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Estrellas en mi corona

Western. Drama Un veterano de guerra civil llamado Josiah Grey (Joel McCrea) llega a una pequeña ciudad del sur de los Estados Unidos para ejercer su ministerio como pastor religioso. Grey tiene una familia y muchos amigos, pero pronto encuentra la fricción con algunos de sus feligreses. En seguida se crea una disputa entre su ministerio y el del joven doctor del lugar, que busca el tratamiento científico para curar a sus pacientes. La aparición del ... [+]
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
23 de julio de 2009
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras quedar prendado por la novela de Joe David Brown, Tourneur se hizo cargo (a costa de perder dinero y caché) de la filmación de "Stars in my Crown", una película humilde en su nacimiento pero que, como vamos a desgranar ahora, se ha terminado convirtiendo en una de las joyas de la filmografía del director y por ende del cine de su época. Joya prácticamente desconocida (los 80 votos que la juzgan a día de hoy así lo atestiguan), no distribuida en España y que requiere de una fuerte reivindicación para colocarla el lugar que le corresponde.

Tourneur narra la historia de un pueblo sureño de los ya Estados Unidos, Walesburg, a través de la voz en off del pequeño Jhon Kanyon (Dean Stockwell, uno de los mayores talentos juveniles de la época), un niño huérfano que irá recordando los acontecimientos sucedidos desde la llegada del predicador Josiah Grey (McCrea). Éste terminará casándose con la tía del pequeño y adoptando al niño, dando paso a continuación a la presentación de los diferentes personajes que transitan por Walesburg y que servirán a Tourneur para escenificar todas sus intenciones. Intenciones que no son pocas y que, enmascaradas en un desarrollo simple, sencillo y afable, hacen de esta obra del director francés en una de las cumbres de su carrera.

Fue Tourneur un enamorado de su país de adopción. Así filmó varios westerns y los trató desde una óptica diferente, olvidándose de los habituales "revólveres y espuelas". Como ya hiciera en la notable "Canyon Passage", los conflictos más profundos de la época son los que despiertan su interés. Asuntos tan complicados como los problemas raciales y la aparición del Ku-Klux Klan o la eterna confrontación entre fé y ciencia tienen cabida y suponen el eje principal de funcionamiento del film.

Pero todo este fondo de difícil tratamiento tiene en su forma una auténtica maravilla hecha cine. Las claras remisniscencias en las maneras con su coetáneo Ford están presentes. El lirismo y la poesía se apoderan de la cámara para grabar escenas poderosas, silencios conmovedores, discursos soberbios y detalles fascinantes en una filmación llena de calidad. El estiloso B&N, con un perfecto uso de las sombras para dar o quitar tintes dramáticos según convenga y una acertada iluminación de los interiores, termina de adecentar una presentación fantástica. Bueno y la música. Cantos religiosos que acompañan perfectamente cada situación que rodea a los habitantes de Walesburg y que completa un envoltorio inmejorable.

Con un final de los de época, culmen inesperado pero necesario de una historia conservadora (en el buen sentido) pero también crítica, este no es ni más ni menos que el reflejo claro del pensamiento de un cineasta que tenía en la fé cristiana uno de los pilares de su vida pero que nunca renunció al conocimiento y el progreso para la mejora del mundo donde vivimos y que, gracias a cintas como esta, se vuelve un poco más positivo y esperanzador. Gran legado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alfie
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30 de noviembre de 2007
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo, como soy, incondicional de Tourneur ha supuesto todo un privilegio para mí poder disfrutar (en versión original subtitulada) de esta película, nunca estrenada ni editada en España. Un solo pase en un canal por satélite, hace ya tiempo, y las nuevas tecnologías han posibilitado el "milagro" (el que busca...acaba encontrando).
Basta contemplar los primeros planos de la primera secuencia de esta película para darse cuenta de que nos encontramos ante una obra muy especial, que rompe casi todos los moldes. Tourneur también debió verlo así, puesto que rebajó su "caché" para poder dirigirla. Tal debió ser su entusiasmo ante las posibilidades del guion.
Se trata de una sencilla historia coral, protagonizada por gente corriente, en un pequeño pueblo del oeste. Los temas: el amor, la amistad, la ambición, el sacrificio,...todo ello bajo la mirada de un niño que empieza a abrir sus ojos al mundo.
Lo que no es tan sencillo ni tan corriente es encontrar a alguien capaz de contar esta historia con la pasión y la poesía con que Tourneur lo hace.
Una casi desconocida obra maestra absolutamente inolvidable.
Felipe
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19 de diciembre de 2012
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuánto cuesta encontrar las palabras cuando a lo que se ha asistido, más que a la simple proyección de una película, es a una auténtica revelación. En ocasiones como ésta, de hecho, lo que sobran, precisamente, son las palabras: son tantas, y tan ricas, profundas y duraderas, las reverberaciones que deja en el espectador esta excepcional película, que el lenguaje, más que en una ayuda, se convierte en un estorbo innecesario.

En “Estrellas en mi corona” es el cine el que habla. El cine de un autor único e inclasificable, hasta tal punto enamorado de su trabajo que, tras leer su guión, se ofreció para dirigir esta película sin cobrar un solo dólar a cambio. Un cine sutil y delicado, que da la impresión de fluir libremente como un río, pero que oculta, bajo su aparente sencillez, la atenta y vigilante mirada de su creador. Un cine, por desgracia desaparecido, en el que podían plantearse con humor y sin solemnidades los más agudos dilemas morales, rehuyendo la ridícula tendencia al énfasis y al histrionismo del cine contemporáneo.

“Estrellas en mi corona” no es un western, ni un drama, ni puede despacharse sin más, como hacen algunos, bajo la estúpida etiqueta de cine religioso, porque desborda los límites de cualquier de esas categorías. Lo que Tourneur encara en esta desconocida obra maestra es un retrato, el del tejido humano que conforma toda comunidad, ejemplificada en el pequeño pueblo sureño de Walesburg, donde tienen lugar, como en todos los sitios en los que se representan diariamente la vida y la muerte, admirables episodios de nobleza y despreciables bajezas, que ilustran la tendencia humana al extravío moral y la necesidad de someter la vida en sociedad a unos criterios éticos rectos e insobornables. Es sobre ese lienzo donde Tourneur despliega lo mejor de su arte.

Hablar de sus evidentes ecos fordianos o de su no menos evidente influencia sobre “Matar a un ruiseñor” sería no hacerle justicia a una película que si por algo se distingue es por la elegancia con que Tourneur maneja recursos puramente cinematográficos para ilustrar la turbia naturaleza moral de Walesburg y los vaivenes de su fondo íntimo, dividido entre la fe en lo empírico y en lo sobrenatural y no exento de miserias, entre ellas el racismo, la envidia o la avaricia. La fe más poderosa de esta película es la de Tourneur por el cine.

Escenas imborrables y de una belleza sobrecogedora como la de la milagrosa sanación de la maestra moribunda o la de la lectura del testamento del viejo negro Famous ante un piquete del Ku-Klux-Klan son el culmen de una película rebosante de auténtico lirismo, cuyo hilo argumental surge de la memoria de quien fuera un día un niño y de su evocacion del edén en el que transcurrió su infancia, una ciudad tan dorada como la que espera en el más allá, un lugar donde un niño hecho dios sólo podría desear que siempre fuera verano. Y que cada día, añadiría yo, pudiera uno ver películas como ésta y buscar en vano palabras dignas de su grandeza.
Normelvis Bates
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25 de junio de 2012
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Estrellas en mi corona" narra las vicisitudes de Josiah Grey, pastor de la iglesia de la pequeña ciudad sureña de Walesburg.
Extraordinaria película de Tourneur que no sólo invita a la reflexión durante su visionado sino que, como los buenos vinos, uno continúa con un agradable regusto durante las horas posteriores. Y en esta reflexión permanente, uno, también descubre, que las intenciones del director de origen francés son tan lúcidas, sutiles y atinadas, que se hace imprescindible, al menos, una segunda revisión de la cinta. Queda claro que, esta vez sí -pues no sucede siempre en la obra de Tourneur- a una excelsa puesta en escena se le va a unir una notable intensidad dramática y un más que correcto equilibrio narrativo.
La dirección de actores es portentosa. McCrea, Hale y Stockwell bordan sus papeles, y los secundarios de ninguna manera se quedan atrás. Uno se pregunta cómo Jacques Tourneur puede definir a tanto personaje de manera tan escueta y magistral. Porque lo hace del primero al último. Convierte Walesburg en un pueblo conocido y querido para nosotros.
Así pues, si usted no ha visto la película, siéntese cómodamente en su sofá e indague y descubra sobre la psique humana. Indague en la superficie, pero sobre todo no se olvide de ciertos pequeños detalles.
el chulucu
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31 de agosto de 2008
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encuadrar “Estrellas de mi corona” en el género western está, como se suele decir, “cogido por los pelos”. Para aquellos que asocian los revólveres con el Wild West no habrá ninguna duda, pero cuando detrás del colt se vislumbra la vida ordinaria de las gentes, el asunto está algo más morrocotudo.

Lo que resulta claro y meridiano es la excelente calidad de este film de Tourneur que, al igual que en otros “supuestos” westerns: Tierra generosa (1946), Wichita(1955) ó Una pistola al amanecer (1956) retrata, con preferencia, la vida a la violencia, aún reconociendo que esta era el caldo de cultivo de la cultura norteamericana. E igual que sucede en Una pistola al amanecer, las conexiones con la guerra civil, son claras. Prebélicas en el caso de Una pistola al amanecer y posbélicas en Estrellas de mi corona, aunque en los dos casos llenas de íntimos malestares.

No obstante, he echado de menos esos colores pastel que daban un cierto tono impresionista a sus otros trabajos. Lo digo sin desmerecer una fotografía en B/W francamente notable, pero para mi, el color es una de las bazas fuertes de Tourneur.

Volviendo a lo del género, más bien la encuadraría entre las películas familiares y religiosas con exaltación de valores profundos y su toque de moralina redentora pues así puede calificarse la recuperación colectiva del sentido común tras la lectura del testamento del candidato a ser linchado. Y dentro de ese género, la película cumple y da la talla, pudiendo considerarse como una obra tan magistral de Tourneur como cuasi desconocida.

Tal vez sea pura coincidencia pero me han sorprendido las similitudes con Matar a un ruiseñor, película muy posterior, pero con similar planteamiento, niños recordando su infancia, linchamientos, racismo, el incorruptible e integro personaje central y Alabama como tierra natal de sus creadores. En cualquier caso, compararse con el peliculón de Mulligan ó a este con el de Tourneur no desmerece a ninguno de los dos.
FATHER CAPRIO
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