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De repente, una sorpresa: Yimou habla varios idiomas para conseguir dramatizar desde puntos opuestos. El nuevo lenguaje requiere acción, un vehículo que además de ruedas lleve alas y armas más peligrosas que la pura conspiración. Vamos a secuestrar el avión del presidente (o tal vez fuera el mandatario de turno que sirve tanto para secuestrar como para hundir a un país con sus recortes presupuestarios.

Hablar un nuevo idioma no implica dominarlo, por tanto Yimou parlotea largo rato hasta la extenuación y una vez captado el mensaje te quedas con la sensación de haber dejado de escuchar en algún momento.

Tal vez el basar en hechos reales la película le salvaguarde de críticas que amenacen con potenciar que el final es absurdo para esa trama, porque se defiende por sí mismo cuando recordamos que es tan absurdo como la vida misma. Pero aunque se comprenda este pequeño desliz que tienen a menudo los destinos fatales, la película nos arrastra de todos modos hacia la decepción más trágica al fallar la acción de cualquier historia de secuestros, la tensión de los participantes en el acto terrorista y las pequeñas historias paralelas que ensalzan la trama inicial como un relleno discreto. En algún momento le consigue dar algo de vida a la narración con los recursos de estilo que utiliza, saltándose los informes burocráticos con instantáneas y narración, en un ataque bilateral de costumbres cinematográficas occidentales.

Pero Yimou está en la película, nos lo recuerda Gong Li, aquella muchachita que nunca le fallaba, la pequeña musa en estado acusador que queda desamparada por la falta esos juegos de colores de las mejores fotografías de sus otras películas.

No nos encontramos ante la oveja negra de la familia, simplemente es una película diferente a las otras, una búsqueda del estilo propio, un homenaje a la brutalidad, un recuerdo a un político sin nombre, un encargo, una mañana sin sol... o la realidad, un film con pistolas y malos que incita al sueño vespertino y que se ve en un rato sin mucha complejidad por su parte, todo depende de las exigencias del espectador ese día.

Y para los impacientes...

Jamás pensé que diría esto de una película de Zhang Yimou (codirigida con Yang Fengliang en este caso), pero no voy a buscarle virtudes donde no las tiene por ser suya, así que ahí voy: es una mala película. Hala, ya lo he dicho.

El guión no es del todo malo, la verdad, es normalito, pero está muy mal llevado a la pantalla. Cada dos por tres nos van poniendo fotos una detrás de otra mientras un narrador nos cuenta cosas de escasa importancia, o mejor dicho, de gran importancia pero escasa relevancia. Las escenas "normales" son del montón, y al principio confusas con movimientos de cámara bastante bruscos. Y de las escenas de acción y algunas de las muertes mejor ni hablo.

De verdad que me cuesta creer que Zhang Yimou, con gran cantidad de peliculones buenísimos a sus espaldas, haya sido uno de los dos perpetradores de esto. Decir que esta es su segunda película no me sirve de excusa cuando la primera, Sorgo Rojo, fue bien buena.

A todo esto hay que añadirle una banda sonora digna de un telefilme barato de serie Z.

No obstante, no todo es malo. Tiene dos (y solo dos) cosas buenas. Una es que dura una hora y cuarto, con lo que el suplicio no se prolonga demasiado. La otra es una jovencísima y bellísima Gong Li vestida de enfermera. Desde luego su interpretación dista mucho de las mejores con que nos ha deleitado, pero aun así está mejor que cualquier otro miembro del reparto. De todos modos, su aparición es poco más que anecdótica, con un personaje bastante insulso y estúpido que tiene pocos minutos en pantalla.