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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
4 de julio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una oscarizada historia del también director William A. Wellman escrita con Robert Carson, fue el punto de partida para esta súper-romántica, ejemplarizante y conmovedora película que, por sus muchos méritos, se sigue rehaciendo una y otra vez.

¿Y qué es lo que la hace tan significativa? Lo primero es que se ha extraído de la vida real muchas de las cosas que en ella suceden, y es posible encontrar trozos de la existencia de su protagonista, Janet Gaynor (el Oscar que le entregan, es la misma estatuilla que ella recibió cuando ganó el premio a Mejor Actriz en 1927, y durante esta ceremonia, su hermana le hizo un oso semejante al que, en el filme, le hace su marido; también fue Janet muy querida y altamente valorada por el público y los productores, y mucho se apreciaba su facilidad para representar a mujeres sinceras y de gran dulzura).

No es difícil suponer que, el personaje de Norman Maine, tiene mucho de John Barrymore, quien también fuera víctima del alcoholismo, en los rodajes padecía terribles lapsus de memoria, se volvió indisciplinado, y comenzó a padecer un triste ocaso donde hasta le ofrecían roles que recreaban su penosa vida privada. Y a todo esto, el mundo del estrellato queda muy bien visionado en ese proceso de convertir, a un ser humano convencional, en una imagen moldeada desde el nombre, con biografía inventada y figura totalmente acorde a los requerimientos del Estudio.

Y a esto, Wellman nos agrega una preciosa y conmovedora historia de amor, con el actor que, enamorado, ayuda a alcanzar el estrellato a la muchacha que hace su esposa, al tiempo que su propia carrera inicia un incontenible y deplorable declive. El filme desborda calidad humana, sentimientos muy profundos y generosos y resulta muy fácil amar a esos personajes que, en una misma casa, ven entrar el progreso y la decadencia.

El compromiso de la abuela Lettie con su nieta aspirante a actriz; la fidelidad que prodiga el productor Oliver Niles a quien ha sido su más famoso actor; y la amistad que sienten entre sí, Esther Blodgett y Daniel McGuire, son altamente apreciables, y en pleno, el filme emana calidad humana por todos los costados.

“HA NACIDO UNA ESTRELLA” es la suerte de filme que apunta directo al corazón y no tiene dificultad alguna en emocionarnos, en removernos sensaciones muy íntimas, y en hacernos comprender que, no se exagera cuando se dice que el ser humano es la criatura por excelencia.

Como Janet Gaynor, también Fredrich March resulta muy acertado, porque consigue materializar a esa suerte de personaje que tiene tantas cosas buenas, que no nos surge resistencia alguna para perdonarle sus ocasionales faltas. Como en tantos otros filmes, Adolphe Menjou (Niles) vuelve a ser ejemplo del amigo leal; y May Robson es la rígida pero amorosa abuela que nunca se olvida.

Entre otras cosas, tengo que decir que es aquí donde sentí la única falencia del filme, porque creo que hizo falta cuando menos una escena donde Esther-Vicki volviera a la casa paterna junto a su famoso marido, para agradecer a la abuela su incesante apoyo. La aparición de esta al final no alcanza el mismo resultado.

Para terminar, creo que resultó originalísimo ese arranque y ese cierre leyendo las líneas del guión. Jamás lo había visto, y es un justo y merecido homenaje a los guionistas que son quienes le insuflan el primer gran aliento a los personajes y a las historias que vemos en las películas.

Título para Latinoamérica: “NACE UNA ESTRELLA”
Luis Guillermo Cardona
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8
26 de mayo de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan alta de estatura como baja de ideas, Ruth Stoops es una mujer ya crecidita que se encuentra bastante desubicada, y tener sexo promiscuo e inhalar cualquier tipo de sustancia con la que pueda embotar sus sentidos, se ha convertido para ella en la única forma de sobrevivir. Como es de esperarse, esto le origina embarazos no deseados (ya, el Estado, le ha quitado varios hijos) y constantes líos con las autoridades (16 veces ha sido detenida en el último cuatrienio). La última aventura, ha dejado a Ruth de nuevo embarazada, y su última inhalación de gases tóxicos, la ha puesto de patitas en el correccional… pero, “la suerte la acompaña” y una pareja no solo pagará su fianza sino que la llevará a vivir con su familia, comenzando Ruth a convertirse en el conejillo de indias de dos grupos organizados que están enfrentados por contrarios y férreos objetivos. El grupo al que pertenecen los que "adoptaron" a Ruth, Baby Savers, lucha contra el aborto; y el grupo contradictor, Pro-Election, defiende el derecho a abortar en cualquier circunstancia que la mujer lo desee.

Comienza así, una controvertida película que le causaría unos cuantos problemas a su director, Alexander Payne, pues, con sutiles detalles bastante próximos a la realidad –las particulares actitudes de Norman Stoney frente a Ruth y la personalidad de Blaine Gibbons y su joven acompañante, de un lado; y el afán manipulador de Diane Siegler, más la disponibilidad de una alta cifra por parte de Harlan- prácticamente descalifica a ambos grupos, los cuales quedan perfectamente retratados como… bueno, usted será capaz de comprenderlo.

Laura Dern, nos ofrece una estupenda y alocada caracterización de Ruth Stoops, la suerte de mujer que me recuerda al anciano de 115 años que, cuando le preguntaron cuál era el secreto de su longevidad, respondió: “Todavía no lo sé porque estoy en conversaciones con dos laboratorios”. ¿Qué hará, en su caso, Ruth?

Quizás, aquí intervenga Alguien más (mi personaje favorito en cualquier película y en la vida real)… y el juego de las conveniencias podría tener un singular y curioso resultado.

Con un guion escrito por él mismo, en compañía de Jim Taylor, Alexander Payne, revela desde éste, su primer largometraje, que es un hombre agudo; que está profundamente avisado frente a la sociedad en la que vive; y que puede dejar al descubierto a una institución con simples detalles que el común de la gente no suele tomar en cuenta. Desde entonces, su cine nos convoca a vivir despiertos porque, siempre, más allá de las “generosas apariencias”, están bien resguardadas las verdaderas intenciones de aquellos que se hacen con el poder.

<<RUTH, UNA CHICA SORPRENDENTE>>, podría estar hablando de ti o de mí. Bien que valdría la pena darse una miradita autocrítica en el espejo.
Luis Guillermo Cardona
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8
27 de marzo de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es maravilloso contemplar como el amor se entra por cualquier resquicio y se expresa de mil maneras, dando a la vida, en cada ocasión, un sentido maravilloso: La tierra está desierta y reseca, de pronto, le caen unas gotas de lluvia que la remojan y refrescan… y en pocas horas, comienza a brotar una verde y hermosa planta donde nadie (o alguien) la esperaba. Un animal está débil, flacucho y a punto de morir en la estrecha cueva de una montaña… hasta que un cálido rayo de sol penetra gradualmente, lo envuelve y lo reanima. Un niño está abandonado, acongojado y sin aliento, y de repente llega alguien que lo abriga, lo apapacha y le dice frases cariñosas… y el niño renace, sonríe y encuentra de nuevo el sentido de la vida.

Cuando Robert Jordan -el estadounidense que ha ido a España a luchar por la causa republicana durante La Guerra Civil-, conoce a María, la joven víctima de los desafueros que ahora respalda la lucha revolucionaria, sentirá que uno al otro se llenan un vacío que, hasta entonces, nadie podía colmarlo. Los une la soledad, el compromiso, el ideario político, la atracción mutua, el entendimiento en sus necesidades… y súbitamente, un poderoso sentimiento brota de sus corazones, al que María se entrega incondicionalmente y al que Jordan resiste porque siente que su labor no le permite asegurar una vida de pareja. Pero el amor sigue ahí, resuelto y palpitante porque ya tiene lumbre, y es capaz de permanecer ante todas las resistencias.

En plena Guerra Civil Española (1936-1939), el escritor Ernest Hemingway se hallaba instalado en Madrid junto a su tercera pareja “estable”, la escritora Martha Gellhorn. Su simpatía por los republicanos lo llevó a adherirse a la causa de la democracia, y desde entonces, se dedicó a recaudar fondos para los combatientes, les visitaba en los escenarios de guerra para mostrarles su apoyo, y al tiempo que reunía conmovedoras experiencias y algunas espeluznantes historias, las enviaba para su publicación a los principales diarios de los EEUU. Al paso, se fue forjando también una novela dramática sobre el heroísmo y una profunda historia de amor que, en 1940, vería la luz con el título “Por quién doblan las campanas”.

De alguna manera, Hemingway se reflejaba en el comprometido Robert Jordan y Martha Gellhorn -con quien se casaría luego de obtener el divorcio y tras la Guerra Civil-, estaba proyectada en María, la hermosa joven española que terminará amándolo incondicionalmente. Con esta pareja se forja una sensible aventura romántica, mientras se van desgranando encontrados sentimientos entre los miembros del grupo junto al que tratan de sacar avante el propósito de derribar un puente clave.

Con gran belleza visual, un diseño de producción que da al filme la característica fuerte del cine hollywoodense, y una efectiva banda sonora que incluye emotivos temas de overtura e intermedio, el director Sam Wood, ha logrado un filme de gran marca que consigue dejar un grato recuerdo. El guión de Dudley Nichols, es muy mesurado en la construcción de personajes y conserva preciosos diálogos... y aunque, el director, cae en ciertos excesos en su preciosismo (la angelical, Ingrid Bergman, luce siempre maquillada como para un comercial de productos de belleza; algunos filtros son demasiado evidentes…), en definitiva, "POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS nos convence ampliamente, pues deja la sensación de haber estado ante un sensible y comprometido espectáculo.

En las actuaciones, indudable que, Akim Tamiroff, con su ambivalente rol de Pablo pone el punto más fuerte en este drama, y Katina Paxinou (quien se haría merecedora al premio Oscar) le da la medida como la esposa para quien, la causa republicana, es más relevante que la vida de ese marido por quien ha perdido parte de su fe. Otros nombres, como Joseph Calleia o Arturo de Cordova, hacen muy bien lo suyo… y con ese acertado desenlace donde se deja en nuestra mano ejercitarnos como fatum, “POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS” concluye como una historia del más alto interés, donde se reivindica la indeclinable lucha por la libertad. Y así es como debe ser.
Luis Guillermo Cardona
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10
26 de febrero de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que nada le hizo tanto daño a ciertas películas de Alfred Hitchcock como el apelativo con el que lo cargaron: El maestro del suspenso. Desde entonces, cuando Hitchcock apuntaba hacia los senderos del romanticismo o de la comedia en los que se sentía, y era, tan eficaz como en el suspenso, el público y los críticos lo rechazaban diciendo que ese no era su estilo y otras necedades… y entonces, los productores le exigían volver sobre lo que reclamaban los que dejaban el dinero en las taquillas y Hitchcock terminó enterrado con una S en la frente.

“PERO… ¿QUIÉN MATÓ A HARRY?” es una comedia de alto vuelo con una enjundia fascinante; con personajes encantadores; diálogos frescos y picantes; con una ambientación y una fotografía para enmarcar; una eficacísima banda sonora de nada menos que Bernard Herrmann; una edición de precisión absoluta… y con unas actuaciones que dejan profunda huella. Ah! y para quienes ven siempre la S en la frente del director, también tiene su dosis de suspenso.

Como son las cosas: Fue ésta la única película de Alfred Hitchcock que terminó a pérdida en su fructífera etapa que comenzara con “Strangers on a train”, y sin duda, es más redonda que “To catch a thief”, “The wrong man” y alguna otra. Con un nuevo guión de John Michael Hayes, quien ya había puesto la nave en las estrellas con su labor en “La ventana indiscreta” y partiendo de la novela “The trouble with Harry” (1949) del prolífico Jack Trevor Story, el director inglés se desenvuelve como jirafa en la selva, para darnos el más colorido otoño en la ciudad de Vermont, donde, no solo podrán refulgir varias cálidas y estupendas historias de amor, sino que tendremos a uno de esos muertos a quien nadie llora y todo el mundo celebra… esto hasta el punto de que lo entierran y lo desentierran un buen número de veces… quizás para alargar la fiesta.

Edmund Gwenn, el inolvidable intérprete de “Miracle on 34th Street” y “Mister 880”, entre otros celebrados títulos, tiene aquí otra actuación memorable como el Capitán Wiles, el hombre de la lengua filosa (“Los métodos de la policía son ahora más sofisticados, te torturan y te torturan, hasta que uno casi se alegra de ir a la cámara de gas”) que tardará en recordar adonde apuntaron sus tres tiros. Una adorable debutante y futura gran estrella, Shirley MacLaine -a quien Hitchcock vio en una prueba que hizo para Hal Wallis y la eligió enseguida-, pondrá aquí la cuota romántica como la chica infortunada para quien, las relaciones de pareja, no es suerte lo que, precisamente, le han traído. John Forsythe, será el pintor de estilo abstracto, con un corazón más grande que sus pinturas. Y Mildred Natwick (Miss Ivy Gravely) estará a tiempo para enredar el caso y quizás para darse aliento junto a otro solitario corazón. Mención especial para Jerry Mathers (Arnie), el chiquillo de 7 años con problemas de ubicación espacio-temporal, quien, como el hijo de Jennifer Rogers, dará lugar a singulares y deliciosas situaciones.

¿Y cuál es el mensaje de esta loca, divertida y adorable película? Son varios, pero en honor a la brevedad, voy a mencionar uno:
“El amor y el conocimiento que la gente tiene de sí misma, está muchas veces y con potente razón, por encima de las leyes, pues con éstas se juzgan acciones, pero el amor sólo sabe de razones”.

Título para Latinoamérica: “EL TERCER TIRO”
Luis Guillermo Cardona
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6
11 de febrero de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que tenía 8 o 9 años y que, a las 8:00 en punto, me levanté aquella mañana de domingo. Mientras me duchaba, por mi mente pasaban las imágenes del avance que, la semana anterior, había visto sobre la película, <<TARZÁN EN LA SELVA ESCONDIDA>>, que, en este día y con gran entusiasmo, me preparaba para ir a ver. Cuando ya estaba listo para salir, busqué las monedas que día a día guardaba en un tarrito que mantenía sobre mi nochero y mucho me alegré de saber que, esta vez, estaban las cinco que necesitaba para comprar el boleto. La misa, a la que tuve que asistir antes de poder ir a la sala de cine, se me hizo eterna, pero gracias al sonsonete habitual del cura, mis pensamientos volaban y volaban, y mi ánimo se mantuvo en alto.

¡Qué alegría cuando vi por primera vez al Tarzán, Gordon Scott, con ese gran físico, ese porte amable, y sobre todo, esa disposición a defender a los animales que, también para mí (lo aprendí de mi madre) eran sagrados! Y para mi mayor satisfacción, la historia de punta a punta realizaba anhelos como los que, en ocasiones, había soñado: Tarzán nada y los cocodrilos pasan de largo sin pensar siquiera en hacerle daño; domina a los leones que están a punto de atacar a una pareja de gente buena, y hace lo que sea para salvar a un elefante herido.

No menos de una docena de tarzanes, habían ya pasado por las toldas cinematográficas (incluidos los recordados Johnny Weissmuller y Lex Barker) cuando, Sol Lesser, productor, desde 1933, de una larga colección de tarzanes (con, Buster Crabble, Glenn Morris, Weissmuller y Barker), decidió retomar las aventuras del hombre de la selva con un fisicoculturista al que se había encontrado haciendo de salvavidas en una playa. Era éste, un hombre de 28 años, nacido Gordon M. Werschkul, al que enseguida cambió el apellido por el más pronunciable Scott, y con unas pocas clasecitas de actuación, lo puso a representar al que sería uno de los más apreciados tarzanes que, hasta hoy, nos haya dado el cine.

Junto a él, aparece la encantadora, Vera Miles (Jill, la enfermera que se verá en aprietos), quien, además de que con, Gordon Scott, encontraría marido, seguidamente lograría trabajar con directores como: Henry Hathaway, Alfred Hitchcock, Martin Ritt y John Ford; y también tendremos al gran, Rex Ingram, como el cacique; a Peter van Eyck, como el respetable médico; y al malote de tantísimos westerns, Jack Elam, como cazador furtivo dispuesto a traer problemas.

La nueva aventura es un modesto, pero todavía necesario alegato ecologista y de protección de las especies animales, exaltando la labor que Tarzán, y sobre todo la tribu Sukulu, hacen para mantener su territorio como una suerte de reserva donde, innumerables especies, son tratadas como seres sagrados. Como suele ocurrir, el mayor peligro será el hombre blanco que, ávido de pieles, aceites, marfil… no piensa más que en sus mezquinos intereses, sin preocuparse del enorme daño que hace a la naturaleza.

El director, Harold Schuster, ha hecho un filme que logra verse sin dificultad alguna, pero es evidente que atraerá más a aquellos niños que anhelan ver sanas aventuras.

Título para Latinoamérica: TARZÁN EN LA SELVA SECRETA
Luis Guillermo Cardona
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