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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de julio de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno gana siente placer, cuando recibe algo de los demás siente agradecimiento o alivio, pero, cuando da y comparte desinteresadamente siente gozo, y esta es la sensación más elevada porque es la única que nos acerca a Dios.

Harold Manners es un hombre con fortuna, tiene dinero por montones y puede darse el lujo de ver arruinados dos autos suyos el mismo día, sin que esto afecte apenas sus finanzas. Mientras esto le sucede, al otro lado de la ciudad, en la Plaza Slattery, el hermano Paul y su hija Hope, velan por los más necesitados y sacan de donde no tienen para brindarles un café o un pan que les mitigue el hambre.

Pero, a veces el destino da sus empujoncitos para hacer que estemos donde debemos estar o para que hagamos aquello que, en el fondo, deseamos hacer. Y se da entonces el hecho que proporciona el encuentro entre la generosa pareja y el millonario ajeno a la otra realidad. Para bien de la existencia, Manners (Harold Lloyd por una ocasión en el lado de los fuertes), tiene muy claro que no se deben hacer buenas acciones sólo para darse vitrina, y así, cuando se conecta con la causa, lo hace for heaven’s sake (por amor a Dios) y por amor a Hope (que no por nada significa Esperanza).

Una vez más, los aspectos técnicos son muy cuidados y Sam Taylor, dirigiendo a Lloyd por primera vez en solitario, da prueba fehaciente de que aprendió de Fred C. Newmeyer lo que le faltaba del oficio. El filme se luce en lo creativo, en la agradable puesta en escena y en la recursividad con que Lloyd sorprende constantemente. Cuenta además con una historia edificante y con una Jobyna Ralston que da siempre la medida para meterse en el corazón del héroe.

Los intertítulos son como siempre muy efectivos, contribuyendo con sorna al tono de comedia, y quedan como siempre dos o tres escenas dignas de cualquier antología sobre el arte de la Edad de Oro. Una: aquella en que Harold nos da una lección de ganar sin pelear, cuando se las ingenia para llevar a los hombres a la sede de la misión. Dos: cuando se enfrenta a Bull, el bravucón, quien busca sacarlo de en medio. Y tres: cuando los cinco borrachos van a por Harold y es él quien termina llevándolos a todo riesgo.

Con “¡AY, MI MADRE!” (¿Quién diablos se inventó este tonto título?), se preserva en la cima un actor maravilloso, poseedor de un carisma y de un virtuosismo romántico y acrobático, apenas comparable con el gran maestro Buster Keaton, al que Lloyd puede mirar de tú a tú sin pudor alguno.

No puedes perdértelo. Esto es el arte de la risa.
Luis Guillermo Cardona
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9
26 de junio de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encierra a una hormiga, a un ratón o a un perro, y los verás insistir en busca de su libertad, y aunque, en algún momento parezcan resignarse a su impotencia, cuando descubran la primera opción de salida, la tomarán sin espera alguna. Esto también ocurre con los seres humanos. La libertad hace parte de nuestra esencia y es lo que da sentido a la existencia, por eso resulta tan cruel cuando a un hombre se le castiga a cadena perpetua o a largos años de prisión, por delitos que, en muchos casos, de ninguna manera lo ameritan. Aplicado a las relaciones humanas, quítale la libertad a tu pareja, sométela a tus caprichos y temores, y ya estás dando el primer paso para que surja el hastío.

Esta película de John Ford, la he sentido, de principio a fin, como un canto a la libertad. Es un homenaje a la vida del hombre libre en contra de la intrusión y del deplorable encierro a que le somete la mal llamada civilización. Y el alegato se centra en la “Justicia”, aquella institución que aplica las leyes desconociendo, en muchos casos, las motivaciones y la cultura. Una justicia férrea que se aplica con un cálculo en el que siempre pierden las minorías raciales, en beneficio de la “supremacía de la raza blanca”.

En Tahití, se aplica la ley de “Si el blanco ofende, se le tolera. Si el nativo responde, se le condena”. Y esto lleva a la cárcel a un hombre querido por todos, Terangi, uno de los muchos hombres-pájaro de la isla Manikoora, quien ahora vive un sentido y cálido romance con su esposa Marama. Pero, el hombre blanco, comúnmente ha significado el mal para los pueblos indígenas. De ellos ha provenido casi toda agresión, usurpación, asalto, expropiación… y casi todo asesinato.

Y viene entonces el calvario, que sirve a John Ford para darnos una lección de respeto contra los pueblos nativos, mientras exalta su dignidad y su compromiso con la vida. En este sentido, tenemos aquí un elocuente filme anti-racista y anticolonialista, donde se deja claramente planteada una cuestión: Ante tanta atrocidad y violación a los derechos humanos cometida por la raza blanca a lo largo de la historia, ¿si será que es esta una raza superior?, ¿El poder que ahora tiene lo ha obtenido con justicia y mérito o se lo ha tomado sirviéndose de la agresión y de la infamia?

Y Ford, remata su loable historia con un eficiente huracán hecho con el mal alto profesionalismo por el inglés James Basevi, jefe del Dpto de Efectos Especiales de la MGM, quien obtuvo un Oscar por su labor en La Canción de Bernadette y fue nominado por Cumbres borrascosas, El Caballero del desierto, Toda la banda está aquí y por Las Llaves del Reino. Por “HURACÁN SOBRE LA ISLA” no fue galardonado porque este premio sólo comenzó a darse en 1939.

Otro acierto que se le abona a la prolífica obra de John Ford.

Título para Latinoamérica: “HURACÁN”
Luis Guillermo Cardona
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9
1 de mayo de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para el gigantesco y modesto papá William Canfield (mejor conocido como Steamboat Bill), los días pasan sosteniendo una difícil competencia con J. J. King, el magnate de la navegación y dueño de otras tantas empresas bastante representativas. King tiene una hija menuda y atractiva y Canfield tiene un hijo, a quien no ve desde hace varios años, y que acaba de anunciar su llegada al haber terminado sus estudios. El padre guarda en él sus mayores esperanzas y parece sentir que, al menos en esto, superará a quien lo aventaja en finanzas… pero - ¡horrible decepción!-, cuando descubre que el hijo que lleva su nombre, es un chico menudo, casi a la mitad de su estatura y, para colmo, con ademanes… que lo llevan a advertir al amigo que lo ha acompañado al recibimiento: “Si dices lo que estás pensando, ¡te estrangulo!”.

Como buen padre, chapado a la antigua, Canfield quiere imponer su criterio y William lucha por preservarse como él es. Y pronto, para “desgracia” de aquel progenitor, el chico y la chica se atraen, dando lugar a toda costa, a un romance a lo Romeo y Julieta, lleno de graciosas situaciones y de certeras críticas a una enclenque sociedad que, en cosas esenciales como la individualidad, suele evolucionar en círculo. ¿No tienen la impresión de que, casi un siglo después, todavía ocurren cosas así?

Charles F. Reisner, ex-villano en algunos filmes de Chaplin, y quien más adelante dirigiera a Los Hermanos Marx en “Tienda de Locos”, tiene aquí su único y afortunado encuentro con Buster Keaton, y consigue redondear un filme pletórico de gracia y agudeza que, además, cuenta con una de las escenas de efectos especiales -la del ciclón- mejor planeadas, y más encantadoras, de todo el cine mudo.

Como anécdota se comenta que, para el final del filme, se hicieron dos tomas: una con Keaton sonriendo –para romper con el mito del “cara de piedra”- y otra con el habitual héroe de “rostro inexpresivo”… El público de las previews eligió mantener el mito.

Quien desee conocer a uno de los personajes más fascinantes del arte cinematográfico… BUSTER KEATON es su nombre.
Luis Guillermo Cardona
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8
4 de febrero de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mito o realidad, lo único cierto es que, desde hace ya más de un siglo, Robin Hood, es uno de esos héroes con el sello de la perennidad, y con arraigo en el corazón de grandes y chicos de cada nueva generación. Robin Hood, vive con un propósito que ni los capitalistas repudian: roba a los ricos para dárselo a los pobres. “Bueno, al menos no se queda con lo que se roba”, justificaba un día un potentado que tuve sentado a mi lado.

Llevado al cine, desde 1922, y luego adaptado en numerosas versiones y en géneros tan diversos como la aventura, el drama histórico, la comedia, la animación… y ¡hasta la pornografía!, Robin Hood resurge ahora en una versión muy agradable, plena de aventura, rebosante de buen humor, y con unos cuantos gestos de amistad, solidaridad con los humildes, reclamo de la equidad... y otros mensajes que bien vale tomar en cuenta.

Kevin Costner, en todo el cénit de su carrera, logra que éste héroe del folclor medieval británico, recobre toda su vitalidad, su indeclinable atractivo y su espíritu aplicado a la leyenda. Kevin Reynolds, director que ya había estado con Costner en, “Fandango”, consigue plasmar una envolvente aventura, con una buena mezcla de fantasía, comedia, drama y aventura, en dosis bien calculadas y con una efectividad que se merece el mejor recuerdo. <<ROBIN HOOD: PRÍNCIPE DE LOS LADRONES>>, convence desde muchos ángulos y, otra vez el héroe nos retorna a la época del espectáculo como objetivo supremo. Es puro divertimento y como ñapa alecciona.

La historia, escrita esta vez por, Pen Densham (y guion de John Watson), comienza cuando, Robin de Locksley, se escapa de las mazmorras en que se halla prisionero y regresa a Inglaterra donde descubre que su padre ha sido asesinado y que, el sheriff de Nottingham, perverso y sanguinario, explota y oprime a la gente de su pueblo aprovechando un largo viaje que ha emprendido el legítimo rey, Ricardo Corazón de León. Robin se une entonces a los “fuera de la ley” que tienen por guarida los bosques de Sherwood… y pronto se prepararán para enfrentar al enemigo. También entrará en juego, Marian, el eterno amor del legendario héroe, que animará su llama y su ímpetu guerrero.

Esta grata aventura, convida a luchar por la justicia, enfrentar a los tiranos y reivindicar a los oprimidos, y sobre todo, nos recuerda que la vida del hombre, sólo se hace grande cuando asume con denuedo los ideales más exigentes aún a riesgo de su propia vida.

<<ROBIN HOOD: PRÍNCIPE DE LOS LADRONES>>, es una película fresca, relajante, impregnada de fuerza moral y capaz de jalonarnos para que seamos más de lo que hasta ahora somos.
Luis Guillermo Cardona
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10
29 de enero de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el Charles Chaplin que me llega al alma. Productor, director, actor, compositor y guionista, el archiconocido Charlot, logra con, <<TIEMPOS MODERNOS>>, lo que cabe llamar una obra plena de autor... aunque hay que admitir que tomó como fuente de inspiración el filme de René Clair, "A Nous la Liberté" (1931). Además, es una deliciosa e imperecedera comedia y una fuerte y acerada crítica contra la sociedad de su época a la que conocía de palmo a palmo, y que ahora atentaba, por muchos frentes, contra la gente del común. Estamos en la Era Industrial, y el arribismo de los grandes empresarios está llevando a la clase obrera a convertirse en verdaderas piltrafas, debido a la explotación y el abuso de que se les está haciendo víctimas. Se está llevando a los seres humanos a trabajar como robots y se les exprime hasta el límite su capacidad productiva, sin importar sus derechos ni sus necesidades esenciales. Nada, como podrá verse, que no siga ocurriendo setenta años después y tras haber cambiado de siglo.

Charlot, representa al obrero extenuado por el exceso laboral, pero, con gran maestría, intercala sus mágicos toques humorísticos creando solaz y aligerando la ira que los abusos provocan. Así, con fino humor, deja su semblanza de la explotación del hombre por el hombre, y luego da paso a otro problema no menos crucial: la intolerancia del mundo frente a los millones de excluidos que sueñan con realizarse.

Tras hacer amistad con una agraciada joven quien, por fuerza de las adversidades se encuentra deambulando y huyendo del encierro, Charlot se entera de que sus hermanitas acaban de ser llevadas a un orfelinato tras la muerte de su padre. Ella, y el vagabundo, lucirán hechos el uno para el otro, y ella revelará un carácter y una fortaleza de ánimo que, quizás, la ponga de tú a tú con el solidario “gentleman”. Así, el impulso nacerá de ambas partes, pero, la oportunidades que la vida comienza a brindarles van a tener serios obstáculos.

Chaplin, exuda ingenio, agudeza, crea efectivas simbologías (las ovejas y los obreros camino al trabajo, el hombre tragado literalmente por la máquina, el banderín que te enrola en una causa incomprendida…) y se rebela, con su particular terquedad, contra el inamisible progreso del cine que había incorporado el sonido desde 1927. Han pasado 9 años, ¡y todavía, Chaplin, creía que el sonoro sería la ruina de la expresión actoral!, pero, por fortuna lo hace con gracia, incorporando divertidos efectos y su ya clásica composición, “A Nonsense Song” (Canción sin Sentido), con la que logra consolidarse en un empleo conseguido por la chica… hasta que entran de nuevo en escena los implacables verdugos del Estado.

La historia, en pleno, se resiente de una sociedad excluyente, estigmatizadora, insensible... y, Chaplin, lo hace con la maestría del arte que logra extraer gracia hasta de la peor tragedia.

Muy bien por el Chaplin que, aquí, reafirma su inmortalidad, y mi venia para, Paulette Godard, quien, con su denuedo, libera a la mujer del paternalismo de Charlot y la pone a la altura del hombre, ¡como siempre ha debido ser!
Luis Guillermo Cardona
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