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Críticas de Wladimyr Valdivia
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Críticas 157
Críticas ordenadas por utilidad
9
7 de enero de 2016
110 de 183 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún no podemos confirmar si Quentin Tarantino cumplirá su promesa de retirarse tras su décima película o no. Lo cierto es que tenemos su octavo film, ‘The Hateful Eight’ (Los 8 Más Odiados’), la que es probablemente su película más honesta y apegada a su gran placer cinéfilo, los western. Si bien en toda su extensa filmografía ha mostrado, en distintos grados, la clara influencia de dicho género, ya sea con repartos corales, el enfrentamiento de dos bandos y una narrativa que ahonda en la psicología de sus personajes; es en ‘The Hateful Eight’ donde definitivamente se decanta por un trabajo que homenajea, en su forma, al más clásico western de Sergio Leone o John Ford, a su estilo, por cierto.

Ocho personajes se dan cita en una posada en medio de las nevadas montañas de Wyoming. Muchos de ellos se reconocen, pero ninguno confía en el otro. El protagonismo lo lleva inicialmente John Ruth (Kurt Russell), quien lleva a la horca para cobrar la recompensa a Daisy (Jennifer Jason Leigh), lo que genera una tensión constante. En la posada, la desconfianza aumenta a medida que pasan las horas y todos saben que, indeclinablemente, nada podrá terminar bien.

Tarantino se hizo acompañar por Ennio Morricone tras la banda sonora para ambientar un film donde el principal elemento que perdura a lo largo de todo el metraje es una tensión insoportable, manejada de forma magistral como sólo el director lo sabe hacer. No es necesario caracterizar las cintas de Tarantino para reconocer un estilo: puestas en escena minimalistas, diálogos largos e inteligentes (ya sea trascendentes para la historia o sólo aportando el grado de humor e irreverencia), una dirección de actores brillante y un guión que crece exponencialmente en intensidad, no necesariamente lineal y contado en capítulos. En ‘The Hateful Eight’, Tarantino se libera de cualquier recurso facilista y no cede ante la posibilidad de fallar porque refleja cuánto confía en su libreto y su impresionante reparto. Toda la carne al asador. En esta ocasión, poco importa que la cinta dure casi tres horas o que el público no acostumbrado a su cine abandone la butaca a los 30 minutos; es Tarantino en su estado más puro, incluyendo violencia brutal, parlamentos políticamente incorrectos y un desenlace intenso y sin aliento.

Volvemos a ver parte de su acostumbrado set de actores. Kurt Russell (‘Death Proof’), Samuel L. Jackson (‘Pulp Fiction’), Tim Roth (‘Reservoir Dogs’), Michael Madsen (‘Kill Bill Vol. 1’), Walton Goggins (‘Django Unchained’) y Bruce Dern (‘Django Unchained’) se repiten el plato, ahora juntos a Jennifer Jason Leigh, Demián Bichir y Channing Tatum, que se reparten protagonismo a lo largo de la cinta, en un juego de pistas, miradas y suspicacias; un thriller salvaje en el lejano oeste que resume lo mejor de una carrera exitosa como director y guionista de uno de los más grandes artistas detrás de la cámara y los actores.

Cuesta creer que Quentin Tarantino siempre sea capaz de superar su anterior película, y esta vez lo vuelve a hacer. Tras ‘Inglourious Basterds’ (2009) y ‘Django Unchained’ (2012), dos trabajos de corte más comercial, con mucha más pretensión y que buscaban acercarse a un público más familiarizado con la taquilla, ‘The Hateful Eight’ es, probablemente, su obra más redonda en términos técnicos y narrativos, y en donde la crítica social tampoco se hace esperar a la hora de reflejar una sociedad en formación con Abraham Lincoln a la cabeza, donde el racismo ya era un tema instalado. Un juego sucio entre cazarrecompensas, comandantes bastardos, criminales y peligrosas bandas herederas de la violencia y hambre de poder.

Cine de autor que, definitivamente, no es y nunca será bien recibido por cualquier paladar, pero un deleite para quienes saben reconocer en el cine de Tarantino esa mirada retorcida detrás de cada contrapicado, de cada tiroteo a mansalva, y cada conversación en escena, que exuda, de manera compartida, dramatismo, tensión, violencia y siempre, una fascinación profana por el arte más complejo de todos. Una joya.

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Wladimyr Valdivia
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6
19 de mayo de 2016
34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Novena película del Universo X-Men (considerando también la adaptación de ‘Deadpool’) que continúa en manos de Bryan Singer, director de las dos primeras entregas de la saga y de la más reciente ‘Days of Future Past’ (2014). Hablamos de ‘X-Men: Apocalypse’, secuela de la recién mencionada, con la que prosigue el reinicio de la saga tras volver a escribirse la historia después del viaje al pasado de Logan.

Tras cambiar los hechos en 1973 evitando el surgimiento de los Centinelas, diez años después, Charles Xavier (James McAvoy) junto a Raven (Jennifer Lawrence) deben liderar a un grupo de jóvenes mutantes que hacen sus primeras armas en la Escuela para enfrentar lo que sería la amenaza más grande conocida: En Sabah Nur (Oscar Isaac), más conocido como Apocalipsis, un Dios del Antiguo Egipto, vuelve a la vida más poderoso que nunca, con la idea de crear un nuevo Orden Mundial y acabar con la raza humana.

No se puede esperar otra cosa de una película que en su nombre lleva la palabra “apocalipsis” que no sea desastre absoluto y grandilocuencia en pantalla, y eso es a lo que nos tiene acostumbrado Bryan Singer. Parto diciendo esto porque es innegable su poderío visual y casi imposible creer que esto no sería parte de un filme que, a priori, nos invita a ver una de las batallas más esperadas del Universo de los X-Men. Este show de efectos lo consigue con creces (no así la batalla) y no hay mucho que decir al respecto, sin embargo, es la historia la que nos queda debiendo sustancia, algo muy similar a lo acontecido con ‘Batman v. Superman’, no así con ‘Civil War’, que perfeccionó la fórmula.

Se hablaba que ‘X-Men: Apocalypse’ venía a darle por fin una conexión a la saga original y sus precuelas, tan cuestionadas por la gran cantidad de errores cronológicos, temporales, reemplazos de personajes, entre otros. Si bien esto es cierto en alguna medida porque somos testigos del nacimiento del grupo original de X-Men que conocimos en la película del 2000 con los que podemos hacer conexión, y a pesar de una más que interesante introducción al gran villlano Apocalipsis, la cinta comete el grave error de abandonar a este Dios Todopoderoso, el que podría haber sido aprovechado de mejor manera por sus implicancias divinas y filosóficas de cara a la dualidad humanos/mutantes, y lo limita a apariciones y diálogos obvios, intrascendentes, y que comete errores casi infantiles. Con esto, cuesta entender y aceptar este gran horror que infunde y las motivaciones del resto del reparto. Tanto así que bien podría haber sido cualquier actor el que interpretase a Apocalipsis y el resultado hubiera sido exactamente el mismo, en un evidente problema no de Oscar Isaac sino que del guión y las características dispuestas para el personaje. A partir de acá, nada funciona.

El entretenimiento está asegurado, especialmente para los más fanáticos y conocedores del cómic. El filme está lleno de referencias a la revista y resultaba un placer saber que volveríamos a ver a algunos clásicos nuevamente en pantalla, como Storm, Cíclope, Quicksilver o Jean Grey, así como nuevas apariciones de otros queridos personajes, como Psylocke, interpretado por Olivia Munn, sin embargo, la cinta también comienza a transitar por un camino confuso al poner tantos personajes en pantalla, muchos de ellos sin ningún motivo claro que justifique esta presencia en determinadas escenas, y la gran mayoría muy poco carismáticos, con los que se hace imposible sentir algún grado de apego.

El representar a personajes que ya fueron interpretados anteriormente en su versión adulta y de manera muy consistente, obligaba a conseguir lo mismo en sus jóvenes versiones, lo que está muy lejos de suceder. Con esto, el trabajo de Evan Peters (Quicksilver), Sophie Turner (Jean Grey), Alexandra Shipp (Storm), Nicholas Hoult (Beast) o la misma Olivia Munn (Psylocke) no pasan del hype y se deshacen en interpretaciones vacías y sin real importancia en pantalla, donde no existe ningún desarrollo del carácter psicológico de estos personajes. Cuando una cinta carece de estos elementos vitales y, sin embargo, tiene 130 minutos de duración, es porque algo no se hizo bien o, simplemente, la prioridad era otra antes de, primero, conectarnos con los que llevarán la acción en pantalla.

Después de ‘X-Men: First Class’ (2011), donde conocimos el origen del Profesor X y de Magneto en una recreación certera a la década de los ’70 llevando el cine de superhéroes por las vías del espionaje y la realidad (ficticia) histórica con densidad y espectáculo; y tras ‘X-Men: Days of Future Past’ (2014), de ritmo vertiginoso y complejo en su adaptación; ‘X-Men: Apocalypse’ no puede presentarse con una historia abordada de manera tan superficial y con personajes que debían romper la pantalla, pero que terminan siendo tristes elementos sin ningún tipo de valor de un argumento a ratos completamente inconsistente. De igual forma sucede con la batalla final, muy lejos de lo visto en las películas anteriores. La cinta ni siquiera nos regala grandes momentos por los que la podamos recordar (excepto la impresionante nueva secuencia musical de Quicksilver que viene a salvar la plata por sí sola, casi como una nueva marca de la saga). Un hecho que resalta esta situación es el forzado protagonismo de Raven/Mystique en la cinta, algo que cuesta entender según la historia original, que sorprende incluso por la curiosa mala interpretación de Jennifer Lawrence, y que sólo hace pensar que se debe a la importancia mediática de su presencia en la cinta más que por estrictas razones narrativas. Por otro lado, nunca Michael Fassbender con su personaje fue más desaprovechado como acá.

(sigue en spoilers sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Wladimyr Valdivia
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9
19 de octubre de 2015
32 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La principal fábrica de largometrajes que llegan a la cartelera de las salas de cine en este lado del mundo es la gran industria norteamericana. Y es un hecho que, por alguna razón, son pocos los thrillers de suspenso de calidad que llegan a la pantalla grande provenientes del país del norte. Estrenado en el último Festival de Sitges, fuente inagotable de brillantes filmes independientes, hoy hablo de “The Gift”.

Joel Edgerton (“The Secret Life Of Us”, “Exodus: Gods and Kings”), actor australiano de vasta trayectoria en cine y televisión, dirige, escribe y coprotagoniza su primera película, una interesante apuesta de intriga que bebe del suspenso más clásico para llevar adelante una historia atrapante como pocas este año.

Simon (Jason Bateman) y Robyn (Rebecca Hall) son una joven pareja de casados que intentan reiniciar su vida tras un lamentable episodio. Luego de acomodarse en su nueva casa, Simon se encuentra accidentalmente con Gordon Mosely, “Gordo”, (Joel Edgerton), un viejo compañero de escuela, el que poco a poco comienza a entrar en la vida de la pareja, con misteriosos regalos y extrañas apariciones en su nuevo hogar, develando un secreto guardado por años.

“The Gift” no puede ser muy comentada sin revelar parte importante de su trama, sin embargo, se puede asegurar con certeza que es una de las mejores películas de suspenso del año. El grado de tensión constante; la presencia de un protagonista y su total antagonista; el tratamiento evolutivo de la información durante el desarrollo del filme, haciéndonos parte de esta a la par con sus personajes; una serie de elementos que operan como mcguffin por su función, no así en su significado; y el grado de expectativa que genera, son sólo algunos de los elementos muy bien tratados por Edgerton, que redundan en una película simple, valiente y muy inteligente.

Si bien durante su primera mitad la cinta carece de ritmo, esto es imprescindible para presentarnos a los personajes e instalar una atmósfera incómoda, sobre todo en las escenas en donde los tres personajes principales comparten pantalla, gracias a un trabajo sólido, tanto de Bateman (“Arrested Development”), la siempre eficaz Rebecca Hall (“Vicky Cristina Barcelona”), como de Edgerton, un villano alejado de los cánones con el que empatizamos desde el primer minuto, y reciente ganador del Premio a la Mejor Interpretación Masculina en Sitges 2015 por este papel.

La cinta apuesta por un juego de pistas y giros en su argumento, en donde nada es lo que parece ni nadie es lo que aparenta, navegando en la psicología de todos sus personajes y revirtiendo constantemente la compasión que llegamos a sentir por uno u otro personaje. La premisa no resalta por su originalidad y algunos elementos como la edición o la música no son lo suficientemente bien aprovechados, sin embargo, el manejo del misterio como un cuarto protagonista, la ausencia de golpes de efecto que tanto ensucian a las películas, y el impresionante tercer tercio y final, redondean y convierten a “The Gift” en una tremenda sorpresa, que se aplaude por su sobriedad en recursos escénicos, pero de contundente eficacia en su narrativa. Todo un regalo.

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Wladimyr Valdivia
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10
1 de julio de 2015
34 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Difícil tarea decir si “Intensamente” es o no la mejor película de Pixar a la fecha. Competir contra tres monstruos como “Wall-E” (2008), “Up” (2009) y “Toy Story 3” (2010) no es sencillo. Lo cierto es que detrás de “Inside Out” (Intensamente) está Pete Docter, tanto en la dirección como en el guion; el mismo genio de la animación que imaginó al viejo Carl Fredricksen volando hacia Sudamérica en su casa arrastrada por sus globos.

“Intensamente” es el corolario de siete años de trabajo concienzudo y metódico desde su creación, de un estudio que siempre se tomó en serio el tema de la animación. Un estudio que vino a devolverle a los más grandes la experiencia de volver a ser niños y que siempre se esforzó por entregar un mensaje sin dejar de lado a los grandes personajes y, mucho menos, abandonar el blockbuster y el marketing. Un cine absolutamente comercial, pero enriquecedor en lo sensorial y virtuoso en lo técnico.

“Intensamente” es un viaje sin retorno a nuestra infancia, contándonos una historia muy simple desde lo humano, pero mucho más compleja desde lo científico. Es la historia de Riley, una niña de 11 años y sus cinco emociones básicas que controlan su mente desde el primer día de su vida: Alegría, Tristeza, Furia, Desagrado y Temor. Como una base secreta en el centro de su cerebro, ellos se encargan de orientar las decisiones de Riley, dominar sus emociones y almacenar sus recuerdos; operando una mesa de control llena de botones de colores y palancas de dos movimientos; y agrupando todos los recuerdos positivos en pequeñas mini ciudades llamadas islas.

“Intensamente” es un regalo para todos quienes perdimos la inocencia y olvidamos de qué estamos hechos. “Todo está en la mente”. Alegría, la líder del grupo, lo sabe, y se desvive por recordárselo (recordárnoslo) a Riley en todo momento. Más aún cuando la pequeña se ve enfrentada a su primer quiebre emocional: un cambio de casa, debiendo abandonar a sus amigos, su entorno y todo su mundo. Con ello, su alegría se desmorona, sus buenos recuerdos se vuelven grises y Alegría junto con Tristeza deben lidiar con ello, navegando en lo más profundo de las emociones de Riley para rescatarla de este oscuro episodio, que puede resultar determinante para la formación de su personalidad.

“Intensamente” es un mundo inagotable de belleza visual y complejamente estructurado. El patio trasero llamado Memorias a Largo Plazo, el tren de los recuerdos, el tubo de lo abstracto, la fábrica de los sueños, la isla de la familia y la isla de las bobadas, los deja vú, la selectiva y natural amnesia infantil, los guardianes que vigilan nuestros sueños y hasta esas canciones pegadas en nuestra mente que nos acompañan toda la vida, son sólo algunos de los elementos que conforman este mundo imaginario en la mente de Riley y de todos nosotros, representados con un rigor científico único y con una didáctica ejemplar para comprender nuestros actos, decisiones y comportamientos, a tal punto que temas tan propios de la salud mental como la bipolaridad, la depresión y la ansiedad, son tratados con absoluta seriedad y simpleza descriptiva. Un verdadero triunfo para el cine como vehículo para la ciencia. Pixar alcanza su obra cumbre en lo narrativo -musicalizada de manera magistral por Michael Giacchino- con un titulo dibujado para los niños, pero pensado por y para los adultos.

Es evidente que los genios detrás de “Intensamente” se hicieron asesorar de la mejor manera en temas como la neurociencia y la psicología emocional. Todas las escenas de los pensamientos de Riley tienen una manera diferente de explicar cómo funciona nuestra mente o porqué ocurren ciertas cosas. Detrás de cada gags y parlamento se esconden profundos conceptos sobre el subconsciente y el verdadero camino tras la búsqueda de la felicidad, siendo la película capaz de empaparnos con su mensaje sin dejar de lado la entretención y la emoción, con personajes adorables que terminan extrañándose una vez terminada la cinta, y sorprendentemente sin ningún mega villano como antagonista.

“Intensamente” en definitiva NO ES una película hecha para niños, los que podrán entretenerse con facilidad, pero difícilmente comprenderán todo lo que se esconde detrás de cada uno de los entrañables personajes.

“Intensamente” es un mensaje sincero, con la mirada de un adulto que juega a serlo, que nos enseña que crecer es disfrutar las alegrías, pero también aceptar las tristezas y enfrentar los peligros. Una clase de educación emocional a la que todos debiéramos asistir, y vivirla intensamente.

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Wladimyr Valdivia
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8
1 de junio de 2015
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciencia ficción independiente continúa en uno de sus años más fructíferos. Tras películas impresionantes que nos está dejando el 2015 dentro del género como “Autómata” de Gabe Ibáñez, “Spring” de Justin Benson, “I Origins” de Mike Cahill y “The Signal” de William Eubank; llega “Ex Machina”, un film que aborda el tema de la inteligencia artificial como pocas lo han hecho hasta ahora.

Alex Garland, la mente maestra detrás de los guiones de tres títulos consagratorios como “28 Days Later” (2002), “Sunshine” (2007) y “Never Let Me Go” (2010), dirige su primera película, y es la historia de Caleb (Domhnall Gleeson), un empleado de una empresa de programación e informática que gana el premio de pasar una semana en casa de Nathan (Oscar Isaac), dueño de la empresa, una persona al que pocos tienen el privilegio de conocer. Una vez allí, Caleb no sólo descubre una mansión secreta llena de lujos y avances tecnológicos, sino también la máxima creación de Nathan, Ava (Alicia Vikander), una robot de apariencia humana con la que éste pretende revolucionar el mundo de la Inteligencia Artificial (I.A.).

La I.A. ha sido abordada en numerosas cintas desde los inicios del cine. “Metropolis” (1927) ya planteaba visionariamente esa posibilidad; “2001: Odisea del Espacio” (1968) tenía en HAL 9000 un elemento clave; George Lucas con “THX 1138” (1971) lo volvía a poner en discusión; y en 1982, Rick Deckard se hacía cargo de la búsqueda de los mejores replicantes de la historia en un clásico como “Blade Runner”. Sin ir más lejos, la saga de “Terminator” se sostiene sobre el enfrentamiento con Skynet, la I.A. que lidera el ejército de las máquinas.

Sin embargo, es en las últimas dos décadas donde han surgido títulos en los que la I.A. es el protagonista absoluto de la trama y, por ende, la deconstrucción del tema y el desarrollo de la cinta giran de manera exclusiva en torno a esta tecnología, cuestionando su uso y acercándonos a un futuro que cada vez tiene menos de ficción. “El Hombre Bicentenario” (1999), “Inteligencia Artificial” (2001), “Yo Robot” (2004) y recientemente “Her” (2013), a modo de ejemplo.

“Ex Machina” se suma a estos títulos, con el gran mérito que, a diferencia de las recién mencionadas (exceptuando “Her” de Spike Jonze), es el propio Alex Garland el que esta detrás del guion y no está basada en novelas escritas por monstruos de la ciencia ficción como Isaac Asimov o Brian W. Aldiss, lo que representa un reto mayor y del que sale gloriosamente bien parado.

Con tan sólo 15 millones de dólares de presupuesto (una cifra insignificante respecto a otras producciones), “Ex Machina” puede definirse como un “thriller psicológico romántico científico”, que plantea hasta qué punto la I.A. puede alcanzar completa autonomía en la mente de un robot y cual es el límite entre la realidad y la ficción, donde una máquina es capaz de sentir y, más aún, llegar a ser consciente de ese sentimiento y tener el albedrío de decidir si lo que es correcto para él, también lo es para el resto, y viceversa, es decir, una inteligencia creada, superior a la mente humana y, lo peor de todo, convencida de su propia existencia.

Si bien la cinta pierde ritmo por momentos, la minimalista puesta en escena, el escaso número de personajes y la poca cantidad de tecnicismos en los diálogos, permite que nos centremos en lo importante: la relación de Caleb y Ava (en clara alusión a Eva y la costilla de Dios), que comienza como la de un tutor con su alumna, a la que evalúa en su desarrollo en base a conversaciones, pero con la que se ve atrapado poco a poco, entre la admiración científica y su belleza física. Este ejercicio es conocido como el Test de Turing, donde Nathan oficia de juez, observando todo desde una cámara de vigilancia. De manera paralela, Caleb va descubriendo los secretos que se ocultan detrás de las habitaciones de la casa y de Kyoko (Sonoya Mizuno), la atractiva asistente de Nathan.

La cinta tiene grandes momentos, siendo las charlas “a solas” entre ambos protagonistas el punto más alto, donde la pantalla exuda erotismo. Los diálogos son agudos, en un constante desafío a la inteligencia del otro y con ello, también a la del espectador, poniendo a prueba nuestra empatía para con los personajes, sin abandonar la premisa sobre el valor de vida, la libertad y la cuestionada perfección de Dios y su máxima creación.

La tensión y la frialdad se respira desde la primera escena y gran mérito recae en las inmejorables interpretaciones de los tres personajes principales: Nathan como un tipo genio en la materia pero de evidentes carencias sociales; Caleb como un joven prodigio, permeable y admirador de la ciencia y su trabajo; y Eva, un personaje que consagra a la hermosa Alicia Vikander gracias a su capacidad de transmitir con detalles y lograr que empaticemos absolutamente con una máquina diseñada para pensar, convencer y conmover.

“Ex Machina” es un film redondo desde cualquier perspectiva. Su dirección es elegante y cada plano es más hostil que el anterior, que bailan sobre una banda sonora tecno futurista hipnótica, ahogándonos en una atmósfera misteriosa pero estimulante, que juega con los géneros y donde cada detalle está minuciosamente estudiado. Una propuesta reflexiva que juega con el misterio en clave de ciencia ficción, donde para ser víctima no sólo hay que serlo, sino también parecerlo.

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