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El hombre en el castillo (Serie de TV)

Serie de TV. Ciencia ficción. Thriller Serie de TV (2015-2019). 4 temporadas. 40 episodios. Adaptación de la novela homónima de Philip K. Dick "El hombre en el castillo". Las fuerzas del Eje (Alemania y Japón) ganaron la II Guerra Mundial y ahora Estados Unidos está dividida en tres partes. Joe Blake, un luchador de la resistencia, parte de la Nueva York alemana con un misterioso cargamento hacia la zona neutral de Colorado. Por su parte, en la San Francisco japonesa, ... [+]
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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
19 de enero de 2016
109 de 157 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía muchas esperanzas puestas en esta serie, no en vano, una serie con una premisa tan potente como la que plantea The man in the high castle, bien merecía un visionado.

¿Qué me he encontrado? Una serie con una fantástica ambientación pero que en todo lo demás flaquea bastante, fracasando estrepitosamente en casi todos los aspectos, empezando por las interpretaciones, que no son nada del otro mundo. Destacan los villanos, pero ni tan siquiera Rufus Sewell y Joel de la fuente me parecen personajes bien aprovechados. Al contrario, diría que empiezan muy bien pero que acaban perdiendo fuerza y garra fruto de una trama anodina y soporífera que impide que empatices con ellos, les odies o sientas algo alejado de la indiferencia.

Volviendo a la serie, el mayor problema de ésta es que no tiene nada que contar. El punto de partida es potente pero más allá de eso la serie no es más que una historia bastante anodina de espionaje. Olvidaros de ver una distopía potente, olvidaros de esas comparaciones con Black Mirror (¿en serio?) porque TMIYHC es incapaz de generar ninguna respuesta emocional en el espectador. Cuando una serie de estas características no es capaz de que odies a nazis y japoneses por la crueldad de sus acciones o que seas capaz de ponerte en su situación y empatizar con ellos, es que hay algo que está haciendo mal. La serie es demasiado light para lo que uno espera de una ucronía de estas características, y a su vez es una propuesta poco convencional como para convertirse en una serie conocida.

Por si fuera poco, el predecible giro final es tan lamentable, cutre y gratuito que uno no sabe muy bien que esperar de la siguiente temporada. Estaba claro desde hace muchos episodios que algo así iba a suceder, pero un servidor pensaba que le iban a dar un enfoque más serio, no propio de una serie como "Héroes". Más les vale explicarlo como Dios manda en futuras temporadas porque en un minuto han destruído toda la seriedad que pudiera transmitir la serie.

¿Hay algo que se salve de la quema? La magnífica ambientación y la curiosidad por saber qué hay detrás de todo el asunto relativo a las cintas. Es una lástima que no hayan sabido contar una historia más cruda o interesante porque la premisa de la serie y el apartado técnico no podrían ser mejores. Por desgracia el resultado es una serie bastante descafeinada que ha pasado sin pena ni gloria por méritos propios.
leoben
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21 de noviembre de 2015
82 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Franklin D. Roosevelt es asesinado en 1933 tras apenas un año como presidente de los Estados Unidos. Su vicepresidente y sucesor John N. Garner no está a la altura de la situación. La economía americana no mejora y los efectos de la crisis del veintinueve se alargan más de una década. Cuando estalla la II Guerra Mundial, los Estados Unidos mantienen su postura aislacionista y no apoyan ni militar, ni económicamente a Gran Bretaña o Rusia en su lucha contra los nazis. Sus propias Fuerzas Armadas, escasas y mal equipadas debido a la crisis aún persistente, son incapaces de combatir con la Armada Imperial Japonesa en el teatro del Pacífico, siendo la mayor parte de ella destruidas durante el ataque sorpresa a Pearl Harbor. Para el año 1947 los Aliados se han rendido y Alemania y Japón se alzan como los vencedores. Los combates han terminado. Ahora empieza la guerra.

Guerra Fría.

Japón controla toda Asia y el Océano Pacífico es su patio de recreo. Se han constituido los Estados Pacíficos de América (en los que antaño eran Oregón, Washington, Hawái, Alaska y California) un estado títere que sigue las órdenes de Tokio.

Alemania ha anexionado toda la parte europea de la Unión Soviética a su III Reich y el resto de Europa está ocupada por sus tropas o gobernada por fascistas. Los Estados Unidos de América (ahora solo incluye los estados de la costa este y el medio oeste americano) son un estado títere; racialmente purgado; de Alemania.

Los estados de las Montañas Rocosas se mantienen autónomos y son una especie de tierra de nadie entre las dos grandes superpotencias.

Las relaciones entre Alemania y Japón son cordiales pero tensas. Alemania va ganando la carrera armamentista.

Corre el año 1962.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Big Cuban
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9 de marzo de 2016
41 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que una novela con una premisa tan jugosa como 'The Man in the High Castle' ('El hombre en el castillo') todavía no hubiera tenido una adaptación cinematográfica o televisiva era algo difícilmente entendible. Esta obra del gran Philip K. Dick ganó en 1963 el premio Hugo y siempre ha gozado de enorme popularidad y prestigio. Aun así, y tras varias tentativas frustradas, ha tenido que pasar más de medio siglo para poder disfrutar en imágenes de esta apasionante historia. La espera ha merecido la pena.

Ambientada en una “ucronía” o realidad histórica alternativa posterior a una victoria del Eje en la Segunda Guerra Mundial, esta versión libre de la novela nos presenta a unos Estados Unidos que han sido repartidos entre Japón y Alemania, potencias que en plenos años 50 libran su particular Guerra Fría (como ocurrió de hecho con Estados Unidos y la Unión Soviética) en medio de conspiraciones y tejemanejes varios que amenazan con derrumbar el precario equilibrio de poder establecido tras el fin de la contienda.

En este escenario, y para rizar el rizo, unas misteriosas cintas (libros en la novela original) que contienen grabaciones de una realidad alternativa en la que fueron los Aliados los que se impusieron al Eje introducen el elemento de ciencia-ficción y desencadenan una trama espionaje en la que se ven envueltos algunos de los protagonistas, miembros de la resistencia. Paralelamente, hay ciudadanos de la Norteamérica ocupada que apoyan o toleran el discurso de las fuerzas de ocupación, y altos cargos de esas fuerzas de ocupación que deben replantearse sus lealtades cuando la unidad ideológica de sus países comienza a resquebrajarse.

Los dilemas morales que unos y otros deben afrontar al decidir su nivel de adhesión a la causa y su grado de sacrificio personal en aras de un bien mayor, o simplemente al sopesar qué es y qué no es traición constituyen uno de los aspectos más atractivos de la serie. Sobre todo porque esta rehúye cualquier maniqueísmo y convierte a sus personajes (con excepciones) en seres de múltiples aristas en los que no todo es o blanco o negro. El resultado más inquietante es que tenemos a unos nazis pluridimensionales que logran que a menudo nos sorprendamos empatizando con ellos mucho más que con los en teoría héroes de la historia. Gran parte del mérito hay que atribuírselo a los actores que los encarnan (inmensos Joel de la Fuente y Rufus Sewell), quienes inyectan una ambigüedad a sus personajes que debería tener algún reconocimiento en forma de premios en los próximos meses.

Junto a esa profundidad moral, la otra gran baza es el diseño de producción, que con un espectacular despliegue logra crear un mundo distópico en el que Berlín se ha convertido en una urbe colosal y los Estados Unidos aparecen plagados de simbología imperialista japonesa y nazi, edificios emblemáticos transformados o calles llenas de Volkswagen. El efecto es de veras deslumbrante.

Lamentablemente, junto a todas estas virtudes, 'The Man in the High Castle' adolece de ciertas debilidades que lastran el conjunto e impiden que sea la obra redonda que podría ser. La primera de ellas es que, mal que nos pese, lo que decíamos de los “malos” no podemos aplicarlo también a los “buenos”, personajes un pelín pánfilos y planos cuyos conflictos internos no nos importan tanto como deberían y que socavan en parte la complejidad moral que es el motor de 'The Man in the High Castle'. Estos insustanciales partisanos dan penita pero cansan un poco, y aunque me temo que ya venían defectuosos de fábrica, las interpretaciones de Alexa Davalos, Luke Kleintak y Rupert Evans tampoco ayudan demasiado. La primera –a la que curiosamente ya habíamos visto en una película sobre la resistencia anti-nazi, 'Resistencia', junto a Daniel Craig- es muy guapa y atormentada, pero solo conecto con su tormento de manera intermitente, y a los papafritas de sus compañeros directamente entran ganas de inflarlos a hostias para que espabilen. En el caso de Luke Kleintak además le quitaría el cigarrillo que lleva siempre pegado a la boca en plan “fumo porque soy un tío en permanente estado de lucha interior”. Acuéstate.

Otros personajes secundarios (como el vendedor de antigüedades pro-invasores al que de repente le da por sentirse humillado y va a degüello a por los japos) también muestran irrisorias motivaciones de parvulario para sus actos que hacen que nos distanciemos de lo que está sucediendo en la pantalla.

El segundo pero que se le puede poner a la serie tiene que ver con su ritmo, a veces rayano en lo plomizo. Es esta una historia de espías de maneras clásicas, y en este marco la melancólica fotografía en difuminado sepia y el suspense lentamente in crescendo con puntuales subidones de tensión le sientan extraordinariamente bien. Aún así, lo alambicado del guión y el que haya tantos frentes abiertos hacen que tengamos demasiadas historias cocinándose a fuego lento pero con poco tiempo para que nos interesen y agiten. Se echan en falta una mayor agilidad y más escenas que galvanicen una tensión emocional que en ocasiones amenaza con diluirse. El frecuente montaje paralelo o cross-cutting con el que dos tramas se retroalimentan y potencian mutuamente salva en parte este escollo, como lo hacen los cliffhangers con los que acaba cada episodio. Sin embargo, aunque efectivos, estos recursos resultan insuficientes.

(continúo en la sección "crítica con spoiler" por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hitchcock10
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20 de diciembre de 2016
42 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de terminar el visionado de la segunda temporada de esta serie de televisón, y yo no la voy a olvidar, como tampoco creo que ningún apasionado por las historias, los cuentos, las obras de literatura o ficción lo haga. Sinceramente mi opinión es que bien merece la pena visionarla con atención y esmero. No he leido ninguna obra de Phillip K.Dick así que no puedo juzgarla por su antecedente, pero si puedo darle un sobresaliente como producción televisiva. Yo me he entretenido in crescendo con cada uno de los sucesivos capítulos y como suele pasar con las buenas cosas lamentando sobremanera que me acercara al final. Valorar dos temporadas a razón de 10 capítulos por temporada de casi una hora es una tarea ardua y extensa, pero lo que si es fácil es reconocer si la historia, los personajes, el universo recreado te coge, te envuelve y te atrapa irresistiblemente al punto que realmente deseas ir hasta el final, y allí, justamente allí, donde el misterio es desvelado y las musas de la creatividad de tu interior sojuzgan por lo que ha/s pasado involucrándote en ello, uno mismo intuye que el camino ha merecido la pena, que lo has pasado bien, y que una obra de ciencia ficción no ha gastado tu tiempo, lo ha recompensado. No puedo ser mas que favorable con esta serie, verla ha sido una delicia. Saludos.
divertimento67
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21 de agosto de 2020
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy muy amante de las series, de lo prefabricado y repetido. Los automóviles, para mí, son sólo un medio de transporte. La producción industrial es sin duda un gran avance, pero su ingeniería no me llega al corazón. La tecnocracia rara vez nos lleva mar adentro.

‘El hombre en el castillo’ es irregular y entretenida. Toda ucronía puede ser, en principio, fascinante: ¿qué hubiera sucedido si el Eje hubiese ganado a los Aliados? Un mundo cuántico de universos paralelos es una puerta abierta a la aventura.

La dirección es funcional. Música, ángulos, fotografía. La ambientación es convincente, pese a ciertos chirridos CGI. El nivel actoral es discreto, rozando lo mediocre. Tres son los actores que aparecen en la totalidad de los capítulos: Alexa Davalos (Juliana Crain), Joel de la Fuente (Inspector Kido) y Rufus Sewell (John Smith). El desempeño de los dos primeros es, por momentos, deplorable. Alexa Davalos carece de recursos interpretativos (no es, ni de lejos, la mantis religiosa que se presume en el guión) y Joel de la Fuente es una mueca. Sólo Rufus Sewell raya a buena altura, con esa mirada levemente estrábica y la voz sibilante y quebradiza.

Sonroja el abuso del montaje alterno, sobre todo en los finales; y la sobredosis permanente de alcohol y cigarrillos para darle ritmo a las secuencias (pocas veces he visto fumar y beber tan torpemente delante de una cámara). Sorprende, para mal, la desaparición abrupta de algunos personajes, lo que hace sospechar complicaciones de agenda, premura o producción.

Hawthorne Abendsen, el hombre en el castillo, es un McGuffin; carente de peso y de carisma. El auténtico gurú es Nobusuke Tagomi, ministro de comercio, personaje no del todo aprovechado. La primera partida de rebeldes, ásperos y desabridos, entiende, con Sartre, que el terrorismo es la bomba atómica de los pobres; provocan, por ello, un fondo ético de náusea en el espectador. Pero, por desgracia, van siendo sustituidos por versiones mucho más edulcoradas de la Resistencia, hasta desembocar en un penoso Frente Negro Comunista y un ridículo Robin Hood guaperas irlandés (mezcla de Mortadelo y maniquí) llenos de empatía, nobleza y buenos sentimientos. Un planteamiento perfectamente comercial que tranquiliza las conciencias y aplana las neuronas. Lástima, porque en la ambigüedad moral, apuntada en sus inicios, estaba el plato fuerte del menú.

Y llegamos al protagonista verdadero: John Smith. Como Al Swearengen (Ian McShane) en Deadwood, John Smith se adueña de la serie. El nombre no es casual; John Smith podría ser cualquiera. Dice Joseph Ratzinger que “es el individuo quien da sentido al todo y no al revés”. John Smith es, en mi opinión, la médula de 'El hombre en el castillo'. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez cómo sería uno mismo en otras circunstancias? ¿Quién no ha fabulado alguna vez otra existencia? No hablo sólo de una simple dualidad –Dr. Jekyll, Mr. Hyde– sino de la posibilidad de que una decisión, un hecho, una persona… nos cambie de manera decisiva.

John Smith nos sienta, sin la menor compasión, delante del espejo. Sólo por ese incómodo viaje merece la pena el recorrido.
Servadac
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