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Yo, Claudio (Miniserie de TV)

Serie de TV. Drama Miniserie de TV de 13 episodios. Claudio, Emperador de Roma, viendo aproximarse el final de su vida, decide escribir la historia de su familia (dinastía julio-claudia) desde el año 50 a.C. al 50 d.C. La Sibila ha profetizado que esta historia llegará a la posteridad. Adaptación del texto del célebre escritor e historiador Robert Graves, y que presenta, con finas dosis de humor y un toque de inocencia, al emperador Claudio y su visión de ... [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
22 de febrero de 2006
130 de 133 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si uno visita la página de la Academia de TV de España, esta serie sigue figurando como la mejor que se ha televisado desde que la caja tonta ha tomado el centro de la casa.
“Yo, Claudio” son 650 minutos de una calidad inigualable. La serie adapta dos magníficas y documentadas novelas de R. Graves (“Yo, Claudio” y “Claudio, el dios”). Un material como este, carente casi de diálogos y lleno de hechos, tiene una difícil traslación al reino de la tv donde el diálogo es omnipresente. Es curioso, como esta dificultad se ve recompensada en la presentación de los capítulos. Lo habitual es dar la paternidad de todo este trabajo al director; sin embargo, “Yo Claudio” es “by Jack Pulman” (guionista de otra serie mítica: Poldark), no de su director: H.Wise. Lo cierto es que hace un trabajo prodigioso y ajustado al medio. Realizando una adaptación fidelísima a los hechos, imagina cómo pudieron desarrollarse, desarrollando casi “otra novela”, y ofrece unas secuencias llenas de tensión que inevitablemente te llevan a desear que llegue el próximo capítulo. Sin embargo, si vemos todos los elementos que la componen, podemos llegar a pensar que estamos ante un “subproducto”. Los decorados son teatrales, sin profundidad; el maquillaje y el vestuario pasable; la fotografía es plana, sombría, pero no expresiva; la falta de medios “canta” (no estamos ante una producción como “Roma”) a lo largo de toda la serie. Pero estos defectos, se tornan bondades ante el virtuosismo y fortaleza de los dos pilares sobre los que se sostiene: el guión y el excelente reparto. Por ejemplo, en “Claudio, el dios”, que recoge todo su mandato, hay un exhaustivo relato de la campaña que Claudio llevo en Britania, que de ser llevada a pantalla requeriría el presupuesto de una gran superproducción; en la serie, toda esta narración está resumida en la llegada del rebelde principal al Senado y una voz en off que acompaña; también son numerosos los planos en los que la imagen es sustituida por efectos sonoros (casi no hay figuración en la serie). Sin embargo, esto no aparece como un defecto. “Yo, Claudio” no dirige su mirada hacia fuera, sino hacia dentro, hacia los corredores del palacio, hacia las entrañas del poder, hacia ese nido de víboras que no nos abandonará en 13 capítulos. Ahí, en esa visión, radica la actualidad y el poder de fascinación que sigue ejerciendo esta serie 30 años después de su realización. El horror y la corrupción nos es narrada desde la finísima ironía (la serie está llena de “respiros” sutilmente cómicos) y por uno de los personajes más fascinantes de toda esta ralea: Cla-Cla-Clau-Claudio, el tonto; y a la vez, también desde la ética, pues el propósito que tiene de contar la verdad es su modo de sacar a la luz el mal (advertirnos) con el que ha estado conviviendo siempre y al que ha sobrevivido. (continúa la crítica en el “spoiler”).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Strhoeimniano
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9 de abril de 2008
48 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera emisión de “Yo, Claudio” en Televisión Española discurrió a lo largo de 1978. La España de Suárez estrenaba Constitución y Taylor padecía una engorrosa afección denominada preadolescencia. Resucitar a día de hoy esas difusas imágenes y entroncarlas, al mismo tiempo, con aquellos remotos días supone para las castigadas neuronas del que esto suscribe un ejercicio de arqueología mental despiadado pero, vaya, creo que puedo conseguirlo. Vamos allá.

Las inquietantes imágenes del áspid reptando sinuosamente por el mosaico y esa perturbadora musiquilla pregonando el inicio de cada capítulo ejercían sobre mi el efecto de una irrefrenable invocación que no podía desatender de ninguna manera. Sin embargo, los puñeteros rombos constituían un irritante obstáculo que debía vencer a toda costa. La verdad es que ese implacable baremo mediante el cual las calenturientas mentes de honda raigambre franquista mesuraban los niveles de impudicia televisiva me puso en más de un aprieto, pero ello no impidió que pudiera disfrutar de la serie con regularidad. Sospecho, eso sí, que mi empecinamiento resultó determinante a la hora de sortear rombos, retórica paternofilial y demás. Lamentablemente, ello no fue suficiente para que mis pueriles retinas pudieran presenciar una de las secuencias míticas de la historia de la televisión, aquella en la que el depravado Calígula -emulando a Zeus- extraía a su hijo del útero materno para devorarlo atrozmente.

Al margen de tan traumática laguna, recuerdo con nostalgia el magnetismo de una serie que, a través de intrigas, contubernios y maquiavélicas maniobras, despertó en mi un descomunal interés por la civilización romana. Para la posteridad quedará el eco de una producción televisiva que supo maquillar su ostensible escasez de medios a través de un guión, unos diálogos y unas interpretaciones extraordinarias. Memorable.
Taylor
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28 de mayo de 2009
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece mentira que luego nos la intenten clavar con cualquier guión de tres al cuarto vendiéndonos el nuevo producto de entretenimiento de la productora noséqué directo a las pantallas de tu salón. Y es que pocas veces podemos olvidar que las series son películas de larga duración y no telenovelas sometidas a la dictadura de la audiencia. ¿Por qué este sometimiento? Por las inversiones, está claro, que se realizan para llevarlas a cabo. La rentabilidad es un factor que se eleva por encima de su calidad y acaba por suspender maravillas como Futurama o Seinfeld en beneficio de otras que me abstengo de nombrar, en el fondo todos las conocemos.

Digo que parece mentira porque no nos extrañamos ante este hecho cuando es evidente que es la calidad lo que sostiene una serie o película. Y la calidad es fruto del talento y el apoyo de algún inversor, por pequeño que sea. Con Yo, Claudio se nota que el inversor no fue ni un Onassis ni un jeque árabe, desde luego. Y es que el estilo, decorados y alardes técnicos de la serie son bastante limitados, muy limitados. He aquí que nos encontramos con la viva demostración de que en eso que llamamos calidad es el talento lo que más prima, el talento y el ingenio para llevar a cabo lo que nos proponemos adaptándose a los medios disponibles.

Yo, Claudio es un ejemplo a seguir por todos los hacedores de series. Sumamente teatral, rechaza de plano las grandes recreaciones épicas y se queda en el poder como esa manzana podrida que todos acaban por aceptar, por la que todos luchan como por inercia. Lo hace, además, con un estilo muy peculiar, irónico, divertido. Lo hace basándose en unas actuaciones soberbias, repletas de personalidad a la hora de encarnar a una pléyade de personajes inolvidable. Lo hace con una gran capacidad de síntesis para resumir con trazos de genialidad una obra tan extensa como la de Graves, más cercana al relato puramente histórico pero con esa "novelización" que tanto parece gustarle al inglés.

Lo hace, en definitiva, con un talento descomunal. Y esta serie, aunque ahora apenas podamos creérnoslo, fue un éxito de audiencia en este país.
¿Alguien todavía duda de que lo que falta es talento?
aka IDIOT
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25 de septiembre de 2006
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, una de las mejores series de la historia de la televisión. Nadie sabe adaptar los relatos históricos a la pequeña y gran pantalla como los británicos. Magistral dirección de actores y fidelidad histórica, aunque Yo, Claudio esté basada en una novela del mismo título, del excelente autor Peter Graves. Capítulo aparte merecen los intérpretes: Derek Jacobi, Sian Phillips, John Hurt, Brian Blessed y todos los demás. Los actores británicos son, en mi opinión, los mejores del planeta. Nunca sobreactúan y mantienen una sobriedad que le da un realismo impagable a todo lo que interpretan.
Una lección de historia y de la vida que debería ser repuesta para su visionado por las nuevas generaciones, a pesar de que esté lejos de las efectistas series americanas que inundan nuestras pantallas en la actualidad.
jano
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27 de abril de 2010
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente adaptación televisiva de la novela del inglés Robert Graves con guión de Jack Pulman.
Nos muestra el culmen del Imperio Romano. Claudio escribe la vida de su familia y nos muestra unos personajes históricos humanizados a pesar del deseo de varios de ellos de ser divinizados.
Comienza narrando la vida de Augusto, el primer gran emperador romano que es interpretado y llevado a la pantalla desde un punto de vista casi paternal, mostrando a su esposa Livia como un personaje dominante e imprescindible en el desarrollo de los acontecimientos. Teniendo una esposa como ésta Augusto tendría que haber tomado un manjar envenenado voluntariamente.
Continúa narrando la vida del aburrido Tiberio hasta llegar a la del loco Calígula con todas sus excentricidades, culmina Claudio, narrando su propia ascensión al poder, sus intentos de llevar a cabo un gobierno decente, hasta su muerte y la confabulación que de ella hacen Agripina y su hijo Nerón.
La historia se desarrolla con estilo ágil, casi teatral que confía en su belleza narrativa, haciendo prescindibles el uso de grandes escenarios, batallas épicas o efectos especiales. Se centra en una vida familiar y humana de sus protagonistas.
Cabe destacar las actuaciones de Claudio, personaje difícil de interpretar dada la cantidad de taras y defectos personales, Livia, Calígula y Mesalina son igualmente interpretados de manera soberbia.
Sin duda una de las mejores adaptaciones de la belleza y sobretodo decadencia del Imperio Romano.
Dr.Juventus
DrJuve
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