El juego de Zucker

Una joyita. Familia de origen judío dividida por el muro de Berlín. Madre y hermano quedan del lado occidental y otro hermano -por entonces un púber- del lado oriental. Este se convierte en actor, se casa con una mujer no judía y tienen dos hijos, mujer quiropráctica y varón bancario. Por otro lado, también hay un matrimonio judío observante con dos descendientes, un cuarentón religioso -quien con el correr del film nos enteraremos que ha sido protagonista de algo sorprendente- y una veinteañera muchacha sexy, hot, todos viviendo en Frankfurt, hasta que un día desembarcan en Berlín para cumplir con un mandato testamentario.
Mientras tanto, el ahora ex actor -un buscavidas- pasa por numerosas peripecias familiares y económicas, es ludópata y experto jugador de billar. El forzado encuentro, que incluye una semana de convivencia familar, desata toda clase de situaciones: trágicas, dramáticas, humorísticas, etc. Los hermanos, ya sesentones y separados por décadas, se encuentran como dos desconocidos llenos de reproches recíprocos y recuerdos contrastantes sobre los mismos hechos del pasado. A partir de ahí, se desenvuelve una magnífica comedia de enredos, con profundos matices humanos, de relación, salud, económicos, religiosos, etc. Ambas familias, expectantes de una herencia cuyas condiciones son administradas por un rabino, se verán obligados a interactuar por sus circunstancias e intereses, pero desconociendo hasta último momento cual ha sido el verdadero y sabio motivo para reunirlos nuevamente. Imperdible.

Nota: por sus profundas connotaciones universales, esta película ha sido incluída entre el listado que integra el libro "Cine y Judaísmo" de mi autoría y próxima edición.