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Críticas de simón
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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
9
7 de abril de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que en la ilustración y sobre todo a partir del siglo XIX el ser humano comenzó a cuestionarse la existencia de Dios, y finalmente, consiguió gracias a los progresos de la ciencia que la civilización occidental comenzase a preocuparse por cuestiones terrenales y no dejar pendiente para después de la muerte la consecución de la felicidad para un improbable paraíso en el más allá, éste se halla, indefectiblemente, inmerso en un proceso de autoaniquilación personal y social fundamentado en la destrucción de los controles morales y en el desconcierto propiciado por la pérdida de la fe en un mundo mejor.
La idea del paso del tiempo y la inutilidad de todo lo que lo rodea lo paraliza. La certeza de la muerte lo angustia, y el vacío ante el que se halla lo impulsa a una constante búsqueda de un mínimo de consuelo, de un bálsamo eficaz con el soportar la certeza de una vida que se le escapa sin que pueda detener el terrible paso del tiempo.
En esa irresistible búsqueda, en esa carrera desenfrenada, en esa huida hacia un futuro tan incierto como descorazonador no encuentra guías, ni caminos; no es capaz de alcanzar los frenos, aunque desee encontrarlos durante su particular descenso al abismo de la frustración.
Y todo ello lo transforma en cínicos irredentos, concentrados únicamente en satisfacer sus pulsiones más apremiantes y, así, burlar la certeza de la finitud de sus actos, siquiera durante unos breves momentos.
Y para calmar la angustia, anestesia su consciencia, decidiendo no luchar, dejándose llevar por la inercia de la efusión; engullendo el presente más inmediato, deglutiéndolo convulsivamente, devorando todo aquello que le proporcione un mínimo de goce, siquiera pasajero.
Y satisfecha la necesidad más imperiosa, más perentoria, advierte que los ansiosos efectos de su irrefrenable pasión no sólo no se manifiestan como creía, sino que además, se frustra, sobre todo por la consciencia de haber vendido su alma a un precio demasiado alto y siempre a cambio de migajitas de felicidad.
Y por lo peor de todo es que el hombre moderno ha asumido que está solo; huérfano de motivos por los seguir confiando en el futuro, y que, además, la sociedad ha dejado de ofrecerle algún consuelo a su angustia, aspirando, en el mejor de los casos a obsequiarle con lenitivos y pasajeros sucedáneos con los que engañar a sus necesidades vitales; y eso lo desazona, hasta límites insoportables, convirtiendo su presente, a base de negarlo, en el verdadero y genuino infierno.
simón
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7
19 de marzo de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre moderno desde que obstinadamente y entre inútiles pamemas desesperadas intenta instaurar el paraíso en la tierra vaga desorientado por un mundo que ha dejado de tener sentido último, deambulando a trompicones en busca de un lenitivo con el que calmar sus más profundos anhelos, que no es más que la trandescentalidad de un cuerpo del que es consciente que crepita indefectiblemente hacia su autocombustión.
El hombre actual, cínico y descreído, apenas logra encadenar breves instantes de placebo existencial con el que calmar la angustia de la caducidad física de un cuerpo exangüe desde la primera bocanada de aire expirado.
El hombre moderno, inquieto, ofuscado entre tanto sucedáneo de quimérica dicha prometida, hoza entre una patética explosión de lodazales de lo mundano en búsqueda de un mínimo consuelo, que le haga soportar su orfandad, desnudo y desamparo ante la inutilidad de todo lo que le rodea.
Desde que el ser humano es humano siempre ha logrado reconciliarse con su necesidad más íntima de transcendencia espiritual a través de la esperanza y el misterio, sin avergonzarse por ello ni tener que rendir cuentas más que a su tranquila conciencia; pero hoy en día esa línea defensiva que nos protegía del nihilismo más destructivo ha sido totalmente destruida por una sociedad que no acierta en diseñar un nuevo modelo, que falla en cada intento de reconectar su alma con la felicidad auténtica.
Para ello no duda en atisbar fútiles refugios pasajeros con los que resguardarse de la tormenta de la desesperación, como puede ser un nuevo y renovado amor, la satisfacción inmediata a las pasiones más básicas y acuciantes, nuevas ideologías moralizantes, acumulación de superfluos recursos materiales, subterfugios new age, etc.
Con el tiempo, dentro de muchos años, las próximas generaciones, cuando hayan resuelto el laberinto del sentido de nuestra vida nos mirarán condescendientemente y se preguntarán cómo era posible que soportásemos con un mínimo de dignidad la desorientación vivencial con la que inútilmente consumíamos nuestra existencia.
Por cierto magnífica y minusvalorada película de un Allen que cuando habla con seriedad de la existencia humana, de su desorientación, y de cómo inútilmente intenta calmar sus angustias más profundas, convence con su discurso más pesimista y honesto.
simón
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10
27 de noviembre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Final de escena, se congela el plano y poco a poco los pixeles se van transformando en ligeros trazos de tinta negra. Grandes sombras y matices oscuros ganan progresivamente terreno a lo que antes eran alegres y bizarros colores. Las nubes ahogan un cielo que antes altivo ocupaba un gran horizonte calmo y claro. Se ven grandes grupos de hojarascas caídas como soldados en batalla adornando un suelo esbozado de amenazantes reflejos de sombras alargadas. Siluetas crepusculares, pálidas, desdibujadas, asaltando antes firmes y adivinadas esperanzas. Grisáceos contornos, como densa niebla, imponen su tiranía y amustian abigarrados tonos. Se intuye a lo lejos una gélida ventisca chocando contra los muros que antes soportaban suaves y cálidas brisas, y se perciben, desvencijadas, contornos cubriendo trazos de asoladas y vetustas fachadas.
El protagonista, cabizbajo y derrotado, aparece de espaldas contemplando esta escena en un sombrío primer plano.
Los Beatles dejan paso a los Smiths, las nubes ocultan el sol, las sombras vencen su particular duelo a la luz; la tristeza triunfa ante la alegría, la desilusión, por fin, gana la batalla a la esperanza.
Ese es el plano del film.
Ese es el plano, sin duda.
simón
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6
13 de noviembre de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prueba, ensaya y yerra; experimenta, fracasa y vuelve a intentarlo.
Osa, arriesga, prodiga, exponte... y pierde el recelo a la derrota.
Explora, descubre, aventúrate para perderte; encuentra de nuevo la senda y continúa.
Experimenta, indaga, reflexiona, actúa y aprende... para desaprender lo aprendido y enriquecer la vida desde una nueva perspectiva.
Parte, márchate y autoexíliate; vete para volver, quedarse y seguir huyendo.
Embárcate, navega y amarra cabos en puertos desconocidos; renuncia a lo cierto, derrocha fortuna y olvida la sensación del fracaso.
Salta, corre, nada, no eches raíces, vuela bien lejos y nunca permitas que la vida oculte sus misterios.
No retrocedas, avanza, adéntrate y conquista... siempre henchido, orgulloso y con la cabeza erguida.
Camina, encara y sortea imprevistos, cáete y retoma el camino.
Muévete, no te pares, continúa incluso en vano; inténtalo de nuevo y nunca te resignes a ser derrotado.
Ve y no mires, escucha en lugar de oír; comprende aunque no entiendas, empápate de vida y rásgate las vendas.
Sobreponte a la adversidades, concédete siempre segundas o terceras oportunidades, húndete momentáneamente, pero nunca te acobardes.
Cánsate, resopla, extenúate, póstrate.... levántate, sobrevive y no desesperes.
Sobreponte, adáptate, resiste y lucha..... confronta, desafía y vence tus miedos.
simón
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7
21 de julio de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es la vida?¿Cuál su sentido último? ¿Estamos condenados a no entender el porqué de nuestros actos, o por el contrario en algún momento del viaje atisbaremos a comprender el verdadero rostro de una existencia aparentemente despojada de todo significado? De ser así, ¿cuál es la vía, cuál el camino, qué tipo se senderos hemos de recorrer para alcanzar el Conocimiento necesario? Y una vez encontrado el camino, ¿ merecerá la pena aventurarse y sortear los obstáculos que salpican cada rincón de esta tupida vereda que es la vida? ¿Quizás lo más inteligente sea dejarse llevar por la marea y conformarse con las migajas de una plácida, segura, pero repetida e insustancial cotidianidad? De no ser así, de no conformarse con las cartas que la vida tan caprichosamente reparte, ¿cuál es la forma con que vestir el inconformismo más existencial? ¿Cómo enfocar, cuál es la mirada correcta a fin de hallar respuestas a la angustiosa certidumbre de la mortandad? ¿Es ésta la causa de nuestra desdicha, o sólo una oportunidad para un crecimiento exponencial a nivel global? ¿De qué manera podremos transcender, cómo perpetuar el recuerdo, cómo sortear el olvido, cómo dejar huella en una vida que se esfuma y se pierde como polvo en el desierto? ¿Cómo despojarse de los prejuicios, cuál la vía para desembrazarse de unos valores impuestos, cómo huir de una alienante cultura, como exorcizar los demonios que coartan y aherrojan nuestra mirada, cómo expulsar los miedos que nos atenazan e impiden que desarrollemos un espíritu limpio de ideas preconcebidas, lastrando, por tanto, un necesario pero difícilmente alcanzable desarrollo personal?
¿Cuál es el precio de la inmortalidad? ¿Cuál el verdadero valor de su conquista? ¿Tiene sentido invertir en lo que quizás sea un sobrevalorado mito, un sinsentido en un mundo que juzga en terrero propio lo que probablemente deba cuestionarse desde una óptica completamente diferente? ¿De no ser así, cuál es la inversión más adecuada, en qué ámbitos hemos de concentrar nuestros esfuerzos?¿Quizás en una arriesgadísima búsqueda de la verdadera libertad, que muy probablemente no exista como tal?
Si las respuestas a la búsqueda, si el resultado, o incluso su vía, logra confluir en un único espacio, desembocar en un singular punto y converger en un lugar muy concreto próximo a la siempre esquiva felicidad, quizás al fin y al cabo, todo esto de la vida habrá merecido la pena, o quizás no, quién sabe.
simón
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