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Voto de Pabpab:
7
7,0
6.371
Drama. Romance
A sus 43 años, Fúsi es un inadaptado, con sobrepeso, que nunca tuvo novia y cuyo único interés son las batallas de la Segunda Guerra Mundial, que reproduce en miniatura en el apartamento en el que vive con su madre. Un día recibe un cupón para acudir a una escuela de baile, donde conoce a Sjöfn, una mujer solitaria, como él, y con profundas heridas psicológicas. (FILMAFFINITY)
5 de noviembre de 2016
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa película que le debo a Cristina Lago, por la última entrada de su blog sobre las relaciones de pareja «locos de amor », blog que recomiendo efusivamente a todo el mundo, y en particular a los que en este momento os estéis ahogando tras un naufragio sentimental y necesitéis a toda costa un salvavidas.
Ya en la primera escena se nos ofrece una sabia descripción del protagonista: Primer plano de un gigante barbudo, aislado del exterior por unos protectores auditivos, encerrado en la pequeña cabina de un vehículo de plataforma. Mirada triste y el apagado sonido del rodar del vehiculo. Pasamos a un plano aéreo de la escena. Una vasta extensión de asfalto gris, alguna raya blanca dibujada en el suelo y un pequeño camioncito con dos remolques de maletas muy pequeñas y bien apiladas que se dirige despacio hacia el borde de la pantalla; un rasgueo de guitarra, lento y melancólico acompaña la escena.
Se trata de un hombre grande, un hombre aislado, un hombre muy pequeño.
Fúsi está desayunando sus Krispis de chocolate. La mirada se le extravía en las distraídas maniobras de la cuchara al sumergir el cereal. Mientras tanto su madre le está preparando el táper con el almuerzo. Las manos completan la tarea con la memoria impresa de aquello que se repite a diario, de lo que ya es una indiscutible rutina incorporada a la vida.
¿Es Fúsi un niño?
Ya en la primera escena se nos ofrece una sabia descripción del protagonista: Primer plano de un gigante barbudo, aislado del exterior por unos protectores auditivos, encerrado en la pequeña cabina de un vehículo de plataforma. Mirada triste y el apagado sonido del rodar del vehiculo. Pasamos a un plano aéreo de la escena. Una vasta extensión de asfalto gris, alguna raya blanca dibujada en el suelo y un pequeño camioncito con dos remolques de maletas muy pequeñas y bien apiladas que se dirige despacio hacia el borde de la pantalla; un rasgueo de guitarra, lento y melancólico acompaña la escena.
Se trata de un hombre grande, un hombre aislado, un hombre muy pequeño.
Fúsi está desayunando sus Krispis de chocolate. La mirada se le extravía en las distraídas maniobras de la cuchara al sumergir el cereal. Mientras tanto su madre le está preparando el táper con el almuerzo. Las manos completan la tarea con la memoria impresa de aquello que se repite a diario, de lo que ya es una indiscutible rutina incorporada a la vida.
¿Es Fúsi un niño?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Fúsi juega con sus juguetes, los adultos le dan miedo. Fúsi tiene más de 40 y nunca ha estado con una mujer. Vive con su madre. Ella no lo ha dejado crecer porque quiere a su pequeño con ella, aunque ha alimentado su cuerpo. El cuerpo de Fúsi es muy grande. Un cuerpo tan grande es difícil de esconder. Fúsi escapa con la mirada.
Los ojos de Fúsi. Plano detalle del ojo de Fúsi. El ojo es la única parte visible del rostro que no envejece; el ojo de Fúsi pintando un tanque ocre es el ojo de un niño que pinta.
Los compañeros del aeropuerto maltratan a Fúsi. Él no se defiende. Fúsi no guarda rencor, no se queja, no acusa.
¿Es Fúsi bueno?
Posiblemente sea bueno el que olvida el mal que se le ha infligido, o el que perdona dando nuevas oportunidades al que le ha hecho daño, pero está el asunto del miedo. Fúsi tiene mucho miedo, y hay algo con el miedo y la bondad que tiene mucho que ver con lo que le ocurre al aceite con el agua: no se mezclan bien. Fúsi nunca devuelve el golpe por salvaguardar su dignidad o por sentimiento de justicia para consigo mismo, si emplea la violencia es porque el miedo se ha hecho tan grande que se ha convertido en pánico. El miedo de Fúsi es el miedo de un niño que no sabe que ha crecido, el miedo de un hombre cuyo interior está gobernado por un niño dañado. La bondad de Fúsi tiene que ver con su miedo.
Sjöfn y Fúsi: Sjöfn ha mirado a Fúsi. Él lo ignora, pero ella es un agujero negro. Sólo sabe que ella, que es una mujer, le ha mirado.
Sjöfn arrastra a Fúsi en sus viajes de ida y vuelta desde su cielo hasta su abismo. El agujero negro tiene a Fúsi en su horizonte de sucesos y todo su universo conocido comienza a alterarse. Abandona temporalmente su trabajo, regala sus juguetes y se aleja de su madre. Este vacío de lo conocido le permite fijarse en nuevas posibilidades vitales.
La profunda sacudida que supone Sjöfn en la vida de Fúsi no tiene tanto que ver con un primer fracaso amoroso; es mucho más hondo para él. El encuentro con Sjöfn marca el momento del despertar de Fúsi; este es, a mi juicio, el meollo toda la película. Esta es la historia de un despertar, del comienzo de un crecimiento retenido, de una maduración postergada.
Después de Sjöfn, Fúsi elige qué quiere hacer, hacia dónde quiere ir. Sus actos generosos no obedecen al miedo, sino a la gratitud. Y tiene mucho que agradecer: Después de Sjöfn, Fúsi comienza a crecer dentro de su propio cuerpo buscando completar con entidad de hombre el espacio desde el niño interior hasta los márgenes de su propia piel.
Y en ese comienzo dejamos a Fúsi.
Los ojos de Fúsi. Plano detalle del ojo de Fúsi. El ojo es la única parte visible del rostro que no envejece; el ojo de Fúsi pintando un tanque ocre es el ojo de un niño que pinta.
Los compañeros del aeropuerto maltratan a Fúsi. Él no se defiende. Fúsi no guarda rencor, no se queja, no acusa.
¿Es Fúsi bueno?
Posiblemente sea bueno el que olvida el mal que se le ha infligido, o el que perdona dando nuevas oportunidades al que le ha hecho daño, pero está el asunto del miedo. Fúsi tiene mucho miedo, y hay algo con el miedo y la bondad que tiene mucho que ver con lo que le ocurre al aceite con el agua: no se mezclan bien. Fúsi nunca devuelve el golpe por salvaguardar su dignidad o por sentimiento de justicia para consigo mismo, si emplea la violencia es porque el miedo se ha hecho tan grande que se ha convertido en pánico. El miedo de Fúsi es el miedo de un niño que no sabe que ha crecido, el miedo de un hombre cuyo interior está gobernado por un niño dañado. La bondad de Fúsi tiene que ver con su miedo.
Sjöfn y Fúsi: Sjöfn ha mirado a Fúsi. Él lo ignora, pero ella es un agujero negro. Sólo sabe que ella, que es una mujer, le ha mirado.
Sjöfn arrastra a Fúsi en sus viajes de ida y vuelta desde su cielo hasta su abismo. El agujero negro tiene a Fúsi en su horizonte de sucesos y todo su universo conocido comienza a alterarse. Abandona temporalmente su trabajo, regala sus juguetes y se aleja de su madre. Este vacío de lo conocido le permite fijarse en nuevas posibilidades vitales.
La profunda sacudida que supone Sjöfn en la vida de Fúsi no tiene tanto que ver con un primer fracaso amoroso; es mucho más hondo para él. El encuentro con Sjöfn marca el momento del despertar de Fúsi; este es, a mi juicio, el meollo toda la película. Esta es la historia de un despertar, del comienzo de un crecimiento retenido, de una maduración postergada.
Después de Sjöfn, Fúsi elige qué quiere hacer, hacia dónde quiere ir. Sus actos generosos no obedecen al miedo, sino a la gratitud. Y tiene mucho que agradecer: Después de Sjöfn, Fúsi comienza a crecer dentro de su propio cuerpo buscando completar con entidad de hombre el espacio desde el niño interior hasta los márgenes de su propia piel.
Y en ese comienzo dejamos a Fúsi.