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España España · Valencia
Críticas de A POSITIVAR
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Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
9
3 de julio de 2013
38 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque a todo el mundo le da algo de risa cuando pronuncio el nombre de la película o se ponen a cantar una tonadilla salida de la serie 'Aída', 'Lore' ha sido una grata e inesperable sorpresa. Inesperable por totalmente desconocida. Sin predisposición, sin prejuicios, sin trabajos anteriores en la mente y con una simple y escueta sinopsis, empecé a ver una película que ha entrado de cabeza en lo mejorcito del año; de mi año por lo menos.

Casi todas las películas que tratan los días finales y posteriores de la II Guerra Mundial en Alemania, suelen dirigirse hacia la muerte del Fürher, la entrada soviética en los campos de exterminio, los juicios posteriores al nazismo o la partición entre británicos, rusos, franceses y estadounidenses del territorio alemán. Lore, sin embargo, tiene un punto de vista más doméstico: la historia de los infantes de una familia acomodada bajo el régimen del III Reich, cuyos progenitores han sido figuras influyentes del nazismo.

Hannelore es una adolescente que, junto con sus cuatro hermanos pequeños, debe abandonar su casa y cruzar el país para llegar a casa de su abuela. Los padres, destacados miembros de la SS, deben huir antes de que el ejército estadounidense les encuentre. De esa forma, la joven y sus hermanitos tienen que hacerse mayores de golpe y descubrir qué es lo que ha pasado fuera de los confortables muros de su armonizada vida y qué ha pasado con esa guerra que sus padres estaban ganando.

Empieza la odisea. El descubrimiento y la naturaleza son intérpretes principales. Las transiciones y el tratamiento del entorno me recuerdan a Malas tierras, de Malick. El espléndido trabajo fotográfico y musical me ayuda a entrar dentro de una historia que trata, desde otra óptica, esa inagotable fuente de películas que ha sido el nazismo. Lore, educada en las ideas del nacionalsocialismo, viaja fuera de su burbuja destapando una nueva realidad: la real. El holocausto está de fondo. Los resultados de la internacional contienda están en el ambiente. Pocos uniformes y bastantes elipsis nos empujan hacia delante. La eficaz realización de la directora australiana Cate Shortland, que también firma el guión, nos introduce sin soltarnos de la mano (como Lore hace con sus hermanos) en un camino hacia una nueva existencia, a través del desasosiego, el hambre, la susceptibilidad y la incredulidad. Todo ese cine que hemos visto y todo lo que hemos leído sobre el tema de la Alemania nazi nos ayuda a completar los vacíos intencionados de la historia, para que solamente estemos pendientes de los cinco hermanos y de su viaje. El espectador conoce esa verdad que Lore descubre poco a poco.

A positivar a Saskia Rosendahl: una actriz protagonista que ha construido soberbiamente un personaje que evoluciona con la película y que deambula entre la sensualidad, la ira, la tristeza, el orgullo, el rencor y la rebeldía.

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A POSITIVAR
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1
26 de febrero de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde los últimos años del siglo XX, unos cuantos directores y productores han intentado llevar a buen puerto un proyecto que parecía que estaba maldito. Problemas con el presupuesto, desavenencias con el estilo del guión y desacuerdos entre directores y productores impedían que una película, más esperable que la versión cinematográfica de Superlópez o 13, Rue del Percebe, pudiera ver la luz. Y el 7 de octubre de 2011, "El Capitán Trueno y el Santo Grial" se estrenó en una gran cantidad de salas de todo el territorio nacional de la mano de su director, Antonio Hernández, y de su productor y guionista, Pau Vergara. Yo tuve la mala fortuna de no poder verla hasta algo más de un año más tarde. La espera valió la pena.

Los primeros minutos de la película nos dejan ver que el acabado, con cierto parecido estético a la Trilogía de "El señor de los Anillos" e incluso con toques de "Juego de Tronos", nos va a llevar a visitar lugares nunca vistos en los anales de la cinematografía vernácula. Una impecable factura que se acopla perfectamente a una narración fluida, a unos actores más que creíbles y a una música acompasada, alusiva, rítmica, nada estridente y perfectamente encajada. Una historia tan cautivadora como "La Princesa Prometida", aunque mucho más dinámica y con más recursos artísticos, y con unas escenas de lucha que recuerdan a películas míticas como "Robín de los bosques", de Michael Curtiz, "Los duelistas", primera película de Ridley Scott, o "Scaramouche", esa joya interpretada por Stewart Granger.

La extraordinaria sinopsis es la siguiente: Durante la II Cruzada, el Capitán Trueno y un ejército de cientos de miles de cristianos —brutal escena la de la explanada donde están aguardando las hordas del ejército que dirige el capitán— tienen que invadir una fortaleza musulmana para rescatar a sus compañeros cruzados que tienen en las mazmorras. En una de las celdas, Trueno encuentra a un anciano que tiene debajo de unas piedras nada más y nada menos que el Santo Grial, y que ha debido de pasar escondido en el recto y tenerlo oculto durante décadas en el pequeño calabozo. Pues bien, el anciano le encarga al Capitán que cuide de la reliquia y que se la entregue a los caballeros custodios. Asimismo, Trueno, sus inseparables amigos Goliath y Crispín, y un pequeño reducto de soldados expertos en el manejo de todo tipo de armas serán los encargados de llevar a España a una princesa Vikinga; y de paso proteger el Cáliz. Al llegar a tierras españolas se encontrarán también con la involuntaria tarea de hacer frente a un malvado señor feudal que tiene estremecida a una pequeña comunidad de campesinos, un claro homenaje a "Los siete samuráis", de Akira Kurosawa.

Una trama dividida en tres subtramas que están trenzadas perfectamente hilando la historia. Por un lado tienen que proteger a la princesa, por otro lado deben llevar el Santo Grial a los caballeros custodios y por otro proteger a la población de un villano y sus “diablos” negros. De estas historias también brotan increíbles historias de amor que ayudan a relajar las intensas, y algo gore, escenas de lucha, entre las que destaca el affaire de Crispín con una campesina del Bajo Aragón: un romance justificado, sin excesos, colmado de tensión sexual y que ayuda a comprender la inclinación sexual del personaje, ya que su nombre y su pelo oxigenado podría llevar a malos entendidos. Además de todo esto, durante las casi dos horas de dinámico metraje, hay varios giros argumentales e insertos narrativos que sufragan el devenir del relato. La película utiliza el anacronismo como recurso y no como fallo del guión, como muchos insinúan: que aparezca un globo aerostático, inventado bastantes siglos más tarde, o que tenga un espacio Ricardo Corazón de León, que no había nacido todavía en las Segundas Cruzadas, no hace más remarcar el carácter intemporal del héroe; pues son dos elementos que sí aparecen en el cómic y nadie dice nada. Que la porra de Goliath se aprecie claramente como de cartón piedra chusquero-carnavalera es también un agasajo a favor del tebeo. Que la princesa Vikinga tenga acento ucraniano es un genial recurso actoral que fortalece la interpretación. Que el personaje de Goliath esté interpretado por el lanzador de peso Manuel Martínez limita un poco su actuación pero ahorra en atrezzo, pues podía lanzar toneles y piedras gigantes reales. Cuando se bombardea a los malos desde el globo dejando caer bolas de fuego y los buenos se protegen con mantas mágicas, o el rayo que lanza el mismo demonio durante la ceremonia final, son clarísimos homenajes al cine Troma y a la serie B. Incluso que, en gran parte del film, no sepamos en cual de todas las tramas nos encontramos no hace más que enfatizar el trabajo de los actores, amén del carácter universal del héroe y su dedicación a liberar a los oprimidos; pues no importa dónde ocurra o por qué, no importa si el malo sobreactúa o sus secuaces sean inmortales diablos negros con caretas de papel de plata, no importa que un monstruo con forma de lombriz gigante (clara referencia a la película Temblores) salga de un pozo porque necesita el Santo Grial (que para algo lo querrá). Nada de todo eso importa porque el Capitán Trueno estará allí, sin importarle el entorno o la identidad de las atemorizadas víctimas, para salvaguardar la justicia.

En conclusión, El Capitán Trueno es cine necesario. Una película directa al corazón, que da que pensar, incluso semanas después de haberla contemplado; con arriesgados y poco comprendidos toques experimentales e interpretada desde el estómago y el método. Una película con tantas referencias a grandes historias de la filmografía universal que la convierten en una gran clase de cine. Cine de obligado visionado, que busca masas pero que también contentará al cinéfilo de festival o al amante del cine independiente. Una película que, esperemos, tenga tantas o más secuelas que toda la saga de James Bond.


P.d.: ¡LOS COJONES!

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5
13 de enero de 2015
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emprende presentándonos a los personajes de un barco pesquero sin estrella, centrándose en su capitán, hasta dejarnos claro que la única solución a las deudas de los bancos (tanto monetarios como de peces) es cambiar de carga: utilizar la bodega de la nave para franquear ilegalmente chinos hasta Corea del Sur. Muy espectacularmente realizada —hablamos de una producción coreana—, la película empieza a lo Ken Loach para, en un momento dado y tras un trágico y fortuito suceso, dar paso al rosario de la aurora. El problema es que las risas empezaban a ocupar la sala y no creo que el realizador buscara tal fin. Lo que el año anterior fue Un toque de violencia paso en esta edición a la abundancia. Lo pasé fenomenal, y eso es muy positivo, pero no me creí lo que ocurría. Todo era excesivo. Cine social, sí. Cine romántico, también. Incluso cine de aventuras marítimas. Pero claro, con sus desmembraciones, sus asesinos de ojos tan rasgados como desorbitados y sus dos mil ciento cincuenta y tres litros de sangre. Brutal en el sentido más… no sé. Brutal.

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Queridísimos verdugos
Documental
España1977
7,5
1.920
Documental
8
13 de enero de 2015
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recomendada por un amigo director, gran apasionado del cine documental, de nombre Octavio Guerra, decidí con nocturnidad y poca alevosía ojear las páginas visuales de Queridísimos verdugos, de Basilio Martín Patino. Conjuntamente a su valor social e histórico, la película (rodada en la clandestinidad) es una auténtica joya artesanal, escondida durante años en filmotecas arrinconadas, que no hace mucho que ha sido reeditada en DVD junto a parte de la comprometida y valiente obra de su autor. El cine como memoria es muchas veces atroz y complicado de adjetivar. La película, extremadamente realista, de producción obviamente limitada, con sonido directo, con las localizaciones auténticas de los hechos y con los protagonistas de aquellos sucesos convertidos en unos contundentes intérpretes, está vertebrada por una voz en off y unas imágenes de apoyo que documentan y golpean con argumentos históricos y vocablos de corte lírico una pena de muerte que dejan al nivel de un anacronismo social. Un fragmento de esa voz narradora es la frase que da título a esta crítica.

Antonio López Sierra, Vicente López Copete y Bernardo Sánchez Bascuñana no imaginaban cuando eran niños y vivían una época de miseria y analfabetismo que iban a tener en el siglo siguiente un espacio en la Wikipedia. Al igual que no imaginaban que la gente del cine iba a querer que contaran sus andanzas con el garrote para convertirlo en una película. Es para destacar la inusual y funesta aportación de López Sierra al cine español, pues además de ser uno de los tres personajes de Queridísimos verdugos (y quizá el más protagonista), fue el que inspiró El Verdugo, de Luis García Berlanga, una de las mejores películas de la historia (y no, no estoy hablando sólo de la filmografía española). Antonio López Sierra, Vicente López Copete y Bernardo Sánchez Bascuñana eran tres agentes ejecutores de sentencias durante la España franquista.

El documento empieza presentando a los verdugos y conociendo en boca de ellos mismos su dura infancia y el porqué de todo. El hambre y la necesidad les llevaron a aceptar el trabajo. “Yo creo que la gente debe morir en su cama”, le decía José Luis a su suegro Amadeo. “Naturalmente, pero si existe la pena, alguien tiene que aplicarla”, contestaba el recién jubilado ejecutor. Este diálogo de la película de Berlanga resume lo que, a partir de las presentaciones, nos encontramos en Queridísimos verdugos: tres personas, sin (prácticamente) atisbo de remordimientos, hablando de su trabajo como si hablaran de fútbol mientras toman copas de un vino color rojo sangre en una taberna intensamente española, con su cabeza de toro y sus enorme toneles.

“La primera persona que ejecuté era la prima de mi señora”. “Esto lo hace cualquiera que tenga corazón y le eche valor para poder comer, que la vida está cada vez peor”. Poco a poco y alentados por el entorno y el alcohol se van creciendo hasta parecer que la cámara se hace invisible a sus ojos. La voz en off nos va contando diferentes casos de reos y sus delitos, con apoyo de imágenes y diarios de la época, los cuales son recontados con pelos y señales por los queridísimos verdugos acabando cada historia con el fatal remache. Las formas de narrar y escenificar los momentos del ajusticiamiento son, en ocasiones, excesivamente gráficas. Hablan de su trabajo. Y hablan de la rapidez y eficacia de la herramienta mortal. Aunque un abogado y un médico, consultados también en el documental, no opinen lo mismo.

De gran intensidad por la forma de exponer los datos y de tratar los macabros sucesos, los climax son constantes a lo largo del metraje. Aunque destaca el caso del “Asesino de Valencia” (el último de los expuestos): con entrevista a los padres del reo en la agónica espera del indulto y con aparición y opinión del abogado defensor. Un proceso, este último, con una carga dramática a ratos insoportable, por su realismo y por desconocer su desenlace.

Una enorme película esta Quedirísimos verdugos. Todo es grande en ella, pero sobre todo el poso que te deja. Contundente, necesaria, objetiva, aterradora y didáctica. “En memoria de tanto dolor”, frase rotulada al final del film, ayuda a despertar de la anestesia generalizada. No es ficción. No hace tanto.

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7
26 de abril de 2013
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí, seguro, que no me ha gustado tanto como a Rebollo. Estamos ante un producto que no está pensado ni realizado para gustar a todo el mundo, ni mucho menos. Una película arriesgada y pensada milimétricamente para complacer a su creador. Pero si tiene la suerte de poder hacer eso, de que sus ideas puedan ver la luz sin censura, es por lo menos para tenerle envidia. Y si además te dan el Premio Fripesci de la Crítica Internacional en el Festival de San Sebastián, pues más feliz que muerto. Aunque no fue el único galardón. José Sacristán, el espectacular protagonista, se llevó la Concha de Plata al mejor actor.

El muerto según Rebollo: Buenos Aires. En la última planta de un hospital, un español que ha echado media vida en Argentina se da cuenta de que se muere. Este viejo asesino a sueldo -seco y divertido, tierno- se escapa con un feliz cargamento de morfina, y emprende un viaje hacia el norte, a ninguna parte. Una chica que encuentra en la carretera será su fiel escudera a lo largo de dos mil kilómetros de comedia negra.

Y aunque, a partir de ahí, muchos opinan que nos encontramos ante “un insufrible buceo en la nada”. A mí esa nada me parece interesante, repleta de dualidades y muy poética: film de carreteras sin señales, de matones sin violines, de restaurantes sin clientes, de playas paradisíacas sin turismo, de santos drogaditos, de enfermeras que te masturban, de perros tranquilos, de amos con rabia, de copla tanguera, de fernet con cola, de narradores megaomniscientes, de tetas y escopetas, de cojeras temporales, de homenajes afrancesados, de colores apagados, de villanos miopes, de familias olvidadas, de coches nunca vistos y de helados fin de fiesta. Pero si parece una canción de Sabina y, encima, en Argentina.

Vamos que, a cada uno su cine; y aunque la forma de narrar puede tener sus debates, porque para gustos los formatos, la historia de un asesino moribundo que intenta recordar a la primera persona que mató, y en lugar de rememorar los mejores momentos de su vida, se pasa todo el metraje enumerando a todas sus víctimas, mientras viaja al norte de Argentina en busca de un helado me parece bastante interesante. ¡Vivan los raros!

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