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Hasta el fin (TV)

Drama Biopic sobre el ex-Presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson, encargado de suceder a Kennedy tras su asesinato. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
4 de junio de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Biopic que abarca un año de la vida del presidente Lyndon B Johnson, desde el asesinato de Kennedy hasta que logra la reelección a la presidencia. Basado en una obra de teatro que protagonizó el mismo Cranston, él es sin duda lo mejor de la película. Cuando está en pantalla se la come, sin él en ella, la película pierde, y mira que aparecen otros personajes históricos, como Edgar Hoover, Luther King etc, pero sin Bryan Cranston en pantalla no es lo mismo. al principio cuesta reconocerlo, aceptarlo en el papel, debido a la capa de maquillaje para darle el aspecto del presidente Johnson.
El retrato de un hombre ambicioso, que encontró la oportunidad de conseguir lo que siempre soñó, la presidencia, pero también es el retrato de una era convulsa y fascinante de la historia de EEUU. Johnson lo apostó todo a un sólo caballo, la aprobación en 1964 del acta de de los Derechos Civiles que aprobaba que los negros tenían los mismos derechos. Aunque se centra en ello, también se menciona, aunque más de pasada, el creciente conflicto de Vietnam.

Puedo que no sea una película fácil de dirigir, con un ritmo lento, y sobretodo porque la presidencia de Johnson no es tan conocida, ahogada por las famas de su predecesor y sucesor, Kennedy y Nixon, pero el retrato que hace Cranston, hace que merezca la pena la película.
Rufus T Firefly
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22 de octubre de 2016
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como en el acápite esa es la forma en que esta pretendida biografía presenta a Lyndon B. Johnson. Más que una obra biográfica es el relato de apenas unos meses en la vida de este genocida. No debe olvidarse que a la muerte de Kennedy con su correspondiente asunción del mando, en Vietnam habían alrededor de 10 mil soldados gringos, 3 años después ya en su segunda presidencia (la primera en que fue elegido) el número se había incrementado a medio millón.

El período de la trama abarca desde que asume luego del magnicidio hasta un año después donde logra su mal llamada reelección (en realidad fue su elección, porque en su primer mandato no fue electo se trató simplemente de un suplente que asumió la titularidad). Y ahí se detalla sus denodados esfuerzos "humanísticos" para acabar de una vez con toda la segregación racial y lograr la imposición de la ley de Derechos Civiles. El delicado equilibrio por el que debe conducirse para no ofender a tirios y troyanos (la extrema derecha republicana, los conservadores republicanos y la supuesta izquierda encabezada por Martin Luther King) y su estrategia para que unos y otros cedan posiciones y así lograr la aprobación de las leyes de igualdad de derechos y de lucha contra la pobreza por él impulsadas ante el Congreso yanqui. Del aumento de la escalada militar en Vietnam, del inicio de los bombardeos con Napalm: nada. Nada de nada. Casi ni se menciona al país oriental.

Pero, una vez más, he aquí una magistral actuación de Bryan Cranston (bastante irreconocible por la prótesis que le aplicaron en el rostro) que es lo más valioso —si no lo único— de este telefilm. Es fascinante ver cómo pasa de la calma a la furia machista (a su pobre mujer la trata como un trapo), y de ésta a la soledad que siente en su entorno por la manija de amigos, asesores y cuanto chanta acomodaticio lo rodean. La podredumbre del poder en su más alta expresión, y también la ingenuidad de una personalidad bondadosa muy poco creíble. Vale la pena verla tan solo para disfrutar de una performance actoral fuera de serie.
Atilio
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3 de agosto de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En plena antesala de unos comicios presidenciales estadounidenses que se antojan como una elección entre Guatemala y Guatepeor (ni la más desenfrenada de las sátiras políticas podría imaginar un escenario en el que un fantoche como Donald Trump fuese un serio candidato a la Casa Blanca), por un lado, y en plena efervescencia del movimiento Black Lives Matter, ante la anacrónica brutalidad policial selectiva en "la tierra de la libertad", por el otro, llega en el momento perfecto la gran apuesta del año de la HBO en el formato del telefilm. La cadena busca repetir el éxito crítico y académico de Game Change (hace cuatro años) y de El recuento (hace ocho), y para ello, nadie mejor que el mismo realizador, Jay Roach, y un envidiable reparto con Bryan Cranston al frente (que ya trabajó a las órdenes del cineasta el año pasado en Trumbo, un reto muy similar), demostrando por enésima vez su versatilidad y riqueza interpretativas en cualquier tipo de registro, probando a su vez Roach, una vez más, su gran valía como director de actores.

Curtido en el drama político, pero también en la comedia (sagas Austin Powers y Los Padres de Ella), el director repite la fórmula de Game Change de la parodia y la hipérbole de baja intensidad, esta vez para retratar tanto a un Lyndon B. Johnson más histriónico de lo esperado (ante la falta de suficientes referentes, pues poco ha explorado el audiovisual la figura del "presidente por accidente", al menos de manera central) como sobre todo al ala más conservadora, racista y retrógrada del Partido Demócrata, la sureña, cuyos integrantes no desentonarían a día de hoy como afines a Trump (lo mismo aplica al siempre inquietante J. Edgar Hoover). Y aquí se encuentra realmente el meollo, pues nuevamente, y de modo igualmente acertado, el 'biopic' se centra en un marco espacio-temporal muy específico, el de la controvertida y ardua aprobación del Acta de Derechos Civiles impulsada por Martin Luther King, estando a la vuelta de la esquina las elecciones en las que Johnson tendría que someterse al veredicto de las urnas y dar la reválida a su primer mandato, fugaz tras el repentino asesinato de Kennedy.

La concreción del marco y el contexto a un lapso breve de la Historia estadounidense, pero crucial para la posteridad y plúmbeo en su naturaleza, permite definir, desarrollar y jerarquizar mejor tanto los conflictos, como los mensajes, como las intenciones de la película, que puede escapar así de la indefinición, morosidad y superficialidad "atrapalotodo" del que adolecen tantos 'biopics' y dramas políticos. También huye, al igual que en Game Change, de discursos heroicos y glorificadores, de ensalzar al personaje histórico de turno en clave mesiánica, pero al mismo tiempo, sus movimientos desmitificadores se quedan en lo muy latente e implícito, lo suficiente para dotar de realismo y pragmatismo al relato sin por ello despojarlo de fluidez e intensidad.

Porque precisamente ahí, en el pragmatismo político, es donde se encuentra la clave semántica de All the Way y donde radica su validez como narración histórica y sociopolítica de un tiempo pasado pero a la vez con un innegable factor de rabiosa actualidad. No llega al nivel de Game Change porque ni Johnson ni King albergan, ni de lejos, el potencial cómico de Sarah Palin y, por ende, su factor espectáculo (tratado sobre el espectáculo que suelen ser las campañas políticas en EE.UU., más bien), pero sí la clava a la hora de mostrar los entresijos de la 'realpolitik', la toma de decisiones con arreglo a la práctica, más allá de idealismos y con la clarividencia de lo prácticamente imposible que resulta contentar a todas las partes contratantes, especialmente en conflictos de tal calado.

En un escenario con frentes tan encontrados, ambas partes tuvieron que ceder, tanto los demócratas más segregacionistas y retrógrados, quienes tuvieron que rendirse a la lógica de los tiempos, como la comunidad negra, rebajando sus pretensiones iniciales de cara a la consecución gradual de metas mayores. El árbitro, la piedra catalizadora de todo esto, fue Lyndon B. Johnson, no por idealismo ni por sentido de Estado, sino por su propio interés de ganar las elecciones y renovar su corto mandato, a riesgo de perder el voto afroamericano, por un lado, y de que medio partido se le amotinase, por el otro. Ese rol de intermediario interesado es, al fin y al cabo y esencia, el meollo semántico de All the Way en particular y de la 'realpolitik' en general.
Skorpio
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18 de septiembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La política es la guerra”, y no hay honor en ella.

Los americanos hacen películas y películas sobre su historia, son reincidentes -en ocasiones, cansinos- sobre acontecimientos concretos de su pasado, encumbrados a eternidad inolvidable y orgullosa, y se siguen viendo las diferentes versiones con éxito de audiencia, aplauso y crítica; los españoles, las contadas ocasiones que echan la vista atrás y remarcan un hecho o se postulan respecto a lo heredado, por nuestra castigada tradición vivida, se les machaca con esa escasa visión y reconocimiento de una tierra que hace válido, con inmerecida consideración, el conocido refrán “en casa del herrero, cuchillo de pala”; algo similar a lo que sucede con las banderas, pues sin postularme a favor de ninguna simbología, la de barras y estrellas mola, ¿la roja y amarilla?, como que no está tan venerada ni publicitada más allá del mundo del fútbol, aquí sagrado, por otra parte.
Una vez más volvemos a Kennedy, no al debatido momento de su impactante asesinato, sino a los hechos políticos que se sucedieron tras su muerte, en un país que se tambaleaba entre la incertidumbre, el miedo, el caos y la inestabilidad gubernamental, de una nación que había perdido repentinamente a su máximo dirigente, una estrella carismática y única que se convirtió en idolatrada leyenda para siempre.
La codiciada Casablanca y los tejemanejes de quienes aspiran a llegar a ella, la preocupación de quien, por eliminación de ficha y sustitución de trámite, le toca presidir el imponente despacho oval; en quién confiar, de quién dudar, quién es el apropiado, quién el rechazado, y mientras el pueblo expectante, atento a las inmediatas decisiones y a los precipitados acontecimientos.
El “presidente por error” se pregunta “si estoy muerto o ¡enterrado vivo¡”, pues sabe la que se le viene encima, once meses de duro trabajo hasta las elecciones, donde poder llevar a cabo sus objetivos sin poner en peligro las próximas elecciones, pues uno no se vende por nada, menos por ideales; rectifico, uno no se vende por nada, que no esté a la altura de lo requerido, menos aún por unos ideales, negociables y moldeables.
Derechos civiles para los negros, su demandada petición de voto en medio de la disputa que decidirá todos los sucesos durante esos tensos y decisivos meses de enfrentamientos, traición, promesas y engaños; un excelente guión, reaccionario, sarcástico, agónico, veraz, potente, dinámico, donde cada palabra y sentencia intercambiada es un torrente de emociones controladas, vertidas con explosión desmedida, dado el acuciante momento que se está viviendo y lo que está en juego.
Soberbio Bryan Cranston, magnético en su interpretación, carismático en su personalidad, sugestivo en su resistencia, combativo en su esencia, exclusivo espíritu que reina a sus anchas ante una cámara que le adora, dada la espléndida manifestación de su personaje; luz y oscuridad se intercambian en menos de un segundo según circunstancias y expectativas, todo delimitado, calculado y medido para exponer esa guerra de mentiras y acuerdos que es la política, una lucha de contrincantes sin moral ni ley excepto la de ganar, que Jay Roach rueda con rigor, entereza y eficacia de oferta.
Completa y perfeccionada, estudiada y cuidada con trabajo y eficiencia en todos sus puntos, un satisfactorio trabajo para la televisión producido por el propio Spierlberg, cuyo resultado es de gran pantalla, donde es la riqueza de la dialéctica compartida la que lidera el resto de cumplidos a designar, que son muchos; larga, transcurre rápido, sin agotamiento de política ni de tiempo, observar las desmadradas, inmorales y astutas negociaciones entre ellos es curioso, apasionante, instructivo, interesante y grato.
“All the way”, todo el camino, entre demócratas, republicanos, negros y blancos, entre soberbia, ambición, demandas e ilusiones por cumplir, violencia física y de palabra por la dignidad, la equidad y la libertad de todos los americanos, sin excluir por color de piel; se vota, se hace campaña, se negocia, se tergiversa, se remienda, todo vale en el amor y la guerra, y esto es una guerra donde se ama y odia, por igual, según convenga.
“No hay mejor sensación en el mundo que la de ganar”, todos la quieren, sólo uno la consigue, el que será el nuevo presidente de los Estados Unidos de América; el resto al banquillo, a esperar.

Lo mejor; conocer las sucias entrañas de los políticos, en una pulcra dirección e interpretación.
Lo peor; las argucias argumentativas de la política no interesan a todos.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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6 de diciembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este telefilm hay que analizarlo desde distintos aspectos, 1.- Biografía política de LBJ, centrada casi únicamente en los aspectos de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles. Un hábil guión de los entresijos de la política americana actualmente ya puestos en escena por múltiples telefilms como "House of Cards" o "The Good Wife", pero sin profundizar en la complejidad del sistema democrático de EEUU.
2.- Una prodigiosa interpretación de Bryan Cranston que despues de verle en decenas de horas en "Breaking Bad", nos sorprende con una composición del personaje con una amplísima gama de registros donde se muestra como un gran actor, creando un personaje complejo que a mi juicio excede al biografiado.
3.- Y esto no es baladí y no creo sean juicios de intención paranoides: Un producto a mayor gloria del partido demócrata y como contribución a la campaña electoral donde una Mrs. Clinton, demócrata, y un Obama comprometido con la imagen y juciio que la historia tendría de él, se enfrentaba a un candidato "zafio" "retrógrado" y "ultraconservador" como Donald Trump, según la imagen codificada por los "media" y el stablishment. En este aspecto parece que el telefilm ha fracasado.
Aunque corresponde a una obra teatral de Broadway de 2014, la "carrera" estaba ya iniciada y tal y como ha dicho el director de la cinta: "Esta historia es tan relevante en 2016 como lo era en 1963, cuando Johnson llegó a la Casa Blanca", "Los problemas raciales y la discriminación una vez más dominan los titulares y el país necesita líderes políticos con el poder de llevar a cabo un cambio significativo", agregó el cineasta.
Más allá de todo esto lo más interesante sigue siendo la composición magistral del personaje creado por B. Cranston.
rocamadur01
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