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Críticas de David Dunn
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de abril de 2021
69 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no me equivoco, dentro del first-look deal que tiene Fox con la editorial de tebeos "Boom! Studios" para hacer cine, "The Empty Man" ha sido el primer (¿único?) proyecto en realizarse. Una película muy interesante, pero ensombrecida por su difícil proceso de producción y estreno. Un ciclo sin duda tortuoso, que se remonta al año 2016, para la opera prima de David Prior, director del material extra del DVD en las pelis de Fincher y protegido suyo. En pocas palabras, la parte final de la filmación, en Chicago, tuvo que suspenderse unos meses por mal tiempo. Durante esos meses, Mark Roybal, ejecutivo de Fox y valedor de la particular visión de Prior a la hora de acercarse al material de base, más o menos respetuosa en el fondo, pero no en la forma, abandonó el estudio, provocando un nuevo retraso en una película todavía sin terminar. Cuando llegó un nuevo ejecutivo, Fox presionó a Prior para que entregara su corte lo antes posible, pues, debido a los retrasos, la producción corría el riego de perder la devolución fiscal acordada con Sudáfrica, ya que el grueso de la filmación tuvo lugar en Ciudad del Cabo. Llegamos ya a 2019, cuando la adquisición de Fox por parte de Disney produjo retrasos en el estreno y una pérdida de confianza en una película, por otra parte, nada fácil de vender. Además, para redondear la situación, esto del virus Sars-CoV-2 se apuntó a la fiesta en 2020. "The Empty Man" terminó estrenándose el pasado octubre en Estados Unidos, con una campaña publicitaria que sólo duró una semana y con un trailer engañoso, que la hacía parecer terror juvenil. Pero nada de esto importa mucho, porque hay que valorar la peli, no sus circunstancias.

¡Y es una buena película, demonios! Empieza con un dilatado prólogo que hace poco más —y nada menos— que establecer el tono: fotografía fría, escalofriante aire de extrañeza e instrumentación pesada, imponente, creada por el músico sinfónico Christopher Young y el artista experimental Lustmord. Pasado el prólogo, notamos la influencia Fincher en el estilo de Prior, quien opta por una paleta melancólica de grises y azulados, un ambiente sombrío y movimientos de cámara pausados, cuidadosos, deliberados. Tristeza subrayada por el buen uso de Prior también de los silencios. Durante su primera mitad, cuando "The Empty Man" parece una cinta adolescente, tipo las infames "Slenderman" y "The Bye Bye Man", encontramos también algunas efectivas imágenes de violencia. Pero la peli va mutando hacia un relato arthouse sobre sectas más complejo, abstracto. Un componente cada vez más acusado de surrealismo va penetrando en la historia, ofreciendo momentos auténticamente sobrecogedores, como un rebaño humano moviéndose al unísono, un vídeo VHS infernal o un contrapicado con cielo nocturno de fondo que se vuelve completamente loco. James Badge Dale enfrenta todo esto como un protagonista cumplidor; consigue transmitir incluso cierta traumatizada profundidad. Un detective firme, valeroso, ya no noir, como en el tebeo original, aunque con algún punto irónico que se agradece en una peripecia tan desquiciada. Tras un prólogo de turistas en peligro, un segmento juvenil y otro casi folk horror, la película da un nuevo giro, cerca del final, que busca hacernos dudar de todo, incluso de en qué realidad estamos. Un giro sin sentido desde lo narrativo, pero muy pertinente en lo temático.

"The Empty Man" posee un subtexto rico, buena medida de la ambición de Prior. Con un poso reaccionario (semejante al cine de Ari Aster), que no percibí en el cómic, la peli aborda la viralidad, el sectarismo y lo alienante de ver el mundo como un lugar sin verdades absolutas. Para representar el barullo de (des)información del mundo actual, que conduce al citado sentimiento de inseguridad, David Prior utiliza al filósofo Jacques Derrida —cuyo deconstructivismo afirmaba que, frente a un texto, será imposible determinar una lectura como la buena— y también dos vertientes del solipsismo. Por un lado, el relativismo sofista (la sentencia más famosa de Gorgias se cita directamente), según el cual hay tantas verdades como personas crean estar en la verdad. Y por otra parte, las filosofías orientales que buscan la anulación del yo, la fusión de éste con el universo. En la peli, este universo se describe como la Noosfera de Teilhard, sólo que sustituyendo el Cristo Universal por el ciberespacio. Los social media han favorecido la aparición y difusión de tantas microculturas como imaginemos. Muchas de ellas bizarras para el sentido común. Cada microcultura tiene gurús, quienes transmiten ciertas verdades que son recibidas y defendidas por sus acólitos. Si no te gusta esta realidad o no soportas vivir en ella, siempre puedes tomar el puente, un símbolo central en la peli, que conduzca a la realidad que más te plazca. Aunque, claro está, corres el riesgo de extraviar algo por el camino. Perder la propia individualidad, la capacidad de pensar por uno mismo bajo el mandato de esas verdades reconfortantes, surge como la principal amenaza de esta interesante pesadilla, con tintes lovecraftianos.
David Dunn
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6
10 de marzo de 2018
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio, cuesta un poco entrar en esta película. Algunas insuficiencias en cuanto a valores de producción, fruto de un presupuesto ajustado, son demasiado visibles. Y esa comedia basada en los mamporros y el gesto físico exagerado nos coge por sorpresa. Un humor propio del teatro de guiñoles o de un cuentacuentos. Pero es cuestión de pillarle el aire; porque, de hecho, Errementari adapta un cuento popular vasco. En la herrería, la película mejora mucho respecto a la aldea. Kandido Uranga y Eneko Sagardoy hacen un trabajo espectacular, los efectos visuales y de maquillaje son sólidos y los giros de guion terminan de engancharnos a un filme que, sobre todo, destaca por la ambición del director, el debutante Pablo Urkijo, quien logra el sabor y las emociones del cine de aventuras ochentero con apenas un par de localizaciones. Además, la película habla del choque entre iglesia católica y folclore pagano, así como de lo saludable que es cuestionar las nociones absolutas del bien y el mal. Pero jamás sacrifica el placer de narrar un cuento, como aquellos que nos contaba John Hurt, bien disfrutable por niños y mayores.
David Dunn
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8
22 de diciembre de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del cliffhanger establecido en La Caída de Reichenbach hace ya una eternidad, cualquiera pensaría que El Coche Funerario Vacío tendría como objetivo principal la resolución de esa situación límite. Pero no. En lugar de eso Marc Gatiss, guionista del episodio, ha preferido retratar con excesiva profundidad el conflicto entre Watson y Holmes a raíz de la fingida muerte de este último.

Sin embargo, el tratamiento que se hace de este cliffhanger y la manera en que se resuelve me parecen extraordinariamente inteligentes. Elegantes maneras de evitar la comprensible avalancha de críticas por parte de aquellos espectadores que aman con locura la serie y, precisamente por ello, están a un paso de odio. Un ingenioso recurso que engrandece aún más la figura del inconmensurable Sherlock Holmes.

Por desgracia, la circunstancia de haber puesto el foco bajo los personajes ha restado espacio a lo demás. Ha quitado espacio al misterio, simplón y sin mucho interés, pues está construido y resuelto a toda velocidad. Ha quitado espacio a las escenas de acción, tan maravillosamente trepidantes en otras ocasiones. Y, en cambio, ha sobrecargado el metraje de diálogo, lo que hace que su ritmo decaiga en algunos tramos, especialmente cuando entra en escena el hermanísimo Mycroft Holmes. Con todo, este primer episodio supone un arranque de temporada notable...aunque con margen de mejora.
David Dunn
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7
10 de enero de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es un arte tan extraordinariamente popular y persuasivo que a menudo se critica su utilización como herramienta capaz de manipular a capricho las emociones del espectador. Un uso muy cercano a la propaganda. Pero en ocasiones esta crítica no resulta del todo justa. Por ejemplo, Descubriendo Enigma (Morten Tyldum, 2014), biopic dramatizado acerca del brillante matemático Alan Turing, se antoja un filme académico, formulaico y prefabricado, además de propagandístico. Sin embargo, ninguno de estos me parecen defectos graves.

No me lo parecen, en primer lugar, debido a la habilidad con que están trenzadas, a través de un montaje apreciable, las tres líneas temporales que conforman el guión para crear un argumento pleno de intriga, tensión y calculado melodramatismo. Un libreto que sólo resulta aborrecible en sus tres o cuatro momentos más exageradamente lacrimógenos.

Y tampoco me lo parecen porque Benedict Cumberbatch ofrece una actuación sobresaliente. Una labor altamente expresiva que oscila entre la fragilidad, la arrogancia y la excentricidad sin perder jamás ese punto de contención, ya habitual en el actor, imprescindible para evitar la sensación de que estamos ante un trabajo de puro "numerito".

Al resto del correctísimo elenco le basta con seguir la corriente impuesta por este gigante de los escenarios para que la cosa funcione. E incluso las estimables banda sonora y fotografía parecen reflejar esa expresividad sobre fondo contenido para subrayar, sin cargar excesivamente las tintas, el halo trágico que recorre el relato de parte a parte.

Sin embargo, conviene recordar que nos encontramos ante un biopic dramatizado. Lo que significa que no debemos tomar el pie de la letra ni todos los hechos de Bletchley Park, ni algunas de las circunstancias vitales de Turing, ni tampoco los rasgos autistas de su personalidad.

Descubriendo Enigma debe considerarse, más bien, como un acicate de nuestra curiosidad hacia una figura crucial en la ciencia contemporánea, aunque bastante desconocida para el gran público. Y, evidentemente, también como una oda a la diferencia en el contexto de una sociedad británica que no parecía haberse sacudido aún de encima el inefable conservadurismo victoriano respecto a homosexuales y mujeres. Todo un canto universal a la tolerancia. Propaganda de la buena.
David Dunn
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5
18 de julio de 2020
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de la firme apuesta que está realizando Orange TV por las series exclusivas —con el estreno de "Kosta" y "The Head"—, pudimos ver hace unos días su primera serie original. Se trata de "Caminantes", un survival de terror en entorno rural y grabado al estilo found footage. Dirige Koldo Serra ("Bosque de Sombras", "70 Binladens"), escribe Jose A. Pérez Ledo ("El Gran Apagón", "Órbita Laika") y ver la serie no cuesta mucho, pues sólo son 7 capítulos de unos 15 ó 20 minutos de duración. Aunque grabada en Vizcaya, se ambienta en la Selva de Irati.

La serie es competente en general. Dentro de los problemas de verosimilitud que siempre tiene el formato, este found footage es bastante plausible y también cómodo de ver. Los planos se inclinan, pero no hay constantes giros locos ni la imagen se enturbia hasta no saber qué pasa. Dicha estabilidad permite aprovechar las bonitas estampas boscosas y las atractivas riberas de un arroyo, elementos cuya belleza se realza bajo una fina capa de niebla. No obstante, en algunas situaciones de sigilo, el paisaje es demasiado ralo para que las escenas sean creíbles. En las huidas por el bosque, la cámara avanza con fluidez, tipo steadycam, lo cual se agradece. Dado que todos los personajes llevan móvil, Serra corta entre ellos, dando a las escenas claridad, dinamismo. El sonido es excelente. Y hallamos la floritura de un plano subacuático.

Los protagonistas son un grupo de cinco jóvenes interpretados por actores desconocidos que, sin ser unos prodigios, quedan decentes. Quizá su nivel sea más apurado que el de la realización, pero cumplen casi siempre, a excepción de algunos picos emocionales en ciertas secuencias. El problema es que, como sucede en muchas otras producciones de terror, sus personajes resultan tan aborrecibles que no conectamos con ellos. Enseguida queremos que los maten, aunque sólo sea para dejar de escuchar sus estúpidas peleas, y otras imbecilidades, entre odiosos chillidos. Debido al perfil enervante de estos personajes y a las carencias en cuanto a proponer un desarrollo que vaya más allá de un cliché, cualquier intento de explotar el dramatismo de su situación queda acartonado, falso. Los momentos emotivos quizá sean lo peor de esta serie.

La trama puede hacerse repetitiva, aunque esto se equilibra bien con la eficacia general de las escenas de tensión, con la organización del argumento en dos líneas temporales y con la alternancia entre distintas zonas del bosque, pues los personajes se separan llegado un punto. Los villanos remiten a ciertos clásicos setenteros, alguno de los cuales recogía “American Horror Story: Roanoke” en su tramo final, también grabado al estilo found footage. Esta serie de Orange logra una apreciable incomodidad con la humillación y tortura de ciertos personajes.

Respecto a los temas, "Caminantes" toca la cosificación, la distancia, la trivialización que impone el visor de una cámara. Asunto agravado no sólo por la penetración endémica de estos aparatos, sino por las redes sociales y su cultura del GIF, del meme y de los filtros faciales. La serie también aborda el problema de la España vaciada —y olvidada—, plantea ciertos asuntos ecologistas, reflexiona sobre las consecuencias que tienen las políticas centrales en las autonomías y cuestiona el manejo de una crisis, esta vez sanitaria, por parte del gobierno, tema que Pérez Ledo ya tratara en la ficción sonora "El Gran Apagón".

Con todo, el final es tan repentino que "Caminantes" sabe a poco. A fin de cuentas, no sabremos casi nada de los protagonistas. También se echa en falta más desarrollo de trama y, pese a ciertos instantes de tensión, violencia e incomodidad, la serie carece de crudeza. Referentes tan duros —"The Hills Have Eyes", "Deliverance", "The Texas Chainsaw Massacre"— requerían, al menos, algo de explicitud
David Dunn
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