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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
30 de abril de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se me ocurre imaginar el posible diálogo que pudo tener el director Tony Richardson, con algún representante del gobierno inglés en aras de conseguir autorización para hacer “LA ÚLTIMA CARGA”, sin tropiezos con la censura:
-Sí –comenta Richardson-, se trata de contar en versión menos romántica y ficticia, la famosa Batalla de Balaclava durante la Guerra de Crimea.
-¿Cuándo habla de una versión menos romántica y ficticia -pregunta el representante mirándolo fijamente a los ojos-, se refiere usted a la de nuestro gobierno, a la que reposa en nuestros anales de historia?
-¡No, claro que no! -Exclama el director aclarando la garganta-. Me refiero a la que hizo en Hollywood el director Michael Curtiz… ¿Imagino que la habrá visto usted?
-¡Oh, sí, claro que sí! –Miente el representante- ¿Y entonces, lo que usted quiere es contar la verdad de aquella deplorable batalla en la que los rusos aplastaron a la mejor caballería que saliera de las costas de Inglaterra?
-Sí, así es… -Richardson se queda pensando en lo que acaba de decir y temiendo haber sido improcedente añade-, pero lo que no le he dicho, señor representante, es que vamos a mostrar a este regimiento como el más torpe e incompetente que haya tenido el Reino Unido, y a sus comandantes como unos líderes desobedientes y prepotentes, razones por las cuales los rusos los vencieron.
-O sea –aguza su mirada el representante de Su Majestad- que lo que usted quiere es desacreditar a nuestro insigne ejército.
Richardson aclara de nuevo su garganta y por fin dice:
-¡No, no, desde luego que no, señor! Lo que quiero dejar plasmado es que, si los rusos nos ganaron, no fue enfrentándose contra el mejor de nuestros regimientos, sino contra el más débil e irresponsable. ¿Se da cuenta? Así su triunfo perderá peso e Inglaterra queda bien justificada.
El representante se queda pensando. Da algunos pasos de ida y vuelta por la estancia, se detiene ante Tony Richardson y acariciándose la barbilla murmura:
-Me gusta su idea… ¡Sí –exclama luego-, me gusta la idea!... ¿Y actuará en la película su esposa Vanessa? –Pregunta a punto de retirarse.
-Sí, señor –Responde el director con inevitable turbación.
-Bueno, es una izquierdista, pero ni modo, ¡es una gran actriz!
Richardson desciende las escalinatas de palacio con una sonrisa de oreja a oreja y su esposa lo recibe con un fuerte abrazo.
-¡Lo logramos! –Exclama, y enseguida añade- Pero será entre líneas que tenga que soltar la más plena verdad. Confío en que los espectadores sean lo suficientemente agudos para captarla.

Ahora que, por fin, hemos podido ver esta magnífica película… ¡Que agudeza y mordacidad en los diálogos! ¡Que exquisita composición de imágenes! ¡Que pictórica batalla! ¡Que soberbias actuaciones de Trevor Howard y Harry Andrews! ¡Que impecable Vanessa Redgrave! ¡Que deliciosas animaciones de Richard Williams!... Y en definitiva, ¡que estupenda película la que nos ha dado Tony Richardson!

¡Cómo no enamorarse del arte cinematográfico!

Título para Latinoamérica: LA CARGA DE LA BRIGADA LIGERA
Luis Guillermo Cardona
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8
23 de marzo de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinco hermanas turcas, entre los 12 y 16 años, que han quedado huérfanas, viven ahora con la abuela materna y con un tío de mediana edad. Al salir a vacaciones del colegio, las muchachas son acusadas por una vecina de haberse comportado lascivamente con algunos compañeros mientras se bañaban, y sin dar crédito a sus palabras, las jóvenes son primero castigadas por la abuela y luego encerradas por el tío cual si estuvieran en una jaula. Pero, el espíritu de las chicas anhela levantar vuelo, y pronto comenzarán a ingeniárselas para evadir las restricciones, para lo cual, la misma abuela y la tía Emine colaborarán a su manera.

Así comienza esta sensible historia que da cuenta del alto nivel de subyugación en que se preserva a las mujeres en ciertas culturas y en pleno siglo XXI. Aunque no se hace mención directa, por las características tradicionales que aquí se describen: Mujeres destinadas a casarse en plena adolescencia con lo que se van obligadas a abandonar sus estudios; matrimonios por conveniencia, acordados por los padres sin que medie una relación previa entre la pareja y mucho menos el amor; verificación del sangrado en la noche de bodas como garantía de que la joven sí era vírgen… es indudable que se apunta al pueblo gitano (romaní o zíngaro, como también se les conoce), de los cuales, cerca de 5 millones suelen habitar en la República de Turquía.

Opera prima de la directora turca, Deniz Gamze Ergüven, y con guion escrito por ella en compañía de Alice Winocour, antes que asumir esta historia como un acto de condena contra el atraso y las más rancias tradiciones, “MUSTANG” es, sobre todo, una exaltación del valor de aquellas mujeres que, a todo riesgo, luchan por sus reivindicaciones en los complejos y abusivos entornos donde les ha tocado vivir. En este caso, el título es perfecto, porque Mustang se refiere a los caballos salvajes de norteamerica que se escapan de su cautiverio e intento de domesticación, y se readaptan a vivir libremente en la naturaleza. Entre los esclavos humanos, el término utilizado para estos hechos era cimarrón. Los nativos americanos han tenido siempre a los Mustang en el más alto aprecio y respeto por su fortaleza y su resistencia, y de igual manera, la humanidad evolucionada bendice y valora a toda mujer que lidere la lucha contra cualquier clase de yugo que les haya correspondido.

Acabo de leer una frase de la joven y comprometida actriz, Emma Watson, que me resulta muy atinada: “Si eres mujer y has escuchado en tu cabeza una voz que te dice: ¿Quién eres tú para decir algo?, recuerda que eres un ser humano que puede cambiar el mundo”.

En Sonay, Selma, Ece, Nur y Lale, sus niveles de fortaleza y de resistencia son bastante desiguales, y cada una, pareciera representar los diferentes roles que han jugado (y siguen jugando) las mujeres en la historia. ¿A quién te asemejarás tú? Pareciera querer decirle a cada chica la directora, confiando en que sean, más y más cada día, las que opten por tomar el camino de las más pequeñas.

El filme está lleno de momentos muy gratos donde la aflora la hermandad y la solidaridad en toda su grandeza; y también acudiremos a otros muy fuertes que nos hacen lamentar el penoso atraso humano. Pero, y esto es bien plausible, cada situación es manejada con el más prudente distanciamiento y sin alimentar en nosotros sentimientos indebidos.

Las interpretaciones de las chicas -todas ellas actrices noveles- resultan muy cálidas y verosímiles y uno termina encantado, especialmente con Lale (Günes Nezihe Sensoy), la pequeña vivaracha que toma la rienda de la libertad. Al final, se queda con ese gusto a buen cine, pues, con una estética muy cuidada; con personajes con los que es fácil y placentero empatizar; y con un planteamiento sociológico muy profesionalmente documentado, uno siente que ha estado una vez más, en el fascinante contacto con el Arte Cinematográfico.
Luis Guillermo Cardona
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8
19 de febrero de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la Grecia de hoy no han vuelto a surgir los Sócrates, Platón y Aristoteles de la antigüedad y el solterón estadounidense, Homer Thrace (el nombre da pista de que heredó de su padre la pasión por los griegos), está tan preocupado por saber ¿por qué esta decadencia de Grecia habiendo sido un país feliz?, que ha viajado hasta allí en busca de una respuesta… y cuando conoce a la prostituta Illya, una mujer alegre, de gran corazón y quien sólo se acuesta con los clientes que le gustan, Homer presiente que, “seres como ella son los causantes de la decadencia de Grecia”, y su propósito, desde entonces, será educarla y rescatarla para la cultura.

Jules Dassin, escribe, co-protagoniza y dirige esta regocijante comedia que, además, la protagoniza su esposa, Melina Mercouri, en un rol tan fresco, pícaro y libertador de la conciencia femenina, que la haría acreedora al premio de Mejor Actriz en el Festival de Cannes, sería nominada al Oscar y lo ganaría la Mejor Canción “Ta Paidiá tou Peiraiá” de Manos Hadjidakis interpretada por ella.

La acogida en las taquillas fue enorme, sobre todo entre el público femenino de aquellos años transformadores, cuando el código Hays estadounidense comenzaba a tener un entierro de tercera; cuando la juventud mostraba que ya no creía en la hipocresía de los adultos y alcanzaba su derecho a ser y a autodeterminarse; y cuando los valores morales se subvertían para mostrar que, quienes lucen como inmorales por vestir ligeramente o por romper con las más rancias costumbres, con mayor frecuencia de la que creemos, tienen más altos principios e integridad, generosidad y corazón, que quienes a diario se persignan, se arrodillan y se cubren hasta el pelo.

Melina, con esa desenvoltura de la mujer revolucionaria y progresista que, 17 años después, le merecería un escaño en el parlamento griego, justamente en representación del distrito de Pireo donde transcurre “NUNCA EN DOMINGO”, luce dispuesta a transformar la tragedia griega en finales por siempre felices donde todos terminen yéndose a una playa, y lo que hace y ejemplariza en esta grata historia, es indudable que está hecho para dejar huella. Se sacude aquí a la clase política, a los machistas, a los intelectuales de pacotilla… y bueno, la otra cara de la moneda va a poder verse bien, pero bien expuesta.

En su tercera aparición en sus propias películas (las dos anteriores fueron en “Rififí” y en “Thieves’ Highway”), Jules Dassin (Homer) resulta muy simpático jugando a cazador-cazado o a libertador-libertado, y Giorgos Foundas (Tonio), quizás sea el ser co-predestinado para enseñar aquello que puede realmente, devolver a Grecia -y al mundo entero-, su felicidad.

¡Vale la pena verlo!... y como complemento, los frescos diálogos (“Piensa con claridad, mira con claridad y mantente preparado”, “El mal es carencia de armonía”…); y la deliciosa música de Manos Hadjidakis, nos hará más grata la jornada con sus excelentes temas para cuerdas.

Ocho años después (1968), la propia Melina Mercouri y otros actores del filme, llevarían a Broadway el musical “Illya Darling”, basado en el guion que escribiera Jules Dassin. Quienes abogaban por la liberación femenina, se negaban a olvidar todavía a “NUNCA EN DOMINGO”.
Luis Guillermo Cardona
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9
6 de septiembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las principales razones por las que se hace tan difícil el entendimiento entre la generación que vive su ocaso y la que ahora disfruta su alborada, es que, la primera vive anclada en lo que ya vivió, y sigue creyendo ilusamente que, es lo único que tiene sentido, mientras que, la generación de hoy, desconoce por completo la experiencia de los mayores y cree que, lo de ahora, es lo único que realmente vale. Un perfecto diálogo de sordos (aunque estos se entienden por señas) que lleva a que, al vivir opuestas y sesgadas, nuestras generaciones denieguen por completo la empatía y la trascendental comunicación.

Aunque pertenezco ya, a la generación que presencia con inevitable nostalgia cada puesta de sol, creo firmemente que, la mayor obligación está de nuestra parte, porque tenemos a nuestro favor la experiencia y el conocimiento que ¡para algo tiene que servirnos! Y por esta razón, me resulta muy plausible la actitud del grupo de ancianos académicos que, impulsados por su líder -quien se halla en ese punto de transición de una generación a otra-, consiguen entender que, no son los jóvenes los que tienen que adaptarse a ellos, sino ellos los que tienen que vivir en el presente, porque, el hoy, es lo único que existe.

Comienzan, entonces, por asumir el deber de entender el lenguaje que hablan los jóvenes de ahora… y después, empezarán a darse cuenta de que, saberlo todo en un área específica, no les habilita lo suficiente para estar adaptados y disfrutar de la vida. Como bien se ha dicho: “Hay gente que lo sabe ‘todo’, pero eso es lo único que sabe”.

Con un magnífico y corrosivo guión de Charles Brackett y Billy Wilder, basados en la historia de Wilder y Thomas Monroe “De la A a la Z”, Howard Hawks, consigue una hilarante comedia donde el choque generacional será deliciosamente matizado con encanto y romanticismo, con riesgo y aventura… y con esa necesaria actitud de entendimiento, donde cada quien aporta lo mucho que tiene para dar, y así es como el oxígeno entra en nuestro mundo.

Se reúnen aquí nombres imprescindibles del arte cinematográfico, empezando por Gary Cooper como el caballeroso tontuelo que va a conocer el Amor; Barbara Stanwyck -en el esplendor de su belleza- como la Oscura Nieves que convivirá con los ocho ‘ancianitos’. Y Dana Andrews, el líder del sindicato de gánsteres que aspira a casarse con la cantante de cabaret, para así impedir que pueda ella declarar en su contra. Junto a ellos, un puñado de nombres no recordados por muchos, pero cuyas figuras se recuerdan enseguida, porque han acompañado numerosas y grandes historias: S.Z. Sakall (“Casablanca”, “In the good old summertime”…), Henry Travers (“Mrs. Miniver”, “Qué bello es vivir”…), Allen Jenkins (“Dead end”, “Five came back”…) y otros notables que dan piso firme a esta refrescante y progresista comedia, donde se hace lo que, muchos ¡ya deberían estar haciendo!

¿Y por qué será que la han titulado “BOLA DE FUEGO”? Véanla… y es muy probable que encuentren la respuesta.
Luis Guillermo Cardona
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10
28 de junio de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el ser humano aspira -acción que es voluntaria e involuntaria-, está inhalando el aire que lo conecta con el universo y lo preserva vivo. Es oxígeno que se comparte con la humanidad entera y que produce bienestar a todos los seres vivos. En el sentido de desear, pretender o proponerse una meta, aspirar es buscar el bien, pretender cosas positivas o proponerse alcanzar ideales que nos conserven Vivos y nos conecten con la plenitud del universo. La aspiración contiene beneficio, amor y espiritualidad, y en tal dirección es plenamente positiva para el ser humano.

La ambición, por su parte, es un impulso excesivo, pasional e incontenible, que nos induce a conseguir lo que deseamos o anhelamos hasta el punto en que, fácilmente podemos perder el rumbo y caer en actitudes perjudiciales para otros y/o para nosotros mismos. La ambición transgrede las normas, echa zancadilla y hace trampas si lo considera necesario, y no tiene escrúpulos para pisotear a cualquier persona que se convierta en un obstáculo… ¡aunque pueda tratarse de seres queridos!

La aspiración suele verse, más frecuentemente, en el arte, la agri-cultura y las ciencias sociales… y la ambición habita, cotidianamente, en la política, la economía y el deporte.

Cuando la grandiosa escritora Lillian Hellman, decidió involucrarse con la familia Hubbard -que ‘algo’ tenía que ver con la familia de su madre-, pensó desde el principio en una trilogía, pero surgió primero “Little foxes” (1939) la historia que nos habla de Regina ya casada con Horace Giddens y peleando ahora con sus hermanos por la herencia que les legara su padre. Llegado el año 1946, la Hellman se animó, por fin, a continuar la historia, pero el resultado, “Another part of the forest”, fue una precuela en la que, Marcus Hubbard, el patriarca de la familia, sufre del más profundo y reservado resentimiento por parte de su esposa Lavinia, porque amasó fortuna explotando al pueblo durante la guerra, vendiéndole sal a precios de usura… y por otra ‘cosilla’, de la que vamos a saber cuando avance la dramática historia. Entre tanto, los hijos: Regina, Benjamin y Oscar, sólo quieren salirse con la suya, pero sus aspiraciones traicionan los intereses del padre y de la madre… y así, un fuerte drama quedará servido de aquí en adelante.

Fue, Lillian Hellman, quien, al no hallar a un director que la dejara complacida -y que además se animara con el tema tratado-, tomó la rienda de la temporada en Broadway… y 182 representaciones, más dos premios Tony (Mejor actriz y Mejor vestuario) aseguraron el éxito de su obra. Nació, aquí, esa gran estrella que fuera Patricia Neal y Hellman aseguró el noveno de diez títulos exitosos.

De nuevo, la escritora estadounidense, nos muestra el sombrío tinte de las ambiciones, logrando personajes de gran fuerza pasional, mientras tejen un destino que no deja nada, absolutamente nada, que envidiar. Severo alegato contra el capitalismo sin entrañas, donde el yo, yo y siempre yo, es la mezquina razón de ser de casi todas las pretensiones. Avaricia, codicia, impudicia… y otros impulsos de las mismas tonalidades, van aflorando entre una familia que se parece bastante a muchas que, usted y yo conocemos, y que todos los días empantanan la existencia con su incapacidad de ver.

El gran cine nos pone, una vez más, ante el espejo, y el director, Michael Gordon, se mantiene a la altura de lo realizado previamente por William Wyler, logrando poderosas actuaciones de Fredrich March, Dan Duryea, Ann Blyth, Florence Eldridge y el resto del reparto, con diálogos contundentes, una puesta en escena de eficacia absoluta y una estupenda recreación de metáforas (con el salero, con la estatuilla de Aristóteles, con las botas que cuelgan en la tienda de la familia…) que nos darán mucho que pensar.

Este, también arrinconado filme para eludir mirarse en el espejo, se merece un lugar entre las obras maestras del cine.

Título para Latinoamérica: “ESTIRPE MALDITA”
Luis Guillermo Cardona
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