¡Deja ir a mi pueblo!

Llegas a la mitad de la película y te das cuenta de que no ha pasado nada: una sucesión inconexa de situaciones absurdas carentes de toda gracia, y más bien abundantes en los clásicos tópicos sobre los homosexuales que se cuentan para hacer reír. En este caso, en vez de reírme, yo me iba cabreando cada vez más, e iba soltando improperios para el director, los actores, y a las imágenes, como si estas fueran las responsables. ¿Cómo es posible que alguien se gaste el dinero en hacer una película tan mala? Tiene que haber costado una buena cantidad de euros la realización de este bodrio. Dos cosas se agradecen: que al menos no hay una musiquilla de esas machaconas sonando todo el tiempo y que el tiempo es un poco más corto de lo habitual.

Interesante y deliciosa película francesa la que nos escribe y dirige Mikael Buch, que me ha hecho reír en más de una ocasión, se me ha pasado en un suspiro y me ha parecido una delicia.

La protagoniza todo un descubrimiento del cine galo para mí como es el actor Nicolas Maury, encantador, divertido, irónico, dulce y atractivo como ese francés judío casado con un finlandés que huye de Finlandia a París a casa de sus padres para esconderse de la justicia finlandesa. Él es el motor y el alma de la película, perfecto y sorprendente hablando en finés y francamente genial.

Junto a él, la española Carmen Maura como su madre, encantadora, la bella Amira Casar como su hermana, muy correcta y el guapo Clement Sibony, pareja sentimental de la actriz francesa, Isabelle Carré, muy divertido también. Como pareja del protagonista tenemos al atractivo actor finlandés, Kari Väänänen.

Ya os digo que yo me he reído con ella y eso es algo que agradezco muchísimo, que se me ha hecho amena, que está muy bien interpretada y que merece la pena.
Un saludo,
Tess