Rango es, ante todo, una película extraña, de esas que tienen personalidad propia y, como mínimo, levantan algunos gestos de sorpresa entre el público. Mezcla de western con típica película de animación, además de elementos oníricos, debo decir que no acaba de ser apta ni para los más pequeños (que no entenderán algunas cosas, ni soportarán su ritmo trabado durante buena parte del film) ni para los más adultos, que rechazarán su original propuesta.

Al margen de eso, cuenta posiblemente con una de las primeras medias horas más divertidas que le recuerdo a ninguna película de animación en años, con un inicio fresco, rompedor, trepidante e hilarante a más no poder. Lástima que, a medida que avanza, va perdiendo fuelle a discreción y acaba resultando un poco larga.

Una película interesante por su principio y por los elementos absurdos que incluye, pero sólo recomendada si se es consciente de lo que se va a ver.