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España España · teruel
Críticas de simón
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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
3
6 de enero de 2010
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frecuentemente se suele escuchar por boca de quienes se sienten felices que los cielos del mundo no son menos azules porque lo oculten algunas nubes pasajeras, o incluso porque los ciegos no lo puedan ver.
Afirman, éstos, que si son felices es porque al levantarse cada mañana siempre intentan buscar excusas, algún pretexto o circunstancia que le convenga, y que de no ser así, de no encontrar algún motivo de dicha, lo inventarían.
Incluso, no dudan en airear a quienes quieran escucharlos que el secreto de la vida se encuentra en la esperanza, más que nada porque la dicha es espera e ilusión, que la felicidad está conectada por la expectativa de nuevos proyectos y que la esperanza de la felicidad futura es más importante que la dicha en el presente, reafirmando su postura diciendo que nunca un pesimista había descubierto el secreto de las estrellas, ni había navegado por mares ignotos, y que con su actitud nunca había abierto una puerta al espíritu humano, no en vano y en forma de sentencia final dicen preferir perder una vida buscando una vela que maldecirla en la oscuridad.
Afirman, de igual forma, y sin rubor, que el fracaso no les preocupa, que no le tienen miedo a la derrota, sobre todo porque están convencidos que las experiencias negativas en el pasado les ayudarán a resolver los problemas futuros, y porque la esencia de la vida consiste fundamentalmente en eso, en errar, levantarse y aprender de los fallos cometidos para que ya nunca más vuelvan a repetirse.
Sin ambages, aseveran seguir la máxima del sabio que decía: “Es mejor ser un optimista loco que un pesimista cuerdo”.
En contraposición, un punto de vista más pesimista de la existencia afirma que la mejor forma de no defraudarla es no esperar nada bueno, así, esta perspectiva del mañana les amortiguaría mejor los desengaños del presente y les haría más llevaderas la frecuentes decepciones que siempre impone la vida. Aseveran, de igual forma, que de dejarse llevar por el optimismo la desilusión les estaría garantizada, y que pensar en positivo es una impostura, un engañarse a sí mismo; para sentenciar, finalmente, que el ser optimista es peligroso porque ciega, porque no deja ver la realidad y que el más feliz es aquel que en verdad no reflexiona con profundidad de la vida.
Yo sin embargo prefiero una cita que dice: “Si la vida no tiene propósito, ni dirección, ni finalidad, ni significado, y a pesar de todo, soy feliz, ¿qué estaré haciendo bien?.
simón
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5
19 de enero de 2010
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién querría madrugar? ¿Quién levantarse a las siete de la mañana para ir al tajo?
¿Quién desearía aguantar cada día a un jefe que le putearía casi por sistema, sólo porque en un momento decisivo de la vida no aceptó desarrollar el noble oficio de “lameculos”?
¿Quién querría trabajar ocho horas diarias, después de hora y media perdida en desplazamientos, por un sueldo que a duras penas alcanza para pagar el alquiler de una sucia vivienda compartida?
¿A quién le gustaría trabajar en una actividad que detesta o, incluso, estudiar muchas horas al día pudiendo vivir sin hacer absolutamente nada?
¿Quién querría trabajar estando ya sus padres para costear los caros caprichos?
¿A quién le gustaría acostarse temprano sólo porque al día siguiente tuviese que ir a una clase a soportar charlas sobre cuestiones que no le interesarían siquiera como inversión para un futuro laboral?
¿Quién desearía renunciar a largas noches de juerga bebiendo, ligando y filosofando con los amigotes porque al día siguiente tuviese que madrugar para estudiar el tocho de apuntes que se apilarían en varias capas sobre la mesa del escritorio?
¿Quién desecharía la posibilidad de viajar a un país extranjero para conocer nuevos estilos de vida o intimar con nuevos amigos, si el coste del viaje fuese sufragado, parte por el estado, parte por sus generosos padres?
¿Quién no desearía vivir alejado de miradas curiosas para vivir una experiencia llena de excesos de ocio y ausencia de responsabilidad?
¿Quién rehusaría la posibilidad de vivir todos los días del año como si fuesen sábados?
¿Quién no desearía vivir imbuido en una permanente juerga con personas que en esos momento tendrían exactamente sus mismas inquietudes, esto es, la diversión sin límites ni freno?
¿Quién rechazaría consumar un año con la sensación inequívoca de que la vida es un continuo de juerga y diversión?
¿A quién le gustaría tener que rendir cuentas por los excesos cometidos durante todo un año?
¿Quién desearía instalarse en la realidad de la vida cuando la vida cotidiana ya sería la ilusoria cima de momentos irreales?
Respuesta: nadie.
YO TAMBIÉN QUIERO SER ERASMUS.
simón
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2
20 de abril de 2008
12 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como dirían los americanos (del norte se entiende), no compro de esta película, ni lo que en ella se cuenta ni como lo cuenta, ni, por supuesto, la idea general que se desprende después de un soporífero e inane visionado de un nuevo fallido intento de la industria española por revitalizar sus paupérrimos resultados a través de películas que intentan remedar sus incomprensibles éxitos televisivos.
Película trufada de momentos y situaciones inverosímiles, absurdas e incomprensibles, ofensivas para el intelecto medio español, que no logra otra cosa más que insultar al sufrido espectador no avisado de lo se va a encontrar. Como muestra, por citar una, la estulta escena de la comida familiar, muestra lo de que se ha convertido este nuestro cine carente de ideas coherentes y medianamente inteligentes.
De todas formas, resulta harto complicado nominar el peor momento de este bodrio convertido a base de desafortunadas subvenciones en ¿película?, ya que en ella se multiplican escenas, como ya se ha referido anteriormente, completamente absurdas e imcomprensibles, que dan lugar a momentos en los que uno no puede sentir más que pena, a la par de asco, en lugar de la tan ansiada hilaridad que en ningún momento logra, más bien al contrario, puesto que los momentos cómicos son más bien escasos, por no decir que inexistentes.
Si ya las series estilo "Aquí no hay quien viva" o "Escenas de matrimonio" resultan insultantes para el género humano, en este film se repiten con contumaz persistencia las mismas constantes de éstas, incidiendo en las mismas estólidas situaciones.
Por otra parte, no tengo suficientemente claro de a que tipo de público está dirigido esta insulsa e insustancial película, si a un público adulto descerabrado, si al adolescente en general o a uno ya de cierta edad carente de estudios primarios, puesto que cada uno de los sectores nominados carecerán de estímulos suficientes como para salir satisfechos de lo que en este bodrio de film se cuenta. Infiero que finalmente el sector que quedará más satistecho de lo que en esta producción se narra será una mezcolanza de un público ocioso sin otra cosa mejor que hacer y el potencial espectador de la ominosa retahíla de series al estilo "Los Serrano".
Resulta lastimoso corroborar como una y otra vez el cine español se estrella, se autofagocita y se suicida con este tipo de producciones a todas luces prescindibles e innecesarias, ya que ¿ para qué pagar por una entrada 6 € para ver lo que en tantas ocasiones se muestra en las incontables series españolas que pueblan ese, huero de ideas, electrodoméstico denominado televisor?
Si el film se titula 8 citas, uno desea, ya a la cuarta, que éstas finalizen lo más pronto posible, y que así no continúen los directores aporreándonos el cerebro con más citas estúpidas e insustanciales, dignas de cabezas huecas y de neuronas abotargadas por la marihuana.
simón
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