Saltarina

La película la recuerdo como muy floja. Pero sale Bisset en su mejor momento... de edad. Y le pasará como a mí. Que la vi hace mucho tiempo pero aún la recuerdo.
Es de las películas en las que se presenta el itinerario de una joven en el mundo del espectáculo con muchos altibajos. El personaje de la Bisset es poco creíble pero el guionista se obstina en en hacerle faenas de forma que le ocurra, o se meta, en los peores conflictos. Una advertencia a la juventud "descarriada" de aquella época.
Pero uno no comprende que el personaje, la futura Bisset, no pueda encontrar al hombre de su vida entre tantos vericuetos. Como encontraban las protagonistas en casi todas las películas de la época.

"Saltarina"(1970), basada en una novela, no es una gran película, pero al menos capta bien su momento histórico, a través de la descripción de la vida de una chica guapa entre los 19 y los 22 años, como decía el cartel de este film, y que se reproduce aquí. La actriz británica Jacqueline Bisset interpreta a una joven que se va de su casa, en la Columbia Británica (Canadá) para reunirse con su novio, que vive y trabaja en Los Ángeles, California. Sin embargo, pronto descubre que no está hecha para ser ama de casa; se va a Las Vegas y se convierte en bailarina, en acompañante y querida de hombres ricos, finalmente en prostituta. La más o menos irónica, o sarcástica, "progresión" de la protagonista en su búsqueda de experiencia, en su anhelo de conocer el mundo, es lógica y coherente, y no tiene nada, curiosamente, de bajada a los infiernos, como prueba el divertido desenlace final, que, por cierto, a mí me recuerda a una determinada escena de la coetánea "Zabriskie Point" (1970), de Michelangelo Antonioni.

"Saltarina" recuerda también a otra película de ese momento como "Cowboy de medianoche" (Midnight Cowboy, 1969), de John Schlesinger, y viene a ser una versión menor de este gran largometraje. Ambas películas tratan de retratar el mundillo erótico de la época, la prostitución, el contraste entre una apariencia brillante -Las Vegas en este caso, Nueva York en el otro- y la sordidez que se oculta tras esos brillos sociales y económicos. Hay también, como en el film citado de Antonioni, sexo, drogas, y un poco de rock, así como un cierto nihilismo.

Tal vez Jerry Paris, director especializado en comedias, no era el director más apropiado para llevar a la gran pantalla un guión más deprimente que los que solía manejar por esos años.