de paso, la tecnología volverá a ser causa de tropiezos y dificultades para este empleado de una tienda de reparaciones de tv, que la ve gorda para salirle al paso al cumplimiento de sus múltiples deberes. Sólo le cortaría al filme unas cuantas canciones -como me ocurre, particularmente, con la mayoría de los musicales-, pero lo demás me parece apto como divertimento y bienvenido en una sesión de integración familiar.

Para los curtidos cinéfilos, será también fácil y entretenido identificar los habituales guiños que, de los grandes clásicos, acostumbra hacer Lewis en muchos de sus filmes. Aquí, “El milagro de Morgan Creek” de Preston Sturges, “El chico” de Charles Chaplin, “¡Qué bello es vivir!” de Frank Capra… y hasta aquella singular mirada y el famoso dedo encendido de Stan Laurel, serán recordados en una y otra secuencia. Cosas que a mí poco me molestan, sobre todo cuando se trata de comedias, pero debo decir que fue esta una de las causas para que algunos críticos americanos vieran poca originalidad en la obra de Jerry Lewis e incluso llegaran a afirmar que caía en vulgares plagios. Y miren lo curioso, después serían otros quienes copiarían los gags de Lewis. Si quieren un ejemplo, vean “La gatita y el búho” de H. Ross, donde la escena del presentador de tv es copiada sin pudor alguno.

Título para Latinoamérica: “PAPÁ SOY YO”

Comedia de interesante argumento que pierde parte de su encanto cada vez que el inefable J. Lewis acomete una de sus consabidas intervenciones estelares amigas de la exageración y llena la pantalla con sus prescindibles anécdotas hiperbólicas.
Al margen de esa circunstancia, la película es entretenida, tierna e ingenua y nos deleita con piezas musicales interesantes y alguna coreografía.
Y también posee trazas de melodrama que aportan una sensible emotividad.

Película de carácter predominantemente familiar pero, sobre todo, para disfrute de los incondicionales del actor estadounidense.

Una de las comedias de Lewis y su director Frank Tashlin más olvidadas, en parte con razón. Tiene sus momentos buenos (la manguera, cuando le tira al estanque presa de la más alucinante confusión...) pero otros cansan (el momento televisor, las empalagosas canciones). Pero se ve bien, y el color es tan furiosamente radiante.... y Connie Stevens está encantadora.