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Un golpe de talento

Drama En 2008, J.B. Bernstein (Jon Hamm), un agente deportivo en horas bajas, decidió viajar a la India y organizar un 'reality' llamado "The Million Dollar Arm". El objetivo era conseguir a los dos mejores jóvenes lanzadores de bolas de cricket del país y entrenarlos en Estados Unidos para convertirlos en grandes estrellas de la Major League de béisbol. (FILMAFFINITY)
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
24 de octubre de 2014
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al grano, a la espinilla y sin entrar en spoilers: la Disney, y todo lo que ésta implica (sí, por dónde empezar...), es algo así como Norma Louise Bates. Como la progenitora de Norman, exacto, porque lo primero que nos grita tanto la experiencia como el instinto es que su presencia es tóxica; que lo mejor que podemos hacer, en pos de nuestra integridad psico-física, es huir cuanto más rápido y pronto mejor. Y sin mirar atrás. No obstante, hay algo en ella que nos retiene; que nos dice, cual diablillo posado en el hombro, que al fin y al cabo este mundo no puede ofrecernos mejor compañía. Cosas de la atracción del mal; cosas del incomparable amor / poder maternal, que por mucho que pueda llegar a manifestarse en las tendencias más sociópatas, sigue siendo irremplazable. De modo que, a pesar de todo, ahí estamos, entre sus brazos, ese espacio vital mágico y letal en el que siempre seremos bienvenidos.

Y volvemos a (si es que alguna vez hemos abandonado) la casa de Mickey Mouse, ese sitio cuyas puertas siempre estarán abiertas, tanto a los hijos de toda la vida como a los nuevos... incluso a los pródigos. Al fin y al cabo, a la Disney, sea cual sea la forma a través de la cual se manifieste, le interesa que haya habitación para todo el mundo, que de esto vive la gran maquinaria. No en vano, hablamos de una de las compañías que mejor le tiene cogida la medida a este guarrísimo y aún más escurridizo negocio. Pongamos, por ejemplo, su nuevo y enésimo producto: 'Million Dollar Arm' (traducido literalmente, ''El brazo del millón de dólares''; traducido al lenguaje de las distribuidoras españolas, 'El chico del millón de dólares'), filme basadísimo en los hechos reales que llevaron al agente deportivo J.B. Bernstein a organizar un reality show en la India para buscar a jugadores de cricket potencialmente convertibles en estrellas de la Liga de Baseball de los Estados Unidos.

Dos horas en sala de cine después, le ronda a uno la duda existencial. O lo que ha estado viendo no está tan cimentado en la realidad como afirmaban los títulos de crédito iniciales, o esta vida es realmente tan previsible como una película de la Disney. Sea como fuere, la sensación que se le queda al cuerpo es (y volvemos a Mrs. Bates) de repulsión desconcertantemente reconfortante. Dicho de otra manera, 'El chico del millón de dólares' significa explotar, una vez más (y van...), esa viejísima fórmula del cine familiar que, como dicta su propia naturaleza, tiene en el -intentar- gustar a todo el mundo, uno (seguramente el único) de sus objetivos más vitales. Cualquier atisbo de trama o personajes es un mero espejismo. Partes (fundamentales, eso sí) de un engranaje simplísimo pero igualmente gigantesco que busca desesperadamente (aunque no lo aparente, lo cual es parte del juego) mostrar la mejor cara tanto a pequeños como a mayores, o para emplear la jerga al uso, tanto a los amantes del baseball como a los del cricket... incluso a los que no sienten interés alguno por ninguno de estos deportes.

La mezcla sigue fundamentándose en los tres pilares sagrados del crowd-pleaser hogareño de marca más orgullosamente yankee. Primero, el Trauma: No importa la época o el país de procedencia, lo de que tu "papi" no venga a verte jugar al baseball, puede joderte de por vida. Segundo, la Convicción: No hay problema en este planeta que no pueda resolverse con la liturgia del montaje "work-in-progress", debidamente musicalizado. Tercero, la Epifanía: No serás un self-made man como Dios manda hasta que no hayas apuñalado al gilipollas avaricioso que llevas dentro. A prueba de cualquier impertinencia artística (contando en este grupo, por supuesto, a unos actores que quedan irremediablemente desdibujados, a -sorprendente- excepción de un Bill Paxton que, milagros de tito Walt, parece haber encontrado su triste y, sin embargo, encomiable lugar en este mundo cruel), todo lo que se narre tiene que pasar por el espacio delimitado por estas tres líneas rojas infranqueables. El director Craig Gillespie está aquí, como no podía ser de otra forma, para ejecutar, nunca para interpretar (al menos no de forma estrictamente subjetiva). He aquí la evolución (tolerablemente pervertida) de aquellas películas de la década de los 40 (no es casual la referencia directa a 'El orgullo de los Yanquis'), época en la que genios como Frank Capra tocaban, de forma magistral, la fibra sensible del espectador.

En cualquier caso, este es, en efecto, el concienzudo trabajo de los tiempos de la ''Trillion Dollar Army'', es decir, de unos productores que conocen muy bien las reglas del juego. Tanto que a buen seguro habrán llevado a cabo (y posteriormente se habrán ceñido-a) infinidad de estimaciones concerniendo al público al que va a llegar la cinta de marras (con un margen de error, a escala global, no superior a más/menos un espectador, seguro). Objetivo claro: que todo en ella se antoje agradable y, más importante, no-ofensivo. Ni excesivamente cómica, ni dramática, ni simpática... pero de todo un poco. Lo justo para que esto y el incuestionable oficio Disney, absurdamente efectivo en lo superficialmente inspirador, aligeren el lastre de un metraje excesivo, además del de una falta de personalidad que si no es alarmante, es únicamente porque ya formaba parte del pacto previo a entrar en la sala de cine. Todo lo demás (que es poquísimo), queda en manos de la eterna conquista de otro happy ending que hace como que se resiste. Como siempre ha hecho; como siempre se ha explotado. Exactamente del mismo modo en que nos han mandado la pelota, desde el momento oficinal en que el cine fue oficialmente business, sí... pero a la que nos hemos querido dar cuenta, nos han vuelto a endosar los tres strikes. Eliminados. Qué rabia... y admitámoslo, qué ganas de que repitan la jugada. Así es, exactamente, cómo funcionan los abrazos Disney.
reporter
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2 de enero de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que a Disney no le guste admitirlo abiertamente pero le encanta explotar los estereotipos y utilizarlos, todo por supuesto, con el fin de contextualizar una moraleja o ejemplo de humanidad.

En "Un golpe de talento" (2014), traducida también como "El chico del millón de dólares" pero que es más bien "El brazo del millón de dólares" (One Million Arm) nos muestra bastante de eso relacionando la cultura estadounidense y uno de sus deportes emblema, como el béisbol, ante todo lo exótico que nos entrega India.

Jon Hamm es el encargado de sufrir e interpretar el choque de culturas, como un "Jerry Maguire" (1996) sin alma pero que poco a poco, previsiblemente se va a ablandando. Esta tendencia muy anticipable es uno de los talones de aquiles de la cinta.

Aunque es cierto que nos entusiasma de entrada, pueda resultar algo chocante la caricatura agotadora acerca de los indios y su modo de ser "incivilizado" en comparación a los grandilocuentes capitalistas norteamericanos.

Por si fuera poco, a poco andar la película se pierde, da vueltas y aunque sabemos donde va, nos encontramos que cuando finalmente llega a destino, resulta que no era lo encantadora o redonda historia que queríamos ver. Diciéndolo de otro modo, casi como que nos oculta algo, le falta contundencia, etc.

Hasta Jon Hamm se ve ganador incluso interpretando a un perdedor. No lo sé. "One million arm" es una apuesta demasiado sobre seguro, sin arriesgarse en nada, predecible y poco sorprendente. Tiene méritos, como ver a un grande como Alan Arkin, pero definitivamente no logra saciar las expectativas. Aún con su corazón de cinta familiar sigue siendo muy olvidable.

Recomendación:
Regular. Se respeta la intención pero su falta de ambición y simplismos son condenables.

=Cité de Lord Buyinski= www.buyinski.wordpress.com
buyinski
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27 de septiembre de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro acercamiento del mundo Disney a uno de los deportes más populares en los Estados Unidos y también, junto con el box, de los más cinematográficos.

Basada en una historia real, cuenta la historia de J.B. Bernstein, interpretado por Jon Hamm (Mad men), un agente deportivo venido a menos y desesperado por lograr un golpe que vuelva ubicarlo en el panomarama deportivo.

Así echa a andar una idea como su última gran oportunidad, un reality en la India donde buscarán a dos jóvenes lanzadores con la promesa de colocarlos posteriormente en algún equipo de las Grandes Ligas.

Con una solvente actuación de Hamm y del resto del elenco, donde sobresalen Lake Bell, Alan Arkin y Bill Paxton, Gillespie (Lars and the Real Girl) logra una película noble y sincera, más allá de recorrer todos los tópicos de este tipo de films y de cierto abuso en el pintoresquismo mostrado en el episodio filmado en la India.

El relato se sostiene por un guión preciso, bien estructurado y filmado, pero también convencional y que avanza sin sorpresas, pero que logra esquivar cualquier tipo de golpe bajo con personajes, simpáticos y queribles.

Sin subrayados muy remarcados, el buen despliegue de situaciones parte del diseño de personajes bien delineados, tanto los protagónicos, como los secundarios y los antagónicos, y una historia de amor bien contada que funciona todo el tiempo.

Una película que puede disfrutar cualquier tipo de público.
Quique Mex
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26 de octubre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El chico del millón de dólares" es de ese genero de películas de superación deportiva que va a lo seguro, ni decepciona ni tampoco sorprende, la factura es perfecta, cursi a mas no poder pero que mantiene el ritmo y hará las delicias de cualquiera que no esté aquejado de diabetes (casi todo en "El chico del millón de dolares es cursi e infantil).CX Hay que reconocer que Jon Hamm aguanta la película con sorprendente solvencia, ofreciendo múltiples registros, pero eso no convierte a "El chico del millón de dólares" en un Shakespeare (ni lo pretende). Es una buena película que no se sale ni un centímetro de los cánones del género. Basada en hechos reales (como no) y con espectaculares escenarios en su primera mitad (la India), después la película entra directamente en la típica ñoñez sentimentaloide que no molesta demasiado pero que tampoco hará que recordemos esta película por siempre. La película no es mala, los actores son buenos, la dirección es plana pero tiene ritmo y la historia es de un previsible que asusta pero funciona a pesar de unir clichés y no atreverse nunca a ir mas allá de la propuesta. Una buena película sobre deportes de la Disney que no tiene nada nuevo que ofrecer pero que gustará a casi todos.
El Criticón
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26 de octubre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar del paso del tiempo, del cambio de tendencias en algo tan oscilante como el medio cinematográfico tan sujeto a modas, ya sea en temáticas o en la forma de abordarlas, existen fórmulas que resisten el paso del tiempo. La factoría Disney marcada por unos rasgos eminéntemente clásicos, ha luchado por no quedar desfasada y seguir manteniéndose en la vanguardia del mundo del cine con acertadas maniobras como unir su camino al de Pixar o más actualmente, la compra de Marvel o Lucasfilm.

Lo inteligente ha sido mantener ese dificil equilibrio para modernizarse y adaptarse a los nuevos tiempos pero hacerlo sin perder los rasgos de identidad. En unos tiempos difíciles en los que abunda el retrato pesimista sobre la condición humana en el cine es agradable recibir de vez en cuando una “Feel Good Movie” pura, género que prácticamente inventó Disney.

En el caso de “El Chico del Millón de Dólares” es la propia realidad la que ha servido en bandeja a Disney una historia que le permite usar su formula pura, sin adulterar, para ofrecernos una de esas películas con la que puedes salir del cine con una sonrisa, con ganas de ser mejor persona y pensando que en el mundo todavía pueden pasar cosas mágicas y maravillosas.

El film dirigido por Craig Gillespie aborda la historia real de J.B Bernstein, agente deportivo de éxito en horas bajas, a quién se le ocurrió organizar un reality show en la India para encontrar lanzadores de cricket a los que poder reconvertir en jugadores de baseball a cambio de ofrecerles un contrato profesional en las grandes ligas. El guión se articula tanto en el viaje personal del personaje de Bernstein como en el de los jóvenes hindúes para contarnos una fábula de redención y de superación de obstáculos a través del deporte, que tanto gustan al público americano y por extensión al resto del mundo.

A pesar de que puede parecer un producto muy prefabricado, la película es noble y en ningún momento resulta empalagosa. Además como todo producto Disney, cuenta con lo mejor de lo mejor en los apartados técnicos y artísticos. Como protagonista uno de los actores del momento. La estrella de “Mad Men” Jon Hamm luce todo su talento y su porte de galán clásico de Hollywood y compone un personaje muy creible de ex-triunfador en los negocios y entrañable perdedor en la vida, mostrando un lado vulnerable y dulce, muy alejado de la oscuridad de Don Draper, papel que le ha dado la fama. También destacan los dos jóvenes actores hindúes, estupendos en su papel y secundarios tan solventes como los enormes Bill Paxton y Alan Arkin, siempre perfectos aún en papeles con tan poco tiempo en pantalla.

Quizá el tramo desarrollado en la India es donde la película se diluye, ya que no elige una dirección clara entre la comedia basada en el choque de culturas y una visión sobre la pobreza y el modo de vida en el país. Al final pasa de puntillas por ambas y desaprovecha un poco un escenario con más posibilidades. Además es el tramo en el que el protagonismo se reparte de manera más desigual entre los jóvenes hindúes y Bernstein. Afortunadamente el film remonta cuando los protagonistas pisan suelo americano.

Un producto dulce con vocación comercial pero con bastante corazón, fantásticamente interpretado que nos devuelve al Disney más clásico. No falta un solo valor de los que siempre ha predicado la empresa creadora de Mickey Mouse como la superación de barreras a través del deporte, la camaradería, la amistad y el amor y la familia como vía hacia la felicidad, por encima del éxito económico y material. La fórmula sigue funcionando para escapar una horita y media de la negrura de la realidad.
Oscar DLC
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