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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
11 de julio de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me duele la cabeza de solo pensar, ¿qué haría si, hoy mismo, pudiese contar con un millón de dólares?... Lo que se me ocurre no es nada cinematográfico, está ligado a las necesidades de una vida normal, pero, creo que primero que todo alabaría a Dios por el favor recibido y enseguida haría una gran fiesta con mi familia y mis amigos, para demostrarles que los llevo siempre en el corazón. Después, pagaría cada centavo que debo a mis comprensivos acreedores que ya ni me llaman para que no piense que me están cobrando y a los que tampoco llamo porque ya no sé qué decirles... y por supuesto, ¡cancelaría cuanto debo a los horrorosos bancos que cada mes envían factura para que recuerde que, si no pago, me van a embargar! ¡Ah! y arreglaría la casa en la que tantos años llevamos viviendo, pues, ¡vaya si lo está necesitando! Me aseguraría de que mis hijos tengan la reserva suficiente para continuar sus estudios... y satisfaría algunos deseos que no estaría nada mal poder realizarlos: Me compraría el piano que siempre anhelé (aunque sea para que ahora lo toque alguno de mis hijos); compraría una botella de vino Dubonnet para tomármela un viernes con mi esposa como en los buenos tiempos... y me compraría los libros que todavía no he comprado. Después, creo que resolvería algunas necesidades de mis hermanos y amigos, y haría algo que fuera bien útil en alguna comunidad de escasos recursos... y ya estaría listo para dejar este mundo en paz... ¡En fin, soñar no cuesta nada!

“SI YO TUVIERA UN MILLÓN”, nos cuenta lo que hicieron con ese dinero, las 10 personas que, en su mano, tuvieron un cheque obsequiado por el empresario John Glidden (Richard Bennett), el cual, al no creer en nadie de su familia, decide dejar la herencia a absolutos desconocidos. De una guía, tomó nueve nombres al azar, y excepto al primero... ¡porque resultó ser nada menos que Nelson Rockefeller!, él mismo les llevó sendos cheques, dispuesto a acoger los muy diversos resultados.

Son ocho historias cortas, contadas por renombrados directores, y el resultado ha sido estupendo, resultando la película pionera en su estilo, bastante aleccionadora, y sobre todo, harto divertida. Para mi gusto, los mejores cortos, en su orden, son:

“La tienda China” de Norman Z. McLeod, con guion de Joseph L. Mankiewicz, el cual se desarrolla en un ambiente onírico muy bien logrado, sobre un pobre empleado llamado Henry Peabody, para el que su trabajo se ha vuelto una pesadilla ante el temor de que se le rompan algunas piezas, pues, su jefe es un perfecto verdugo y, de ñapa, su hogar es un hastío con una esposa que no para de hablar.

“Violet” de Stephen Roberts (también con guion de Mankiewicz) es otra delicia con esa prostituta que decide compensar su vida durmiendo sola en la suite de un hotel. Lo que hace con la cama y con su cuerpo… me ha tocado el alma.

Protagonizado por George Raft y dirigido por H. Bruce Humberstone, “El falsificador” resulta una historia de ejemplificación moral, cuando el cheque por un millón cae en manos de un timador de marcada trayectoria y todas las puertas se le cierran para poder hacerlo efectivo. El resultado es sorprendente… y deja bien claro cómo funcionan siempre las leyes existenciales.

Y aunque hay otros que también me gustan, termino con “El oficinista”. Escrito y realizado con una gran elipsis por Ernst Lubitsch, será Charles Laughton, una pieza más en el robotizante ejercicio de una sala de oficinas quien, al recibir el preciado cheque, decide por fin cruzar la frontera.

“SI YO TUVIERA UN MILLÓN”… Véala si también, usted, quiere darse la ocasión de soñar.
Luis Guillermo Cardona
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10
16 de junio de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Newcome es un médico de película… o bueno, de aquellos que había en otros tiempos, que llevaban la profesión en la sangre y la dignidad en el alma. Cobraba cuando se podía, y cuando no, atendía con el mismo empeño y con la misma entrega a cualquier paciente. Esto le convirtió en un hombre respetable en Calderbury, Inglaterra, donde, en la segunda década del siglo XX, se avecinaban tiempos difíciles para la sociedad.

Pero Newcome no era feliz en su hogar, su esposa era una mujer demasiado rígida y poco formada, y esto llevaba a que, su pequeño hijo Gerald, viviera nervioso y marcado por el miedo. Pero un día, por sugerencia de su propia esposa, el médico lleva a su casa como niñera de su hijo a Leni Kraft, una joven bailarina de origen austriaco que él auxiliara en un momento de crisis.

James Hilton, el mismo escritor que nos diera: “Horizontes perdidos” y “Adiós Mr. Chips”, entre otras grandes obras llevadas al cine, es también el autor de la novela homónima y del guión de “NO ESTAMOS SOLOS”, película que se enmarca en ese estilo de exaltación humana y de justicia suprema, que ha caracterizado a gran parte del cine clásico que ahora tiene el sello de la perennidad.

Funciona aquí la historia como una plasmación verídica y contundente de como, en esta apocada sociedad, se puede ser un gran hombre y ser víctima de grandes injusticias; y también es un reflejo muy solvente, de lo corta que suele quedarse la llamada justicia contra hechos de amplia apariencia que perfectamente pueden no ser verdad. Hilton da varios ejemplos en este sentido, y por eso, en boca de su personaje y en un momento preciso, pondrá una frase de enorme peso: “Es extraño como las palabras pueden parecer justas sin ciertamente serlo”.

Se redondea así un firme alegato contra la pena de muerte, pues en cada caso de ejecución, se está denegando la ocasional posibilidad de que, a futuro, resulten nuevas pruebas que demuestren que el reo es inocente. Y por cada hombre limpio que la arrogante “justicia” condene, es la sociedad entera la que pierde, pues de esta manera se retrasa el camino hacia la paz.

Con gran brillantez narrativa, y con convincentes interpretaciones de Paul Muni (“Scarface” “La buena tierra”…), la angelical Jane Bryan (muy notable en “La solterona”), la siempre eficaz Flora Robson y la polifacética Una O’Connor, el director Edmund Goulding logra aquí otros de esos filmes para sentir muy dentro, pues apunta al alma y al entendimiento desde perspectivas tan sabias y valientes, que es imposible permanecer insensible ante esa prístina sustentación de la historia.

¡Y cuán tristemente cierta la argumentación del médico en que se apoya el título del filme!… ¡Todavía seguimos en pañales en lo que al ejercicio de la Justicia se refiere!

“NO ESTAMOS SOLOS” es una película imprescindible.
Luis Guillermo Cardona
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8
9 de marzo de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores maneras de procurarse una vida Infeliz, es permitir que otros decidan sobre tu vida. Cuando tú no obedeces, no sigues, no respetas los dictados de tu conciencia; cuando aquello que anhelas fervientemente lo tiras por la borda porque otros (padres, pareja, hijos, hermanos, amigos…) te impelen a seguir otro rumbo; y cuando terminas eligiendo algo por su beneficio material cuando hay otra oportunidad donde se te ofrece una gran riqueza espiritual… tenlo por seguro: La infelicidad vendrá a tu vida indefectiblemente.

Cary Scott, es la viuda de un hombre de negocios, acostumbrada a vivir en la abundancia y entre un puñado de seres mezquinos, oportunistas, hipócritas y lenguaraces. Pero esa es su rutina y ella, como sus hijos, parecen estar habituados a vivir de esta manera. Ese –sienten ellos- “es su mundo”, y sus amigos y su sociedad, se encargan de reforzarles que no existe otro y que, si existe, no vale la pena.

Pero llega entonces el día en que, la señora Scott, luciendo un atractivo traje rojo, revela que ha vuelto a interesarse en agradar a los hombres… y de hecho, ya es pretendida por Howard el atrevido y por Harry el prudente, dos hombres de su clase que dan la impresión de no lograr atraerla lo suficiente. Más todo cambia cuando, Cary, consigue tratar a su ocasional jardinero Roland Kirby, un experto en árboles y con una visión de la vida en la que prima el desprendimiento y la comunión con la naturaleza, no obstante que de vez en cuando caza para poder sobrevivir (tampoco es perfecto).

Comienza así un interesante choque cultural: Un encontrón entre los que acumulan materia y los que solo buscan la causa del espíritu; una rebatiña entre los que creen que el sexo y la aventura son la razón de cada día, y los que creen que se ama al otro ser en su plenitud o no se ama nunca; un serio conflicto entre los que osan manejar la vida de los demás y los que se debaten por seguir sus propios ímpetus y ser honestos consigo mismos…

Con “SÓLO EL CIELO LO SABE”, Douglas Sirk ha logrado otro filme relevante, primero, porque exalta el auto-reconocimiento y la necesidad de ser fiel a la propia esencia y a los reclamos del alma. Después, hace una ajustada comparación entre los que viven en la prisión de la materia y los que se complacen con la libertad del espíritu. Y finalmente, Rock Hudson y Jane Wyman (quienes ya habían hecho pareja en “Magnífica obsesión”) lucen muy bien tratando de ser honestos y merecidamente felices entre una ampulosa sociedad.

Película muy útil para todos aquellos que sienten que deben fortalecer su carácter.

Título para Latinoamérica: “LO QUE EL CIELO NOS DA”



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Luis Guillermo Cardona
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6
18 de febrero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Qué es lo que nos impulsa a volar?” Le preguntaba un viejo compañero de vuelos de entretenimiento a Charles A. Lindbergh. Varias son las respuestas que podrían darse a esta pregunta, pero creo que la más común, es esa ansia de libertad inherente a los seres humanos. Volar te despega de la tierra donde quedarán, mientras dure, olvidados tus problemas. Volar te hace sentir fuerte, encumbrado, poderoso y seguro; y al volar, te sientes sin duda más cerca de Dios, porque, aunque no creas en Él, tú sabes que Él cree en ti y todo lo que espera es que hagas bien aquello que haces, para que entonces compruebes que, en ningún momento, te encuentras realmente solo.

Pero, Charles Lindbergh, era un hombre escéptico, y además de que le interesaba mucho el dinero (estaban en juego ¡25 mil dólares! donados por el filántropo, Raymond B. Orteig, para quien cruzara primero el océano Atlántico en un vuelo sin escalas desde New York a París o viceversa), también le gustaba el éxito y el poder, y lograr aquel triunfo, sabía que le serviría para hacerse con mucho de todo esto.

Sobre este vuelo -realizado entre el 20 y el 21 de mayo de 1927, tiempo en que el piloto recorrió 5.800 kilómetros en 33 horas continuas de vuelo-, el mismo Charles Lindbergh escribió su relato, “The Spirit of St. Louis” (1953), el cual fue un éxito de librerías y le mereció el premio Pulitzer. La versión cinematográfica, realizada cuatro años más tarde por el director, Billy Wilder, pretendía quizás reivindicar la imagen de este “héroe nacional” que, en los últimos años, comenzaba a lucir bastante desprestigiado por sus declaraciones a la prensa en las que se mostró como simpatizante de Adolf Hitler, al tiempo que abogó por el aislacionismo de los Estados Unidos y se mostró partidario de los nacimientos selectivos.

En taquilla, el resultado del filme fue bastante deficiente y las explicaciones alcanzan a la muy pobre imagen que para entonces tenía el antiguo piloto; también se cuestionó el protagonismo de, James Stewart, que resultaba demasiado mayorcito (tenía 48 años) para representar a Lindbergh que, cuando hizo su proeza, apenas cumplía 25; y finalmente, se debió al hecho de que Wilder dedicó demasiado tiempo al vuelo entre New York y París, siendo muy escasas las anécdotas que sobre la vida privada de Lindbergh alcanzan a conocerse… y esta es, sin duda, la mejor parte.

Pero hay algo que me atrae particularmente del filme y es lo que ha justificado su visionado: La manera como interviene el Hado, con la chica del espejo… la mosca… el resplandor en la cara… Esa suerte de ayudas que comúnmente no dimensionamos, pero que son la demostración irrefutable -¡no casualidades!- de que realmente nunca estamos solos.

Título para Latinoamérica: EL ÁGUILA SOLITARIA
Luis Guillermo Cardona
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7
22 de enero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer musical que realizara la Metro Goldwyn Mayer, tras el advenimiento del cine sonoro, se hizo acreedor al premio Oscar por Mejor Película, pero, Harry Beaumont no obtuvo el premio a Mejor director, entre otras cosas porque cometió algunos errores técnicos a los que enseguida se les nota el mal peinado. Mírese tan solo la pelea entre Jock Warriner (alusión malintencionada a, Jack L. Warner, el jefe de la empresa competidora, Warner Bros.) y el celoso enamorado Eddie Kearns, y ahí se tiene un buen ejemplo, entre otros.

Pero el éxito fue monumental, en principio, porque era el primer musical 100% hablado, cantado y bailado. Después, era una historia de amor y de hermandad de esas que consiguen tocarnos fibras muy sensibles. Además, contaba con una actriz, Bessie Love (quien hizo de, Hank Mahoney), que merecidamente fue nominada al Oscar porque tenía mucha calidez y un enorme talento. Pero, la que se roba el filme es la actriz de 19 años que hace de su hermana Queenie, quien llegó a ser llamada “El rostro más bello de Hollywood”.

Anita Page (1910-2008), llena de luz cada imagen en la que aparece, porque irradia una ternura muy especial; emana una coquetería espontánea y sin malicia; y sus ojos miran de una manera tan dulce y arrobadora, que no fue gratuito que, tras el estreno de, <<LA MELODÍA DE BROADWAY>>, en una semana recibiera casi 10 mil cartas de sus admiradores, entre las que se encontraban unas cuantas en las que reiteradamente pedían su mano en matrimonio… ¡y estaban firmadas nada menos que por el duce, Benito Mussolini!

Después, la preciosa figura de, Anita Page, siguió siendo reclamada por el cine. Acompañó a Buster Keaton en sus películas, “Free and easy” y “Sidewalks of New York”; trabajó con Joan Crawford en “Our modern maidens”; y a las órdenes de Mervyn LeRoy, coprotagonizó, “Gentleman’s fate”. Había aparecido ya en unas treinta películas… pero en 1936, Anita se vio forzada a retirarse porque, según contó en una entrevista futura, no quiso acceder al asedio sexual que sobre ella mantenían el productor, Irving Thalberg, y el jefe de la MGM, Louis B. Mayer. Quiso, a todo riesgo, vivir de manera coherente con el noble y honesto personaje que la hizo famosa en esta película… y tendrían que pasar muchos años para que, convertida ya en una mujer madura, pudiera volver a estar brevemente en las pantallas.

Este primer musical, es una agradable mezcla de romance, amistad y relaciones familiares en ese ambiente festivo, sensual y proclive a las intenciones turbias (de particulares individuos) de las salas de espectáculos… y allí se encontrarán dos hermanas venidas de provincia, cuyo especial afecto de la una hacia la otra, comenzará a verse en riesgo ante los incontenibles impulsos de los hombres que las pretenden.

El éxito de, <<LA MELODÍA DE BROADWAY>> fue tal, que inspiraría pronto tres nuevas secuelas: “Melodía de Broadway 1936”, “Melodía de Broadway 1938” y “Melodía de Broadway 1940”, y su grata historia -escrita nada menos que por el también sobresaliente director, Edmund Goulding-, con mínimas variaciones, sería contada luego en otras tantas películas.
Luis Guillermo Cardona
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