Aida es... bueno, buscaría símiles pero no me veo capaz. Esta serie (de humor, para más señas por si alguien se ha dado cuenta mientras la veía) se basa en dar el siguiente paso en todo, acentuando lo vulgar y haciendo llorar a la sutilidad y la inteligencia.

Si buscáis a un listo tan listo que ralla lo odioso, aun yonki que más que yonki es gilipollas con todas las letras, a un gay que te hace volverte homófobo, a un facha tan facha que te hace insultar a España, a una choni que es más puta que choni, a una gorda que roza lo obsceno y a idiotas tan idiotas que no pueden aportar nada a nada, sumado todo esto a un humor que se puede predecir desde la segunda frase y al fantástico engañabobos que son las risas enlatadas, esta es vuestra serie.

Por otra parte, si no queréis acabar con el cerebro dolorido y conservar amor hacia la raza humana, apagad la tele y huid lejos, muy lejos.

¿Conocéis esa sensación que hace que te tiemblen las piernas y te suba un cosquilleo por la espalda, tal que si estáis a punto de caeros por una escalera o oís una ruido raro detrás vuestro?
¿O ese hormigueo que te hace sonreír cuando ves a una persona querida otra vez y por mucho que os esforcéis no podéis cerrar la boca? ¿Y esa fuerza inexplicable que os retiene y os impulsa a querer hacer algo, sin saber que es?

Bien, pues todo esto es lo que sentí ayer durante, más o menos, las dos horas y media que duro la película.

No soy un experto en musicales y no voy a juzgaros si es acertado o no la forma de tomar las canciones en primeros planos de Hooper, sin embargo, sí me atrevo a decir que ninguna película desde hace mucho tiempo me había afectado de manera tan violenta y visceral. Ni siquiera me voy a esforzar en sacaros los puntos fuertes de la película, ni que momentos me gustaron ni que personajes me enamoraron. Solo una recomendación, id a verla.