La gran juerga

Los caminos del humor son infinitos. O casi. Reconozco que el elegido por Louis de Funes a base de gesticulaciones contorsionadas no figura entre los santos de mi devoción pero aún así consigue movilizar mis músculos risorios más allá de la simple y condescendiente sonrisa, lo cual significa mucho especialmente si tenemos en cuenta la soledad del espectador de fondo y platea frente al televisor.

Claro que, estamos hablando de La gran juerga, película de Gerard Oury que detentó, con más de 17 millones de espectadores, el récord de taquilla del cine francés durante muchos años, primer puesto del que no fue desbancada hasta 2008 con el film de Dany Boon "Bienvenidos al Norte" (Bienvenue chez les Ch'tis) y que cuenta con una pareja mítica del cine cómico galo, el tandem Bourbil-Funes, el primero algo más versátil, con incursiones en el polar francés (Le cercle rouge, Jean Pierre Melville - 1970) mientras que Funes ha venido arrastrando con honor su pasado en la gendarmería de Saint Tropez así como su concierto de maletas a la carrera. Gesto y figura hasta la sepultura don Louis.

Pero hay que ser justo, o al menos intentarlo. Y Funes con sus funcionales tics y sus manías (personajes por lo general gruñones) no deja de ser un auténtico profesional que, en su rol de director de orquesta, se permitió el lujazo de dirigir por si mismo La marcha húngara, extraída de La condenación de Fausto, de Héctor Berlioz, para sorpresa de los músicos del Palais Garnier, sede de la Ópera Nacional de París.

Las peripecias de tres aviadores británicos abatidos a cañonazos sobre el cielo de París son el punto de arranque de una comedia interesante sobre la ocupación alemana de la ciudad de la luz y de la totalidad del país vecino. Una comedia que, curiosamente, fue la primera sobre el tema de la segunda guerra mundial que se estrenó en Alemania y que, siguiendo con las curiosidades, cuenta con el hijo de Michelle Morgan, compañera de Oury, en el papel de McIntosh y la participación como guionista de la hija de Oury, Danièle Thompson, quien se convertirá en habitual en los films de su padre.

Si a todo ello le añadimos a Claude Renoir en la fotografía, Georges Auric en la batuta musical, y al británico de pura cepa Terry-Thomas, perfecto complemento de la pareja Bourvil-Funes, tenemos mas de dos horas de actividad para esos músculos faciales de la risa tan dejados de la mano de Dios últimamente.

Ni Bourvil ni Louis de Funès, los cómicos más aclamados en Francia en aquel momento, consiguen hacer de "La gran juerga" una explosión de carcajadas. Tampoco sería de justicia negarle a la película el pan y la sal. Así que, se puede asegurar que "La gran juerga" es entretenida, con algunos buenos gags y un notable y disparatado guión. Destaca, así mismo, una bella fotografía y una, también bellísima, Marie Dubois (enormes y dulces ojos azules).
En definitiva, lo ya comentado. Ni nos tiramos por los suelos de la risa ni nos aburrimos. Eso sí, le sobran minutos. Las pataletas de Louis de Funès no dan 'pa' tanto.

Película que en su momento tuvo un éxito desmedido en Francia, vista ahora ha perdido toda la capacidad de arrancar la sonrisa en el espectador.
Aunque tiene momentos que pueden ser divertidos, la cinta se repite una y otra vez y muchas secuencias están alargadas hasta el infinito.
Ésto hace que sus dos horas de duración parezcan tres y lo que al principio puede moverte a la sonrisa, después de un tiempo no provoca más que un contenido bostezo y eso, tratándose de una comedia es algo imperdonable.

Es una película entretenida, que más de una vez te despierta una carcajada por alguno de los personajes que aparecen en la película, Louis de Funes está genial, dentro de su papel. Quizá sea un poco larga, quedando algo repetitiva en algún momento, pero se puede aguantar perfectamente. Si no se te ocurre otra opción, esta te hará pasar un buen rato.

Louis de Funès junto con Jerry Lewis fueron puntos de referencia en mi infancia cinematográfica de sesión continua en cines de barrio en la década de los 60. Dos grandes histriones únicos en lo suyo. A los dioses Chaplín, Keaton y Lloyd los descubrí en la siguiente década. Dicho lo cual me acerco con condescendencia y un cierto grado de nostalgia al visionado de esta «gran juerga», título español con fines comerciales que sustituye al original «El gran fregado», más acorde con la historia que se nos cuenta. De la película si es que algún día la vi, no tengo ningún recuerdo cosa que sí me pasa con algún otro título de la ingente (más de 140 títulos) filmografía de Funès.

Últimamente ya estamos acostumbrados a que la publicidad de las comedias francesas se apoye en los récords de espectadores que pasaron por taquilla en el país galo. Con 17 millones de espectadores «La gran juerga» mantuvo el récord durante 42 años. Eso, obviamente no significa que sea una gran película, que no lo es y en mi caso, después de 57 años, su humor no me transporta a la juerga, si acaso a una media sonrisa benevolente en algún momento puntual de la fructífera relación que mantuvieron en esta y otras películas Funès y Bourvil.

La producción es costosa y le sobra metraje. Gerard Oury la dirige en familia (su hijo encarna un personaje y su hija Daniele Thompson debutó como guionista) sin atisbo ni intención de dejar un sello personal. Si acaso entretener sin pretensiones. Con 17 millones de personas, solo en Francia, lo consiguió.

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