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Cautiva

Drama Therese Bourgoine, una voluntaria francesa que participa en una misión humanitaria en la isla de Palawan, un territorio salvaje de junglas y montañas, es secuestrada por el grupo Abu Sayyaf, un movimiento yihadista que preconiza la independencia de un estado fundamentalista islámico que englobaría el oeste de Mindanao y el archipiélago de Sulu. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
5 de agosto de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crónica de un secuestro.
Se narran las andanzas de un grupo de guerrilleros musulmanes filipinos y sus rehenes: mezcla de extranjeros (entre ellos Isabelle Huppert -como desdibujada protagonista- en el papel de trabajadora de ONG ) y nativos. Se pide rescate y son perseguidos ocasionalmente por el ejército, pero prima el desinterés de las autoridades por liberarles.
Historia plana y rigurosa en la que escasea la información y se pone énfasis en los aspectos más físicos: el sudor, la suciedad, los sonidos de la selva, los animales... La mirada se centra en la angustia y el cansancio de este variopinto grupo.
Se apuntan temas en los que no se profundiza: los secuestradores manejan su aparente rigidez religiosa a su gusto (especialmente en lo referente al sexo y la violencia); la ambigüedad de las relaciones (en algunos momentos se diluyen las fronteras entre víctima y victimario); y la intermitente y confusa actitud del gobierno respecto al secuestro (aparecen y desaparecen los soldados sin mayor explicación).
No es maniquea ni simplista pero se queda en la superficie; no desarrolla ni los personajes ni las situaciones ni las ideas, con lo que la historia desfallece irremediablemente y solo se puede disfrutar como relato epidérmico de tono neutral, desapasionado y ecuánime.
Película prosaica y prolija, en la que cuentan más las sensaciones que las reflexiones y en la que sobresale la objetividad de la mirada.
Ferdydurke
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26 de julio de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En todo festival cinematográfico que se precie (como por ejemplo, la Berlinale, escenario donde se presentó en sociedad la película que ahora nos concierne), se impone un criterio de selección (un "filtro", por llamarlo de alguna manera), que, a veces, sucede que para nada se corresponde con lo que vendría a ser una gestión racional de los recursos. Lo paradójico es que en el fondo, todo el mundo espera que la organización eche mano de esta filosofía, para preservar así la condición de templo del cine de autor, o si se prefiere, para quedar bien de cara a la galería, que al fin y al cabo de esto se trata en este mundillo de apariencias. Nos acercamos pues a modos de pensar peligrosamente cercanos a los de ciertos premios literarios de cuyo nombre no me quiero acordar, en los que se acaba adoptando un modo de proceder mucho más propio de una organización caritativa, en vez de una cuyo propósito sea premiar la excelencia artística.

Así, cripticismos a parte, el director de cualquier festival cinematográfico que se precie (como por ejemplo, Dieter Kosslick) debe decidir si apostar por la calidad o por el pedigrí. Debe decidir si una película entra en su certamen por lo que propone, o simplemente por la persona que la firma. Del mismo modo, hay objetos cuyas características no quedan bien definidas ni después de haberlos sometido a un centenar de análisis de lo más exhaustivos. Dependiendo las circunstancias en que se dé dicho estudio, el resultado final varía radicalmente. Uma Thurman, por ejemplo, que una cuarentena de películas después, es guapa o fea en función de cómo la enfoque la cámara. Otro ejemplo, el de un cineasta filipino que en una película consigue que hasta se duerman las ovejas, y en la siguiente cautiva con un poderosísimo retrato de dos ancianas en una conocida ciudad de su país. A veces brilla, y otras no... si se permite la broma fácil.

Hablamos de Brillante Mendoza, uno de los nombres con más reclamo apriorístico de la desangelada 62ª Berlinale, y una de estas vacas sagradas que, sin importar su inspiración, parece que tenga que estar por decreto en todo gran certamen cinematográfico. Antes de empezar la proyección de su última obra, obviamente no se sabía si el Sr. Mendoza nos ofrecería otro plúmbeo 'Kinatay', u otra apasionante 'Lola'... de hecho, ni se sabía a ciencia cierta el título de la película en cuestión. 'Captured' defendían unos, 'Captive' sostenían otros. La organización del certamen se empecinó con la segunda opción, y en España, donde la cinta ha llegado con el título de 'Cautiva', tres cuartos de lo mismo. La verdad es que esta diversidad poco importa, ya que tanto uno como otro nos hablan acertadamente de lo mismo: de la cautividad, provocada en este caso por un grupo terrorista islámico, que decide reivindicar y financiar su causa a costa de los rescates pagados por la libertad de un numeroso grupo de rehenes.

No han pasado ni cinco minutos y el secuestro ya se ha llevado a cabo, en una operación relámpago certera en la que se han capturado civiles de diversas nacionalidades y estratos. A partir de ahí, dos horas por delante de asfixiante y errática sumisión a manos de unos locos armados hasta los dientes. Mendoza juega a ser Paul Greengrass (el concienzudo y obsesivo recreador de traumas colectivos, como en 'United 93' o 'Bloody Sunday'), y el experimento le sale bien... a medias. En otras palabras, en una sola película muestra tanto su faceta 'Kinatay' como 'Lola', alternándolas sin cesar. Atrapa con su enfoque sudoroso e hiperrealista de un conflicto ubicado en un sitio precioso y aterrador (ahora mismo, ¿hay alguien mejor en todo el mundo a la hora de filmar grandes tempestades?), pero no convence, (por falta de capas; por dejadez) a la hora de dibujar a sus personajes, tanto a los de un bando como los del otro.

En medio de tanta locura y confusión, sobresale una cara a estas alturas muy conocida. La empáticamente anémica Isabelle Huppert se erige, como mandan los cánones de las vedettes, en (im)perfecta síntesis de la película: emotiva en los momentos más intensos (hechos a medida; al servicio de la estrella)... y errática (incluso poco creíble; como si, y esto no es ninguna novedad, la cosa no fuera con ella) en la calma, que es donde deberían sentarse los pilares del verdadero drama. Éste realmente existe, pero no siempre se deja notar como debiera. Prácticamente lo mismo que sucede con la brillantez del sol en plena jungla. El abundante follaje hace que ésta se note... a ratos. Suficiente para arrojar luz sobre un producto que no pasa de la interesante crónica exótica. Suficiente también para colarse en cualquier certamen de primer nivel... por mucho que los méritos haya que encontrarlos, sin duda, en otro sitio.
reporter
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26 de agosto de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos separatistas islámicos de una rama de Ál Qaeda secuestran en Filipinas a un grupo de personajes que se ven obligados a seguirles por mar y tierra, por las junglas montañosas de la isla de Mindanao, donde permanecerán con sus captores más de un año mientras huyen de los frecuentes ataques del ejército filipino. Una increíble aventura basada en un hecho acaecido en 2001.

Creo que la película, que ya de entrada digo que es excelente, tiene dos protagonistas principales. El primero es su director, el filipino Brillante María Mendoza que realiza un trabajo increíble en el que realiza una obra del tipo “documental”, cuando evidentemente no lo es, pero que enteramente lo parece. Y él mismo dice que hizo el rodaje de forma lineal, es decir, siguiendo el hilo real de los acontecimientos, empezando con el Hotel en la playa y el secuestro, siguiendo con la travesía por el mar y el asedio del ejército al hospital, hasta los constantes cambios de campamento en las montañas, continuando con los numerosos ataques del ejército y así hasta la liberación de los supervivientes. Y según Brillante, lo hizo así para que los actores sintieran la angustia y la esencia del miedo del secuestro, para que experimentaran al máximo lo que significa un rapto y su prolongado cautiverio, todo ello filmado con una cámara de gran alta definición que le permitió rodar a la perfección sobre todo las escenas en alta mar y las persecuciones en la selva. Y efectivamente, logra plenamente su objetivo. Una cámara nerviosa, que persigue la acción, que te mete en el drama del secuestro e incluso se afina en los más pequeños detalles de la selva (insectos, alimañas y otras muchas imágenes selváticas) para aumentar la sensación de angustia. Pero sobre todo, refleja a los personajes en su drama y en su penoso viaje interior. Por cierto, también sabemos que los actores no se conocían entre sí para conseguir así dar más realismo al rodaje.

El segundo pilar de la película es sin duda Isabelle Huppert, la actriz principal, quien manifiesta haber realizado todo un esfuerzo personal y de preparación para hacer su trabajo y que dota a su personaje de una total credibilidad dentro de esta modalidad documental que el director persigue. Incluso se leyó durante el rodaje el conocido libro de Ingrid Betancourt sobre su secuestro por las FARC en Colombia. Cuando se ven las imágenes, ella parece realmente una secuestrada, uno no se da cuenta que actúa, desde la locura más absoluta a la más inesperada. Ella, pero también el resto de intérpretes, fueron sometidos al frío, el entorno, la lluvia, el calor, los diarios esfuerzos para el rodaje, dando el conjunto coral de actores auténtica veracidad al relato. Como la misma Huppert dice, pretende “crear un territorio tan real como ficticio donde pueda desarrollarse la imaginación y ser capaz de abrirse con facilidad y libertad en un territorio nuevo y desconocido”.

En resolución, si usted quiere saber e incluso experimentar la agonía mental de un secuestro y el inesperado “sino” que de pronto envuelve la vida de personajes que cinco minutos antes vivían la vida tranquilamente, si quiere interiorizarse de esa cruel experiencia de humillaciones, vejaciones y violencia, de pérdida de libertad y lucha por la supervivencia, no se pierda este film de excelencia dirigido por Brillante María Mendoza e interpretado en su papel principal por la genial Isabelle Huppert.
Kikivall
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18 de febrero de 2014
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Mendoza despues de su estupenda "Lola" (Abuela) del 2009 sigue empeñado en poner a su tierra natal Filipinas en el foco internacional. En este caso sintetizando en un secuestro los otros muchos ocurridos en la zona de Mindanao al sur de Filipinas donde grupos locales islamistas, una vez más canalizan la frustración de los pueblos ante la opresión y explotación foranea para en aras de la libertad y la independencia ir degenerando en un modo de vida que se nutre de materia prima humana, donde el terrorismo va de la mano de la corrupción individual y las ansias de poder individuales afloran por encima de los ideales.

Se esfuerza, sin demasiado éxito, Mendoza en transmitirnos a la vez la situación social, diferencias culturales entre unos y otros, el suplicio de los secuestrados y la cara polifacetica de los secuestradores, pero al final es el propio desarrollo del secuestro el que acaba imponiendose con situaciones repetitivas y una interpretación coral que se diluye entre el follaje de las selvas. El tono documental, informativo si se quiere es a la postre la mejor baza en sacrificio de la emoción que podría depararnos un tema como este.
ELZIETE
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2 de abril de 2014
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Me ha parecido una buena película sobre el terrorismo de secuestro de turistas, el guión creo que es más que aceptable y el paisaje muy conseguido. Las interpretaciones me parecen de menos nivel pero igualmente aceptables y las escenas de tiroteos son realistas. La mayor pega creo es la poca profundidad que tiene en los protagonistas y sobretodo en la misma historia e imágenes que deberían de transmitir mayor dramatismo al espectador dada la historia que cuenta.

En general, una buena película con calidad suficiente como para no tener la sensación de haber perdido el tiempo viéndola.
ariakan
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