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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.332
Críticas ordenadas por utilidad
6
17 de mayo de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El término, parásito, se deriva de para=relacionado con y sitos=comida, y se utiliza para definir a la bacteria, planta, animal… o persona que vive a expensas de otra. Las personas parásitas son seres sin autonomía, sin autoconocimiento, y emocionalmente son tan débiles que, un día, sienten que no pueden vivir sin ese otro ser a quien se acostumbraron tanto. Entonces, amenazan con morirse para forzar su compañía... y muchos hasta son capaces de terminar con su vida porque, definitivamente, sienten que, el otro lo es todo para ellos.

Abundan las canciones y los poemas ¡de éxito! que estimulan el parasitismo: “La mentira nos ha unido / y la aceptamos los dos / cualquier cosa es importante / antes que decirse adiós…”; “Por ti, por ti / soy capaz de cualquier cosa / pero no me dejes sola / hoy te quiero junto a mí…”; “Que me vuelvo loco por ti / que sin ti no puedo vivir / que mi vida es como un desierto / cuando no estás…”.

<<CUMBRES BORRASCOSAS>>, la novela de Emily Brontë y la película de William Wyler -guion de Ben Hecht y Charles MacArthur-, son preclaros ejemplos del amor parásito. Su fluidez narrativa y su eficiente uso de elementos dramáticos capaces de despertar pasión y lágrimas, les han merecido la más alta acogida, pero, a la luz de lo que deben ser las relaciones afectivas sólidas y maduras, y con respecto a lo que, en realidad, es el AMOR, tengo que decir que, tanto el libro como la película –y aquí caben los remakes de Buñuel, Fuest y otros-, sólo sirven como recreación de una época que debería ya haber sido trascendida, pero que, penosamente, se preserva mediante el inconsciente y repetitivo aporte de los “artistas” de moda. Las canciones que citamos, y muchas otras de las que hoy se cantan con tanto empeño, encajarían perfectamente como fondo de cualquier escena -previctoriana- entre Heathcliff y Cathy… y la cursilería y el parasitismo afectivo, siguen su cauce, fomentando agresiones, depresiones y suicidios, por simple falta de análisis y buen juicio.

Lo más ridículo y amañado de estas semblanzas del amor a la victoriana, son esos finales felices donde todo lo ocurrido ¡recibe la aprobación del universo!... y dos seres profundamente débiles y dependientes, dizque quedan ¡unidos en un sendero de gloria!… tras haber desistido de la vida en una forma que, el universo, desaprueba rotundamente. Enseguida, algún adulador mercenario o de corta vista, escribe: “Uno de los diez mejores filmes del mundo”, y el eco manipulable, repite: ”¡Sí!,¡Sí!,¡Sí!”... pero, pide sustentaciones y sólo recibirás adjetivos.

Para acceder a la luz y a la verdad, es necesario darse cuenta, y todo lo que se requiere es mente abierta, conocimiento vivencial y reflexión concienzuda.
Luis Guillermo Cardona
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8
19 de marzo de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay nada que más desee, un ser humano cualquiera, que ser el dueño de su propia vida. Por más inconsciente que parezca tenerlo, cualquier motivo lo despertará algún día, y a ese deseo se aferrará entonces porque, algo muy dentro, le estará diciendo que es ese el camino expedito para poder ser feliz. Ninguna otra cosa es tan significativa para fortalecer el carácter, que asumir el compromiso de responsabilizarse de uno mismo. Autodeterminarse, valorarse y proyectarse cada día hacia el mejor ser, hace que seamos humanos Vivos, reales y necesarios al ejercicio de la existencia. Así nos necesita la humanidad y para eso nos hizo el universo.

El mismo equipo que antes hiciera esa imprescindible comedia titulada “La costilla de Adán”, en la que se abogaba por la equidad de géneros, nos trae ahora un refrescante alegato contra la dominación humana y bien que se cuida de dejar en claro que esto sucede tanto entre los hombres como con nuestras queridas mujeres. El juego se da en el mundo del deporte y la dama inconscientemente subyugada es nada menos que nuestra valiente Katharine Hepburn, quien hace aquí una cuasi-versión femenina del célebre Jim Thorpe, pues es hábil para el golf, el tenis, el baloncesto, el boxeo…

Decidida a responder por su vida, Patricia Pemberton, regresa en busca del empresario deportivo Mike Conovan, para que la guíe en las competencias deportivas. Con él, y teniendo como espejo al boxeador Davie Hucko, un hombre manipulable a quien Conovan maneja con los dedos, Pat comienza a reflexionar sobre su vida, y pronto cada uno afectará a los demás, al punto que la verdadera esencia queda en camino de salir a flote.

El filme resulta divertido y ejemplarizante, y después de que termina la, un tanto monótona competencia golfista, toma un rumbo romántico y de autodescubrimiento que el director, George Cukor, conduce con un refinamiento que se entremezcla con punzantes toques de parodia y sirviéndose con gracia de los eficaces diálogos de la pareja Gordon-Kanin.

Como ya es costumbre, Hepburn & Tracy derrochan talento, soltura y encanto, y dejan muy en claro que la historia fue escrita para ellos, pues, nadie en Hollywood se acomodaba con tanta propiedad -privada y cinematográficamente- a la lucha por el emparejamiento a todo nivel del hombre y la mujer, como ellos supieron hacerlo.

Así es el cine que me gusta: Divertido y dándome motivos para cambiar un poco. ¡Qué bueno que mucha gente se animase a dar a conocer a las jóvenes de hoy esa ejemplar experiencia que nos brinda Katharine Hepburn!
Luis Guillermo Cardona
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3
13 de enero de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la gran polaridad de la existencia, la noche y el día, son un símbolo perfecto para asemejar la esencia humana. El hombre tiene un lado de luz y otro de oscuridad (virtudes y falencias, o mejor, cualidades y oportunidades de mejoramiento). Esta sombra –siempre a la espera de que la colmemos de luz- es la que nos retiene en el planeta tierra viviendo la experiencia humana que nos abrirá, o cerrará temporalmente, el regreso definitivo a nuestra verdadera esencia.

Pero, en ocasiones, el cine se olvida de que, la noche y el día (aunque se use en el título), hacen parte de la integralidad de todos los seres con aliento y, sin recato alguno, le hace el juego a la exaltación sesgada de ciertos personajes que sobresalieron en el arte, la ciencia, la política… y ésto significa reflejar media verdad porque, dejando de lado su polo oscuro, se afana por rescatar –casi siempre mejorándolo- su lado amable, ejemplarizante y creativo. Por supuesto, se incluirán fracasos, pero quedará sentada la manera en que salieron adelante sin perder un ápice de su dignidad; se dramatizará cuando menos una desgracia por la que pasaron, pero se nos hará ver que lograron trascenderla con una gran altura... y claro, se modificarán algunos hechos para hacerlos más interesantes de lo que en realidad fueron; y se le pondrá color y encanto a lo que, probablemente, fue mucho más simple cuando sucedió.

Esto, siento yo, es objetable en la medida que idealiza, y “santifica”, a un ser que, no por tener un valioso talento, fue menos humano que el resto de sus congéneres. Por lo demás, tales retoques uno los validaría si con eso se lograra recrear a un personaje más interesante y significativo, pero, en el filme que nos ocupa, ni siquiera se logró este cometido, no obstante que una decena de escritores manosearon el argumento.

Y, en detrimento del rodaje, el protagonista, Cary Grant, se entrometió cuanto pudo para que el guion se modificara a su antojo; hubo serios desacuerdos con, Cole Porter, el compositor, y con el cinematografista, Ernest Haller; y todo se le complicó a tal punto al director, Michael Curtiz que, por única vez en su brillante carrera, tiró la toalla y las escenas que faltaba dirigir con Grant, le fueron encomendadas al desconocido, James Leicester. De ahí que se note fácilmente que, el preciosismo visual con el que arranca, <<NOCHE Y DÍA>>, de pronto se esfuma para dar paso a un fuerte desgano donde, el personaje central, ni mueve ni conmueve y, en general, la historia resulta tan plana y sin sorpresas, que entendemos a Porter cuando, al salir de la premier, exclamó: “Si pude sobrevivir a esto, puedo sobrevivir a cualquier cosa”.

Pero, ¡cómo es la vida! Ni siquiera sus vulgares coreografías... ni su exceso de canciones de poca monta... ni el puñado de clisés del comúnmente fatigoso género musical... lograron ahuyentar a un público que desembolsó la bicoca de ¡tres millones de dólares! en las taquillas… y estábamos en 1946.

Es una ley comercial: Hazlo de la manera más burda y tendrás altas probabilidades de triunfar.
Luis Guillermo Cardona
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10
19 de marzo de 2009
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la vida de un hombre suelen haber algunas mujeres con quienes comparte palabras y piel, pero, no se va más allá porque, el gen de la conquista, pronto se siente satisfecho. Recuerdo, ahora, a una linda chica que un día me dijo con aire desencantado: “Siento, Guille, que no te interesa otra cosa que mi cuerpo”. Le respondí algo así: “Cariño, como tú sólo piensas en tu cuerpo, no me has permitido ver más allá”.

Muchas mujeres, quizás demasiadas, creen que con cuidar su figura y mostrarse llamativas, alcanzarán la felicidad anhelada, pero no comprenden que, cada quien atrae según sea aquello que promueva. Quien se siente hecho sólo de materia, materia solamente atrae. Quien concede valor al intelecto y a la fuerza del espíritu, atraerá trascendencia, y los seres que lleguen a su vida, habrán de aflorar, para ella, sus más ricos potenciales.

Por razones como éstas es que, algunos hombres, tras experimentar aquí y allá fascinados con las mujeres, llegan a su mediana edad sin haber encontrado a una con la que estén dispuestos a forjar un verdadero proyecto de vida... y esperarán lo que sea necesario hasta encontrar a aquella que, sintiéndose como un tesoro, jamás admitirá ser un pasatiempo para nadie y exigirá, de un hombre, transparencia y plenitud en su entrega, porque, lo que un hombre lúcido y experimentado realmente anhela, es ternura, auto-respeto, integridad en el ser, y carácter, ¡mucho carácter!

Frank Flannagan, es un hombre apuesto que ha recorrido un largo camino en busca del amor. Tiene dinero, es famoso, pues, aparece frecuentemente en periódicos y revistas, y con cada mujer que entra en su vida, disfruta creando un ambiente romántico. Cuando llega a París, su lugar favorito es la suite 14 del hotel Ritz y hasta allí hace llegar a un cuarteto de zíngaros para que toquen en su presencia sus canciones favoritas, entre las cuales sobresale la célebre, “Fascinación”. Con ellos, además, tendremos momentos encantadores.

Un día, cuando la hija del brillante y simpático detective privado, Claude Chavasse, busca salvarlo de un marido celoso, Flannagan termina prendado de la flacucha, pero fascinante joven, y Ariane tampoco es indiferente al atractivo del maduro galán. Entonces, se inicia entre ellos un inolvidable romance en el que, Ariane, hará uso de una personalidad arrobadora a la que resulta imposible resistirse. Estudiante de violoncelo, la chica da prueba de que posee la fuerza interior que Flannagan anhela... y pronto las cosas toman un rumbo donde se experimenta, con lujos, la dignidad y el carácter.

Audrey Hepburn y Gary Cooper, emanan, por enésima vez, un carisma y un talento que hace del cine con ellos una experiencia inolvidable. Muchas situaciones de este filme que escribiera el director, Billy Wilder, junto a I.A.L. Diamond, basados en la novela de Claude Anet, resultan impecables, y la escena final es sencillamente maravillosa, nos despierta una emocionalidad imposible de expresar con meras palabras.

¡Cuánto te admiramos, Billy Wilder!

Título para Latinoamérica: <<AMOR EN LA TARDE>>
Luis Guillermo Cardona
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10
30 de diciembre de 2016
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Lo hemos convenido: Boxearás contra ese chico durante 15 asaltos. Nadie se hará daño, nadie quedará K.O. Tú perderás por puntos, ganarás un buen dinero y en paz. Ya sabes en qué consisten las apuestas: Pura cuestión de números. Una simple operación de suma y resta… y el resto es palabrería”.

Estas palabras, con las que el empresario Roberts, compromete al boxeador Charley Davis, se asemejan muchísimo a las que se han utilizado a todo lo largo de la historia del boxeo. Pero, lo que vamos a ver en “CUERPO Y ALMA”, además de la necesaria denuncia de un “deporte” en el que, a costa de la dignidad, la integridad, y algunas veces, de la vida de sus pupilos, ‘los verdaderos triunfadores’, han sido comúnmente los empresarios, es sobre todo, esa suerte de relaciones interpersonales que los boxeadores sostienen con sus familias, sus parejas y amigos, donde como en este caso, profundos valores, la indeclinable integridad de algunos personajes y una plausible fidelidad a la amistad, van a dejarnos un grato sentir en el alma, y la inamisible sensación de que se puede seguir confiando en la especie humana, porque, los que actúan contra toda moral, son tan sólo los instrumentos que dan ocasión al ejercicio del bien, de la resistencia y el perdón.

Cuando expiró su contrato con la Warner Bros., ese gran actor y mejor persona que fuera John Garfield, logró unirse con los productores, David Loew y Charles Einfeld, y juntos fundaron The Enterprise Studios, una empresa con la que Garfield buscaba tener un mayor control sobre sus proyectos, al tiempo que le daba ocasión de apoyar a valiosos talentos como André de Toth, Robert Rossen, Abraham Polonsky y otros, cuyo profundo sentido humanístico a veces encontraba tropiezos en la gran industria.

Robert Aldrich, director que comenzó en Enterprise Studios como asistente de Rossen, se admiraba de la camaradería con la que allí se trabajaba y de los equitativos salarios que se pagaban a todo el personal. “Las relaciones personales entre los empleados y los directivos eran extraordinarias y ellos pagaban al top del dólar a todos sus técnicos. Fue una organización inigualable”. (1)

A un costo de 2.2 millones de dólares, “CUERPO Y ALMA”, fue el primer gran éxito de The Enterprise Studios y, John Garfield, se abonó otro de los inmortales títulos de su carrera, interpretando a un boxeador que tendrá que enfrentarse a las más atrayentes tentaciones que nos ofrece la vida: el dinero, el éxito y la seducción sexual. ¿Logrará trascenderlas? ¿Saldrá airoso de todo esto? O, como tantos, ¿Se hundirá irremisiblemente en la ambición, la indignidad y la desgracia?

“CUERPO Y ALMA”, es un filme brillante por donde se mire: La fotografía de James Wong Howe es arte puro; cada set logra complementar a la perfección un estado del alma; la edición se cuida de que cada imagen tenga un valor merecido en la narración… y sus protagonistas viven cada personaje como si fuera propio. Lilli Palmer, es una ejemplar Peg, la suerte de mujer que anhelaría cualquier hombre sensato. Lloyd Goff, logra un efectivo Roberts, el particular empresario calculador y frío, para quien el dinero lo es todo. Anne Revere como Anna Davis, da plena vida a una de esas madres cuya integridad es su más loable riqueza… Y Canada Lee, nos conmoverá hasta el llanto con ese Ben Chaplin que cargará con las mayores afrentas que puede sufrir un ser humano: el ultraje a su cuerpo y a su dignidad.

Varios futuros directores tuvieron también un lugar en esta magnífica película: El ya citado Robert Aldrich (Asistente de director), Joseph Pevney (quien representó a Shorty, el manager y gran amigo de Davis), Robert Parrish (Editor), Nathan Juran (Dirección de arte), Francis D. Lyon (Supervisor de edición)… y Abraham Polonsky, cuyo guion dejó tan satisfecho a Garfield que, cuando le presentó el siguiente, “Force of Evil”, le permitió dirigirlo a cambio de que, otra vez él, pudiera protagonizarlo. El resultado, sigue haciendo historia.

(1) Charles Higham y Joel Greenberg: The celluloid muse. Hollywood directors speak. 1969.

Título para Latinoamérica: “CARNE Y ESPÍRITU”
Luis Guillermo Cardona
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