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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
5 de diciembre de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Moonraker” (1955), la tercera novela que, Ian Fleming, dedicara a su exitoso personaje James Bond, ya había sido tomada como base para el filme homónimo que, en 1979, realizara Lewis Gilbert, y que, protagonizado por Roger Moore, se convertiría en el más taquillero de la serie realizado hasta esa fecha. Sin embargo, fue tan poco lo que, en realidad, se usó de la novela, que ésta quedó prácticamente virgen. Así que, a la hora de necesitar nuevo material y exprimida la ya casi totalidad de lo que dejara escrito el autor inglés (12 novelas y dos libros de cuentos), es evidente que -sin contárselo a nadie- se pensó de nuevo en este “Moonraker”, se le cambió el nombre a la nave por “Goldeneye”, se puso la historia en tierra con otras cosillas de la novela -como lo reclaman los más fervientes seguidores (¡sí, los hay!) del señor Fleming-, y se eligió a un nuevo intérprete del agente 007, habiendo recaído la suerte en el irlandés, Pierce Brosnan (un actor de fuerte carisma proveniente de la serie televisiva “Remington Steele”), quien se convertía en el quinto agraciado en representar al personaje, desde que, Eon Productions, se hiciera con los derechos de las obras.

Con Martin Campbell en la dirección y con el personaje de M asignado ahora a una mujer ¡y nada menos que Judi Dench!, la Eon Productions luce, en este repunte -tras la quiebra de la MGM-, dispuesta a asumir un gran riesgo, pero los resultados fueron más que satisfactorios: “GOLDENEYE”, se convertiría en la más taquillera película de la serie, superando incluso a la propia “Moonraker”.

Las dos chicas que acompañan a Bond son de primera línea: La holandesa Famke Janssen, una “mantis” en celo dispuesta a arrancarle la cabeza a cualquier amante luego de calentarlo; y la polaca, Izabella Scorupco, la suerte de chica que –a Bond y quizás a cualquier hombre- les recuerda enseguida que su corazón aún sigue palpitando.

Campbell logra un atractivo divertimento, con complicadas y muy efectivas escenas de acción (¡espectacular la de Bond persiguiendo en un tanque de guerra a Ourumov!); dosifica la historia con agradables diálogos y certeros toques de comedia… Y como La Guerra Fría ya había tocado a su fin -pues ahora era un hecho la disolución de la Unión Soviética-, a los rusos tocó dividirlos en buenos y malos, de tal manera que la aventura no resultara tan tendenciosa como en pasadas ocasiones.

De nuevo, veremos a nuestro estimado, Sean Bean, en situaciones complejas que nos harán preguntarnos desde la primera escena ¿será que va a tener aquí otro de sus muchos trágicos finales? Y queda decir que, la canción central, “Goldeneye” -compuesta por Bono y The Edge- que se puso en la voz de Tina Turner, es –para nuestro gusto- la más atinada y vigorosa de toda la serie.

Y también nos ha quedado un mensaje: Si lo que ya se hizo crees que puedes hacerlo mejor o novedoso, ¡hazlo, Si puedes!, porque, lo que ya gustó, es probable que guste dos veces.
Luis Guillermo Cardona
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6
25 de septiembre de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el largo tiempo que pasó en Europa, el escritor americano, Henry James (New York, 1843), tuvo muchas ocasiones de apreciar, comparativamente, las costumbres y particularidades de una y otra cultura, habiendo sido, éste, el tema central de varios de sus cuentos y novelas, en donde un personaje americano (hombre o mujer) viaja a algún país del viejo continente... y allí tiene una intensa -y por lo demás, notable y/o conmovedora- aventura.

Sobre dicho eje narrativo, donde la inocencia, las ansias de vivir o la buena voluntad, chocan con el arribismo, los prejuicios extremos o la traición, se han desarrollado títulos tan sobresalientes como, “El Americano”, “Daisy Miller”, “Las alas de la paloma”… y por supuesto, “Retrato de una dama” (1881), otra de las trascendentales novelas que hicieron de, James, una de las figuras claves en la literatura de los últimos siglos.

Con grandes conocimientos sobre la psicología humana -de seguro influido por su hermano mayor, el renombrado psicólogo, William James-, en <<RETRATO DE UNA DAMA>>, también se logra ahondar en el carácter de una americana, Isabel Archer, quien al recibir una jugosa herencia y convertirse en una mujer bella, rica e inteligente, la pone en la mira de Serena Merle, quien se convence de que, es ella la suerte de mujer que debería conquistar… su propio amante, el inglés Gilbert Osmond. Así, se abre la puerta para el drama de una muchacha muy apetecida que esperaba encontrar por fin la felicidad… y de pronto, se ve metida en un infierno de ambiciones y malos tratos del que parece bien difícil que pueda sobrevivir.

En manos de la directora neozelandesa, Jane Campion, quedó la realización de ésta película que se sostiene por la brillante historia que nos ofrece James; una atractiva fotografía que deja ver el esplendor de los paisajes europeos en verano y en invierno; una banda sonora que refuerza con efectividad las imágenes; y por unas muy buenas actuaciones de, Nicole Kidman, cuyo rostro ilumina cada plano en el que aparece; John Malkovich, el hombre dispuesto a lo que sea necesario para aumentar sus caudales; y entre otros, Barbara Hershey, con una madurez muy bien llevada y cuyo personaje es una suerte de perverso titiritero tras la cortina. Pero, el excesivo metraje, alargado mediante desplazamientos innecesarios y una que otra situación de ninguneada relevancia -con el claro propósito de convertir el filme en un fuerte y extenso drama de época (oscarizable)-, más el enclaustramiento en ambientes de poca complementación narrativa y la gelidez de muchos encuentros, terminan por generar un demérito notable, en un filme que lo tenía todo para ser una obra bien importante.

Merecido reconocimiento a la española (¿Quién es?) que dobló a Nicole Kidman, cuya voz ya he oído en otras películas y me resulta fascinante... y para reflexionar, una frase de, Mark Touchett, muy atinada: “Una persona es rica cuando consigue satisfacer los deseos de su imaginación”.
Luis Guillermo Cardona
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10
8 de mayo de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo quien ha vivido directamente una situación particular de la vida, está habilitado para comprenderla y visionarla de la manera más objetiva. Se necesita haber sentido en cuerpo y alma los vicios, la hipocresía, la discriminación y la estrechez moral de la clase alta, para poder describirla con la precisión que lo ha hecho Edith Wharton (1862-1937) en sus novelas “La casa de la alegría”, “La edad de la inocencia”… y “La solterona”. Y cuando uno se entera de las difíciles situaciones por las que tuvo que pasar esta escritora y diseñadora newyorkina por su carácter bisexual (complejos matrimonios, rechazo, injurias directas e indirectas, agresiones personales…) entonces comprende la ironía y la inconformidad que se hacen manifiestas en sus recreaciones literarias.

Escrita en 1921, “LA SOLTERONA” sería brillantemente convertida a guión cinematográfico por Casey Robinson, partiendo de la novela y de la adaptación teatral que hiciera Zoe Akins, y sería el director Edmund Goulding, quien de nuevo dirigiría a la gran Bette Davis en la que podemos asumir como otra de las grandes interpretaciones de su carrera. Carácter para mantenerse presente, invisible pero perceptible; espíritu de sacrificio para darlo todo por la felicidad de su hija y en recuerdo del hombre amado; y una gran fortaleza para soportar las detracciones que origina el desconocimiento, son algunas de las cualidades que brillan esplendorosamente, en un personaje singular que inspira admiración y compasión a partes iguales.

Con un perfecto estudio de caracteres, en el que los matices psicológicos lucen profundos y matemáticamente delineados, Goulding logra una historia de fuerte impacto donde el amor alcanza cuotas sumamente altas, dejándonos ver las formas tan diversas y complejas como consigue manifestarse entre los seres humanos. La manera como se desenvuelven Charlotte y Delia, las dos hermanas que parecieran rivalizar por el amor perdido y eterno de Clement Spender, nos da una edificante prueba de que las apariencias engañan y de que puede haber mucho amor entre lo que, a primera vista, luce como simple rivalidad.

De nuevo, exaltar la brillantez de la puesta en escena (cuidada hasta el último detalle para que no haya lugar a excesos u ostentaciones) y esa precisa composición de planos donde todo está hecho para decir, para significar. Obsérvese, a manera de ejemplo, la escena en que Tina a punto de casarse, le dice a “su madre” Delia: “Sé cuánto te debo. Te lo debo todo, ¡todo!”… y cuando esto ocurre, en primer plano entra Charlotte (con luto en el alma y en el cuerpo, recreado en su traje oscuro) a quien vemos ante una mesa con unas velas apagadas (metáfora de su corazón), mientras oye a su hija decir a su prima: “¡Prefiero que seas tú mi madre antes que nadie en el mundo!”. ¡Esto es arte puro, arte por excelencia! ¡¿Cómo pudo ser que tantísimos historiadores hayan dejado de lado a un director como Edmund Goulding?!

Si quieren saber más acerca de las relaciones interpersonales, “LA SOLTERONA” será una ocasión muy, pero muy especial.
Luis Guillermo Cardona
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9
6 de noviembre de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Qué hay que hacer cuando la vida nos golpea? –Pregunta Penny Baxter a su hijo, y él mismo responde- Aguantar como podemos y seguir adelante”. También podemos –y debemos- reflexionar sobre lo que nos sucede, ya que, somos nosotros quienes lo hemos creado, fomentado o permitido, y la reflexión quizás nos lleve a entender qué fue aquello que olvidamos; en dónde nos desviamos o sencillamente erramos; y comprendido el error, éste puede corregirse, enmendando y cambiando nuestra manera de actuar. El que aguanta y sigue actuando como antes, tendrá que seguir aguantando, porque si sigues haciendo lo que mal vienes haciendo, te seguirá yendo como te está yendo.

Adaptación de la novela, “The Yearling” de Marjorie Kinnan Rawlings, con la que ganara el premio Pulitzer en 1939, la MGM encargó el rodaje de la película a, Clarence Brown, un director que venía pasando por un buen momento con títulos como: “The Human Comedy", “International Velvet” o “The White Cliffs od Dover”, y el resultado ha sido una obra de impecable factura en la que se logran imágenes de un sensible pictorialismo, muy gratamente complementadas con una historia ejemplarizante sobre la relación de un chico de 11 años con su equilibrado padre.

Moradores cerca al lago George de la Florida, en un sitio conocido como La isla de Baxter, la historia transcurre a finales del siglo XIX; y como homenaje a los pioneros, recrea la difícil, pero entrañable vida, del granjero Penny Baxter, al lado de su leal, pero sufrida esposa Orry, quien no parece superar la pérdida sucesiva de sus tres primeros hijos. Ahora tienen únicamente a Jody, el chico que ya superó el riesgo de muerte temprana, y la relación entre padre e hijo se ha vuelto muy estrecha. Gregory Peck, Jane Wyman y el debutante Claude Jarman Jr., con interpretaciones que dan la plena medida.

Para la madre, es común una frase que todavía dicen muchas otras madres: “¡Qué cariñosos se ponen todos cuando me ven con un plato de comida!”, pero en aquel hogar, con los comunes rasgos machistas de la época, y la lógica identificación del hijo con el padre, se logra un esfuerzo mancomunado para salirle al paso a las necesarias dificultades de la vida.

El guion de, Paul Osborn y John Lee Mahin, preserva sutiles detalles que van mostrando los logros de ese muchacho que avanza puntualmente hacia la madurez, pues, el padre se convierte, para él, en un ejemplo aguerrido y colmado de sabia paciencia que le ayuda a superar los escollos que cada tanto surgen en el camino. El respeto por la naturaleza se convertirá, entonces, en poesía plena para aquel joven que disfruta sensiblemente del viento y los animales, del sol y de la luna, y para quien, el cervatillo que le regala su padre, traerá una inmensa felicidad… y también se avendrán momentos muy difíciles que le ayudarán a alcanzar la adolescencia y a poner, un día, los pies sobre la tierra.

<<EL DESPERTAR>>, es un bello reflejo de la relación armoniosa que puede alcanzar el hombre con su mundo.
Luis Guillermo Cardona
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7
16 de noviembre de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jamás consideraré civilizada a una sociedad que, ante un hombre que aspira a regenerarse, hace cuanto sea necesario para que no pueda lograrlo. Pero, paradójicamente, jamás creeré que, un hombre, que desde el fondo de su corazón ansíe rehabilitarse, no vaya a poder lograrlo. Porque la sociedad juega su papel como instrumento probador de cuan profundos son tus deseos, y cada ser humano, en estas circunstancias, debe hacer bien su papel resistiendo y perseverando.

No consigo sentir demasiada simpatía por Eddie Taylor (Henry Fonda), porque lo sentí como un hombre débil: se venga infantilmente cuando lo rechazan en un hotel y se desespera en la primera ocasión en que es botado de un empleo. Es demasiado primario, pues lo abandona toda lógica en su estancia en la prisión, y carece absolutamente de esa fe que, contra todo, preserva la esperanza. Así, se vuelve obstinado y no indaga cuando oye decir que todo está a su favor. Ha reincidido tres veces y cuando tiene la ocasión de una dura lucha en pro de su inocencia, renuncia a creer en alguien dejando bordado un trágico destino del cual, queda la sensación, de que fue él el único responsable.

Creo que el director, Fritz Lang, apuntaba a mostrar lo imposible que es, en ciertas ocasiones, luchar contra el destino. Muchas veces he sentido esto y puede ser que obedezca a esa ley de karma de que hablan los hindúes. Y, reconociendo que no he podido establecer claramente la frontera entre una cosa y la otra, en otras situaciones siento que es la incoherencia, la renuncia y/o la falta se solvencia moral, lo que convierte en tragedia irredimible cierta clase de existencias. Y para mí, Eddie Taylor ha sido recreado como un hombre de este estilo.

“SÓLO SE VIVE UNA VEZ” hace bien posible la doble o quizás la triple lectura, pues también podría verse como una denuncia del sistema judicial que, con tanta frecuencia, condena a hombres inocentes hasta hacer “imposible” su redención. Incapaz de creer ya en las palabras de los hombres uniformados, Taylor termina desoyendo lo único veraz que le dicen en algún momento y se convierte así en otra víctima de una “justicia” que es sólo venganza.

De otro lado, el romance entre Eddie y Joan, es de esa suerte de amores que, como el de Romeo y Julieta o el de Bonnie y Clyde, resultan bordados con un lazo de eternidad, pero con el sello de imposible tallado en sus espaldas.

Fritz Lang nos ha dado pues, un filme que no deja indiferente. Queda en cada uno optar por el tipo de lectura que le fluya de su propia alma.

Título para Latinoamérica: “SÓLO VIVIMOS UNA VEZ”
Luis Guillermo Cardona
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