La pequeña Lola

Quizá tenía demasiado presente el agradable recuerdo de Tavernier en "Hoy empieza todo", y en consecuencia, las expectativas desmesuradas, pero reconozco que salí del cine profundamente decepcionado, tras asistir a una historia que en ningún momento atrajo mi atención. Uno no sabe si está viendo una comedia, un reportaje de la vida de un país, o una inacabable sucesión de deslabazadas escenas en las que la anécdota y la frivolidad dominan por encima de la emoción y la autenticidad del sentimiento.

Esperaba bastante más de esta cinta, el tema a priori bastante interesante y poco tratado se sintetiza en varias escenas repetidas una y otra vez (el tema de las "donaciones obligadas" por ejemplo se repite hasta el aburrimiento), se establece un absurdo conflicto entre los americanos y el resto (yo creo que entre pudientes y no como pasa siempre) y se introducen continuamente escenas entre parejas más o menos desesperadas por la corrupción con la que se encuentran pero con poca coherencia. Personalmente creo que el tema de la "adopción" de bebes alcanza unos parámetros de implicación más globales y mas accesibles a un cine de tipo documental.

Aquí el señor Tavernier nos plantea el juego de sentimientos que se produce en un matrimonio burgués europeo -es francés, pero valdría cualquier nacionalidad centro europea- cuando optan por la adopción en un país asiático.
Todo lo que os imaginéis -burocracia, ansiedad, angustias varias- ocurren con verosimilitud y rodado con solvencia, y cuasi documentalmente. Ahora bien, no sorprende casi nada, y no se si eso es virtud o defecto. Las interpretaciones son correctas, siendo Gamblin el que más me gustó.
Es fácil ponerse en la piel de los amorosos pre-progenitores y sus anhelos, pero el regustillo de "lo quiero, lo compro porque puedo" no nos abandonará durante toda la película. Todos ganamos, pero decide el dinero.
Nota: 5,70.

Emotivo y realista laberinto en el que se ve envuelto una pareja para realizar el deseo de ser padres que la naturaleza les ha negado.

Punto de partida directo; ya que en segundos nos encontramos en medio de las ajetreadas y estresantes calles de Camboya, de allí ya no nos movemos. Para mí un error, ya que me hubiera gustado un antes y un después en Francia; el país rico, pienso que también hay mucho que contar sobre los problemas, palos en las ruedas y adaptaciones de las adopciones. Es quizás una de los problemas del film; la excesiva reiteración de los hechos que una y otra vez se repiten para que nos demos cuenta del caos de dificultades en la que nos encontramos (Con menos también se entendía). A veces da la sensación de estar viendo una película sobre Camboya y no sobre la adopción. Estos dos hechos hacen que en momentos uno tenga la sensación de película larga; que por otra parte lo es. Al metraje le sobran quince o vente minutos.

Me gusta la pareja y su montaña rusa de sentimientos y sensaciones; que a veces roza la autodestrucción. (Gran trabajo de los dos actores protagonistas) Me gusta la manera en que Tavernier retrata los pensamientos de cada uno de ellos, ejercicio que ya hacía en la gran “Hoy empieza todo” y admiro la forma casi documental en la que se nos cuenta la historia (Sin tapujos, sin miedos…)

Esos puntos son los que hacen que la película se deje ver y sobretodo que uno se interese por un tema tan cercano y debatible hoy en día. Tavernier tiene la gran habilidad de retratar las lagunas y contradicciones de unos sistemas escandalosamente irregulares.
ibg

En uno de los relatos que componen el libro Putas asesinas, de Roberto Bolaño, un turista de buena fe recorre las zonas más peligrosas de una megalópolis. Es tal la miseria, podredumbre y violencia que pueblan sus calles, y contradictoriamente, conviven éstas tan armoniosamente con las ganas de vivir, que el protagonista se ve rápidamente abocado a la fascinación. Pero, cuando en un arrabal descubre un padre capaz de mutilar a su propio hijo para alimentarse, la repulsión hacia sí mismo acabará enfermando al curioso impertinente.
La visión de un turista
En una de estas ciudades, el cinéfilo empedernido que fue Bertrand Tavernier, fija su mirada, últimamente muy preocupada y concienciada socialmente, para abordar el tema de la adopción. Apoyado en un guión escrito por su propia hija, este intelectual de la vieja escuela francesa disecciona la trayectoria vital de una pareja de franceses incapaz de tener hijos. Con cámara al hombro, y rol de guía turístico, el director de Hoy empieza todo consigue establecer una empatía entre el público y sus protagonistas gracias a un seguimiento concienzudo de los engranajes que componen el proceso de adopción. Por el camino, un único lastre, su excesiva duración, causada seguramente por la fascinación que Tavernier sintió durante su estancia en Camboya, pero que resta contundencia y emoción a la odisea de sus compatriotas.
Géraldine quiere ser madre a toda costa, lo que la vuelve irracional. Intensa, deambula entre reacciones muy físicas y un mundo interior turbulento. Pierre observa y se aísla para procurar no empatizar con lo que le rodea, lo que tortura a su mujer. Frente a ellos, un paisaje de orfanatos, intermediarios y funcionarios en el que priman las trabas burocráticas, la desidia y la corrupción.
A diferencia del personaje de Bolaño, los que aquí van en busca de la pequeña Lola no afrontan de cara los dilemas morales que les afectan. Tavernier asume el papel de un reportero diplomático, carga contra las ventajas a la carta que poseen los norteamericanos, pero se esconde de la tensión y los conflictos interiores que provoca el mundo externo. No obstante, la denuncia queda clara: los gobiernos de estos países utilizan las adopciones para lucrarse, convirtiendo a estos niños en meras mercancías.