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El halcón maltés

Cine negro. Intriga En el siglo XVI, los Caballeros de la Orden de Malta regalaron a Carlos I de España y V de Alemania la estatuilla de un halcón de oro macizo con incrustaciones de piedras preciosas. Era una muestra de gratitud por ciertas prerrogativas que el monarca les había concedido. Sin embargo, la joya no llegó nunca a manos del Emperador, ya que la galera que la trasportaba fue asaltada por unos piratas. Cuatrocientos años después, el detective ... [+]
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Críticas 99
Críticas ordenadas por utilidad
11 de diciembre de 2007
296 de 475 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me gustan las películas de John Huston, incluída El Halcón Maltés. Sólo zafa El Tesoro de Sierra Madre. Pero bueno, hay algunos directores que son considerados maestros y qué le vamos a hacer los que no opinamos lo mismo.

Hablando de El Halcón Maltés, y expandible a las películas de John Huston, decir que las mismas me parecen muy enrevesadas, imposibles de seguir con cierta lógica por sus enormes cantidad de giros muy tirados de los pelos, exceso de parloteo, guión en forma circular (siempre los giros dan vueltas y vueltas sobre el asunto, la historia no avanza...sólo va dando vuelta en círculos), ritmo muy acelerado, sin ningún diálogo o frase que me cautive. ''Del material que se hacen los sueños''? Por favor! Soy un seguidor del cine negro y ésta definitivamente no entra en la estantería de las mejores obras del género. Tampoco es cierto que el cine negro haya nacido con esta obra, hay muchas obras anteriores a ésta que son las verdades pioneras del género, como The Public Enemy, Scarface, Little Caesar, etc.

Con respecto a las actuaciones Bogart hace de las suyas en ésta, a él no se le puede achacar nada. Pero por favor, quien eligió como femme fatale a esa mujer? No es por pecar de superficial pero en este caso estamos hablando del papel de femme fatale! No es un papel más. Es el papel de femme fatale y la belleza tiene que acompañar también. Ni como actriz zafa esta femme fatale.

No veo en muchas películas (como ocurre en ésta) críticas negativas. Y me parece mal que así sea. Considero que con esto del ''voto a la utilidad'', que en realidad no es la utilidad lo que todos votan, algunos usuarios no crítican negativamente por temor a la ''masacre''. Me parece mal, si uno está en desacuerdo tiene que expresarlo.
Hughes20
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18 de junio de 2006
113 de 150 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realmente grande esta cinta del hasta aquel entonces guionista de Hollywood, John Huston, quien no desaprovechó la oportunidad de dar a conocer sus innegables y apabullantes aptitudes para la dirección.

Fielmente basada en la obra epónima de Dashiell Hammet, optó por narrar esta historia de 1929, llevada ya en dos ocasiones anteriores a la gran pantalla con un sonoro y rotundo fracaso.

El génesis del cine negro comienza en el despacho de la firma de detectives "Sam Spade y Miles Archer Corp", con la visita de una enigmática señora Wonderly (años más tarde Roman Polanski tomaría fiel nota en su obra maestra Chinatown).

Aquí no hay voces en off, como en su posterior Jungla del Asfalto, sólamente el desarrollo de una narración apoyada al pie de la letra en los famosos storyboards puestos de moda por un tal Alfred Hitcthkock, pero sí hay ambientado un mundo de criminales sin escrúpulos, mujeres fatales, finales entreverados, y frases antológicas que imprimen un sello inconfundible, de calidad genuina.

En mi memoria sí que quedarán congeladas los fotogramas épicos de esta cinta inigualable; la señora O’Shaugnessy (maravillosa Mary Astor) fingiendo ser una ingenua víctima del siempre ausente señor Thursby.

El enorme Peter Lorre como Joel Cairo, un tipo de tendencias homoeróticas (levemente encubiertas por Huston, ya que en la trama había ya demasiados homosexuales, y la sociedad en general aún no estaba preparada para este tipo de revelaciones), ambicioso y peligrosamente arrojadizo que se va metiendo de forma gradual en el meollo de la trama.

El capo de los malos, el inmenso Fat Man (papel iniciático de este sorprendente actor británico, Sidney Greenstreet, que además debutó con oscar incluído), 17 años detrás del pájaro dorado revestido de negra cerámica marfileña (el halcón maltés, regalo de los caballeros de La Orden de San Juan al rey de España Carlos I, en reconocimiento por su cesión del territorio de Malta) y su fiel escudero, Wilmer (conmovedora actuación de Elisa Cook Jr), una especie de Lee Harvey Oswald (increíble su parecido real, en un papel similar al de Atraco Perfecto de Kubrick) chivo expiatorio y homosexual (así lo constató Dashiell Hamet en su obra epónima).

Sin olvidarnos tampoco del cinismo misógino de Spade cuando rehuye a la viuda de su socio, y antigua amante, ni de su fiel secretaria Effie.

Todo en esta película rezuma CINE (con mayúsculas por supuesto); y el final; éste sí que es épico y no el de Casablanca: Cuando el policía le pregunta a Spade sobre el halcón maltés, y éste (dicen las crónicas que fue una aportación del propio Bogart al guión adaptado de Huston) parafraseando a Shakaspeare le respone: "...¿éste? este es el material del que están hechos los sueños...".

I N O L V I D A B L E.
burton
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3 de marzo de 2008
80 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1941, mientras media Europa se dedicaba a matar a la otra media y EE.UU. se preparaba para entrar en liza, la maquinaria de Hollywood no se detenía. Era el año de la consagración de John Ford y del histórico primer film de un veinteañero de nombre Orson. Pero ese año se produjo otro debut, eclipsado por el de Welles, que supondría un antes y un después en muchos aspectos, por lo que “hablemos del pájaro negro”.
Tras escribir una cantidad impresionante de guiones en los años 30 y trabajar para directores de la talla de Wyler, Hawks o Walsh, John Huston decidió que ya era hora de lanzarse a dirigir su propia película. Para ello desempolvó una adaptación suya de una novela del mítico Dashiell Hammett, reunió un presupuesto ínfimo y eligió para el papel del cínico y frío detective Sam Spade al último descubrimiento de la Warner: Humprey Bogart. Tras 10 años haciendo papeles secundarios Bogart había conseguido su primer papel protagonista meses antes en “El último refugio”, de la que el propio Huston fue guionista y en la que ambos se conocieron. Se podría decir que fue el principio de una hermosa amistad. “El halcón maltés” sería el primer capítulo de la fructífera colaboración Huston-Bogart, que continuaría con “Across the Pacific”, “El tesoro de Sierra Madre”, “Cayo Largo”, “La reina de África” y “La burla del diablo”. La imponente actuación de Bogart en su segundo film como protagonista marcó para siempre el perfil ideal del detective privado, del antihéroe de la serie negra, y le reafirmó en el panorama hollywoodiense, permitiéndole conseguir un año después el papel de Rick en “Casablanca”.
Con su guión Huston respeta escrupulosamente la novela de Hammett: un relato enrevesado, con giros sorprendentes, cargado de amargura y pesimismo, sacando a la luz la peor cara de la condición humana y girando alrededor de una historia de caballeros y reyes del siglo XVI. El relato está tratado con suma elegancia y supone todo un homenaje al séptimo arte, un ejercicio de estilo y suspense impropios de un director novel. La elección de los secundarios fue otro gran acierto de Huston: Lorre está perfecto en su papel de refinada sanguijuela, Mary Astor (que ganó el Oscar ese mismo año por “La gran mentira”) se mete de forma muy creíble en la piel de una mujer atrapada en un asunto que le viene grande y el orondo Sydney Greenstreet crea un imponente y socarrón Mr.Gutman. Todos ellos aborrecibles y geniales a la vez. Como curiosidad señalar el pequeño cameo del padre de John Huston, el actor Walter Huston, como capitán de La Paloma de Hong Kong.
En aquél lejano 1941 cambió la historia de la humanidad tras el ataque a Pearl Harbor y también en gran parte la historia del cine, gracias films como “El halcón maltés” o “Ciudadano Kane”, que casi 7 décadas después siguen conservando la fuerza y la amargura del primer día, pues cada fotograma “está hecho del material con el que se fraguan los sueños”.
SyckBoy
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15 de diciembre de 2008
47 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabido es que esta es la primera película que dirigió en 1941 el hasta ese momento guionista de la Warner Brothers, John Huston. Con anterioridad la empresa había acometido el proyecto de filmar la novela de Dashiell Hammet en dos ocasiones (1931 y 1936), y creyó ver en el director novel las cualidades para acometer un nuevo proyecto más acorde con la sensibilidad de los tiempos.

En la inmensa mayoría de las enciclopedias del cine se afirma que con ella comienza el llamado “cine negro”, y que, a partir de entonces, la fama personal de Humphrey Bogart subió como la espuma, encarnando ya desde ese momento el estereotipo de hombre duro y seductor que todos le conocemos y que subiría un peldaño más al año siguiente en “Casablanca”, de Michael Curtiz.

Yo creo que, siendo una muy estimable película, todos estos ingredientes han creado en torno a ella una aureola de obra maestra que, en mi opinión, no merece. Porque, aunque sus valores cinematográficos son innegables y el talento de Huston resplandeció en su nuevo oficio de una manera extraordinaria para ser una opera prima, también es cierto que, vista desde nuestra perspectiva actual, la película es discursiva, el guión es bastante confuso, y las imágenes se limitan a filmar una puesta en escena que se basa prácticamente en exclusiva en los diálogos.

Con todo, el conjunto sigue funcionando y merece la pena volver a verla porque contiene hallazgos formales y una impecable factura. Técnicamente nos encontramos ante una obra de inusitada madurez, todos los elementos funcionan a la perfección, y los actores realizan un trabajo soberbio.
Paco Ortega
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31 de agosto de 2009
44 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho me temo que no seré nada original, que voy a sumarme a la mayoría alienada, que voy a irritar o tal vez a espolear y cargar de razones a esa adorable turba de justicieros que andan por ahí armados de mazos y piquetas, en busca de falsos ídolos a derribar, de espejismos cinematográficos que ellos y solo ellos son capaces de distinguir, de sobrevalorados peñazos (la lista es larga: de Hitchcock a Ford, pasando por Wilder, Hawks o Capra) cuya persistencia, 40, 60 u 80 años después de su estreno, en las listas de las mejores pelis de la historia, ofende profundamente a su infalible olfato cinematográfico. Qué suerte la suya, ver la luz que a otros se nos niega, qué candidez: quieren subir el Tourmalet con su triciclo de colores y cuando se atascan en las primeras rampas, le dan cuatro patadas a la montaña y se cagan en la madre que parió el Tour.
En fin, ahora que ya he anticipado que no tengo criterio y que me dejo manipular alegremente, trataré de razonar por qué "El Halcon Maltés" es, a mi juicio, una extraordinaria película.
Lo primero que se me ocurre es que cumple uno de los requisitos esenciales para que una peli se considere un clásico: no pasa el tiempo para ella. La vi ayer y logré seguirla con ojos vírgenes, como en 1983, en un ciclo que TVE dedicó al cine negro (sí, estas cosas antes se hacían, y además en prime-time), recordando alguna frase memorable, pero descubriendo, asimismo, matices que antes se me habían escapado. El secreto de su frescura creo que reside, por un lado, en el desparpajo del debutante Huston al dirigir a su imponente reparto y, por otro lado, en una compleja trama que explora dos facetas, tan eternas como interrelacionadas, de la condición humana: la mentira y la codicia.
Durante la primera parte del metraje, es la mentira la que campa a sus anchas. El guión juega deliberadamente al gato y al ratón con el espectador, que puede, es cierto, sentirse perdido en un mar de engaños: todo el mundo miente. Lo que Huston pretende es, en mi opinión, zarandear la credulidad del espectador, forzarle a dudar de los actos y palabras de todos los personajes, incluido el propio Spade, que es retratado como un ser poliédrico, impredecible, cínico, amoral e incluso miserable.
Con la aparición del famoso pájaro negro se aclaran los motivos que todos los personajes tienen para mentir y qué buscan realmente con ello, y es la codicia la que domina la segunda parte de la película, hasta un final en el que los personajes se arrancan las máscaras y muestran sus verdaderos rostros, velados hasta entonces por sus propias mentiras y fingimientos. Es entonces cuando descubrimos la nobleza y la lealtad ocultas bajo la rudeza de Spade, el auténtico móvil de sus actos, en un final que cierra de modo perfecto el carrusel de engaños con que se abría la película, tan alejado del “happy end” clásico como justo e irrebatible, digno, en su descarnada humanidad, del mismísimo William Shakespeare. Y eso, amigos, son palabras mayores.
Normelvis Bates
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