La aldea del arce (Serie de TV)

Todos los personajes eran animales humanizados. Hablaban, pensaban y actuaban como nosotros. Sus historias guardaban enseñanzas y moralejas. Con ellos aprendíamos valores y conductas.
La aldea del Arce era un pueblecillo lleno de color en el que siempre pasaban cosas y todos querían ser felices. Y hacerlo pasar bien a sus menudos telespectadores.

No fue de mis series preferidas en la infancia, pero se podía ver. Eso sí, muy dulce. ¿Recordáis la canción del Opening escrita por Emilio Aragón?.

Ven a nuestra aldea
a jugar con nosotros
(a jugar con ardillas,
a jugar con los osos).

Ven, que te esperamos
serás nuestra alegría
(jugaremos de noche,
jugaremos de día).

Uooooooooooooooo,
Uooooooooooooooo.

Chamalele, Chamalá
en la aldea quedarás
Chamalele, Chamalá
nuestra aldea es genial.

Somos tus amigos
y saldremos contigo
(a enseñarte los bosques,
a enseñarte los ríos).

Y disfrutaremos
de muchas aventuras
(y también diversiones,
y muchas travesuras).

Uooooooooooooooo,
Uooooooooooooooo.

Chamalele, Chamalá
en la aldea quedarás.

Chamalele, Chamalá
nuestra aldea es genial.

En esa guía imaginaria de lugares que nunca han existido, yo incluiría la Aldea del Arce, posiblemente ubicada al norte de un país desconocido, sin acceso al mar, con un monte de dos picos donde habita un genio y a la que solo puede llegarse tras un largo viaje en coche o en tren. Bienvenidos todos.

El mundo es un lugar mejor gracias a creaciones como esta «Maple Town monogatari», producción japonesa, para que luego digan que el anime es solo violencia y sexo (serán ignorantes...), de 1986. Ante maravillas animadas como esta las palabras se quedan cortas. Yo solo puedo deciros que la veáis. Que viajéis hacia la Aldea del Arce, que conozcáis a Patty, a Mick (¡Mick! ¡Qué grande eres siendo tan pequeño!), a la altiva Diana, al lobo Gretel, a Bobby. Solo puedo deciros que volváis a ser niños con toda vuestra pureza e inocencia, con todas vuestras ganas de vivir y aprender. Solo puedo y debo recomendaros que os adentréis en los bosques de la Aldea, que busquéis fresas entre las matas, que patinéis en el lago helado, que seáis tercos y nobles, que creáis en piratas, en brujas, fantasmas, dioses, y despertéis a lo curiosa, a lo absolutamente curiosa, que es la vida y la existencia. Y que cambiéis una flauta mágica por una caña para pescar estrellas.

Un despliegue animado de calidad extrema que destaca por unos colores pastel y un diseño de personajes fiel a su naturaleza animal que ensalza su salvaje belleza sin restarles un ápice de ternura. Cincuenta y dos capítulos para reír y soñar, para llorar y divertirse a través de emociones reales y valores eternos con guiones cohesionados al detalle que son mini películas de tan trabajados que están y un doblaje excepcional al español que, como ocurre con la canción española «Shamalele Shamala», mejora el original japonés. Por si fuera poco, la historia tiene un principio y un fin en una impactante y nostálgica estructura circular que cierra no solo una serie, sino una etapa de la vida.

Estos dibujos son directamente legendarios.

Digo que lamento y casi me ofende que esta obra del año 1986 tenga una nota tan, tan baja en esta página, un 5,5. Una de las series con los dibujos más hermosos de los que hay constancia, con esos tonos tan cálidos, entre el pastel y la acuarela. A decir verdad, "La aldea del Arce" es una apuesta decidida por la estética: todo lo que sale es precioso, desde los paisajes hasta los personajes, pero también por la bondad. Como botón de muestra sólo hay que echarle un vistazo al opening y sobre todo al ending, en el que podremos disfrutar de unas bellísimas pinturas completamente evocadoras, románticas y nostálgicas, acompañadas por una de las melodías más brillantes de la animación, el "Shamalele Shamala" de Emilio Aragón. Es descubrir estas imágenes y pensar uno "estos dibujos sí querría verlos".

Pero no nos confundamos, "La aldea del Arce" no es sólo un desfile de animalitos humanizados, a cada cual más mono, sino unos dibujos con corazón y con una carga educativa notable. En lo primero, en más de un capitulo he llegado a llorar, gracias a los temas emotivos pero tratados con sencillez, y en lo segundo, la enseñanza moral para los menores abarca todas las situaciones posibles. Aseguro que después de verlos, mayores y niños, salimos siendo mejor personas, aunque reconozco que muchos valores de esta serie casan mal con la filosofía progresista de nuestra época. En cualquier caso, ¿Quién puede resistirse a la dulce conejita Patty, que voz más rica le han puesto, a su tierna hermana mayor, Anne, atención a su momento enfermera, o a la irascible zorrita Diana? Yo por descontando que no.