El kiosco

Curtida en la nostalgia, en la trampa que es la vida, cuando las expectativas no llegan a cumplirse. Las películas argentinas suelen estar muy bien interpretadas. Los actores se zambullen en el papel y componen personajes creíbles porque no temen actuar desde las entrañas, sin que les preocupe quedar bien en cámara; anteponen la efectividad a la presencia, algo que habitualmente no sucede en otras cinematografías.

El Kiosko, es un trabajo de perdedores, de sueños, de pasados presentes y futuros. Partiendo de una historia bien elaborada. Traslada con sinceridad el texto a la pantalla, con un efectivo y correcto resultado.

Pequeña película de tono costumbrista que aporta poco al genero y que deambula entre la comedia y el drama. El guión nos cuenta como un joven hastiado de su trabajo decide dejarlo todo y comprar un kiosco en el barrio de su infancia. Todo va sobre ruedas hasta que el municipio decide construir un túnel casi en la puerta de su negocio por lo que perjudicará notoriamente su comercio, es a partir de este hecho que seremos testigos del derrotero de este personaje desde lo familiar a lo anímico tratando de encontrar una solución a su problema. Dentro de los protagonistas se destaca Pablo Echarri, quien particularmente no me gusta, pero debo reconocer que aquí esta correcto junto a Roly Serrano como el ocurrente amigo que siempre intentará darle una vuelta positiva a sus problemas. Si uno no espera mucho es para ver y quizás olvidar casi al mismo tiempo que termine.

Película que nos remite al cine argentino de la década de los 80, apenas recuperada la democracia, previa a la renovación que se produjo a fines de los años 90.

Comparables a películas como El arreglo 1983 o Plata dulce 1982, muy superiores a El Kiosco, en donde un hombre común ve la oportunidad mejorar su situación, pero los hechos hacen que lo pongan en la disyuntiva de obrar honestamente o dejarse llevar por corrupción imperante en la sociedad.

Lamentablemente la película, más allá de sus buenas intenciones, es fallida.

Actuaciones muy flojas, con situaciones muy forzadas, locaciones escasas y muy pobres, un trabajo de cámara muy limitado hace que por momentos pareciera que estamos viendo una novela de televisión de los años 90.

Para destacar la actuación del gran Mario Alarcón, eterno actor secundario. Da vida a un kiosquero que de ser un personaje querible pasa a ser un sujeto casi siniestro. Lejos, lo mejor de la película.

En el otro extremo está la actriz Georgina Barbarrosa. Totalmente sobreactuada, su forma de actuar exagerada, acorde con comedias vulgares de los 80, totalmente desfasada y poco creíble.

Pablo Echarri esta apenas correcto y el comic relief, que es como llaman los americanos al alivio cómico que brinda algún actor, en este caso Roly Serrano , a mí no me causo ninguna gracia, lo siento.

El kiosco, es una película muy básica, que quizás a cierto sector del público puede llegar a gustar, pero para mí atrasa y mucho.

Lo mejor: Mario Alarcón.

Lo peor: hacer cine hoy como los 80, como si el tiempo no hubiera pasado.

La escena: cuando Alarcón intima a Echarri para que le pague lo que resta de la deuda, excelente como pasa en segundos de la amabilidad a la violencia.

Pensé que podría ser una película menor, por el tema que trataba. Pero me sorprendió el mensaje que deja, sobre todo en estos tiempos de neoliberalismo desenfrenado, donde está primero el beneficio propio y no el bien común.
Los actores estan muy bien. Sobre todo Serrano y Echarri. La película transcurre de menos a más y con un final sorprendente y justo.
Me parece injusto que haya pasado desapercibida en el momento que se estrenó. Sin pena ni gloria. La disfruté mucho y en ningun momento me aburrió. Cine argentino del bueno y con contenido de calidad.
La recomiendo a aquellas personas que les gusten las peliculas que dejan mensaje o una enseñanza gratificante.
No es larga y es muy entretenida. No defrauda.