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Ponyo y el secreto de la sirenita

7,4
23.288
Animación. Fantástico. Aventuras. Infantil La historia se centra en Sosuke, un chico de 5 años, y su relación con una princesa pez que ansía convertirse en un ser humano. Libre adaptación de "La sirenita" que obtuvo muy buena acogida de la crítica en el Festival de Venecia 2008.
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Críticas 98
Críticas ordenadas por utilidad
20 de septiembre de 2008
148 de 161 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me cuesta creer que finalmente haya podido ver la nueva película de Hayao Miyazaki, uno de los pocos genios vivos que quedan en esto del cine, un narrador único, irrepetible, que ha dejado como legado algunas de las mejores películas de animación de la historia. Tras el chasco que supuso la anterior película de Studio Ghibli, Gedo Senki, que demostró que el hijo de Hayao no había heredado ni una pizca de su talento, Miyazaki padre retoma las riendas del estudio para ofrecernos otro maravilloso relato sobre la amistad y el amor. Una fábula, un cuento, una película intimista, profundamente emotiva, más pequeña en intenciones pero con un corazón gigantesco.

La historia de amor entre un pequeño niño de cinco años y un pez, Ponyo, que podía haber caído fácilmente en la tontería sensiblera en manos de cualquier otro director, se convierte gracias a Miyazaki en una completa maravilla, una obra digna de escuchar, ver, disfrutar y no olvidar. Desde el primer minuto, se nota el cariño puesto a cada fotograma. Y lo que parecía una animación simple se torna profundamente trabajado, con unos sombreados que quitan el hipo y algunas escenas que desafían todo lo que hasta ahora parecía un techo técnico. Todo está hecho manualmente, no hay CGi, una decisión casi suicida a día de hoy y que ni siquiera otros grandes maestros del lápiz (Makoto Shinkai, Satoshi Kon, Bill Plympton) son capaces de hacer.

Miyazaki, con más de seis décadas a sus espaldas, lo hace y deslumbra, no se queda en la superficie, presenta cuadros en movimiento y les da un fondo, un objetivo, que no es sino narrar una historia universal, atemporal y que conmoverá a cualquiera que realmente se preste a ello. Una cinta que no está al nivel de sus más grandes obras (La Princesa Mononoke sigue siendo insuperable), pero que por su acabado técnico, su maestría en la narración, su capacidad de enternecer, la sublime banda sonora de Joe Hisaishi y mil razones más, debe ser vista y disfrutada sin discusión. Casi al nivel de Wall-E, que se dice pronto, y una de las tres mejores películas de lo que va de año. Obligada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Caith_Sith
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25 de septiembre de 2008
78 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dueño y señor absoluto de un universo propio, donde los monstruos pueden ser tiernos y agradables, y en el que siempre la magia desborda y te atrapa, Miyazaki retoma sus viejas armas y nos vuelve a regalar un sueño repleto de colores preciosos, y personajes del todo entrañables. La cara amable del ser humano vuelve a mostrarse, en fotogramas que derrochan belleza y arte, y la ternura y la simpatia se desbordan impactando precisamente en las zonas más esponjosas del corazón.

A un servidor, que antaño anduvo en esos pagos de la animación, cuando a los ordenadores se llamaba computadoras y poco más que para escribir servian, no puede más que escapársele la lagrimilla cuando ve cualquier película del viejo maestro japonés, a la antigua usanza y con dibujantes de verdad para todos los planos. Nada de unos cuantos bocetos, esquemas, y un ejército de programadores, no: el dibujo para quien sabe dibujar, que carajo.

Los movimientos de cámara son simplemente impresionantes, el ritmo narrativo no decae un instante, y pese a tener un argumento muy infantil, cualquier edad es buena para acabar de ver este magnífico cuento con una sonrisa en la boca de oreja a oreja, y con la sensación de que transmitir ternura y sensibilidad es algo absolutamente natural. Y esto último es dificilísimo.

Como puntos flacos, conviene resaltar alguna laguna en el guión (o quien sabe si del montaje), que deja cuestiones claves sin explicar, o (y esto hasta me duele) la pobreza de la banda sonora, que comienza siendo de ensueño como suele ser habitual en el señor Joe Hisaishi, pero que contiene un momento bochornoso (en una escena impresionante, que otro usuario destaca en el spoiler), con un plagio descarado -que no versión- de la cabalgata de las Walkirias de Wagner, y que en algunos momentos es excesivamente rimbombante para lo que sucede en la pantalla.
Pero, exceptuando estos pecados veniales, se trata de una película enternecedora, de una belleza plástica descomunal, absolutamente entretenida, y totalmente recomendable para cualquiera, sea de la edad que sea.

Algún dia, cada vez más próximo, Don Hayao se irá con su socio y amigo Isao Takahata al cielo de los dibujantes, y la animación quedará huérfana. Si Walt Disney, el primero que apostó por crear un largometraje de dibujos animados, es considerado una leyenda de la animación, el señor Miyazaki deberia ser -y antes de que llegue su marcha- reconocido como el más grande que nunca haya habido. Absolutamente El Maestro, y del todo irrepetible.
Kingo
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25 de abril de 2009
49 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como de costumbre, esta película de Hayao Miyazaki ilustra las relaciones conflictivas entre un mundo fantástico y el mundo real... Bueno, no, no, empiezo mal: seguramente esta distinción no le gustaría nada a Miyazaki. ¿Un mundo fantástico y un mundo real? En absoluto: Miyazaki se dirige sin complejos a un público politeísta que comparte su cosmovisión mítica del universo y por ello no hace ninguna concesión a la racionalidad. Volvamos a empezar: los hombres a veces olvidamos que el mundo no sólo es sagrado, sino que está lleno de dioses, semidioses y seres dotados de poderes extraordinarios. El gran pecado de la humanidad, ya se sabe, es la soberbia y el considerarse dueña del planeta. El agua es el símbolo máximo de la vida: en muchas culturas los ríos, las fuentes o los mares han sido venerados como dioses y la ciencia ficción moderna entronizó en «Solaris» de Lem a un mar como una inteligencia superior. En esta película de Miyazaki el mar también es protagonista: un mar divinizado y animado, donde conviven dioses y hombres resentidos transformados en demiurgos (al estilo del capitán Nemo de Julio Verne, que también se refugia en el fondo submarino y desde allí conspira contra la humanidad). Un mar que los hombres ensucian y desprecian, donde se está preparando una gran venganza que nadie sospecha.

No voy a narrar el argumento porque, como sucede siempre en las películas de Miyazaki, es quizá lo menos importante (con todo, en «Ponyo» narra una historia de corte más sencilla y realista de lo que nos tiene acostumbrados, también más verosímil desde el punto de vista de la psicología de los personajes). Lo que importa es su suntuosa y muy imaginativa iconografía (marca de la casa) con la que ilustra su idea panteísta de la existencia. La concordia y el entendimiento entre los seres fabulosos y los hombres es mayor que en otras obras suyas y la bondad, la amabilidad y la simpatía son los valores que imperan a lo largo de toda la historia.

«Ponyo» es un poderoso acicate para la imaginación y una película entretenidísima. A ningún niño se le debería privar del placer de verla y ningún adulto se arrepentirá de entrar en el cine.
Macarrones
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8 de octubre de 2008
59 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me interesa, pese a que ni explica ni sugiere. Queda todo en un cuento en el que no nos deja saber sus precedentes y en el que no hay más que lo que se ve. Miyazaki crea una historia destinada a un público mucho más infantil que sus predecesoras. “Ponyo en el acantilado” continua formando parte un mundo donde los humanos se topan con seres de una realidad mágica mucho más cercana de lo que creían éstos en un principio.

Ponyo no tiene el gancho de otros personajes, ni Miyazaki habla sobre esas dualidades morales que tanto le gustan y tan bien sabe plasmar. En esta película todo es agradable, y me quejo. Me quejo de no sentir dudas o miedos, intrigas o irritaciones. Eso pasa cuando me tienen mal acostumbrados.
Chagolate con churros
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20 de octubre de 2008
33 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace tiempo, cuando Hayao Miyazaki estrena una película, me invaden sensaciones contradictorias. Por una parte es maravilloso asistir al espectáculo de un genio que año tras año ha conseguido que su nombre sea ya un sinónimo de excelencia. En cambio, dada su ya avanzada edad, es inevitable no pensar en que ésta sea quizás la última ocasión en la que nos deleite con su desbordante imaginación. Sea como fuere, lo que hay que hacer cuando se nos brinda un gozo de tales magnitudes es vaciar nuestra mente, acomodarnos en la butaca y dejarnos transportar a los mágicos mundos trazados por este soberbio maestro.

La palabra clave aquí es “trazar”. En pleno auge de la animación creada por ordenador, Hayao Miyazaki se convierte en una figura romántica que se resiste a abandonar los principios de la vieja escuela. Él afirma que sigue confiando en el poder del pincel frente al de la “electricidad” (nótese que en ningún momento habla de “computadoras”… es auténtico incluso con eso). El resultado salta a la vista: sus películas son un auténtico retorno a nuestra infancia. Y si además el filme está descaradamente dirigido al público infantil, la experiencia es todavía más entrañable. Porque así es ‘Ponyo en el acantilado del mar’, una revisión de ‘La Sirenita’ en la que reinan la bondad y la exquisitez visual.

Curiosa la decisión de adaptar ese clásico de la factoría Disney, sobretodo teniendo en cuenta que jamás ha logrado desembarazarse de las desafortunadas comparaciones que le llegaron a poner al mismo nivel que el mítico animador americano. Porque una cosa hay que tener clara. Y es que en absoluto se le puede considerar como el “Walt Disney nipón”, pues a mi entender él está por encima de su homónimo. Está mucho más avanzado en cuanto a lo que ideología se refiere (dan prueba de ello por ejemplo los constantes y logrados mensajes ecologistas y feministas que se extraen de la mayoría de sus películas), su trazo es mucho más agradecido con los pequeños grandes detalles y domina un sinfín de registros: desde la violencia sin tapujos de ‘La princesa Mononoke’ hasta la más tierna inocencia en la inmejorable ‘Mi vecino Totoro’.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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