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España España · Móstoles
Críticas de lyncheano
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
9
12 de septiembre de 2007
164 de 183 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es esta una película hecha para mentes abiertas y cerebros ávidos de retos intelectuales que sepan apreciarla en toda su grandeza, para aquellos espectadores que sepan ver todo el vasto campo de controversia y posibilidades interpretativas que nos ofrece, por encima de lo que pudiera parecer a primera vista entre y a través de tanta sangre y acción. Sin lugar a dudas, Verhoeven quiso transmitirnos un mensaje de lo más actual, peligroso y hasta podríamos decir moralmente dudoso, de la forma más inteligente posible. Para ello fabricó una película comercial, de acción, apoyada en un efectista y directo mensaje principal (''el único bicho bueno es el bicho muerto''), monstruos aracniformes y brigadas espaciales, con gore esplícito, espectaculares efectos especiales y un estilo chabacano, inocente y forzadísimo. No obstante, el ingenio de este irregular pero genuino director, quiso que todo fuera tal y como se nos muestra en pantalla, incluso me hace pensar que contratara tan pésimos actores (Denisse Richards y Casper Van Diem) de forma deliberada para conseguir ese estilo único de folletín bélico, almas superficiales y amor de cartón. Temáticamente da lugar a múltiples interpretaciones: desde el concepto de ciudadanía como individuo subyugado a los intereses de la sociedad, la diferenciación explícita de clases sociales (con privilegios y obligaciones intrínsecas a tales consideraciones), la propia sociedad reconvertida y estructurada de acuerdo a un régimen semi-fascista belicoso y con ansias de supremacía, ese ansia de conquista y la autoproclamación de amos y señores del universo (metáfora supraterrenal de ese sentimiento de superioridad infundado e ilegítimo que sin embargo reina hoy en día desde Occidente para con Oriente)... El hecho de pintar a los malos con forma de insectos, seres que aquí en la Tierra consideramos infinitamente inferiores a la raza humana (exquisita la escena en la que unos niños pisan bichos con gesto de ira apenas contenida, pagando con los débiles lo que no son capaces de arreglar con quienes realmente les hacen daño), no hace sino aumentar esa sensación de pisar terreno pantanoso cuando el hombre sale de su hábitat natural e intenta invadir lo que no le es propio: son las arañas gigantes las que inician la guerra contra la humanidad, como queriendo decir que ese sentimiento de supremacía es propio de todo ser vivo, que el sometimiento (el nazismo) quizá sea una cualidad innata de todos los seres de la existencia, y por extensión del hombre, que se considera insultado e intenta hacerlo suyo con más enfasis que ninguna otra criatura viviente.
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lyncheano
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10
7 de septiembre de 2007
186 de 244 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es increíble descubrir cómo meses después de haberla visto, Crash sigue acudiendo a tu mente una y otra vez, insinuando que has pasado por alto lo que creías estar pasando por alto mientras la veías, asegurándote que hay mucho más detrás de toda esa fría perversión... y de hecho lo hay, pero quizás más como valor subjetivo que como mera definición. ''Crash'' deja bien claro sus intenciones desde la primera secuencia, con la rubia Déborah Kara Hunger destilando sexo por sus poros mientras se deja penetrar contra la fría superficie pulida de una avioneta. Sus manos se deslizan con lujuriosa avidez por el metal, e intuímos que es ese contacto el que la lleva al éxtasis erótico, no el hombre que tiene por detrás. Jamás se mostró en pantalla un comportamiento sexual tan desviado y contranatura como en esta cinta, no al menos como se exibe aquí, de una manera tan inteligente y, a pesar de lo que uno pueda pensar, con tan buen gusto. Cronenberg nos muestra la desviación psicológica de las personas a través de su corrupción sexual y su deformación física, conjugando elementos tan opuestos a priori como los accidentes de tráfico y el placer sexual; la carne abierta, cicatrizada y deformada con la sensualidad inherente de los orificios naturales del cuerpo humano. Estamos ante una película salvaje, incómoda, alarmantemente excitante, que se basa en escenas de sexo explícito alternadas con escenas de sexo verbal, en una escala que va de lo perverso a lo gravemente enfermizo.
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lyncheano
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8
7 de septiembre de 2007
99 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película preciosa, que te hace pensar no sólo en aquello que puede haber tras la muerte (la cuestión fundamental de cualquier rama del arte y en ocasiones también de la ciencia), sino también en el extraño mecanismo que controla nuestras emociones y sentimientos en vida. ¿Qué es el amor? ¿De qué nos enamoramos realmente? Una bella mujer (Nicole Kidman) pierde a su marido cuando este sufre un repentino ataque cardíaco mientras hacía ''footing'' una fría mañana de otoño. Tiempo después, cuando la pobre mujer comenzaba a rehacer su vida y se había llegado a comprometer con otro hombre, aparece un niño que asegura ser la reencarnación de su marido muerto. El hecho de que sepa todas las intimidades de la pareja y de que reaccione de una manera tan convincente, comportándose con la absoluta seguridad de saber que en realidad es quien dice ser, hace dudar al personaje encarnado por Nicole Kidman de si realmente se pudiera tratar de él, del que había sido su vida entera, enfrentando sus sentimientos con las propias convicciones de una educación clásica basada en las leyes lógicas de la vida y la muerte, creando un conflicto (posiblemente sin retorno ni resolución) con su familia, con su prometido, con el niño y con su propia alma.
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lyncheano
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9
12 de enero de 2014
93 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Unas veces cazas al oso, y otras veces el oso te caza a ti».

Ya lo decía el legendario cowboy en la bolera que frecuentaba El Nota. La vida es un continuo cazar o ser cazado, una búsqueda cíclica en la que nunca nos mueve el fantasma del combustible pasado. A dedo en coche y por el mundo helado, autoestopistas greñudos sin ánimo de descansar.

Llewyn Davis es esta vez el cazador, pero al contrario que El Nota, se toma la vida demasiado en serio. Llewyn Davis es un Barton Fink del Greenwich Village de los años 60, un músico folk que solo dice cuando canta, porque hablar habla pero nunca dice. Por la película pasan multitud de artistas o gente que dice ser artista. Todos, sin excepción, hablan de ellos. De su arte. Y a nadie le importa una mierda lo que dicen los demás. Una merienda de egos desnudos, sin dinero. Porque el artista está siempre demasiado ocupado hablando de sí mismo, de su tragedia, de que el chollo se le jodió por culpa de otros. La incomprensión. Con un sofá por cama que a cada día o a cada rato se le cambia de tapicería y de paredes. Vivir para ser artista, no para comer. Comer es para gente que solo existe, gente común que busca un futuro, sin ínfulas. Gilipollas mediocres. Pero Llewyn es especial. Tiene hijos como quien escribe canciones. Los deja estar en Akron cuando sabe que están vivos. No abre la caja, como tampoco la abría Barton en aquella playa de película. Se limita a abortar por filosofía y a vivir su tragedia con ansia felina.
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lyncheano
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9
22 de julio de 2009
71 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spider supone un paso adelante en la progresión de la obra de David Cronenberg. Si bien no es su mejor película, lo cierto es que en ella es apreciable un cambio de registro, o como hemos dicho, una PROGRESIÓN de ese registro hacia algo más allá del ''cine de la nueva carne'' que Cronenberg abanderó en sus comienzos. Normalmente, los personajes de Cronenberg buscan la catarsis a través de la descomposición carnal, mutilan y deforman su cuerpo para metaforizar y metamorfosear una evolución espiritual que rara vez llega a producirse satisfactoriamente (La Mosca, Crash, Videodrome); y sin embargo aquí, la catarsis es buscada de una forma más sutil y críptica para el espectador, más intimista tal vez, a través de la reconstrucción de una mente fragmentada que al final, una vez más, tampoco logrará su propósito. Se trata por tanto de una película inteligente, mental, minimalista, oscura y cifrada para aquellos que no sepan ver más allá de su evidente conclusión y no tan sorprendente final. Es esto lo que nos puede llevar a engaños, pues no es una película de guión, sino el estudio de un personaje cuya enfermedad mental constituye paradójicamente y por extensión el estudio de todos nosotros como seres humanos. Me refiero al engaño al que nos sometemos voluntariamente, a la asimilación de los hechos y a los filtros que impone nuestra propia voluntad (forjada a base de educación, situación social y personalidad), a los recuerdos desvirtuados y a la total imposibilidad de alcanzar un estado objetivo de percepción. Así, internado en un hospicio entre el psiquiátrico y la libertad, donde no recibe los cuidados que necesita, Spider (re)construye su propio pasado en una libreta donde escribe extraños símbolos mientras murmura en una extraña lengua. Esto es lógico, pues para levantar unos recuerdos menos dolorosos y evadirse por tanto de la realidad que compartimos los demás, (es decir, para crear su propia realidad) es necesario poseer una lengua y unos instrumentos propios (como las cuerdas entrelazadas, su pequeña libreta y su minúsculo lapicero). Así pues, Spider busca una base en torno a la que poder vertebrar sus recuerdos y poder continuar su vida, para saber quién es, o al menos poder ser alguien. Pero sus intentos son en balde, pues no consigue más que romper su burbuja de ilusión y caer hacia ese mundo que le es hostil y jamás le permitirá ser nadie. Aquí entra en juego el estudio psicológico del personaje del que antes hablábamos: la esquizofrenia, el complejo de Edipo (metaforizado en esa conversación con su madre sobre las arañas y sus crías), y la falsa sensación de ausencia de peligro que desprende alguien tranquilo, tímido y huidizo como Spider. Se podrían exponer múltiples análisis sobre la enfermedad mental que padece este carismático personaje, pero mejor hablaremos de los elementos que utiliza Cronenberg para mostrarlo en pantalla.
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lyncheano
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