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Tabu

Drama. Romance. Aventuras La última película de Murnau antes de su precoz muerte empezó como una colaboración con el famoso documentalista Robert J. Flaherty, aunque por diversos razones acabó dirigiéndola Murnau en solitario. Rodada en Tahití y Bora-Bora, cuenta la historia de unos amantes enfrentados a los ritos y tabúes de las islas del Pacífico Sur. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
29 de junio de 2006
58 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras Nanuk, los posteriores documentales de Flaherty no tuvieron éxito o bien fueron abandonados por discrepancias con las productoras hollywoodienses, que le exigían incluir historias de amor novelescas con las que no podía estar de acuerdo un director-etnólogo como él. Ya alejado de Hollywood, Murnau, quien se había creado su propia productora para no tener que soportar el control de las grandes compañías, le ofreció a Flaherty la realización compartida de Tabú. No tardarían en surgir las discrepancias, pues Murnau, cineasta alemán de origen expresionista (por si alguien no lo sabía aún), estaba más interesado en plasmar sus inquietudes artísticas en un ensayo antropológico con historia romántica. Flaherty abandonó la empresa y el alemán nos brindó, poco antes de morir en un accidente, esta película de ficción preciosa visual y argumentalmente, con un gran ritmo y con uno de los finales más bonitos de la historia.
jastarloa
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29 de mayo de 2008
31 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Murnau, inquieto y versátil, se trasladó desde su Alemania natal a la meca de Hollywood para seguir probando, antes los ojos del arte supremo, que él era uno de los más grandes que jamás ha dado la industria cinematográfica (casi igualando en genialidad a mi insuperable Chaplin).
El último proyecto de su fulgurante carrera dio un giro radical, si bien no en su recurrente temática de las bellas historias de amor. Lo que hizo fue buscar nuevos escenarios. Desde la Norteamérica profunda de "Amanecer", a los exóticos parajes tropicales de las islas de Bora-Bora y Tahití, situadas en el conjunto insular de la Polinesia oceánica. Lugares remotos y de ensueño que en la actualidad constituyen algunos de los más codiciados destinos turísticos.
Muchas de las miles de islas repartidas por Oceanía están habitadas por pueblos polinesios, los cuales permanecieron en un aislamiento casi total hasta la llegada de los colonizadores europeos. Francia se hizo cargo del tutelaje del conjunto al que pertenecen Tahití y Bora-Bora, que desde entonces pasaron a denominarse la Polinesia Francesa.
Murnau y el documentalista Flaherty se desplazaron hacia el corazón de aquellas islas y crearon una película-documental que se puede contar entre las más hermosas de ese género. Filmando las costumbres del pueblo nativo de Bora-Bora, experimentamos la explosión de sensualidad y alegría de vivir entre esos paisajes de ensueño cubiertos de fértil vegetación, suaves arenas blancas y aguas que podemos imaginar de un color esmeralda intenso, entre arrecifes de coral que sirven de hogar a millones de ostras perleras y atolones dispersos.
Las jornadas cotidianas para las gentes de las islas se deslizan entre sus actividades de pesca y recolección y sus alegres diversiones y celebraciones.
Da la impresión de que nada podría perturbar tanto regocijo.
Pero la tormenta se anuncia sobre el cielo claro. Reri, una bella muchacha enamorada de un chico llamado Matahi, ha sido seleccionada por el señor de todas las islas para ser la doncella de los dioses. Para ella supone algo similar a una sentencia de muerte; la doncella de los dioses deberá permanecer virgen y pura durante toda su vida para servir a las divinidades. A partir de ese instante, Reri es tabú. Ningún hombre podrá tocarla. Y quien desafíe la prohibición, será castigado con la muerte.
Reri está anonadada. Ni ella ni Matahi se resignan a separarse. La única salida es la fuga, huir a otras islas en las que impere la ley del hombre blanco y por lo tanto las leyes divinas polinesias no tengan valor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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14 de marzo de 2008
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tabú es la historia de Matahi y de Reri, dos jóvenes enamorados en una isla en la que sus habitantes viven según las tradiciones de centenares de años. Pero un barco viene a su isla, y en este barco está Hitu, que notifica a Reri que debe salir de su hogar para ser la virgen sagrada de la isla. Ella es tabu.
Dos estilos diferentes, pero perfectamente complementados. Sumemos la potencia visual de Robert Flaherty y el aliento poético de Wilhelm W. Murnau, entonces la cosa puede acabar en obra maestra. Antropología y subjetivismo romántico. Y así nace, en 1931, Tabú, uno de los poemas cinematográficos mayores de todos los tiempos. Universal hasta nuestros días.
Tabú es el discurrir de la vida misma en cada plano. No importa que sean islas perdidas por los mundos salvajes, donde todo parece barbarie. Una isla del Pacífico sur, parecida a la de Gauguin o Stevenson. El drama humano, el romance, la tragedia y las diferencias raciales, están ahí.
La inocencia de los indígenas, sus cuerpos, la naturaleza, la luz, la vuelta a un expresionismo de sombras así como la fascinación y el afecto en la mirada del cineasta hacia los polinesios. La demostración del más sublime amor, capaz de rebasar cualquier tipo de obstáculo en su afán por estar juntos, la entrega, el espíritu, la nobleza. Sentimientos que logran llegar al espectador, una historia sencilla. Muy grande. La última escena es impresionante.
Una pareja se casa infringiendo las leyes de su tribu, para ser a partir de entonces perseguidos por una maldición que sólo puede acabar en tragedia. Aunque sea un preciso y maravilloso documental sobre Polinesia y sobre sus habitantes, es también una gran historia de amor. No le hacen falta siquiera diálogos o música de acompañamiento; a veces el cine es lo suficientemente poderoso.
Naran
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16 de abril de 2007
17 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa película que camina en elegantísimo equilibrio sobre un filo: a un lado, la veracidad documental (paisajes exóticos, danzas, bellos indígenas); al otro, la retórica del cine mudo (ojos desorbitados, sonrisas de manual de odontología, mucho gesticuleo, convenciones narrativas inverosímiles)*. En ambos campos hay escenas bellísimas y otras que suenan falsas, avejentadas y, a veces, retóricas: pero la elegancia de la fotografía, la potencia de la historia, su exotismo, el garbo narrativo y la indulgencia con la que vemos estos primeros clásicos del cine compensan cualquier reparo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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16 de septiembre de 2010
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert J. Flaherty, fue un etnógrafo con gran interés por las culturas primitivas, porque veía en ellas grandes y admirables ejemplos de vida. Luchar por su conocimiento preciso y su preservación, fue el propósito de toda su vida. Friedrich W. Murnau, fue un cineasta que amaba el cine por sobre todas las cosas, porque creía que, a través de él, podía apologizar la grandeza del hombre y demostrar la perfecta confluencia que existe entre todas las dimensiones de la existencia.

Nada extraño entonces que, sus talentos y sus ideales, confluyeran en un proyecto que surge tras el desencanto que ambos tienen con los productores de Hollywood. Murnau, tenía en alto aprecio los filmes de Flaherty y, <<TABÚ>>, se inició en la isla Bora-Bora con gran entusiasmo por ambas partes. El guion lo habían escrito juntos, pero, pronto Flaherty comenzó a sentir que él y Murnau miraban en direcciones diferentes. Al etnógrafo americano le interesaba lo puramente documental, y al cineasta alemán le atraía más lo novelesco y lo romántico de la historia entre Matahi y Reri. Observando lo que ocurría en el escenario, donde Murnau dirigía, y Floyd Crosby se ocupaba de la cámara, Flaherty comprendió que no había lugar para él y abandonó el rodaje, pues, además, el director alemán fue quien aportó la mayor parte del presupuesto.

Es un hecho que, en todo documental se hacen abstracciones y se filma aquello que particularmente atrae a cada realizador. En tal sentido, todo documental es subjetivo, pues deja siempre de lado espacios, comportamientos, costumbres… que, a otro realizador cualquiera podrían interesar, originando así una nueva lectura que, sin duda, derivará en sentires e interpretaciones parcial o radicalmente distintos.

En tal sentido, la motivación novelesca de, Murnau, es perfectamente válida porque sustrae, sin trampas, aquellos aspectos que le interesan de la cultura polinesia y la hace confluir con una historia, quizás ficticia, pero que da lugar a su ferviente alegato contra aquellos códigos arcaicos con los que se subyuga a la mujer. ¿O qué otra cosa es someter a una chica enamorada a ser la elegida de unos dioses de piedra o de madera, y negarle de por vida, el derecho a ser acariciada y deseada por un hombre?

Reri, y especialmente Matahi, son magníficos ejemplares de la libertad absoluta que reclama el amor. Por eso, rompen todos los tabúes y buscan desatarse de las ancladas cadenas que quieren impedirles su derecho a ser felices, pues, puedes tomarlo como un hecho incontrovertible: Todos los dioses son falsos cuando el hombre les atribuye un pretendido afán de sacrificios. Dios solo ansía Amor.

<<TABÚ>>, es un filme liberador, y la muerte de, F. W. Murnau (ocurrida el 11 de marzo de 1931 -exactamente 4 meses y 21 días antes de que se estrenara el filme, el 01 de agosto del mismo año-, nada tuvo que ver con un castigo por su rompimiento de tabúes, más bien, diría yo, fue la causa natural de un proceso existencial cumplido a cabalidad, pues sirvió para la consolidación de un arte maravilloso.
Luis Guillermo Cardona
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