Thicker Than Water

Thicker than Water, una de las muestras a cuenta gotas que nos recuerda que Islandia, cuando hace cine y cuando no, existe, se sostiene con tan sólo con una idea que puede parecer en los tiempos de hoy algo simple, dados los enrevesados argumentos que pueblan el universo cinematográfico actual. Una idea, que no anécdota, que tiene como protagonistas a una pareja de clase media de aquella isla tan alejada de todo. Que les cambiará la vida y la de su hijo, porque el hijo es la idea y su desarrollo la película. Sólo eso, y a partir de ahí las consecuencias.

Quizá tenga que ser en Islandia donde suceda sólo esto. Una idea es igual a una película.

Y la película ahí aguanta. La película continúa y la idea, sólo esa idea, sigue siendo la misma, la que desencadena y hará girar el drama, el de un padre que de repente se plantea la duda de serlo. Una madre muy interesante desde el punto de vista psicológico, que sin decir demasiado da mucho juego, un hijo ¿perdido?, unas relaciones peligrosamente atractivas. Amantes de reemplazo. El abandono, a veces indeseado. También lloran en aquella isla, aunque no se vean. Ni las lágrimas ni aquélla.