Por la ley

Es curioso y muy alimenticio ver una película de la edad de oro del cine bolchevique que no se basa en movimientos de masas sobre grandes espacios sino que opta por una acción recogida con muy pocos personajes, manteniendo el dinamismo del montaje y la intensidad dramática que aportan las cuidadas composiciones fotográficas, especialmente en los planos cercanos.No es un cine para aclamar a nada ni para enfervorizar a nadie sino para hacer pensar. Sigue siendo, muy probablemente y después de tantos años, la mejor adaptación cinematográfica de Jack London y aún así, el relato original resulta mucho más agudo, sobre todo por la presencia de los indígenas (aquí eliminados) que merodean por la cabaña donde todo sucede, que participan incluso como testigos en el remedo de juicio que se escenifica y que miran a los protagonistas blancos como diciendo aquello de “están locos estos romanos”. Esto y una absurda coletilla de ultratumba que los autores se sacan de la manga son los principales hándicaps de una adaptación que en todo lo demás es ejemplar y que aporta la intensidad de la hipergestualidad del cine mudo y unas magníficas localizaciones.