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Críticas de Francesca
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Críticas 114
Críticas ordenadas por utilidad
5
6 de enero de 2014
166 de 231 usuarios han encontrado esta crítica útil
Constrasta la gran riqueza visual con la enorme pobreza espiritual de los personajes retratados. “Soy rica”, dice una de las mujeres a la pregunta de Jep sobre qué hace en la vida. Y así es, vive la vida sin preocupaciones y sin sustancia más que ella misma; se dedica de hecho a hacer fotos de ella que cuelga en Internet y que recibe buenos comentarios de sus “amigos de Facebook”.

Jep está cansado de este mundo, pero a la vez no sabe, no quiere salir de él. Queda entonces el cinismo, esa venganza irónica que nos tomamos sobre las cosas que no queremos en el fondo eliminar.

La primera parte (digamos, la primera hora y media) cautiva por la fotografía, esa luz ocre y cálida que baña los edificios y monumentos de la Ciudad Eterna. Los restantes 60-70 minutos sobran, pues resultan una repetición de lo anterior: fiestas, happenings, tugurios y diálogos huecos sobre la vida. Ciertamente, este es el tema de la película (la vacuidad, cierta nostalgia, la desidia, la pereza, la lujuria…), pero no se puede hacer una historia sobre el aburrimiento aburriendo a la gente. En realidad, ese es el dilema de Jep, a quien le gustaría escribir un libro sobre la nada, ¿pero cómo hacer algo con la nada si nada es? Nada mejor que revestir esa nada con ricos ropajes, a modo de lo que hacen los personajes de esta curiosa fauna.

Sin embargo, el exceso de oropeles mostrado satura y no aportan nada más a la narración, demasiado lineal y carente de frescura. Es decir, la vacuidad acaba siendo atribuible tanto a los personajes descritos, como al film mismo. ¿Adónde nos quiere llevar?

La narración se basa de hecho en un barrido de la ciudad y sus gentes, o mejor dicho, algunas de sus gentes, una clase que vive en otro mundo, siempre en terrazas (arriba) o en sótanos (algunos de los locales), pero nunca a pie de calle, con la gente “normal”. Gente que deambula por la noche, por “su” noche, pues al igual que los nobles que se alquilan a sí mismos para asistir a fiestas, el resto de los personajes vive en ese microcosmos que ha creado y del que no quieren/saben salir.

Vienen a la mente varios paralelismos en el cine: Amarcord, Casanova… por su lado excesivo; también de Fellini La dolce vita, por el personaje central, también un periodista, pero en este caso, al final de su carrera. El vientre del arquitecto (Peter Greenaway), que deja su impronta en imágenes bellas y rebuscadas.

Así con todo, deja un regusto de amarga melancolía, como si sintiéramos pena de tanto desperdicio de vidas inútiles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Francesca
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9
26 de noviembre de 2013
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambiente de guerra, resistentes, milicia francesa, bombardeos. En medio de este humo y ruido, la sonrisa de Clara (Romy Schneider) que mantiene una gran complicidad con su marido (Philippe Noiret).

La acción se desarrolla en Montauban (suroeste de Francia) en 1944 y esto no es casual. En ese momento, los americanos están desembarcando, en su retirada los alemanes se vuelven cada vez más locos (como dice el doctor Dandieu) y cometen todo tipo de atrocidades (es decir, más de las anteriormente cometidas). En la zona hay una fuerte presencia de movimientos de la Resistencia, lo cual provoca persecuciones por parte de los nazis; al principio de la película –como ocurrió en la realidad–, se muestran cuerpos de ahorcados en las calles, forman parte de las represalias del ocupante.

Además, el film hace referencia a la masacre ocurrida en Oradour-sur-Glane (un poco al norte de Montauban, cerca de Limoges). El 10 de junio 1944, las SS reúnen a toda la población en la plaza del pueblo; los niños y las mujeres son encerrados en la iglesia. A media tarde empieza la matanza de todos los habitantes (en la película se ven los cadáveres en la iglesia). En la actualidad, se conservan las ruinas del pueblo, en recuerdo de lo ocurrido: 644 víctimas, de las cuales 204 niños.

El doctor cuenta con dos ventajas: ser médico, con lo cual posee la sangre fría y conoce bien el lugar. Rechaza cualquier ayuda y quiere llevar a cabo la venganza él solo.
Tremenda la escena en la que él ve el cuerpo de su mujer e imagina lo ocurrido. El dolor lacerante transforma el alma, y el pacífico doctor se convierte en fiera.

La película se mueve en tres planos: la masacre nazi, la historia de amor (a través de flashbacks, esencialmente) y la venganza (tiempo presente de la película).

Una pareja inesperada: en un principio, no parecería que la bella Romy Schneider pudiera casar con el regordete Philippe Noiret. Sin embargo, la mirada de ella está cargada de ternura y complicidad y él irradia felicidad al contemplar a su mujer. Esa química es la que sostiene en pantalla la historia de amor y la que permite identificarnos con el doctor Dandieu y su venganza.
Es una historia de amor contada con cariño y sin cursilería que fue truncada por un lanzallamas. No es justo.
Francesca
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10
20 de octubre de 2013
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gino Strabliggi (Alain Delon), un prisionero condenado como atracador de bancos, recibe la libertad condicional tras 10 años de condena, gracias a las gestiones de Germain Cazeneuve (Jean Gabin), un educador social, frente a la junta de evaluación. Una vez fuera, a Gino le espera su querida mujer… y también la antigua banda de atracadores. Pero Gino está decidido a emprender una nueva vida. Solo un encuentro inesperado cambiará el rumbo de la dirección que había tomado.


La historia en sí ya es potente, pero lo es aún más cuando sabemos que encierra –por lo menos– dos historias más.

Ante todo, la del propio autor. Jose Giovanni, de verdadero nombre Joseph Damiani, es un escritor, guionista y director de origen corso. Durante la Segunda Guerra mundial estuvo cercano a los movimientos colaboracionistas; fue miembro, por ejemplo, del partido de extrema derecha de Jacques Doriot (el PPF) y colaboró en arrestos por cuenta de la Gestapo francesa.
Después del conflicto fue acusado de pertenencia a banda mafiosa y complicidad en asesinato.

Condenado a muerte, su pena fue conmutada por veinte años de trabajos forzados. En su libro Le trou relata su intento de evasión. El relato llamó la atención del cineasta Jean Becker quien le propuso en 1959 adaptarla al cine. Así comenzó su acercamiento al mundo de la gran pantalla. Escribió un total de 20 novelas y 33 guiones. En los últimos años de su vida, se dedicó a visitar a presos para ayudarles en su reinserción. Respecto a su pasado (once años en prisión), declaraba que había pagado su parte y que tenía derecho al olvido y al perdón…

(Ver el artículo en Le Nouvel observateur para más datos sobre su turbio pasado:
http://bibliobs.nouvelobs.com/polar/20130911.OBS6369/jose-giovanni-n-avait-pas-choisi-la-resistance-mais-bien-la-collaboration.html).

En segundo lugar, en la historia aparece el siniestro comisario Goitreau (Michel Bouquet), un policía empeñado en cazar a Gino, convencido de que recaerá en cualquier instante en el crimen. El parecido con el tenebroso Javert, de Los miserables, es inevitable. Al igual que el policía en el film, Javert perseguirá hasta el final a Jean Valjean, seguro de que su conversión en ciudadano honrado no es posible. Además, el propio autor, Victor Hugo, escribió la extensa obra como un alegato en contra de la injusticia imperante. Concretamente, y relacionado con la guillotina, a Hugo le marcaron las escenas cuerpos de ahorcados mostradas al público y vio por otro lado ejecuciones efectuadas con guillotina. De hecho, Hugo escribió el El último día de un condenado, en el que denuncia estas prácticas. El novelista francés vivió en la primera mitad del siglo XIX y la guillotina (y pena de muerte, claro) fue abolida en Francia en… 1981 (con François Miterrand, por cierto, interpretado por Michel Bouquet en la película de Guédiguian).

Entonces, volviendo Dos hombres en la ciudad, aquí también se trata de denunicar un sistema judicial (y moral) que no permite una segunda oportunidad. Un ciudadano es culpable porque así lo decide un comisario llevado por un ánimo de revancha más que de ecuanimidad. Cuando una persona te condena de antemano, el drama está servido. ¿Hasta cuándo podrá resistirse Gino frente a la embestida de Goitreau?

La contrapartida del comisario la representa Cazeneuve (Jean Gabin), educador de presos y quien, en concreto, puja al principio por la liberación de Gino tras asegurar por escrito que se hará cargo de la buena conducta del recluso. Todo parece trascurrir bien tras la vuelta a la calle del “pupilo”. Todo parece ir tan bien (su esposa la quiere, trabaja, está tranquilo y relajado), que resulta sospechoso; se huele la tragedia. Hay dos giros en este sentido en el guion; en un primer momento tras el accidente y –después– tras los reiterados encuentros con Goitreau.
El guion es sobrio. La historia transcurre con naturalidad, dando tiempo al espectador a familiarizarse con los personajes, con el discurrir de los acontecimientos. Hay algún momento de suspense (las irrupciones de los viejos amigos de la banda), el accidente… Pero la historia sigue desplegándose en un crescendo suave hasta el momento de clímax.

Frente a la violencia institucional gratuita por lo menos podemos rescatar algún aspecto positivo. Hay elementos que en 40 años han cambiado: seria imposible hoy en día que un comisario retuviera a un ciudadano sin cargo alguno; el allanamiento de morada, la entrada sin orden judicial, el arresto preventivo serían consideradas prácticas abusivas y denunciables (en principio)…

Impresionante interpretación de Jean Gabin, ya mayor, algo cansado, lo cual sirve para redondear un personaje bondadoso, resabido y escéptico a la vez (completamente desencatado al final). Frente a él un Alain Delon rabiosamente guapo, que sabe interpretar “como quien no quiere la cosa”, es decir con una autenticidad sin artificios.

Imprescindible verla y difundirla.
Francesca
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7
5 de agosto de 2014
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pequeñas cosas de la vida... en apariencia. Sí, las tragedias llevan letra minúscula porque son cotidianas y mayúsculas porque pueden ser devastadoras. Así es la historia entre Hélène (Romy Schneider) y Pierre (Michel Piccoli); al principio encantadora hasta que un día, el amor se rompe (bueno, nunca es de repente, siempre hay un antes, señales, un desgaste, un alejamiento). Aunque quizás, no. El amor sigue porque el corazón es así, saltimbanquis, imprevisible, loco…

El filme se desarrolla a través de flashbacks que nos llevan desde el momento del accidente, a su presente con Hélène, su pasado reciente con su mujer y su hijo, su trabajo…

Fotografía luminosa y naturalista…

El punto central: conseguir destruir la carta que Pierre ha escrito en un arrebato a Hélène. Este pequeño hecho, que se muestra a mediados de la película, estructura el resto.

Quizás llega a cansar con tanto corte de escena adelante y atrás, pero se compensa con la actuación de los actores. Romy Schneider, luminosa; Michel Piccoli, que sin ser atractivo resulta sutilmente expresivo; Léa Massari (pena que aparezca tan poco), bella y sensual.

¡Caramba, cómo se fumaba! Pierre es como una chimenea; eran tiempos en que se fumaba en bares, restaurantes, ascensores, lugares públicos, ¡en el hospital!… Al final, parece incluso que el humo traspasa la pantalla y nos llega.
La muerte se presenta como algo dulce; tras el accidente, Pierre cae en un placentero sopor, solo interrumpido por la necesidad que siente de tirar la carta que le escribió a Hélène, hasta que...

Las cosas de la vida es la primera parte de una trilogía, seguida por Max y los chatarreros y Ella, yo y el otro; filmes protagonizados por Schneider y que tienen como tema el amor. La acción se desarrolla a mediados de los años 70, son épocas de cambio, de libertad o mejor dicho, de búsqueda de libertad por parte de la mujer; libertad de amar, de hacer su propia vida, de sentir. Tal vez cuarenta años después nos resulta desfasado, pero a la vez nos transporta a esa época de una Francia próspera y en búsqueda de nuevos horizontes (sociales, económicos).

Escenas:
- En el coche. Ella dice que se ha acabado; él no dice nada, salvo que esa noche se marcha para ver a su hijo. De pronto, ha entrado en un mutismo que resulta glacial. Ella, le sigue queriendo…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Francesca
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8
1 de diciembre de 2013
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escena apacibles de pueblos franceses, escenas de guerra, paracaidistas, bombardeos, incendios, el personaje de Jean-Louis Trintignant que escucha el boletín en la radio: los alemanes están invadiendo Francia, escenas de huida, la gente deja sus casas. En menos de seis minutos, están asentado el contexto, los personajes principales y la acción.
Jean-Louis Trintignant es el actor que representa al hombre normal, al de todos los días. Y aquí también. Julien, en la película, descubre con todo el candor que ella es judía, que los nazis quieren destruir a los judíos; “¿pero por qué?”, pregunta él.

Las escenas de época se añaden de vez en cuando a las del film, a veces se funden con las filmadas; una manera de decir, “esto ocurrió de verdad”. En las escenas emotivas, inevitable música de violín. Al principio, el viaje es de alguna manera apacible, a medida que avanzan (y los alemanes también) la guerra y sus destrucciones se hace presente. Este es el movimiento inverso a la historia de amor de ellos, que se refuerza. Frente al horror, calor.

Escena final impresionante de delicadeza. Toda una vida de pequeñoburgués de él salta en pedazos a través de un simple gesto de la mano. Solo por este gesto, la película vale la pena, pero claro, para verlo hay que verla desde el principio.

La acción de la película corresponde con el movimiento del tren (y de la guerra, pues). Granier-Deferre (1927-2007) se caracteriza más por la psicología de los personajes que por la acción.

Ayudante de dirección al principio, de Marcel Carné, por ejemplo, realizó su primer largometraje en 1962 (Le petit garçon de l'ascenseur). Será un incondicional de las adaptaciones para la televisión del personaje de Maigret de Simenon, encarnado por Bruno Cremer. El argumento del film parte de los propios recuerdos del éxodo que vivió el director hacia el sur. En una entrevista, Granier-Deferre cuenta que en cuanto le propuso el guion, Romy Schneider aceptó de inmediato, uno de los motivos eran las ganas de trabajar juntos y la sensibilidad de ella hacia la cuestión judía.
Francesca
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