Secretos de Estado

La película se centra en denunciar la patraña urdida entre los gobiernos del Reino Unido y de EEUU para legitimar la guerra de Irark, para procurarse en la ONU una votación favorable a sus espúreos intereses, no sólo difundiendo la mentira de que Saddam Hussein disponía de un arsenal de armas químicas, también (esa es su novedad) espiando a los responsables de algunos países cuyo voto podría resultar decisivo. Y lo hace centrándose en la traductora de los servicios secretos británicos (brillantemente interpretada por Keira Knightley) que filtró a la prensa los documentos que destapaban el engaño.

Y casi todo lo hace bien, de una manera ordenada y solvente. El guión sintetiza bien todo el proceso, los distintos personajes que participan desde varios ámbitos (periodistas, activistas, trabajadores del gobierno etc.) en la difusión pública de la denuncia, su grado de participación, el riesgo que corrían, los obstáculos legales a sortear etc. Los actores rayan a gran altura y la dirección es más que correcta, facturando un producto sobrio y uniforme, que se degusta con agrado.

Pero al mismo tiempo es demasiada didáctica, rutinaria, hecha con más sumisión que rebeldía, más centrada en el mensaje que en los personajes. Le falta el arrojo de su protagonista, su determinación, la espontaneidad de sus decisiones, su imprevisibilidad. Intenta ser honesta y objetiva en su denuncia, pero no corre ningún riesgo, ni narrativa ni visualmente.

Película británica dirigida por Gavin Hood. Excelente film, en cuanto a su contenido, interpretación y tensión narrativa, que a través de la experiencia de Katherine Gunn, similar a las de Snowden y Assange, nos obliga a meditar sobre el uso perverso y paradójico que hacen los políticos y los poderes financieros del secreto de estado. Este uso fraudulento del secreto, consciente de su malignidad, se blinda con las leyes para hacerse incuestionable e invulnerable a la lógica y moral de los intereses públicos. El secreto de estado se establece sobre una paradoja: ocultar al público lo que le pertenece y repercute. Por tanto el secreto de estado siempre va contra el pueblo y forma parte de la corrupción profunda de los estados. La publicidad de los actos de estado se convierte en un elemento esencial de todo Estado de derecho. 'Son injustas todas las acciones que se refieren al derecho de otras personas cuyos principios no soportan ser publicados,' afirmaba Kant elevando la publicidad de las intenciones y decisiones de los gobiernos a la categoría de principio trascendental, es decir, una exigencia previa a cualquier consideración práctica. Película necesaria para concienciarnos de la fragilidad de nuestras democracias.

“Secretos de estado” (Gavin Hood, 2019) está bastante por encima de las tibias críticas que ha recibido. Concilia eficazmente el intenso thriller de espionaje y la intimidad de la historia real de una mujer contra el poder, brillantemente encarnada por Keira Knightley. La trama periodística remite inevitablemente a “Spotlight” y “Los archivos del Pentágono”, colosales obras del género, pero hay bastante elegancia en el estilo documental y sobrio de recrear los movimientos previos a la invasión ilegal de Irak. Ralph Fiennes como veterano abogado defensor de los derechos humanos resulta un secundario de lujo. Sin aspavientos, emite un mensaje claro y directo: si no escuchas a tu conciencia, la inmoralidad toma el control.

Magistral. Impresionante. Lo mejor es el pulso, claro, el hecho de que sea británica y no se haya convertido, en manos americanas, en el consabido drama procesal cargado de tintes emocionales. Un espéndido guión, una puesta en escena natural y sin efectismos y unas interpretaciones sin alardes, todo en medio de una extraordinaria contención. Una historia rotunda contada de manera excepcionalmente simple. Le pongo un 10.

Secretos de Estado es un filme que intenta ser una pieza sólida, directa y a la vieja usanza de espionaje, periodismo e intriga legal que funciona de manera interesante y clara sl contar un hecho que ocurrió en la vida real.

Al verla nos recuerda a filme como Todos los Hombres del Rey o The Pots, pero no llega a esos niveles de altura por que la historia no profundiza en la construcción del personaje principal como debiera de haber estado, en otras palabras le falta algo de brío estilístico a la narrativa.

Keira Knightley está brillante y vuelve a demostrar por qué es de las mejores actrices de estos tiempos y del cine británico. El filme se salva por su interpretación poniéndole más emoción a un personaje que hubiera pasado sin pena por las pantallas; el trabajo de Knightley es el pilar sobre la que descansa toda la historia, ya que pocos alicientes se pueden encontrar en la puesta en escena del director Gavin Hood, uno de esos directores que de repente hacen trabajos destacados.
Pese a todo el filme maneja buen ritmo y te logra mantener para que quieras saber como termina la historia.