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España España · Cáceres
Críticas de Sinhué
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Críticas 1.378
Críticas ordenadas por utilidad
9
8 de julio de 2010
41 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pura hiel enlatada en celuloide nos ofrece Sydney Pollack en esta fantástica película que de ser en blanco y negro sería Neorrealismo del bueno.
Años treinta en USA, años de depresión. Algunos, pocos, han salido volando por las ventanas. Muchos otros vagan de calle en calle, de estado en estado, buscando la supervivencia. Un maratón de baile puede ser un lugar idóneo para escapar, durante unos días, de la intemperie. Pero nada es gratuito....

El paralelismo entre un caballo herido y un ser humano maltrecho es tan acertado que nunca hubo un cántico a la inocencia, tan veraz, como el que nos ofrece el bueno de Michael Sarrazin en su ineludible responsabilidad ante la agonía.

En este paseo hacia la Nada, el director nos lleva de la mano de una más que convincente Jane Fonda y unos tristes, rayando el patetismo, Susannah York, Red Buttons, Bruce Dern.....a la guarida del maestro de ceremonias Gig Young, bien resguardado por Michael Conrad y su ayudante, el mudo comedor de puros, el gran Al Lewis. Entre todos se encargarán de hacernos próxima la tortura. Tan próxima, que en cualquier momento tú o yo podemos estar girando en el angustioso carrusel de los perdedores, mientras otros con más fortuna lanzan algunas monedillas para engrasar el espectáculo.
Tal vez, tú o yo, convengamos entonces, también, que la muerte puede ser la última puerta que nos queda por abrir para conseguir la libertad.
Pasará, Danzad, danzad malditos, a ser una de vuestras pelis preferidas y no querréis volver a verla más.
Sinhué
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8
1 de noviembre de 2009
43 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la película más redonda de Carlos Saura pero sí que es una buena muestra del cine de uno de nuestros mejores directores.
En su debe la falta de equilibrio, al estar los pesos pesados (la familia Fuentes) en un plato de la balanza y en el otro el resto de protagonistas más diseminados. Los primeros aguantan la mayor parte de la carga dramática y sombría de la España profunda: ".....de aquí no se puede salir". Los otros, víctimas necesarias para que el odio y la obsesión acaben erupcionando.
En su haber la veracidad de algo que sigue corriendo por las venas de muchos españoles, sobre todo de las zonas rurales: la venganza; que se nos intenta vender como coletazos aislados de gente racial e ignorante, pero que mucho me temo sigue tatuada en los eslabones de nuestra cadena genética.

Yo soy extremeño y la polémica que se creó en el estreno de el 7º día, por parte de alguno de nuestros políticos populacheros, me parece un insulto a los propios extremeños que pensamos que hay que asumir nuestras carencias, no repetir errores y trabajar para erradicar cierta ignorancia congénita; crecer, tras apisonar con la autocrítica, los cimientos movedizos de la falta de objetividad.
Es cierto que situaciones como la de Puerto Urraco pueden darse en cualquier sitio, pero no es menos cierto que en Extremadura se mantienen una serie de circunstancias que propician este tipo de comportamientos; a saber: la menor renta per cápita, el mayor analfabetismo funcional, lindes confusas, caciques (también en partidos de izquierdas), escopeteros irresponsables con licencia de caza...etc. No se adecenta una comunidad autónoma guardando la mierda bajo la alfombra.

Y volviendo a lo que nos ocupa: las interpretaciones de José Luis Gómez y Juan Diego empequeñecen a un elenco de muy buenos actores que no tienen la suerte de tener unos papeles tan marcados.
Una vez más el director oscense utiliza la música popular como calendario en el que subrayar los días en que las cosas acontecen.
Yo sí creo que esta película era necesaria.Hasta los cuadros de Goya aún tienen vigencia.
Sinhué
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8
24 de octubre de 2021
42 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
La joven directora barcelonesa, en su primer largometraje, demuestra mano firme y un inusual oficio, más allá del que se supone para una principiante. No comete algunos errores, que serían perfectamente perdonables: ni hace subrayados innecesarios ni hace concesiones ni guiños buenistas.
Aún así, su ópera prima está cargada de sensibilidad, emoción y realismo que no distorsiona la mirada inquisidora de Nora, la criatura que inicia el abandono de la adolescencia, y que de alguna manera es la guía que ensarta todos los trozos de vida que Clara Roquet ha querido trasladarnos con un guión magistral y un dominio de las elipsis y los silencios que perturba el ánima de los más curtidos.

La familia Vidal, con sus problemas y taras, con su campechanía impostada, sus ayudas químicas para reforzar la felicidad; marca terreno y deja claro a Libertad y Rosana que hay una apreciable diferencia entre ser como de la familia y pertenecer a ella. La irrupción de la quinceañera colombiana, aire nuevo en viejas costumbres, provoca un pequeño tsunami que amenaza el aburguesado y falso equilibrio de los veraneantes catalanes. Después de todo, lo de ser más libre o feliz, más sincero o más justo, nunca debe hacerse a costa de variar ni un ápice los estatus preestablecidos; de eso saben mucho los que más tienen.

Muy apreciables las aportaciones de Vicky Peña, Nora Navas y de la portadora de esos ojos grandes que quieren saber, que no soporta las ocultaciones y que tropieza con la cruda realidad en el verano en que dice adiós a la inocencia (María Morena).
Sinhué
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10
9 de diciembre de 2010
37 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo vi Espartaco, por primera vez, en un cine-teatro de Vitoria hace cerca de cuarenta años; un sábado, en una sesión doble y continua. Llovía, y sabíamos que no lo dejaría en toda la gris jornada, por lo que pertrechados de refrescos y bocadillos nos sumergimos en la oscuridad de la sala en pleno mediodía (12,30). Por la pantalla, en buena vecindad con romanos y gladiadores, cabalgaban en ese momento, sucios y malcarados vaqueros buscando los confines del desierto de Tabernas. En aquellos días solo nos planteábamos lo de la duración de las películas para elegir, en caso de duda, las más largas; considerando que a igual precio era más atractiva la cantidad que la calidad. Éramos apenas prófugos de la niñez pero un amor imprevisto había invadido ya nuestros corazoncitos: el cine. Precisamente una de nuestras antiguas novias imposibles fue Varinia (Jean Simmons), que prefirió a Espartaco (Kirk Douglas) y, también desde aquel día las túnicas, que resbalaban del cuerpo de las mujeres como peces de manos enjabonadas, pasaron a ser para nosotros un imprescindible fetiche sexual.

No recuerdo aquel spaghetti-wester pero nunca olvidaré las siete horas que anduve entre animosos esclavos, pérfidas legiones, triunfantes traidores, senadores intrigantes, cobardes mercaderes e irreductibles militantes de la libertad. Sé que si el líder tracio se hubiera dirigido en cualquier momento al patio de butacas, hubiera contado al menos con un centenar más de harapientos dispuestos para marchar contra el malvado imperialismo romano y la capital de la República. Quién sabe si alguno de nosotros hubiéramos podido con nuestras propias manos estrangular al ambicioso e insensible Craso (Laurence Olivier), e incluso tocar las sandalias y el corazón de la viuda más valiente y más apreciada de la vetusta Roma.

Hace muchos años que el Teatro Amaya perdió su particular guerra de audiencias y quedó convertido en bloques. La gran pantalla en la que compartimos aventuras pasó a convertirse en centenares de diminutos aparatos de televisión; y los amplios palcos, con olor a púrpura de cortinón, en salitas de estar y en comedores de un solo comensal. Todo ha cambiado salvo el indómito espíritu de Espartaco y la maestría de Stanley Kubrick para conseguir soldarnos a la silla y devolvernos a los años que importan; a aquellos, que como decía García Márquez, nos conocieron felices e indocumentados.
Sinhué
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7
4 de noviembre de 2018
44 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
No dan puntadas sin hilo los directores islandeses y queda demostrado de nuevo en esta simpática y entretenida lucha de guerrilla que mantiene de forma individual Halla, una dulce e independiente profesora de canto, dispuesta a plantar cara a los matones de una contaminante multinacional del aluminio instalada en su hábitat, en el lugar en que vivirá la hija que ha decidido adoptar.
Y remarco la habilidad para incorporar elementos extraños (en este caso la banda sonora) sin que afecte al relato, y también un guión impecable que, si bien es cierto que demanda complicidad, no deja ni una grieta por la que pudiera colarse la falta de confianza en una superheroína cincuentona.

Es, Benedikt Erlingsson, el mismo que hace cinco años escribió y dirigió una original e impactante ópera prima, que llamó: De caballos y hombres, y que ha vuelto a sorprender en su estreno en Valladolid (63 Seminci), siendo su obra muy bien acogida por el público y conquistando el Premio de Mejor Actriz (Halldóra Geirharösdóttir).

La facilidad con la que el poder endosa la etiqueta de terroristas a quienes no comulgan con un sistema implantado por desaprensivos señores feudales, debiera hacer que nos enrocáramos en los principios naturales y nos apoyáramos, en lugar de tragarnos el anzuelo de lo políticamente correcto y correr a chivarnos a las autoridades, esas que la mayoría de las veces están ahí impuestas por las puertas giratorias de la política, para practicar lo que mejor se les da: el abuso.
Sinhué
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