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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
16 de julio de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La joven nicaragüense, Carla Delgado, ha decidido quedarse en Glasgow, Escocia, luego de que, con su grupo de bailarines viajara hasta allí en busca de dinero para la causa sandinista, pues, su país, en ese año 1987, todavía sigue en una cruenta guerra ya que, Estados Unidos de Norteamérica, no se muestra dispuesto a permitir que un gobierno socialista se les asiente en América Central. Por largos años, los estadounidenses sostuvieron y protegieron a la brutal dictadura de Anastasio Somoza, y ahora, la CIA financia y organiza la guerra sucia de los Contra, para que derroquen del poder al gobierno sandinista que está en manos del presidente, Daniel Ortega.

En Glasgow, Carla conocerá a George Lennox, un conductor de autobús que se obsesiona con la intención de ayudarla, y será él quien, al verla traumatizada y con fuertes impulsos suicidas, termine animándola a que vayan juntos a Nicaragua para que ella pueda enfrentar la realidad y quizás logre reencontrarse con aquellos seres a quienes tanto ama.

<<LA CANCIÓN DE CARLA>>, es otro plausible título en la filmografía del director, Ken Loach. Como historia, es importante por su eficiente recuento de uno de los episodios más deplorables del pasado latinoamericano; recrea un sensible drama donde la solidaridad y el compromiso brotan de seres sencillos sin más poder que su espíritu de unión, su buena voluntad y su corazón enorme; y nos da cuenta de cómo el imperialismo se sostiene con la fórmula del arrasamiento y patrocinando la infamia y la crueldad contra la gente del pueblo.

Comienza, aquí, una nueva y notable sinergia. Esta vez, entre el director, Ken Loach, y el guionista escocés, Paul Laverty, quien se convertirá en la fuente literaria de casi todos sus filmes posteriores.
Abogado y comprometido defensor de los derechos humanos (tres años en Nicaragua, y otros más en El Salvador y Guatemala), Laverty será “representado” en la película con el personaje de Bradley que se le encargó a Scott Glenn, pero, quedé con la impresión de que su rostro se asemeja más al de Robert Carlyle, quien lleva el mayor peso del filme con impagable carisma, como el conductor rebelde dispuesto a dejarlo todo atrás para salvar la vida de la sufrida muchacha de la que se ha enamorado.

A, Carla, la representa, Oyanka Cabezas, una legítima hija de Nicaragua, diseñadora de vestuario que tiene aquí su primer y único filme como protagonista, y cuyo rol logra conmovernos con su traumática existencia, dejando bien presente el inconmensurable sufrimiento que causan a la humanidad los usurpadores del poder.

<<LA CANCIÓN DE CARLA>>, reafirma a, Ken Loach, como un director comprometido con la historia y con la causa de los oprimidos. Es cine testimonial de primera línea.
Luis Guillermo Cardona
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9
11 de abril de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada día suceden en el mundo, hechos y situaciones que resultan imposibles de explicar en forma racional. Muchos los callan por temor a ser tildados de locos o especuladores, y la ciencia luce agotada con sus “lógicas” explicaciones y se queda profundamente corta tratando de materializar éstos hechos que les ocurren a innumerables personas. Por alguna razón –relacionable sin duda con la arrogancia, el escepticismo, la visión materialista y por supuesto los paradigmas-, a la mayoría de los científicos se les deniegan las experiencias extrasensoriales y ésto les da más motivos para mofarse de todo aquello que, para ellos, son solo alucinaciones, sueños o delirios.

En 1945, y quizás por primera vez en Inglaterra, cuatro notables directores realizan una muy seria película financiada por los renombrados estudios Ealing, en la cual recrean hechos sobrenaturales que son vistos, no sólo con el mayor respeto, sino que, dentro de la historia, son confrontados por un psiquiatra al que habremos de ver en apuros tratando de reducirlos a situaciones de fácil explicación. Son cinco episodios, contados dentro de un sexto que hace las veces de historia central, respaldados por escritores tan importantes como, H.G. Wells, John Baines, E. F. Benson y Angus MacPhail.

La dirección se distribuyó así: “Narración central” y “El cochero de la carroza fúnebre”: Basil Dearden. “La fiesta de navidad” y “El dummy del ventrílocuo”: Alberto Cavalcanti. “La historia del golf”: Charles Crichton; y “El espejo embrujado”: Robert Hamer. Entre ellos, el brasilero Cavalcanti y Hamer resultan los más efectivos, y sin duda, el episodio del ventrílocuo es el más logrado por la brillantez de su historia, la excelente actuación de, Michael Redgrave, y su impactante realización.

La historia comienza con un arquitecto, Walter Craig, quien llega hasta la granja Pilgrim para realizar un trabajo de reconstrucción, y al ver a sus cinco habitantes no sale del asombro… pues son las mismas personas que él ve en un sueño que ha tenido reiteradas veces. Pero él ve en sus sueños a seis personas. “La sexta –dice Craig- es una mujer que llega luego solicitando dinero”. ¿Llegará?… y así comienza esta intrigante y significativa historia que, muy merecidamente, hace ya parte de los grandes clásicos del cine.

<<AL MORIR LA NOCHE>>, abrirá un importante camino a otros realizadores que luego se atreverían a hablar de lo sobrenatural sin reticencia alguna… y pronto, lo esotérico tiene ya su merecido espacio dentro de un arte que no podía ser ajeno a la trascendencia lograda por el pensamiento humano.

Comparto estas palabras consignadas en el magnífico libro: “Un Curso de Milagros”:
“Mientras limites tu conciencia a tus insignificantes sentidos, no podrás ver la grandeza que te rodea”.
“El mundo que tú ves no existe, porque el lugar desde el que lo percibes no es real”.
Luis Guillermo Cardona
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7
15 de enero de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mis años de liceo, tuve a un profesor al que le decíamos el bacteriólogo… porque a todos los estudiantes nos veía como unas mier... y, el profesor de la Harvard High School, Charles W. Kinsgsfield, es de este tipo de profesores. Erudito y cotizado como el mejor y más caro abogado del país, el hombre se dirige a sus alumnos desde su palco de “sabiduría”, y con su rigor, su temple y su rostro grave, hace temblar a más de uno… y hasta dicen las malas lenguas, que ha vuelto locos a un montón de abogados desde que empezó a dictar clases hace ¡40 años!

Viendo éste filme no será difícil creerlo, y se comprende entonces por qué su alumno, Hart, tras darse cuenta de que su novia, Susan, es precisamente… quien jamás esperaba que fuera, termina empeñado en ganarle la batalla y está dispuesto a conseguir los recursos de respuesta a como dé lugar.

Muy interesante esta historia sobre el gigante y el enano, el pez grande y el pez chico, donde la lucha férrea, perseverante y acuciosa siempre da sus resultados... solo que vuelve a probarse que, es mejor el camino que la meta, porque cuando ésta se alcanza el interés desaparece por completo.

El director, James Bridges, realiza su propio guion, basado en la calificada historia que, John Jay Osborn Jr., cuenta en su libro, “The Paper Chase”, y logra transmitir con gran fuerza el sentir y los padecimientos que se tienen ante un profesor de cuello largo como el señor Kingsfield, quien, haciendo honor a su apellido (traducible como, Campo de reyes), se siente y actúa como si fuera un perfecto monarca… y, para recordar que sigue siendo humano, de vez en cuando es capaz de un verdadero acto de benevolencia.

John Houseman, domina el filme con su altiva presencia física, y con su perfecta y calculadora elocuencia, convierte al Derecho en un reto tan complicado como el de aquellos gladiadores que veíamos en los coliseos romanos… y de hecho, su aula es bien semejante a un espacio como aquellos. Con justeza le dieron el premio Oscar, y sería éste el filme que lo lanzaría como actor de primera línea.

Timothy Bottoms (“The Last Picture Show”) y Lindsay Wagner (“La Mujer Biónica”), luchan por sostener su efusiva relación jugando a las escondidas y a la espera de que la chica resuelva un tropiezo del pasado. Entre tanto, el grupo de estudio del que hace parte Hart, se enfrenta a una pugna interna que hará para ellos las cosas más difíciles cada día, al punto de ponerlos al borde de una tragedia.

Solo encuentro objetable la excesiva reiteración de espacios y el uso de tantos argumentos jurídicos a los que, los legos como yo, difícilmente conseguimos acceder. De resto, creo que, <<VIDA DE UN ESTUDIANTE>>, es un filme bastante plausible y fiel reflejo de ciertos empeños a los que con frecuencia nos vemos abocados en nuestros proyectos de vida.

Título para Latinoamérica: LA VIDA ÍNTIMA DE UN ESTUDIANTE
Luis Guillermo Cardona
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8
20 de diciembre de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La justicia es una sola. No hace distinción alguna entre el hombre y la mujer, el rico y el pobre, el débil y el poderoso, el aristócrata y el esclavo, el negro y el blanco, el inglés y el africano… La justicia solo sabe de hechos e intenciones, y a esto se ciñe rigurosamente para dictar su sentencia. Así las cosas, es bien poca la justicia que vemos a diario en la sociedad humana, porque en ella se privilegia a aquellos que tienen la sartén por el mango, en contra de los que solo pueden confiar en la integridad de los jueces. Y, del otro lado, en muchos casos se pretende la condena de las clases altas, sin sopesar más motivo que ese particular hecho.

Con el mismo profundo sentido de la existencia que había demostrado en sus grandes clásicos: “Canción de navidad”, “Oliver Twist” o “La pequeña Dorrit”, orientadas especialmente hacia el público más joven, Charles Dickens regresa, en 1859, con “HISTORIA DE DOS CIUDADES” para contarnos una experiencia adulta, y quizás una de las más maduras historias que nos haya dado la literatura.

La historia se presta para diversas interpretaciones. Pareciera ser un alegato en contra de la histórica Revolución francesa que puso fin a la monarquía y al absolutismo, pero durante la cual se cometieron toda suerte de desmanes. También podría verse, como un gran ejemplo del espíritu de lealtad y sacrificio que podía haber en un hombre del pueblo como Sidney Carton o incluso como la joven Marie Gabelle. Pero, lo que en particular me interesa y encuentro de enorme relevancia en esta historia muy bien adaptada por el director Ralph Thomas, es su sentido de la justicia, con el que se deja firmemente sentado que NO se puede condenar a una familia entera por los actos de uno o varios de sus miembros; que un apellido, un color de piel, o una nacionalidad, no pueden ser estigma para todos los que lo tengan; y que, por más que se haya sido víctima, no tenemos derecho a tomarnos -y a reducir- la justicia con propósitos de venganza, pues la pregunta es concreta ¿en qué puede ser mejor el que da de lo mismo que recibió?

Resulta de fuerte impacto, ese “insignificante” abogado, dedicado al alcohol e irresponsable, a quien, el día en que siente renacer el amor en su existencia, lo acompaña también un despertar que lo anima a generar un acto de justicia, que la sociedad enardecida no estaba en absoluto en capacidad de comprender.

Dirk Bogarde convence plenamente con esa efectiva caracterización que, como suele ser característico en un actor del más alto profesionalismo, le sale de adentro convirtiéndose a sí mismo en ese ser al que está representando. Dorothy Tutin, Cecil Parker y Donald Pleasence, entre otros, complementan muy satisfactoriamente una historia que está marcada con el sello de la trascendencia.

Título para Latinoamérica: “EL PRISIONERO DE LA BASTILLA”
Luis Guillermo Cardona
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9
14 de diciembre de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una discusión que lleva ya bastante tiempo: Hay quienes sostienen que solo tres cosas se necesitan para ejercer debidamente un oficio: práctica, práctica y práctica. Y están también los que piensan que, estudiando, se trasciende el oficio y éste se convierte en profesión. Pero, creo yo que lo cierto se encuentra en un equilibrio entre ambas cosas y lo que se requiere para un óptimo ejercicio es conocimiento teórico-práctico no solo de… sino de lo relacionado con… todo esto adicionado a la reforzadora experiencia.

James Gannon (o Gallagher) es un empírico periodista de vieja data, despectivo con los intelectuales y con gran repulsa por las escuelas… pero su experiencia lo tiene ya como editor del periódico New York Evening Chronicle. Su frase predilecta es nada menos que ésta:”Si quieres ser periodista, nunca lo aprenderás en la escuela”.

Un día, las circunstancias lo llevan hasta una escuela de periodismo, pero de invitado –con su rechazo absoluto-, pasa a convertirse en alumno de la encantadora profesora Erica Stone, a quien él subestima, y descresta, queriendo demostrarle (y demostrarse) que se aprende más haciendo que estudiando. Pero, como del odio al amor no hay sino un suspiro, llega el momento en que cada uno siente que el otro es más interesante de lo que parece… y la profesora termina sintiendo que le están moviendo el piso pues, el supuesto empapelador, luce para ella como un talento malogrado que debió, desde hace mucho rato (pues ya está bastante mayorcito), haber sido periodista.

Aunque lo mejor de esta deliciosa comedia -inicialmente escrita como drama, pero modificada al encontrar rechazo en varias productoras- es, sin lugar a dudas, Hugo Pine (magnífico Gig Young), el aventajado psicólogo, prolífico escritor… y absolutamente todero, que pone nerviosos a Erica y a Gallagher, también creo que esta es la mejor actuación que le he visto a Clark Gable, por encima de “Sucedió una noche”, “Lo que el viento se llevó” o cualquiera otro de sus éxitos. La soltura, la compenetración y lo encantador del personaje que aquí representa, me deja plenamente satisfecho, al igual que Doris Day, comediante hasta la médula y nacida con la gracia en cada poro.

Con “ENSEÑAME A QUERER”, el director George Seaton, tiene aquí otro de esos estupendos momentos que, de tanto en tanto, sacaba de su bolsillo. Logra un certero debate sobre la escuela y el empirismo, poniendo las cosas en su preciso lugar. Demuestra que también la psicología es otra forma de brillante astucia, como la que puede aprenderse trasegando por la vida. Y de ñapa, nos ofrece unos estupendos diálogos y algunas escenas antológicas como la lección de redacción que, en clase, brinda Gallagher a la profesora… y sobre todo, la secuencia de la cena en el bar donde Gig Young, y también Gable, están como nunca antes en sus vidas.

“ENSEÑAME A QUERER” es de la clase de filmes que me hacen sentir que se merecían mucha, pero mucha, mejor suerte. La he pasado de maravilla.
Luis Guillermo Cardona
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